sábado, 4 de febrero de 2017
viernes, 3 de febrero de 2017
lunes, 26 de diciembre de 2016
Bernardo Berro y el inicio de la secularización en el Uruguay laico.
Max Weber fue el primer sociólogo que vinculó la religión
con la economía y la política en varios de sus escritos como “ La ética
protestante y el calvinismo de 1920. Ensayos sobre sociología y religión del
mismo año y Economía y sociedad 1922” iniciando un debate sobre la vinculación
del desarrollo del capitalismo con la religión. La realidad era que ni Marx, el
otro teórico conflictivo con la vinculación de la religión y la sociedad, ni Weber estaban plenamente convencidos que la
economía y la sociedad estaba determinada por lo religioso por el
contrario con una fuerte interrelación. Sin dudas para ellos la interrelación se daba
desde distintos ángulos, para Marx desde la perspectiva económica y para Weber desde
la perspectiva de los fenómenos culturales y sociales. La subordinación de la
Iglesia al Estado no significo en época de la Revolución Francesa un avance
hacia la libertad de cultos, menos todavía a la libertad del pensamiento. Los
reyes utilizaban la religión para legitimar su dominio. Luis XIV persiguió a
los protestantes y revocó el Edicto de Nantes de 1685. La Revolución Francesa
terminó con el poder papal en Francia y tomó su último acto en el 18 brumario
de Napoleón Bonaparte. Napoleón firmó con la Iglesia un Concordato en 1801,
restituyéndole su legalidad con el objetivo político de hacer un clero sumiso y
que permitiera salvar el nuevo orden. La fecha clave fue el 2 de diciembre de
1804 cuando Napoleón rompe con la tradición de los reyes y no se arrodilló ante
el Papa Pío VII para recibir la Corona por el contrario se la colocó él mismo. Esta
introducción aparentemente lejana del debate nacional se fundamenta en el peso
que tienen ambas visiones en el desarrollo político y cultural del Uruguay.
Cada tanto, y por suerte, vuelve un debate que se inició en la segunda mitad del siglo XIX y tomó fuerzas a comienzos del Siglo XX cuando la Constitución de 1917 separó
definitivamente la Iglesia del Estado. Sin embargo la cuestión de las
libertades religiosas es un debate permanente en la sociedad democrática que cada vez es más resistente a la
discriminación. A fines del siglo XIX el tema era la secularización, en buen
romance como determinar en forma clara la separación del Estado y las
confesiones religiosas. Es común frente a estos temas argumentar nuestra
profunda dependencia como sociedad de los principios del liberalismo. Excepto la figura de José
Enrique Rodó y su postura pública que lo llevó a grandes discrepancias con
Batlle, se confundió ese liberalismo con un radicalismo anticlerical profundo.
Durante el gobierno de Bernardo Berro entre 1860 y 1864 se produce uno de los
primeros episodios de conflicto entre el Estado y la Iglesia. En 1861 hubo
problemas con los derechos del Patronato. En abril de ese año falleció en San
José el alemán Enrique Jacobsen, un protestante masón, y el cura de la
localidad Madruga se negó a darle sepultura en el cementerio local. Finalmente
fue enterrado en el Cementerio Central de Montevideo pero sin el permiso de las
autoridades eclesiásticas. Ante esta situación el gobierno por decreto
seculariza los cementerios desvinculándonos de la administración religiosa y
pasando a la órbita municipal. Unos mese más tarde la Vicaría destituyó al cura
de la Iglesia Matriz Juan Brid que era también senador de la República, sustituyéndolo
Inocencia Yéregui informándolo al Gobierno. Este le responde que por derecho
del Patronato debía tener participación en el nombramiento y destitución de los
sacerdotes. El vicario Monseñor Jacinto Vera no acató reponer a Brid. El gobierno
deja sin efecto el pase conferido en 1859 relativo al nombramiento de Vera.
Luego de un debate que transcurrió hasta el 7 de octubre de 1862 con múltiples
tentativas de conciliación el gobierno decretó acéfala la Iglesia Nacional
desde el mes de octubre de 1861 y ordenó el destierro de los presbíteros
Jacinto Vera y J. Conde y nombró gobernador eclesiástico provisorio al presbítero
Juan Fernández. Dentro de las consecuencias políticas de este proceso se genera la “Cruzada
Libertadora” de Venancio Flores. En 1862 en diciembre se llega a un acuerdo: el
Vicario Jacinto Vera delegaba todas sus facultades en un vicario o gobernador
eclesiástico que fuera del agrado del Gobierno del País. Esto tendrá vigencia
hasta que Su Santidad el Papa proveyese lo conveniente. Fue designado el
presbítero Pablo María Pardo. No se debe olvidar que las presiones llegaron a
tal punto que se sugirió a la Iglesia que en caso de mantenerse en una postura
intransigente se corría el riesgo de que el estado abandonase la religión
católica. Además, ya en esos años, existía un proyecto de Código Civil por el
cual se instituía al matrimonio como un simple contrato, y un proyecto de Ley en
el que se daba validez a los matrimonios en cuanto a los efectos civiles con
prescindencia de la religión o del rito en el cual se habían realizado. De todo
este episodio queda claro que el accionar de Bernardo Berro no estuvo inspirado en una actitud en
contra de la Iglesia. Por el contrario su interés fue la defensa de los
Derechos del Estado. El caudillo colorado Venancio Flores no pensaba de la
misma manera y con la bandera y el
recuerdo de la hecatombe de Quinteros y el ataque a la Iglesia Católica inicia
la Revolución desde Buenos Aires, pero
esto ya es otra historia.
En definitiva y
siguiendo ahora la visión de Tomás Sansón Corbo la secularización fue un lento
pero sostenido proceso de diferenciación de campos de influencia, jalonado por
una serie de enfrentamientos entre la Iglesia y el Estado. Se desarrolló
durante las últimas cuatro décadas del siglo XIX y comienzos del XX, y que coincidió , como dijimos líneas arriba, con la modernización del país. Los
antecedentes del conflicto se encuentran a finales de la década de 1850,
durante el vicariato de Lamas. Éste hizo pública una carta pastoral referida a
los problemas de la Iglesia y advertía a los clérigos sobre la amenaza de la
masonería y el racionalismo:
«Rodeados de una vana y engañosa filosofía, y poco observada
en algunos puntos la disciplina eclesiástica, nos desentenderíamos de un deber
gravísimo y seríamos unos mercenarios infieles, si no os dirigiésemos nuestras
letras. (...) «Venerables sacerdotes: vosotros sois el primer objeto de nuestra
solicitud. Por vuestro elevado estado sois el espejo en que se miran los demás.
De vuestro arreglo pende ciertamente el de todo el pueblo. Vosotros sois los
ministros del Señor, y como tales, os corresponde promover la observancia de la
divina Ley, no menos con las obras que con las palabras. A vosotros toca celar
el decoro de su sagrado Templo, la pureza de la religión, la reforma de las
costumbres, ofreciendo con vuestros procedimientos el mejor modelo».
En 1856 publicó otro documento recordando la condena
eclesial sobre la masonería. El 26 de enero de 1859, el Presidente de la
República decretó la expulsión de los jesuitas por manifestaciones
antimasónicas de algunos de sus miembros. En 1861 se produjeron los acontecimientos
vinculados con la muerte de Jacobson y
que derivaron en la municipalización de los cementerios. A partir de entonces
la relación entre Iglesia y Estado se hizo cada vez más tensa. Se crearon una
serie de normas complejas para la Iglesia, pero hubo dos particularmente
importantes: las leyes de Registro de Estado Civil (1879) y de Matrimonio Civil
Obligatorio (1885). Ambas erosionaron y debilitaron la influencia eclesiástica
pues le quitaron el monopolio de la inscripción de bautismos, matrimonios y
defunciones. La ley de 1879 generó muchos problemas. Algunos jueces y fiscales
la interpretaban en el sentido de que prohibía a los sacerdotes realizar el
bautismo sin la constancia de la anotación en el Registro Civil. En 1888 Mons. Yéregui expresaba en un
documento dirigido al Papa: «Desgraciadamente el desenvolvimiento de los
principios liberales, ateos, racionalistas, positivistas y masónicos (...) se
han encaramado en el poder y desde allí hacen encarnizada guerra a la religión
católica». Concluía y definía , entonces, la ofensiva anticlerical como un plan
de destrucción moral :
«Se ha perdido el antiguo respeto a la religión y al
sacerdote: y no solo su influencia es cada vez menor, sino que se le cubre con
el desprecio y con el más odioso desdén. (…)”
El comienzo del siglo XX fue una época de dura lucha por la
postura radical del anticlericalismo de José Batlle y Ordóñez, que impulsó
medidas determinantes para los intereses
de la Iglesia: eliminación de imágenes religiosas en hospitales públicos
(1906); ley de divorcio (1907); supresión de enseñanza y prácticas religiosas
en escuelas públicas (1909); entre otras. El golpe de gracia fue la Constitución
de 1917. Las autoridades eclesiásticas procuraron, a través de los
constituyentes elegidos por la unión
Cívica, mantener en todos sus términos el artículo 5, pero los esfuerzos
resultaron infructuosos. La Iglesia logró el reconocimiento de la propiedad de
todos los edificios destinados al culto, salvo los que estaban en edificios
públicos y, fundamentalmente, se emancipó del Patronato que tanto la había
limitado, las diócesis vacantes pudieron ser provistas libremente por la Sede
Apostólica. La secularización uruguaya culminó exitosamente para los intereses
de los sectores anticlericales. A partir de entonces Uruguay fue reconocido por
su sistema político laico, profundamente liberal y democrático.
Siguiendo finalmente al Dr. Gerardo Caetano como conclusión
coincido con su postura en el epilogo del libro “El Uruguay Laico”: “ …el
replanteo profundo de los sistemas de creencias en el mundo contemporáneo,
lejos de conferir certezas, propone una larga serie de incertidumbres, muchas
de las cuales afectan nuestra nociones democráticas respecto al ejercicio
legítimo de derechos y a la práctica del más irrestricto pluralismo en nuestras
sociedades”
viernes, 23 de diciembre de 2016
El batllismo y el Estado. Debate permanente.
En mis idas y vueltas con los aspectos medulares del
batllismo me metí con el Estado. No es poca cosa hacerlo puesto que todos lo
utilizan para dar rienda suelta a su visión ideológica, económica e incluso
debates sobre lo pertinente o o pertinente de la libertad humana. Pues bien, las
reflexiones de un autor coreano en un libro que me regalaron para Navidad me
sirve como disparador para volver sobre el tema del batllismo y el Estado.
(Chan, Ha-joom. Economía para el 99% de la población, Buenos Aires,
Debate,2015). De forma muy simple podemos afirmar, siguiendo ahora a Gabriel
Oddone que las políticas económicas desarrolladas por nuestro país a lo largo
del siglo XX han oscilado entre ser dirigistas o liberales. Acá comienza el
debate. Por políticas dirigistas entendemos que son aquellas que le otorgan al
sector público estatal un rol importante y decisivo en la asignación y
distribución de los recursos en competencia con la dinámica dl mercado. Por lo
tanto el dirigismo se desarrolló durante los años 1931 y 1973. Algunas las
medidas para sostener el modelo fueron :
1)
Fijación administrativa de precios e ingresos
relevantes de la economía. La creación de los Consejos de Salarios en 1943 y la
COPRIN. Comisión de productividad, precios e Ingresos en 1968.
2)
Emisión monetaria contra los documentos en poder
d ela autoridad monetaria a partir de 1939 y contra el revalúo del oro
depositado en 1935 y 1938.
3)
Utilización de mecanismos de racionamiento de
las divisas mediante el contralor de las exportaciones e importaciones desde
1941 y los permisos previos de importación desde 1938 y el modelo complejo de
cambios múltiples a partir de 1934.
4)
Levantamiento de barreras proteccionistas a
partir de aumentos del arancel general de 31% a 48% en 1931 con el objetivo de
proteger empresas nacionales.
5)
Se generalizan las practicas clientelísticas a
partir del crecimiento del Empleo Público a partir de 1946 y utilización de
privilegios jubilatorios de un modo exagerado a partir de 1945
El batllismo desde el periodo inicial reformista de Don Pepe
seguido por la coyuntura interbélica y
la Segunda Guerra Mundial con la visión de sustitución de importaciones bajo el
terrismo y baldomirismo tuvo su apogeo en el modelo industrializador del Luisismo.
Momento en que las graficas que presentan los liberales y opositores al
batllismo como de declive económico, sin embargo para la memoria colectiva fue
el Uruguay del optimismo y de grandes realizaciones sociales, laborales,
industriales, educativas y culturales. Es interesante el crecimiento del Estado
en la visión batllista y su rol redistributivo y de conciliación de clases muy
lejos de la visión moderna de un Estado “gran Hermano” con hipercontroles con
cámaras y fiscalizaciones impositivas cercanas al dolo que actualmente
padecemos. El mismo Aristoteles sostenía “ La prueba de que el Estado es una
creación d ela naturaleza y anterior al individuo es que el individuo cuando
está aislado no es autosuficiente, por lo tanto, es como una parte en relación
con el todo” Queda claro que ninguna teoría económica con fundamentso serios
proponga abolir totalmente al gobierno. Pero hay un gran marco de opiniones
sobre el rol del Estado que van desde la visión neoliberal de libre mercado que
proponen un Estado mínimo siendo estos los sectores conservadores de los Partidos
Tradicionales y en especial los economistas herreristas y colorados no batllistas.
En esencia proponen un estado que se encargue de la defensa militar, protección
de los derechos de propiedad la
infraestructura y la seguridad ciudadana. En el extremo opuesto tenemos la
visión marxista que sostiene que el mercado debe ser reducido a una función
subsidiaria y que la economía debe ser planificada por el Estado. Ya a
comienzos del siglo XX en el Uruguay este debate comenzó a resolverse con la
visión batllista de respeto a la propiedad privada, con el concepto de
humanizar al capitalismo y redistribuir la riqueza mediante el accionar del
Estado y sus empresas que serían estratégicas. En momento de decadencia
institucional, de falta de visione republicanas, el maltrato que se le ha dado
al Estado en relación a las áreas estratégicas de la economía han llevado a que
la visón social de los problemas del gobierno se traslade al Estado y su
funcionamiento. La frase cuanto menos haga el gobierno mejor no irá, o que el
Estado es un “mal necesario”. Todos estos argumentos popularizaron la teoría
económica del libre mercado que tiene como objetivo separar absolutamente la
política del desarrollo de los mercados. O sea separar al Estado de su rol
igualador en materia social. Para el batllismo es clave tanto mercado como sea
posible y tanto Estado como sea necesario. Indudablemente en el siglo XXI el
Estado es una maquinaria organizativa muy fuerte y poderosa que ha inventado la
humnaidad desde tiempos pretéritos(Fukuyama) por lo que resulta imposible
lograr cambios trascendentes en lo
económico y su incidencia inmediata en el desarrollo social sin su ayuda.
domingo, 11 de diciembre de 2016
Sanguinetti y Tarigo: El cambio en Paz.
Al asumir la presidencia el Dr. Julio María Sanguinetti y pero con un gran apoyo político tanto nacional
como regional. Ocho jefes de Gobierno, varios vicepresidentes y dignatarios
de 72 países, entre los que se contaban
Cuba y Angola con los que Uruguay no mantenía relaciones, así como
representantes de unos veinte organismos internacionales. Sanguinetti y Tarigo
juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución en el Palacio Legislativo ante
la Asamblea General. En el acto también estuvieron presente dirigentes
destacados de todas las fuerzas políticas entre ellos Wilson Ferreira Aldunate
y Juan Pivel Devoto por el Partido Nacional, Liber Seregni y Juan José
Crottogini por el Frente Amplio y Humberto Ciganda por la Unión Civica. Frente
a la mesa de la Asamblea General se encontraba Washington Beltran, Jorge
Pacheco Areco y los Presidentes Raúl Alfonsín de Argentina, Hernán Siles Suazo
de Bolivia, Belisario Bentancur de Colombia, Luis Alberto Monge de Costa Rica,
Oscar Mejía de Guatemala, Daniel Ortega de Nicaragua, Felipe González de España
y Bettino Craxi de Italia. El Presidente Sanguinetti había dicho en su discurso
de toma de posesión; “ Mi mayor ambición es la de estar el 1 de marzo de 1990
entregándole el mando al nuevo Presidente constitucionalmente electoñ Sólo ese
día podremos decir que hemos cumplido. Habré cumplido yo con mi misión y habremos
cumplido todos nuestro deber” Las primeras medidas del Poder Ejecutivo fueron:
1)
Proyecto de Ley por el cual se suprime el
Ministerio de Justicia conjuntamente con
otro proyecto que le otorga al Ministerio de Educación y Cultura las
competencias hasta que sea eliminado.
2)
Rehabilitación de las organizaciones
ilegalizadas por el gobierno de facto: Convención Nacional de Trabajadores
(CNT), Partido Comunista, Partido Socialista, Unión Popular, Movimiento 26 de
Marzo, Movimiento Revolucionario Oriental. Partido Comunista Revolucionario.
Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU). Resistencia Obrero
Estudiantil (ROE), Federación de Estudiantes Revolucionarios(FER) Grupos de
Acción Unificadora(GAU), Grupos de Autodefensa Plenario Intersindical de
Trabajadores, Asociación de Magistrados del Uruguay, diarios El Popular y
Crónica, Grupo de Teatro El Galpón y Servicio de Paz y Justicia(SERPAJ)
3)
Proyecto de regulación del Servicio de Ampara}
4)
Proyecto de
modificación de integración de los Entes Autónomos
5)
Proyecto de creación de la Oficina del Registro
Civil
6)
Rehabilitación de los medios de prensa
clausurados en los últimos 11 años.
7)
Supresión de la DINARP y creación de la
Secretaría de Información de la Presidencia.
8)
Derogación de las disposiciones que trababan el
ejercicio de la actividad periodística.
Esta fue la gran
tarea del gobierno curiosamente soslayada por la Historia reciente con cierta
interpretación segmentada. El nuevo gobierno dejó de lado lo acordado en la
Concertación Nacional Programática (CONAPRO) dando paso a lo que se llamó “
gobierno de entonación nacional” con una serie de trabajosos acuerdos,
limitados pero racionales y operativos con el Partido Nacional, cuyo líder era
en ese entonces Wilson Ferreira Aldunate. Este acuerdo se consolidó mediante la
presencia en el gabinete y en otros cargos públicos importante con figuras de
origen nacionalista a título personal pero con el respaldo del Partido, entre
ellos vale la pena recordar al Canciller Enrique Iglesias. También se le otorgó
seis cargos de dirección en Dependencias del Estado al Frente Amplio, indudable
reconocimiento del batllismo al incorporar a la izquierda en el esquema de
fiscalización del nuevo gobierno. Por lo tanto era un gobierno de partido
minoritario pero con un inteligente mecanismo de gobernabilidad sostenida con
arduas y permanentes negociaciones en los más variados asuntos. Se realizaron
con frecuencia “reuniones de cúpula” y el principal objetivo era consolidar la
transición democrática que se complica cada vez más con la denominada Ley de
caducidad de la pretensión punitiva del Estado que fue votada en el Parlamento
en diciembre de 1986. Además de las medidas y de los problemas políticos se
lograron otras como las medidas de un Plan de Complementación Alimentaria
entregándose canastas de alimentos a las familias con problemas económicos,
planes de desarrollo de la cuenca arrocera. El plan de Desarrollo de las
Ciencias Básicas en cooperación con la Universidad. Se iniciaron las obras de
reconstrucción del SODRE. Se aprobó el Código General del Proceso, se logró la
automatización de todas las estaciones telefónicas del país. Se reestructuró el
sistema de Enseñanza creándose la ANEP y los Consejos desconcentrados. El
CODICEN lo presidió el prof. Pivel
Devoto que instrumentó el Ciclo Básico. Se creó el Centro de Diseño Industrial
y muchas obras más que el Partido Colorado no sabe ni supo defender como
realizar de claro cuño batllista y que cumplió el principal objetivo. Llevamos
al país a las primeras elecciones totalmente libres desde 1971, y las primeras
sin ninguna crítica desde 1966. El batllismo cerró un paréntesis iniciado 15
años antes en una de las páginas más
oscuras de la historia política del Uruguay. El vicepresidente durante todo
este período fue el Dr. Enrique Tarigo que al preguntársele como se había
logrado la transición en un momento tan complejo sostuvo: “el Partido Colorado, no se agota en
su concepción liberal, sino que es el cimiento sobre el cual edifica sus
concepciones en materia política, social, económica. En el programa del Partido
que lo cumplimos absolutamente se sostiene que en "el siglo XX y
fundamentalmente por obra de José Batlle y Ordóñez, a los rasgos tradicionales
del coloradismo (o sea el liberalismo político) se fueron sumando otros que
define el perfil actual del Partido" y los enumeró:
1- Su
vocación democrática: en el Estado, en el Partido, en la Sociedad Civil y en
los planos cultural, económico y sindical.
2- Su
voluntad reformista: el orden social vigente conlleva injusticias y debe ser
profundamente transformado buscando una efectiva igualdad de oportunidades en
el punto de partida para que cada uno desarrolle libremente sus
capacidades sin privilegios heredados.
3- Su
jerarquización del Estado: para ejecutar un proyecto solidarista,
orientando con una propuesta deliberada los diferentes sectores de la
actividad. No para sofocar la iniciativa privada, cuyo dinamismo la hace
indispensable para el desarrollo, pero sí para informarla y orientarla
ajustando su actuación al interés general.
4- El
nacionalismo batllista: que no se confunde con la hueca exaltación de
folklorismos ni con irracional hostilidad a lo extranjero sino que propugna la
legítima y sensata defensa de lo nuestro en un mundo en el cual los demás
defienden lo suyo.
5-
Nuestro latinoamericanismo: porque nacionalismo no es aislacionismo y la
integración de los países latinoamericanos es necesaria para nuestra plena
realización como comunidad nacional.
Finalmente
el Dr. Tarigo concluye: " diría que el Partido Colorado a influjos del
batllismo, es hoy, un Partido profundamente liberal en lo político y
social-demócrata en lo económico y social. Este segundo rasgo surge claramente
de esa voluntad reformista y de esa jerarquización del Estado que no puede ser,
desde nuestro punto de vista, ni el ogro filantrópico de las dictaduras más o
menos totalitarias, ni el mero arbitro de la contienda social dedicado a marcar
los tantos de cada uno de los sectores partícipes del quehacer colectivo como
querrían los liberales en materia económica, los liberlistas como los llamaba
Benedetto Croce para marcar la diferencia conceptual entre liberalismo político
y liberalismo económico"
Y se
cumplió, se entregó el gobierno luego de elecciones absolutamente libres.
domingo, 4 de diciembre de 2016
El Estado batllista impulsor del progreso conciliando la economía y la sociedad.
En
mi reciente viaje a Europa conseguí la traducción en español del libro de
Francis Fukuyama titulado “Orden y decadencia de la política” Deusto, grupo
Planeta Barcelona 2016. En el mismo establece con claridad que un sistema político
se basa en el equilibrio entre Estado, derecho y responsabilidad y en las
necesidades morales de toda sociedad. Y avanza en la concepción clásica de que
todas las sociedades necesitan Estados capaces de generar suficiente poder como
para defenderse de problemas externos o internos y sobre todo con la capacidad
de imponer el cumplimiento de las leyes acordadas de modo general a través de
la Constitución. El objetivo es, sin dudas, regularizar el poder mediante la
ley para asegurar de que se aplique a todos los ciudadanos sin ningún tipo de
privilegio. El principio de legalidad, además, resulta imprescindible para
lograr el desarrollo económico, sin derecho de propiedad claros y sin la
imposición del cumplimiento de los contratos es imposible el desarrollo de empresas
que inicialmente se sostienen en la confianza. Todo esto, finalmente se
consolida en la acción política que es una de
las dimensiones básicas de la libertad que se completa y enriquece la
vida de los individuos. En nuestro país,
y luego del ocaso del batllismo, vemos con claridad que hay un fuerte déficit
político pero no del Estado delineado por el batllismo histórico, sino de un
Estado moderno que sea competente, organizado, autónomo y vinculante con la
sociedad. Cuando vemos fracasos políticos en realidad es un fracaso del Estado
en llevar a la práctica las propuestas realizadas por el sistema político. Es
un tema en círculos, importante pero no del discurso habitual de los votantes,
o sea reflexionar sobre el Estado y el
uso eficaz del poder estatal no conmueve las inquietudes populares. El
propio Luis Batlle continuador de la política originada durante el primer
batllismo de un estado con empresas estratégicas y con claro objetivo
redistributivo sostenía: El 26 de
junio de 1948, en Salto, Luis Batlle Berres defendía el dirigismo económico y
el desarrollo estratégico del Estado. “ La economía dirigida no es sino
economía ordenada y en beneficio de la sociedad; no se intenta con ello
destruir el principio de la libertad de comerciar para sustituirlo por el
– Estado comerciante-. Sino que es, frente a las circunstancias presentes,
necesidad de reglar y dirigir la economía en beneficio de la sociedad. Esto no
se ha querido comprender y se prefiere, por algunos, la libertad, sin advertir
que la libertad es el desborde de los precios y una marcha rápida hacia el
desorden. Si no existiera la Ancap y en nuestro país se vendiera la nafta y el
keroseno y el gasoil a los precios que se cotizan en el mercado internacional…nuestro
pueblo estaría pagando 18 millones de pesos más de lo que paga en la
actualidad… la desaparición de las empresa del Estado podría aparejar la
presencia de consorcios internacionales para dirigir nuestra industria que es
nuestra y que debemos defender… somos el único país del mundo que tenemos el
monopolio de los teléfonos y el monopolio del petróleo por el Estado y esto lo
hemos conquistado sin tirar un solo tiro y sin realizar ninguna clase de
despojo” Lo cierto es que durante el primer batllismo el incremento
poblacional, el avance de los medios de comunicación y la consolidación del
mercado interno permitieron el desarrollo de nuevas actividades productivas
mayoritariamente urbanas. El batllismo, ya como proyecto a largo plazo, se
convirtió en una síntesis política de diversos sectores sociales. La
legislación laboral fue determinante para conciliar las diferentes clases
sociales, desde el proletariado industrial naciente, el desplazamiento de la
mano de obra rural y además se sumaba el interés del capitalista
industrial que necesitaba orden, estabilidad y legalidad. El proyecto
reformista incluyó un fuerte dirigismo que durante el neobatllismo logró un
gran impulso al nivel de vida. El rol estratégico de las empresas públicas era
y es para el batllismo la búsqueda de nivelación destinada a favorecer una
distribución más igualitaria de los ingresos: “apresurarse a ser justos es
luchar por el orden y asegurar el orden”. No es nuevo y sin ánimo de
aburrir podemos analizar algunos puntos de la evolución histórica sobre el rol
del Estado como regulador social ya en la visión de Sangustin observamos un cambio radical: el Estado como un medio
y no un fin en si mismo; para
él el hombre trasciende al Estado. En
esta línea de pensamiento afirmamos que el Estado existe
para el hombre. Complementado con Tomás
de Aquino, quien reconoce que el fin
del Estado es el bien común
podemos concluir que en la Edad Media se logra combinar el Estado como medio
pero también con objeto social..
Para Locke el poder debía estar limitado, dividido. Él apreciaba derechos
naturales que anteceden al Estado y que ni en el estado de naturaleza se podían
negar. El gran teórico de la división
de poderes es Montesquieu, que en una
clasificación tripartita aportó la idea del poder judicial encargado de resolver las
controversias y también la idea de un bicameralismo en el poder legislativo.
No sería hasta Rousseau que se aclararía que el titular de la soberanía no
puede ser otro que el pueblo, el defendería la soberanía popular
y resaltaría la
realización de la voluntad general como el fin último del Estado.
Para Hegel y su método dialéctico lo
importante sería el Estado y el
individuo tendría un papel insignificante, poco de lo que dijo es justificable hoy;
su principal aportación se encuentra en que fue ayudaría a otros a percibir que el
Estado ha cambiado con el tiempo.
Marx apoyado en esto sostendría que
el Estado ni siquiera ha existido siempre y que eventualmente deberá desaparecer
pues es sólo producto de la lucha de clases, instrumento de opresión de una clase
por otra. De Lenin podemos destacar su intento por utilizar la
fuerza de grupos sociales que no
estaban concientizados políticamente y de
cierta manera involucrarlos en el Estado.
Para Weber el Estado es una relación
de dominación de la burocracia. El Estado es el gran protagonista del batllismo como agente
económico y como regulador. Las políticas sectoriales tuvieron un rol
trascendente. Se puso el eje en las políticas sociales y en los derechos de los
trabajadores promoviendo el intervencionismo cuyo ejemplo más concreto fue la
política de nacionalizaciones y estatizaciones. Para el siglo XXI el desafío
del batllismo es ser fiel a sus principios de que una idea genera
otra y una reforma antecede a otra buscando adelantarse a los
requerimientos de la sociedad y del progreso.
Siempre se ha discutido el modelo batllista de desarrollo realizado entre
1911 y 1930 en el cual el debate entre la diversificación productiva,
proyectada y con éxitos relativos, o la construcción de un modelo urbano
con servicios y desarrollo fuerte del sector público. Se puede
afirmar que el modelo batllista apuntaba a tres objetivos: modernizar y
diversificar la estructura de producción con énfasis en la industria y la
expansión de un modelo agrícola. Se debía, entonces, desarrollar el mercado
interno generando un buen entorno de bienestar social y nacionalizar la
economía para reducir los riesgos de la dependencia extranjera y sus crisis y
euforias cíclicas. La retención de la mayoría de los recursos del país va de la
mano de que las compañías extranjeras reduzcan su accionar siendo sustituidas
por empresas del Estado. Finalmente redistribuir los ingresos elevando el poder
adquisitivo de la población y universalización el acceso de la población a
bienes y servicios.
Desde el punto de vista económico el batllismo planteaba:
1) Modernización de la ganadería y expansión de la agricultura de forma
combinada.
2) Desarrollo de la industria manufacturera nacional sustituyendo las
importaciones.
3) Expansión de servicios en las finanzas, los transportes,
comunicaciones, turismo, enseñanza y salud.
4) El incremento de la participación del Estado en los aspectos
productivos y comerciales.
5) Reforma fiscal con el objetivo de estabilizar y aumentar la
recaudación del Estado con el objetivo de una mejor redistribución.
También desconcentra la propiedad de la tierra. (georgismo)
Siguiendo a Benjamin Nahum el Estado para el primer batllismo tenía
estos componentes: “La idea básica era que el Estado representaba a toda la
sociedad y por encontrarse por encima de todas las clases sociales debía no
solo arbitrar sus disputas, sino también impulsar su progreso mediante un
crecimiento sostenido de la economía. Esa finalidad social era lo que daba
derecho al Estado para -invadir- el campo de la actividad económica privada,
desde que - el interés general- era superior al particular de las empresas”. El
propio ministro José Serrato sostenía en 1911 que “ los monopolios constituirán
un poderoso recurso fiscal a fin de que las cargas nuevas no contribuyan a
hacer más desigual la distribución de la riqueza”
El problema latente será la relación entre el desarrollo político y el
fantasma del clientelismo y la corrupción.
Corresponde ahora hacer referencia a Francis Fukuyama en su obra “Origen
y decadencia de la política” (Deusto, 2015, pág. 261) que cita a Ernest
Gellner: “ Una sociedad que vive para el crecimiento tiene que pagar
necesariamente un determinado precio . El precio del crecimiento es la
innovación permanente. La innovación permanente a su vez, presupone una
incesante movilidad ocupacional, tanto entre generaciones como en ocasiones, en
el curso de una vida(…) el perfil general de una sociedad moderna es ser
alfabetizada, con movilidad social, con cultura compartida, homogénea,
trasmitida por la alfabetización e inculcada desde la escuela…” Ese fue el
Modelo batllista de desarrollo, y debe ser el motor ideológico en el siglo XXI.
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