jueves, 6 de septiembre de 2012
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Ciudad de las Ideas: Una nación entre muchas. Entrevista al historiador...
Ciudad de las Ideas: Una nación entre muchas. Entrevista al historiador...: A los estadounidenses les encanta el béisbol. Y les encanta, además, mirar el béisbol como un repositorio de sus mitos y valores. Pero po...
martes, 4 de septiembre de 2012
Esta pobre voz mía por Eduardo Irigoyen García
Los menores de 30 años –y sobre todo los nacidos luego de 1985- se sorprenderán al saber que en pleno gobierno militar-cívico, cuando muchos hoy ministros, senadores y diputados del partido de gobierno estaban en las cárceles de la dictadura, en la Convención del Partido Colorado, se alzaron voces pidiendo por ellos, por la amnistía.
La más voz más recordada fue la de Maneco Flores Mora.
Por Eduardo Irigoyen (quien el 9 de abril de 1983, estuvo entre el público de la Convención)
En noviembre del 82 la dictadura recibió un segundo castigo en las urnas. El primero ocurrió dos años atrás con la histórica victoria del NO al proyecto de reforma constitucional militarista. Esta vez la paliza la recibieron, también, los sectores políticos de los partidos tradicionales que fueron indiferentes o complacientes ante la dictadura. Surgían las autoridades partidarias con una convención nacional y convenciones departamentales, así como los ejecutivos, que en el caso del Partido Colorado fue presidido por un abogado, periodista, ex legislador y ex ministro llamado Julio María Sanguinetti.
La primera vez que se reunió la Convención Nacional fue a poco de las Internas, en la Corte Electoral. Lo recuerdo bien porque estuve en la vereda, ya que la reunión no fue pública. Luego nos enteramos que se había pedido un minuto de silencio por Zelmar Michelini. Al tiempo, los quinientos convencionales fueron convocados a la entonces ruinosa Casa del Partido Colorado, un 9 de abril de 1983 –esta vez con público- bajo la atenta mirada del Secretario General, Dr. Julio Ma. Sanguinetti y del Presidente de la Convención, el Prof. Luis Hierro Gambardella.
Se discutían los temas que plantearían los colorados ante los militares (otro tanto harían los blancos y los cívicos), para buscar una salida dialogada. Fue entonces que la Corriente Batllista Independiente, por boca de Víctor Vaillant, planteó la amnistía para los presos políticos. Era la primera vez que en un ámbito de este tipo se pronunciaba una palabra que solo se escuchaba entre susurros o se leía en grafitis o volanteadas clandestinas.
Los pachequistas protestaron, otros los tranquilizaban, mientras nosotros los puteábamos.
Entonces, Maneco Flores Mora pidió la palabra.
Todavía recuerdo esas palabras. Conservo una grabación de las mismas. Algún día Ana Portela me dará permiso para compartirla con los oyentes de su programa. Deberían escucharla quienes han elaborado unos espantosos manuales de Historia contemporánea para los estudiantes de Secundaria.
Esto dijo Manuel Flores Mora, abogado, escritor, ensayista, periodista, ex legislador y ex ministro, con su voz cascada, tras un mal que le fue consumiendo la garganta.
Tenía el propósito de permanecer en ella en silencio. Creo sin embargo que es mi deber ocupar brevemente esta tribuna para decir mi apoyo a una palabra que un convencional de la Corriente Batllista Independiente, de la que naturalmente no formo parte, ha pronunciado, para honor de ese movimiento juvenil, para honor del Batllismo y del Partido Colorado y para honor de esta Convención. La palabra que, no se por qué, siento que es la que tiene un contenido mayor de bondad y de grandeza, algunos equivocadamente toman como un desafío.
La palabra amnistía. La palabra ... y lo repito con felicitaciones al convencional Víctor Vaillant, a la Corriente Batllista Independiente (en) cuyo nombre habló y al clima de la Convención de Batlle, primer lugar donde resuena, porque es la única palabra que nos va a llegar a donde estábamos cuando el viejo Don Pepe caminaba por el mundo.
Yo creo que en la noche de hoy, todos los aquí reunidos tenemos que festejar la unanimidad, señor Presidente, con que salen de esta casa los delegados del Batllismo a tratar con las Fuerzas Armadas y con el gobierno de hecho de la República.
La tradición del Batllismo sale con el respaldo de todos los convencionales para plantear los puntos de vista del Batllismo, para recuperar en el país lo que el Batllismo construyó, otros traicionaron y otros perdieron.
He felicitado a Vaillant, he felicitado a la Corriente Batllista Independiente. Creo que ha estado bien la Mesa, creo que ha estado bien el Secretario General, al no someter inmediatamente a votación esta palabra. La palabra amnistía no es una palabra más. Es el secreto del reencuentro del País consigo mismo. Mal nacido el que no la desee. Lo digo yo, que nací en un País donde solo iban presos los ladrones, aquellos que juzgados por la Justicia Ordinaria, habían contravenido los tipos que la Ley establece.
En la amnistía donde todos nos reencontraremos. No hay un solo proceso en América ni en el mundo, que saliendo de una dolorosa situación de hecho, como la que vivimos, haya llegado a la plena libertad sin atravesar, un día, por la palabra amnistía.
Amnistía en España, amnistía en Brasil, donde un régimen durísimo terminó abriendo las puertas para que entraran los desterrados que estaban hasta en Moscú, de vuelta.
Nosotros que no tenemos las ideas de nadie, queremos la amnistía para todos, para con todos discutir y volver a ganar en la lucha libre de las ideas, los mejores rumbos para el País.
Pero así, como en España, como en Brasil, como en la Argentina (donde la amnistía la están pidiendo ahora ¿Quiénes? ... los responsables de los desaparecidos, que la mendigan), aquí también la amnistía es una palabra que se echa a andar y que camina sola.
Felicito a los muchachos que han tenido el coraje de pronunciarla. Esta pobre voz mía, hoy quebrada, pero que para mi orgullo se ha levantado en toda la República para defender al Partido Colorado, no podía irse a la tumba sin recogerla de la boca de los muchachos y pronunciarla a gritos.
Adelante con la amnistía, a imponerla, en la fraternidad, en el perdón, en la igualdad de todos.
Porque si Artigas quería clemencia para los vencidos, los colorados que vencimos a Oribe en la Guerra Grande dijimos que no había vencidos ni vencedores y Don Pepe después de la guerra del cuatro, también proclamó la igualdad de todos los que habían peleado, siguiendo el mandato de sus corazones, en el no siempre claro camino del deber, como dijo el mismo Batlle.
Mis amigos: quería decir solo una palabra. Lo que ha hablado por mi boca no soy yo: es la amnistía que avanza y que será unanimidad mañana en la Convención y después en el País.
Así habló Maneco.
La Convención se puso de pie y muchos –incluidos algunos pachequistas- se acercaron a saludarlo o darle un abrazo entre lágrimas. Maneco, casi sin voz y también emocionado, se fue acompañado por “los muchachos”, como le gustaba decir.
Fue su último discurso público.
Me disculpará el lector algunas consideraciones personales, pero el tema me tocaba de cerca: en esos días mi hermana estaba presa en el Penal de Punta de Rieles (por segunda vez) y mi viejo estaba bajo libertad vigilada, tras un tiempo en el penal de Libertad.
El llanto nos acompañó a muchos durante la dictadura. Tras escuchar a Maneco, nuestras lágrimas ya no fueron de dolor o de bronca: eran de júbilo, porque en ese momento supimos que la amnistía sería una realidad, que los sentimientos de perdón y de fraternidad, devolverían la paz a la República.
Esos bullangueros militantes batllistas, casi todos veinteañeros, que exigíamos democracia, libertad y amnistía, también pedíamos por la libertad de Seregni, por el regreso de Wilson, por todos los que estaban presos o exiliados y lo hacíamos, en plena Convención, con un grito que siempre fue de rebeldía y de victoria: ¡Viva Batlle!http://tl.gd/j5qutk · Reply
Los menores de 30 años –y sobre todo los nacidos luego de 1985- se sorprenderán al saber que en pleno gobierno militar-cívico, cuando muchos hoy ministros, senadores y diputados del partido de gobierno estaban en las cárceles de la dictadura, en la Convención del Partido Colorado, se alzaron voces pidiendo por ellos, por la amnistía.
La más voz más recordada fue la de Maneco Flores Mora.
Por Eduardo Irigoyen (quien el 9 de abril de 1983, estuvo entre el público de la Convención)
En noviembre del 82 la dictadura recibió un segundo castigo en las urnas. El primero ocurrió dos años atrás con la histórica victoria del NO al proyecto de reforma constitucional militarista. Esta vez la paliza la recibieron, también, los sectores políticos de los partidos tradicionales que fueron indiferentes o complacientes ante la dictadura. Surgían las autoridades partidarias con una convención nacional y convenciones departamentales, así como los ejecutivos, que en el caso del Partido Colorado fue presidido por un abogado, periodista, ex legislador y ex ministro llamado Julio María Sanguinetti.
La primera vez que se reunió la Convención Nacional fue a poco de las Internas, en la Corte Electoral. Lo recuerdo bien porque estuve en la vereda, ya que la reunión no fue pública. Luego nos enteramos que se había pedido un minuto de silencio por Zelmar Michelini. Al tiempo, los quinientos convencionales fueron convocados a la entonces ruinosa Casa del Partido Colorado, un 9 de abril de 1983 –esta vez con público- bajo la atenta mirada del Secretario General, Dr. Julio Ma. Sanguinetti y del Presidente de la Convención, el Prof. Luis Hierro Gambardella.
Se discutían los temas que plantearían los colorados ante los militares (otro tanto harían los blancos y los cívicos), para buscar una salida dialogada. Fue entonces que la Corriente Batllista Independiente, por boca de Víctor Vaillant, planteó la amnistía para los presos políticos. Era la primera vez que en un ámbito de este tipo se pronunciaba una palabra que solo se escuchaba entre susurros o se leía en grafitis o volanteadas clandestinas.
Los pachequistas protestaron, otros los tranquilizaban, mientras nosotros los puteábamos.
Entonces, Maneco Flores Mora pidió la palabra.
Todavía recuerdo esas palabras. Conservo una grabación de las mismas. Algún día Ana Portela me dará permiso para compartirla con los oyentes de su programa. Deberían escucharla quienes han elaborado unos espantosos manuales de Historia contemporánea para los estudiantes de Secundaria.
Esto dijo Manuel Flores Mora, abogado, escritor, ensayista, periodista, ex legislador y ex ministro, con su voz cascada, tras un mal que le fue consumiendo la garganta.
Tenía el propósito de permanecer en ella en silencio. Creo sin embargo que es mi deber ocupar brevemente esta tribuna para decir mi apoyo a una palabra que un convencional de la Corriente Batllista Independiente, de la que naturalmente no formo parte, ha pronunciado, para honor de ese movimiento juvenil, para honor del Batllismo y del Partido Colorado y para honor de esta Convención. La palabra que, no se por qué, siento que es la que tiene un contenido mayor de bondad y de grandeza, algunos equivocadamente toman como un desafío.
La palabra amnistía. La palabra ... y lo repito con felicitaciones al convencional Víctor Vaillant, a la Corriente Batllista Independiente (en) cuyo nombre habló y al clima de la Convención de Batlle, primer lugar donde resuena, porque es la única palabra que nos va a llegar a donde estábamos cuando el viejo Don Pepe caminaba por el mundo.
Yo creo que en la noche de hoy, todos los aquí reunidos tenemos que festejar la unanimidad, señor Presidente, con que salen de esta casa los delegados del Batllismo a tratar con las Fuerzas Armadas y con el gobierno de hecho de la República.
La tradición del Batllismo sale con el respaldo de todos los convencionales para plantear los puntos de vista del Batllismo, para recuperar en el país lo que el Batllismo construyó, otros traicionaron y otros perdieron.
He felicitado a Vaillant, he felicitado a la Corriente Batllista Independiente. Creo que ha estado bien la Mesa, creo que ha estado bien el Secretario General, al no someter inmediatamente a votación esta palabra. La palabra amnistía no es una palabra más. Es el secreto del reencuentro del País consigo mismo. Mal nacido el que no la desee. Lo digo yo, que nací en un País donde solo iban presos los ladrones, aquellos que juzgados por la Justicia Ordinaria, habían contravenido los tipos que la Ley establece.
En la amnistía donde todos nos reencontraremos. No hay un solo proceso en América ni en el mundo, que saliendo de una dolorosa situación de hecho, como la que vivimos, haya llegado a la plena libertad sin atravesar, un día, por la palabra amnistía.
Amnistía en España, amnistía en Brasil, donde un régimen durísimo terminó abriendo las puertas para que entraran los desterrados que estaban hasta en Moscú, de vuelta.
Nosotros que no tenemos las ideas de nadie, queremos la amnistía para todos, para con todos discutir y volver a ganar en la lucha libre de las ideas, los mejores rumbos para el País.
Pero así, como en España, como en Brasil, como en la Argentina (donde la amnistía la están pidiendo ahora ¿Quiénes? ... los responsables de los desaparecidos, que la mendigan), aquí también la amnistía es una palabra que se echa a andar y que camina sola.
Felicito a los muchachos que han tenido el coraje de pronunciarla. Esta pobre voz mía, hoy quebrada, pero que para mi orgullo se ha levantado en toda la República para defender al Partido Colorado, no podía irse a la tumba sin recogerla de la boca de los muchachos y pronunciarla a gritos.
Adelante con la amnistía, a imponerla, en la fraternidad, en el perdón, en la igualdad de todos.
Porque si Artigas quería clemencia para los vencidos, los colorados que vencimos a Oribe en la Guerra Grande dijimos que no había vencidos ni vencedores y Don Pepe después de la guerra del cuatro, también proclamó la igualdad de todos los que habían peleado, siguiendo el mandato de sus corazones, en el no siempre claro camino del deber, como dijo el mismo Batlle.
Mis amigos: quería decir solo una palabra. Lo que ha hablado por mi boca no soy yo: es la amnistía que avanza y que será unanimidad mañana en la Convención y después en el País.
Así habló Maneco.
La Convención se puso de pie y muchos –incluidos algunos pachequistas- se acercaron a saludarlo o darle un abrazo entre lágrimas. Maneco, casi sin voz y también emocionado, se fue acompañado por “los muchachos”, como le gustaba decir.
Fue su último discurso público.
Me disculpará el lector algunas consideraciones personales, pero el tema me tocaba de cerca: en esos días mi hermana estaba presa en el Penal de Punta de Rieles (por segunda vez) y mi viejo estaba bajo libertad vigilada, tras un tiempo en el penal de Libertad.
El llanto nos acompañó a muchos durante la dictadura. Tras escuchar a Maneco, nuestras lágrimas ya no fueron de dolor o de bronca: eran de júbilo, porque en ese momento supimos que la amnistía sería una realidad, que los sentimientos de perdón y de fraternidad, devolverían la paz a la República.
Esos bullangueros militantes batllistas, casi todos veinteañeros, que exigíamos democracia, libertad y amnistía, también pedíamos por la libertad de Seregni, por el regreso de Wilson, por todos los que estaban presos o exiliados y lo hacíamos, en plena Convención, con un grito que siempre fue de rebeldía y de victoria: ¡Viva Batlle!http://tl.gd/j5qutk · Reply
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