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domingo, 7 de agosto de 2016

El rol estratégico de las empresas públicas en tres enfoques de la Historia Económica.


Las empresas públicas forman parte del ser uruguayo. Han desarrollado su rol desde fines del siglo XIX y hoy por hoy  son objeto de permanente debate. En este enfoque utilizaremos tres posturas polémicas sobre su rol. Un simple aporte a un debate permanente. Tomaremos la génesis de la visión estratégica desde el la visión de José Batlle y Ordóñez, luego un trabajo de la Facultad de Ciencias Económicas bajo el enfoque de Jaime Yaffé y finalmente un fragmento de la ponencia de Magdalena Bertino sobre la reforma de las empresas públicas.
Durante el denominado primer batllismo se inició un proceso de nacionalizaciones y estatizaciones que estaba dirigido a incorporar al dominio industrial y comercial del Estado diferentes empresas de servicios públicos que deberían atender áreas de interés prioritario para el desarrollo económico del país. Lo que buscaba el batllismo era elevar la calidad de vida de la población, abatir índices negativos como la mortalidad infantil, incrementar políticas sociales de avanzada en educación, salud, legislación del trabajo buscando la armonía social en un entorno de desarrollo global en el cual el rol estratégico de las empresas públicas era innegable. El propio Batlle sostenía en 1891: “ Tenemos un país en que la luz es extranjera y privilegiada entorno a la Compañía del Gas, en que el agua se halla en las mismas condiciones en forma de Empresa de Aguas Corrientes, en que la locomoción representada por tranvías, ferrocarriles, vapores, es también extranjera, etc. ¿ a qué seguir?”
“ el costo de la protección industrial es el precio con que el país paga su engrandecimiento, acreciendo su población a base de crear trabajo” El Día, 19 de enero de 1912.
“las empresas públicas son un activo del Estado, y por tanto debe optimizarse el proceso de creación de valor, que podrá ser económico y/o social”. Dibarboure planteó una agenda de trabajo en la que “es necesario pensar las empresas públicas en el largo plazo, al servicio del desarrollo nacional y diseñar su modelo de gobernanza, a través de amplios acuerdos políticos de códigos marco de conducta”. (Subdirector de OPP, Martín Dibarboure)

“El intervencionismo económico del Estado supondría por un lado la tonificación de su rol regulador de la actividad económica general, y por otro (he aquí el énfasis fundamental del programa batllista en materia de intervencionismo), la expansión de su área de intervención directa como agente económico a través de empresas estatales monopólicas en su área de actividad específica. La apuesta firme a la instalación de empresas estatales encargadas de ciertos servicios de interés público, preferentemente en forma monopólica, fue una nota distintiva del batllismo, dando origen al Estado empresario que se articularía con la concepción e impulso del Estado asistencial. El intervencionismo económico y el social se articulaban en el modelo batllista, propugnando el desarrollo articulado de un estado empresario y  asistencial (Frega y Trochón 1991).

Al fundamentar la necesidad y pertinencia de la creación de estas empresas, el batllismo señaló diversos argumentos económicos, además de los sociales, que pueden agruparse  en cinco objetivos que van de lo concreto a lo general: abaratar los servicios prestados, mejorar su calidad, incrementar los ingresos del Estado y con ello habilitar la reducción de las cargas fiscales, reducir el “drenaje” de oro al exterior (las remesas de las ganancias de compañías extranjeras), amortiguar la dependencia e impulsar el desarrollo nacional (Nahum 1993). Como buena parte de las actividades a estatizar estaban en manos de empresas de origen europeo, el Estado, al hacerse cargo de ellas, desplazó al capital privado extranjero. En esos casos, la estatización se volvió también nacionalización (Barrán y Nahum 1983). El fortalecimiento y crecimiento del Estado, además de las motivaciones económicas y sociales señaladas, respondía también a razones estrictamente políticas en tanto consolidaba la hegemonía colorada y ampliaba los recursos disponibles para la acción política (Finch 1980).

Las empresas estatales debían cumplir el fin de sustituir a las empresas extranjeras, reduciendo la salida del oro y cortando la dependencia externa al tiempo que permitían elevar el nivel de vida de la población al brindar servicios mejores y más baratos. Pero para financiar la expansión del área estatal debía recurrirse al crédito externo que si bien generaba fuga de oro por pago de intereses, permitiría reducirla a largo plazo al ir achicando las remesas de las empresas extranjeras nacionalizadas. De allí la preocupación de Batlle y Ordoñez por el equilibrio fiscal y la fortaleza de la moneda, ya que esos elementos eran esenciales ante los potenciales acreedores. De esta forma la política de estatizaciones del batllismo estaba estrechamente ligada a su política de endeudamiento externo y ésta a su política fiscal. El endeudamiento financiaría la expansión estatal y ésta era una pieza clave para los planes de desarrollo económico y social.”( Facultad de Ciencias Económicas y de Administración Universidad de la República. EL INTERVENCIONISMO BATLLISTA: ESTATISMO Y REGULACION EN URUGUAY (1900-1930)  por Jaime Yaffé


“La prestación de servicios públicos por el Estado se inicia cuando se afirma el poder estatal en todo el territorio, a partir de la década de 1870. Se establece el primer telégrafo estatal, se regula el accionar de las empresas ferroviarias privadas y, luego de la crisis de 1890, se crea el Banco República. La incipiente compañía privada de electricidad de Montevideo también pasa a ser administrada por el Estado. Durante el impulso modernizador e intensamente reformista que caracterizó a los gobiernos batllistas de las tres primeras décadas del siglo XX se crean las bases del estatismo. Se fundan los tres grandes bancos públicos: el Banco República (BROU) se institucionaliza como banco íntegramente estatal, se estatiza el Banco Hipotecario del Uruguay (BHU) y se crea el Banco de Seguros del Estado (BSE). Se funda la empresa Usinas de Trasmisiones Eléctricas del Estado (UTE) y se establece el monopolio estatal de los telégrafos y teléfonos, haciéndose efectivo en 1931 cuando la red telefónica se integra a UTE, que pasa a llamarse Usinas y Teléfonos del Estado hasta la creación de ANTEL en 1974. Comienza la construcción y estatización de las vías férreas, creándose la empresa Ferrocarriles y Tranvías del Estado, y se establece el monopolio estatal de la gestión de los puertos con la creación de la Administración Nacional de Puertos (ANP). Bajo un nuevo impulso reformista, ambientado por los avances de la acción estatal durante la Gran Depresión, se funda la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP). Todas estas empresas fueron concebidas como entes autónomos o servicios descentralizados regidos por el derecho público. En general, sus objetivos planteaban brindar un servicio de calidad y bajo precio y extenderlo al conjunto de la población (Boneo, 1973; Solari y Franco, 1983; Nahum, 1993; Nahum et al., 2006; Bertino et al., 2012). Aunque sus cartas orgánicas no lo establecían, las grandes empresas, generalmente superavitarias, aportaban parte de sus beneficios al gobierno central —transferencias positivas— y las empresas deficitarias recibían subsidios de éste —transferencias negativas— (Azar et al., 2009; Bertino et al., 2011; Bertino et al., 2012a, 2012b, 2012c, 2012d). Durante el período de industrialización dirigida por el Estado, el llamado “Dominio Industrial y Comercial del Estado” experimentó una gran expansión, debido al crecimiento de la cobertura y las funciones de las dos principales empresas, UTE y ANCAP. También incidió la creación de nuevas empresas, principalmente a partir de la estatización de las compañías británicas de servicios (la mayor parte de los ferrocarriles existentes, los tranvías de Montevideo y la compañía de Aguas Corrientes de Montevideo), fundándose AFE y OSE en 1952. En el mismo año la empresa mixta PLUNA (Primeras Líneas Uruguayas de Navegación Aérea) pasa a ser totalmente estatal. También se fundan el Instituto Nacional de Colonización (INC) y el Servicio Oceanográfico y de Pesca (SOYP) —refundado como Instituto Lobero y Pesquero (ILPE) en 1976—. UTE se expande a todo el país expropiando las usinas eléctricas privadas, estableciendo una tarifa única en todo el país y extendiendo también la red telefónica nacional, cesando las concesiones a las empresas telefónicas privadas. ANCAP expande la capacidad de su refinería y cubre la totalidad del mercado de derivados. La ampliación de la capacidad de las destilerías de alcohol permitió hacia 1949 satisfacer la demanda interna de alcohol y bebidas alcohólicas. Paralelamente, la empresa asumía el cultivo de azúcar de caña en las tierras adquiridas en El Espinillar, inaugurando su ingenio en 1952, así como el cultivo de viñedos para la producción de vinos destinada a la elaboración de coñac. La primera fábrica de portland de ANCAP empezó a producir en 1956. Finalmente, desde fines de la década de 1960 y comienzos de la siguiente, durante los años de crisis y estancamiento, se producen las últimas creaciones de empresas públicas siguiendo el estilo de “hospital de empresas”. Pasan a la administración estatal varias empresas industriales en crisis (tres frigoríficos y una textil) y el Estado adquiere la británica —y también en crisis— Compañía del Gas.” (Bertino, Magdalena. 2013 La reforma de las empresas públicas en Uruguay una lectura desde la Historia Económica)

La Presidencia del Dr. Julio Herrera y Obes. 1890-1894.


Julio Herrera y Obes nació el 9 de enero de 1841 hijo de Manuel Herrera y Obes y Bernabela Martínez. Nieto a su vez del Dr. Nicolás Herrera. Por parte materna era nieto del rico hacendado y comerciante Juan Francisco Martínez. Por lo tanto era uno de los hijos del patriciado nacional. Estudió la carrera de Derecho, aunque nunca se presentó a retirar su título. En 1865 fue nombrado secretario del General Flores y con él combatió en la Guerra del Paraguay. Al retornar se dedicó al periodismo, fue desterrado junto a José Pedro y Carlos María Ramírez por el presidente Lorenzo Batlle. Integró la generación principista de 1870, fue ministro de Relaciones Exteriores y en noviembre de 1872 integra las cámaras. Durante el gobierno del general Máximo Tajes integró la transición al civilismo. Como Presidente de la República fue el hombre de la “influencia directriz” y del “colectivismo”, también fue el “dandy”, el espiritualista, el último romántico, el crítico al espiritualismo y el Primer Jefe Civil del Partido Colorado. En forma paralela  la sociedad si integraba a la vida política. Los hijos de inmigrantes y los apellidos italianos entraban en escena sustituyendo lentamente al viejo patriciado. Comienza  la tensión entre los distintos grupos sociales ahora con los obreros y artesanos, la naciente clase media tomaba forma. Acá comienza el debate  entre los modernos partidos populares, el proletariado rural siguiendo a Aparicio Saravia y el urbano conducido por José Batlle y Ordóñez. La rivalidad entre Batlle y Herrera y Obes por el liderazgo comienza bajo estas circunstancias. Herrera y Obes representaba a los “galerudos” del colectivismo, Batlle a los integrantes del sector popular. El enfrentamiento con Batlle se desarrolla en etapas que culmina con el ocaso de Julio Herrera y Obes: el asesinato de Juan Idiarte Borda y su oposición al Pacto de la Cruz en 1897, el golpe de estado de 1898 que le hace perder la mayoría parlamentaria y su propia banca de senador, el posterior exilio y su propia muerte. Viejo, pobre de solemnidad, soltero pero enamorado de Elvira Reyes, se alojaba en un humilde piso alto de la vivienda del que fuera su mayordomo en tiempos mejores. El 16 de agosto de 1912 falleció. El Poder Ejecutivo, presidio por su enemigo político Batlle y Ordóñez le niega el decreto de honores oficiales votado por el Parlamento. El cadáver esperaba en el Cabildo, sede del Poder Legislativo, velado por voluntarios. Al día siguiente, la Asamblea General, debate en medio de un tumulto estimado en 50 mil personas, y levanta las objeciones y la multitud lo traslada la Panteón Nacional sobre sus hombros.
El Presidencialismo y la influencia directriz.
La presidencia de Julio Herrera y Obes tuvo un significado doble, en primer lugar fue vista como un triunfo del principismo y del patriciado, al que no pertenecían  ni Latorre ni Santos. Por otro lado el Partido Colorado se convierte en un instrumento de poder y será el “ verdadero soporte del Presidente, en una tendencia a concentración del poder” ( Reyes Abadie). En realidad aparece el presidencialismo legalista con formal observancia de la Constitución y conviene recordar la descripción de Alberto Zum Felde: “ En el centro, el Presidente, rodeado de un núcleo de doctores y personajes solemnes, gozando de altas prebendas(…) el ejército será un órgano presidencialista” El centralismo se hizo favoreciendo a Montevideo, en tanto que la campaña estaba sometida a la ley, a una administración a un Presidente que se manifestaba abiertamente hacia una concepción unitaria del Estado.  La presidencia de Julio Herrera se sostenía en el concepto de la influencia directriz que fue enunciada por él mismo en el Mensaje enviado a la Asamblea General el 15 de febrero de 1893: “ Es indudable que el gobierno tiene y tendría siempre, y es necesario y conveniente que la tenga, una poderosa y legítima influencia en la designación de los candidatos del partido gobernante y entonces del que puede acusársele es del buen o mal uso que haga de esa influencia directriz; pero mucho menos podrá decirse racionalmente que el ejercicio de esa facultad importa el despojo del derecho electoral de los ciudadanos”. Herrera tenía una concepción aristocrática del poder, este debía ser ejercido por los más cultos. El resultado de esta política fue la formación del colectivismo, un grupo cerrado y exclusivo dentro del Partido.
Batlle y Ordóñez lucha contra el fraude electoral
En noviembre de 1890, en plena crisis económica, debían realizarse elecciones legislativas. El Partido Nacional se abstiene de participar declarando grandes irregularidades en el registro cívico, en tanto era el propio Batlle el que denunciaba con más vehemencia aun  el manejo fraudulento de las elecciones. Se acusaba, por parte de Batlle, directamente a Herrera y Obes de la comisión de fraudes y en acto político realizado en 1920 recordaba: “ Herrera y Obes ordenó que se llevara a su casa el registro cívico del departamento y lo hizo reformar desde la cruz hasta la fecha agregándole inscripciones fraudulentas(…)no resultó electo un solo diputado cuya candidatura no hubiera sido del beneplácito del doctor Herrera” en tanto que ante el hecho real en Minas El Día denunciaba: “ Esta elección de Minas, en la que se ha pasado por encima de todo para llevar al senador Prudencio Ellauri, cuya significación política no va más allá de las que le dan sus vinculaciones con el presidente de la República, es un colmo de vergüenza. Manejos en intrigas electorales que han rebajado al Poder Ejecutivo hasta el nivel en que actúa un núcleo de traficantes en política” Batlle estaba en este momento  en la tarea de organizar el Partido Colorado sobre las bases de la participación popular a través de los Clubes Seccionales como expresión de las clases medias.
Obra de la administración Herrera y Obes.

En 1890 fue sancionada la ley 2096 que se convirtió en el estatuto inmigratorio del Uruguay. La gran crisis económica de 1890 opacó la aplicación de esta ley. Esta ley tendía a favorecer el desarrollo agrícola. En 1891, la Asamblea autorizó el cambio del nombre del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública por el de Ministerio de Fomento. Se cumple un auge ferroviario alcanzando la red a 1572 km. Por lo tanto en su período se avanzó en la modernización pero fue marcado por la crisis económica.  Se firmaron tratados de navegación con Francia y Alemania. Se unificó la deuda pública transformada en deuda consolidada del Uruguay mérito de la gestión del doctor José Ellauri y Obes en Londres en 1891. Se iniciaron las obras de la construcción de la Universidad de la República y la Estación Central de los Ferrocarriles.