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sábado, 17 de noviembre de 2012


El legado político del Siglo XIX. Gerardo Caetano-José Rilla.

de Miguel Lagrotta, el Sábado, 17 de noviembre de 2012 a la(s) 23:33 ·
Aunque tal vez hundan sus raíces en las tensiones de la Patria Vieja, es sabido que los bandos políticos del Uruguay se definieron, con imprecisión, una vez concluida la primera fase de las crisis independentistas (1820-1830) y concluída también la estructuración del primer marco constitucional, la configuración moderna del sistema partidario(1910-1934) responde en gran medida a dos singularidades facilmente apreciables de nuestra historia política: la del legado del siglo XIX y las de nuestro proceso de modernización. No es posible aludir al legado decimonónico sin partir de una lúcida interpretación de Carlos Real de Azúa que no evitaremos transcribir: "Si hay que partir de un hecho- mejor dicho de un cuadro de fenómenos- este no puede ser otro que la patente, innegable debilidad que en el Uruguay del siglo XIX presentó la constelación típica de poder del continente. La hegemonía económico social de los sectores empresarios agrocomerciales y su entrelazamiento con la Iglesia y las fuerzas armadas como factores de consenso y respaldo coactivo, respectivametne, no asumió-se decía- la misma consistencia que poseyó en casi todo el resto del área latinoamericana". Cuando asome el nuevo siglo será tarde para conformar esa cosntelación, pero quedará abierto el espacio para el impacto de los fenómenos políticos de la modernidad, que se desplegará con comodidad durante las primeras décadas del siglo XX.
Puede considerarse también parte del legado, la consolidación efectiva del tradicionalismo bipartidista. El mismo implico, en un proceso de tensión y alimentaciones recíprocas la definición de un estilo casi siempre reductible a las respectivas historias partidarias, ordenadas en torno a implicancias socioeconómicas, símbolos y fidelidades genealógicas. Correlato de tales persistencias es el fracaso de los sucesivos intentos de su superación. Aquellos partidos del siglo XIX, tal vez de masas pero no de masas electorales lograron superar la embestida que desde su interior o el exterior pretendió quebrar el bipartidismo básico. El fusionismo(1853-1863), el Principismo(1872-1876) y el Constitucionalismo a partir de 1881 no supieron convocar aquellas masas y más bien sirvieron de precedente al carácter marginal de  los partidos de ideas más modernos. Dicho esto sin perjuicio de reconocer que tal marginalidad no supuso en forma alguna un aislamiento: no es magra la lista de sus aportes a los partidos tradicionales. Seguramente ellos también fueron partidos picana como diría mas adelante del suyo don Emilio Frugoni.
Es indudable, además, una debilidad congénita del Estado patricio de 1830, incapaz de acotar una población de un marco territorial largamente indefinido y extraerle recursos para su mantenimiento. Fue con el militarismo que la presencia del Estrado se vovió notoria( consolidó la propiedad privada, comenzó a implantar  un sistema educacional de masas, eclipsó al caudillismo, reasumió compromisos financieros internacionales) transformándose en referencia ineludible de poder político- De alguna manera la ubicación en el proceso político nacional comenzará a depender desde entonces de los actores con el aparato del Estado.
Diversas instancia problemáticas contribuyeron a dar perfil a las distintas opciones partidarias.Así por ejemplo la enconada lucha por la tierra, mientras persistió alimentó una dinámica de premios y castigos por le accionar político y un estilo de confrontación predominantemente bélico y rural. Las Guerra Civiles al confundir la lucha por la tierra con la lucha por las divisas le dieron a ésta un contenido épico que nutrirá su carácter de tradicional. Agreguemos que, como es sabido, una cierta hegemonía blanca significó una acotación ambiental que podría explicar el acento más conservador y la dirección más regionalizada. Es obvio que lo completamente opuesto no pertenece al Partido Colorado que si bien se apostó en la ciudad-puerto, tuvo sus orígenes no menos rurales y tal vez más genuinamente caudillescos que su adversario.
El orden político expresado en la Carta Magna de 1830 fue también un permanente núcleo de controversias(...)
No es menor el problema de la identidad nacional. Configurado el Uruguay con alguna antelación a los uruguayos, las fronteras estatales demoraron en coincidir con las fronteras partidarias. Partidos políticos restringidamente nacionales, no hubo hasta el fracaso de la experiencia nacionalista de Bernardo Berro y más aún hasta concluida la segunda fundación del Estado durante el militarismo.
También fue un legado del Siglo XIX un estilo de hacer política en cada uno de los partidos, que será retomado por ellos hasta la actualidad, se basa en la relación del Partido con el Estado. Cuatro décadas de posesión del gobierno y del Estado enlazaron al Partido Colorado al proceso de formación de la burocracia política y del Ejército Nacional. Tal privilegio lo aventajó respecto a lso blancos, en la medida que significó poseer instrumentos de control socio-política, las relaciones con la sociedad, en cambio, no permiten detectar tal predominio de uno de los partidos. En tal sentido, blancos y colorados podían ocupar un espacio vertical en la socieda uruguaya de comienzos del siglo XX.
Ver: Los partidos Políticos Uruguayos y su historia. FCU-ICP. Gerardo Caetano-José Rilla. Prologo. Paginas 12-15

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