El Uruguay no es una excepción al hecho generalizado de la historia social internacional, según el cual, en sus orígenes, el pensamiento social se produce independientemente de las masas, y que éstas asumen formas autónomas de organización.
El 23 de junio de 1837 el joven argentino Esteban Echeverría fundaba en la ciudad de Buenos Aires, de vuelta de un largo viaje a Francia, la llamada "Asociación de Mayo, donde hacía conocer en la sesión de 8 de julio del mismo año, su obra "Dogma Socialista de la Asociación de Mayo" de clara inspiración sansimoniana.
El 28 de mayo de 1837 llega a Maldonado el corsario italaino, al servicio de la República Riograndense, José Garibaldi, discípulo sansimoniano Barrault, y miembro de la "Joven Italia" de Mazzini.
El sitio de Montevideo reunirá entre sus muros a esos hombres, así como al argentino Florencio Varela y a una importante colonia francesa, bajo un gobierno que permitirá la libertad de cultos, y donde florecen las sociedades secretas al estilo europeo. Entre estos franceses se destacará el periodista Eugene Tandonnet, discípulo del socialista utópico francés Charles Fourier, a cuya memoria dedica el 10 de octubre de 1842 un número especial del periódico en lengua francesa que dirige "Le messanger francais".
Gian Battista Cuneo, nacionalista radical italiano, junto con José Garibaldi y Francisco Anzani, publica sucesivamente en la misma ciudad de Montevideo, y ahora en italiano, los periódicos L Italiano y después, como órgano de de la Legión Italiana, Il Legionario Italiano, donde se hacen conocer algunas de las nuevas ideas que circulaban entonces en Europa.
La misma mezcla de socialismo utópico con liberalismo radical, anticlericalismo y nacionalismo, tienen los libros de los chilenos Francisco Bilbao y Santiago Arcos, que asimismo se leen en Uruguay. Las nuevas ideas que expresan los socialistas franceses, Proudhon especialmente, son conocidas en el Plata, incluso a través de las traducciones hechas en España. En el Uruguay se refugian extremistas de la Revolución del 48 europea, especialmente italianos y franceses.
En tanto en el Uruguay se incorpora al sistema social de clases sociales abiertas. Este sistema, o estructura social, es el típico del capitalismo moderno, y posiblemente el Uruguay fue el primero de los países latinoamericanos, e incluso americanos, en ajustarse a los patrones.
En tiempo de la Guerra Grande el Uruguay, por una parte liquida las formas de trabajo esclavizado, que por lo demás nunca habían sido muy importantes, inicia la formación de un proletariado asalariado mediante la masiva inmigración europea, y participa del sistema capitalista entonces orientado por Inglaterra y Francia, tanto en el aspecto industrial como financiero y comercial.
La condición de esos primeros rudimentos de clase obrera, era por cierto muy distinta de la contemporánea. El tipo de producción favorecía especialmente a los pequeños talleres artesanales, aunque no faltan los grandes establecimientos industriales como el del francés Doinel, los saladeros, las líneas de transporte, la construcción necesaria a la expansión de la ciudad de Montevideo y otros centros.
Como es típico de prácticamente todos los países en que se instala el régimen capitalista, éste cumplía una explotación sistemática y profunda de su mano de obra. Son unánimes los testimonios de la época que se refieren a salarios de hambre, condiciones miserables de habitación, falta de garantías, difusión de enfermedades infecciosas, etc.
Todavía en el año 1875 en el manifiesto de la "Federación Regional de la República Oriental del Uruguay" que prepara una comisión en nombre de una asamblea de 800 obreros, se dice categóricamente: el obrero "debe trabajar de 12 a 14 horas, tipógrafos, de 16 horas corridas, panaderos, etc. y seguramente la situación era peor en el terreno del trabajo a domicilio.
Las condiciones de habitación las conocemos a través de documentos oficiales como el informe de la Dirección de Estadística, según el cual en el año 1876, cuando Montevideo tenía 110.000 habitantes casi todos los trabajadores, 17.024 personas residían en 589 conventillos con 8.050 habitaciones.
El salario era miserable ajustado rigurosamente a la ley de bronce, y por tanto no puede sorprender que el número de enfermos por tuberculosis, enfermedades venéreas y hasta viruela y fiebre amarilla, fuera elevadísimo con la consiguiente mortandad en los entonces barrios obreros de la Aguada, Sur, Cerro, Reducto y la Unión.
En esas condiciones se va desarrollando un incipiente proletariado, privado de las más elementales garantías sometido a las levas para las revoluciones, desposeído del derecho de sindicarse, de huelga, o de expresarse libremente.
Su ascenso comenzará justamente en la fecha en que haga suyas las ideas socialistas. Según las informaciones que poseemos la primera organización obrera que contó el país fue fundada por los obreros gráficos en 1865. Esta fecha es posterior a las correspondientes a Chile en 1853, y a otros países americanos.
Nuestro primer sindicato se llama "Sociedad tipográfica Montevideana" y tiene, aparte de de fines estrictamente sindicales, propósitos mutualistas. Posiblemente tuvo un órgano de prensa propio aunque el primer periódico obrero de ese gremio que conocemos el "El Tipógrafo", recién del año 1883.
Otros gremios se organizan en los años 60 y 70, aunque dada la exiguedad de sus efectivos, a menudo actúan en forma colectiva, unitaria. A este sistema, imbuído fuertemente de ideología socialista emergente de la Revolución del 48 y de la Asociación Internacional de los Trabajadores, pertenecen los internacionalistas uruguayos.
Ver: Rama, Carlos M. Obreros y Anarquistas. Enciclopedia Uruguaya Número 32 páginas 23 y 24, Arca 1969,Uy.
El 23 de junio de 1837 el joven argentino Esteban Echeverría fundaba en la ciudad de Buenos Aires, de vuelta de un largo viaje a Francia, la llamada "Asociación de Mayo, donde hacía conocer en la sesión de 8 de julio del mismo año, su obra "Dogma Socialista de la Asociación de Mayo" de clara inspiración sansimoniana.
El 28 de mayo de 1837 llega a Maldonado el corsario italaino, al servicio de la República Riograndense, José Garibaldi, discípulo sansimoniano Barrault, y miembro de la "Joven Italia" de Mazzini.
El sitio de Montevideo reunirá entre sus muros a esos hombres, así como al argentino Florencio Varela y a una importante colonia francesa, bajo un gobierno que permitirá la libertad de cultos, y donde florecen las sociedades secretas al estilo europeo. Entre estos franceses se destacará el periodista Eugene Tandonnet, discípulo del socialista utópico francés Charles Fourier, a cuya memoria dedica el 10 de octubre de 1842 un número especial del periódico en lengua francesa que dirige "Le messanger francais".
Gian Battista Cuneo, nacionalista radical italiano, junto con José Garibaldi y Francisco Anzani, publica sucesivamente en la misma ciudad de Montevideo, y ahora en italiano, los periódicos L Italiano y después, como órgano de de la Legión Italiana, Il Legionario Italiano, donde se hacen conocer algunas de las nuevas ideas que circulaban entonces en Europa.
La misma mezcla de socialismo utópico con liberalismo radical, anticlericalismo y nacionalismo, tienen los libros de los chilenos Francisco Bilbao y Santiago Arcos, que asimismo se leen en Uruguay. Las nuevas ideas que expresan los socialistas franceses, Proudhon especialmente, son conocidas en el Plata, incluso a través de las traducciones hechas en España. En el Uruguay se refugian extremistas de la Revolución del 48 europea, especialmente italianos y franceses.
En tanto en el Uruguay se incorpora al sistema social de clases sociales abiertas. Este sistema, o estructura social, es el típico del capitalismo moderno, y posiblemente el Uruguay fue el primero de los países latinoamericanos, e incluso americanos, en ajustarse a los patrones.
En tiempo de la Guerra Grande el Uruguay, por una parte liquida las formas de trabajo esclavizado, que por lo demás nunca habían sido muy importantes, inicia la formación de un proletariado asalariado mediante la masiva inmigración europea, y participa del sistema capitalista entonces orientado por Inglaterra y Francia, tanto en el aspecto industrial como financiero y comercial.
La condición de esos primeros rudimentos de clase obrera, era por cierto muy distinta de la contemporánea. El tipo de producción favorecía especialmente a los pequeños talleres artesanales, aunque no faltan los grandes establecimientos industriales como el del francés Doinel, los saladeros, las líneas de transporte, la construcción necesaria a la expansión de la ciudad de Montevideo y otros centros.
Como es típico de prácticamente todos los países en que se instala el régimen capitalista, éste cumplía una explotación sistemática y profunda de su mano de obra. Son unánimes los testimonios de la época que se refieren a salarios de hambre, condiciones miserables de habitación, falta de garantías, difusión de enfermedades infecciosas, etc.
Todavía en el año 1875 en el manifiesto de la "Federación Regional de la República Oriental del Uruguay" que prepara una comisión en nombre de una asamblea de 800 obreros, se dice categóricamente: el obrero "debe trabajar de 12 a 14 horas, tipógrafos, de 16 horas corridas, panaderos, etc. y seguramente la situación era peor en el terreno del trabajo a domicilio.
Las condiciones de habitación las conocemos a través de documentos oficiales como el informe de la Dirección de Estadística, según el cual en el año 1876, cuando Montevideo tenía 110.000 habitantes casi todos los trabajadores, 17.024 personas residían en 589 conventillos con 8.050 habitaciones.
El salario era miserable ajustado rigurosamente a la ley de bronce, y por tanto no puede sorprender que el número de enfermos por tuberculosis, enfermedades venéreas y hasta viruela y fiebre amarilla, fuera elevadísimo con la consiguiente mortandad en los entonces barrios obreros de la Aguada, Sur, Cerro, Reducto y la Unión.
En esas condiciones se va desarrollando un incipiente proletariado, privado de las más elementales garantías sometido a las levas para las revoluciones, desposeído del derecho de sindicarse, de huelga, o de expresarse libremente.
Su ascenso comenzará justamente en la fecha en que haga suyas las ideas socialistas. Según las informaciones que poseemos la primera organización obrera que contó el país fue fundada por los obreros gráficos en 1865. Esta fecha es posterior a las correspondientes a Chile en 1853, y a otros países americanos.
Nuestro primer sindicato se llama "Sociedad tipográfica Montevideana" y tiene, aparte de de fines estrictamente sindicales, propósitos mutualistas. Posiblemente tuvo un órgano de prensa propio aunque el primer periódico obrero de ese gremio que conocemos el "El Tipógrafo", recién del año 1883.
Otros gremios se organizan en los años 60 y 70, aunque dada la exiguedad de sus efectivos, a menudo actúan en forma colectiva, unitaria. A este sistema, imbuído fuertemente de ideología socialista emergente de la Revolución del 48 y de la Asociación Internacional de los Trabajadores, pertenecen los internacionalistas uruguayos.
Ver: Rama, Carlos M. Obreros y Anarquistas. Enciclopedia Uruguaya Número 32 páginas 23 y 24, Arca 1969,Uy.
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