Las actividades industriales del Estado no deben ser fuente de oro sino de abaratamiento de bienestar. A aquellas actividades que tiendan a combatir causas de desmejoramiento humano como las que se relacionan con el alcohol y el tabaco, se les pueden pedir rendimientos monetarios, más no así a los servicios públicos de crédito, previsión, consumo, transportes, etc. cuyo mayor rendimiento consiste en la bondad y en la baratura de los servicios- una vez lograda la consolidación definitiva- que es un bien general. Encarézcase en buena hora el consumo el consumo de bebidas alcohólicas y de tabaco que el encarecimiento significa reducción del consumo y, por lo tanto, mayor salud, pero procuremos abaratar y facilitar los otros servicios públicos en lugar de cercenar las actividades restringiendo su acción. Los enemigos del industrialismo del Estado saben bien que esos recursos que pretenden extraer los Entes Autónomos están destinados a la consolidación y al progreso, al rápido crecimiento de las instituciones que los poseen(El Día, 30 de junio de 1923)
La tendencia al desarrollo de las Empresas industriales del Estado es una característica de la época actual. Ella obedece fundamentalmente a tres causas. En primer término una causa fiscal que radica en la necesidad de hallar nuevos recursos para proveer a los gastos cada vez más crecientes que reclama el progreso de la nación. En segundo lugar una causa social que tienda a poner freno a las ganancias sin tasa del capitalismo, cuyos dividendos y beneficios se obtienen a base del dinero del pueblo. Por último una causa política que consiste en la necesidad ineludible en las organizaciones democráticas, el vincular lo más estrechamente posible, en todos los aspectos de la actividad social, al Estado con la masa de la Nación de que es aquél expresión jurídica(...) El Estado llegará hasta sufrir pérdidas con el propósito de beneficiar al productor, facilitándole la colocación de sus productos en el mercado donde haya mayor demanda de ellos(El Día, 30 de junio de 1923)
Los méritos de la participación como principio ordenador del contrato de trabajo pueden resumirse sintéticamente en breves palabras. En primer lugar crea una deseable y estrecha vinculación entre el capital y el trabajo, mostrando con hechos concretos que no hay razón para que ambos estén divididos y en pugna, sino que al contrario, ambos deben colaborar en íntima comunión de esfuerzos en la actividad productora del organismo social. El concepto de la lucha del capital y el trabajo debe dar lugar, cuando se haga estricta gestión distributiva a un nuevo y más elevado concepto: el de la solidaria cooperación de ambos elementos en la vida de la humanidad(...) el salario es el precio mínimo de un trabajo realizado y, por consecuencia no se puede bajar de él a ningún título. Cuando no hayan beneficios no habrá participación obrera pero no se puede ir más allá. Capital y trabajo son factores igualmente importante de la producción, y la mejor prueba de ello es que, sin el trabajo, el capital nada daría, o a lo sumo arrojaría un simple interés, siempre inferior a las ganancias que se obtienen dedicando el mismo capital a una actividad industrial. Fuera de esto el mismo proyecto de intervención directa, en la marcha y administración de las empresas públicas no solo a los obreros de ellas, sino también a sus clientes y consumidores haciendo que unos y otros estén representados en los directorios de dichas Empresas con lo cual se atribuye a éstas un carácter que les asemeja a verdaderas cooperativas de producción.(El Día, 10 de noviembre de 1923)
Ver:
El Dia ediciones del 30 de junio de 1923 y 10 de noviembre de 1923.
La tendencia al desarrollo de las Empresas industriales del Estado es una característica de la época actual. Ella obedece fundamentalmente a tres causas. En primer término una causa fiscal que radica en la necesidad de hallar nuevos recursos para proveer a los gastos cada vez más crecientes que reclama el progreso de la nación. En segundo lugar una causa social que tienda a poner freno a las ganancias sin tasa del capitalismo, cuyos dividendos y beneficios se obtienen a base del dinero del pueblo. Por último una causa política que consiste en la necesidad ineludible en las organizaciones democráticas, el vincular lo más estrechamente posible, en todos los aspectos de la actividad social, al Estado con la masa de la Nación de que es aquél expresión jurídica(...) El Estado llegará hasta sufrir pérdidas con el propósito de beneficiar al productor, facilitándole la colocación de sus productos en el mercado donde haya mayor demanda de ellos(El Día, 30 de junio de 1923)
Los méritos de la participación como principio ordenador del contrato de trabajo pueden resumirse sintéticamente en breves palabras. En primer lugar crea una deseable y estrecha vinculación entre el capital y el trabajo, mostrando con hechos concretos que no hay razón para que ambos estén divididos y en pugna, sino que al contrario, ambos deben colaborar en íntima comunión de esfuerzos en la actividad productora del organismo social. El concepto de la lucha del capital y el trabajo debe dar lugar, cuando se haga estricta gestión distributiva a un nuevo y más elevado concepto: el de la solidaria cooperación de ambos elementos en la vida de la humanidad(...) el salario es el precio mínimo de un trabajo realizado y, por consecuencia no se puede bajar de él a ningún título. Cuando no hayan beneficios no habrá participación obrera pero no se puede ir más allá. Capital y trabajo son factores igualmente importante de la producción, y la mejor prueba de ello es que, sin el trabajo, el capital nada daría, o a lo sumo arrojaría un simple interés, siempre inferior a las ganancias que se obtienen dedicando el mismo capital a una actividad industrial. Fuera de esto el mismo proyecto de intervención directa, en la marcha y administración de las empresas públicas no solo a los obreros de ellas, sino también a sus clientes y consumidores haciendo que unos y otros estén representados en los directorios de dichas Empresas con lo cual se atribuye a éstas un carácter que les asemeja a verdaderas cooperativas de producción.(El Día, 10 de noviembre de 1923)
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El Dia ediciones del 30 de junio de 1923 y 10 de noviembre de 1923.
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