El 26 de junio de 1948, en Salto, Luis Batlle Berres
defendía el dirigismo económico y el desarrollo estratégico del Estado. “ La
economía dirigida no es sino economía ordenada y en beneficio de la sociedad;
no se intenta con ello destruir el principio de la libertad de comerciar para
sustituirlo por el – Estado comerciante-.
Sino que es, frente a las circunstancias presentes, necesidad de reglar y
dirigir la economía en beneficio de la sociedad. Esto no se ha querido
comprender y se prefiere, por algunos, la libertad, sin advertir que la
libertad es el desborde de los precios y una marcha rápida hacia el desorden.
Si no existiera la Ancap y en nuestro país se vendiera la nafta y el keroseno y
el gasoil a los precios que se cotizan en el mercado internacional…nuestro
pueblo estaría pagando 18 millones de pesos más de lo que paga en la actualidad…
la desaparición de las empresa del Estado podría aparejar la presencia de
consorcios internacionales para dirigir nuestra industria que es nuestra y que
debemos defender… somos el único país del mundo que tenemos el monopolio de los
teléfonos y el monopolio del petróleo por el Estado y esto lo hemos conquistado
sin tirar un solo tiro y sin realizar ninguna clase de despojo” Lo cierto es
que durante el primer batllismo el incremento poblacional, el avance de los
medios de comunicación y la consolidación del mercado interno permitieron el
desarrollo de nuevas actividades productivas mayoritariamente urbanas. El
batllismo, ya como proyecto a largo plazo, se convirtió en una síntesis política
de diversos sectores sociales. La legislación laboral fue determinante para
conciliar las diferentes clases sociales, desde el proletariado industrial
naciente, el desplazamiento de la mano de obra rural y además se sumaba el interés del capitalista
industrial que necesitaba orden, estabilidad y legalidad. El proyecto reformista
incluyó un fuerte dirigismo que durante el neobatllismo logró un gran impulso
al nivel de vida. El rol estratégico de las empresas públicas era y es para el
batllismo la búsqueda de nivelación destinada a favorecer una distribución más
igualitaria de los ingresos: “apresurarse a ser justos es luchar por el orden y
asegurar el orden”. En ese período el PBI tuvo un fuerte crecimiento en el
entorno del 7,9% anual. Aumentaron los puestos de trabajo generado por las
nuevas empresas del Estado y por las industrias. Los ingresos crecientes
generaron una legislación social, con un fuerte protagonismo sindical y el
control de precios sobre bienes de consumo básico y sobre la vivienda. El
Estado amplió el rol redistributivo ampliando infraestructura y servicios. En
1947 se nacionliza la compañía inglesa de aguas corrientes naciendo la OSE, se
completó el tendido de redes eléctricas siendo la más alta de América Latina en
relación a los habitantes. Las obras
publicas crearon la infraestructura vial imprescindible con infinidad de
puentes y caminos lo que permitió un explosivo crecimiento del transporte
carretero. En el editorial de Reflexiones del batllismo, en febrero de 1986,
concluíamos con Claudio Rama: “ El Partido y el Gobierno son instituciones con
fines y objetivos distintos. Solo las dictadura los partidos y los gobiernos
son lo mismo. Cuando el partido dirige el gobierno, o viceversa cuando el
gobierno maneja la partido se está violando la base del sistema político.(…) El
partido debe ser la fuente generadora de nuevas ideas, debe movilizar a la
ciudadanía en la organización de un amplio tejido social, debe buscar promover
los líderes sociales, debe facilitar el dialogo entre el pueblo y el Estado.
Pero por sobre todas las cosas debe alimentar
un sistema de ideas, debe ser el instrumento de la lucha ideológica en
el seno de la sociedad civil”. Como
siempre sostuvo el batllismo, el Estado, sus empresas y el principio de
voluntad reformista sobre la base de que “el orden social vigente conlleva
injusticias y que debe ser profundamente transformado” que debe “garantizarse
una efectiva igualdad de oportunidades en el punto de partida para que cada uno
desarrolle libremente sus capacidades sin ventajas ni privilegios heredados”
Entonces el discurso batllista perdido en una serie de divagues tecnocráticos,
con soberbia y distancia de la gente y siendo un minoría dentro del Partido
Colorado y en el sistema electoral debe volver a jerarquizar al Estado. Si,
jerarquizar al Estado, a sus empresas, a sus funcionarios para “ejecutar un
proyecto solidario, orientando de acuerdo con una propuesta deliberada los
distintos sectores de la actividad, no para sofocar a la iniciativa privada,
cuyo dinamismo la hace indispensable para el desarrollo, pero sí para informarla,
orientarla ajustando su actuación al interés general” Este fue y debe ser el
debate batllista.
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