sábado, 30 de abril de 2011
Sucesos ocurridos el 21 de abril de 1972 según un artículo publicado por Luis Casal Beck en el diario "La República" de Montevideo
21 ABRIL DE 1972. UN SUCESO QUE SE OCULTÓ EN LOS COMUNICADOS OFICIALES
Marinos mataron a dos soldados que protegían al comandante del Ejército
Estaban de civil en la azotea del edificio donde vivía el general Florencio Gravina. Los dos soldados, confundidos con guerrilleros, fueron abatidos por una patrulla naval. Nada se dijo públicamente. Y hubo cambios: llegó Cristi a la División I y Zubía a la II.
Luis Casal Beck |
Inesperado. Bordaberry debió efectuar relevos en la cùpula militar.
El revés de la trama. El hecho -silenciado- ocurrió casi un mes antes de la muerte de los 4 soldados, el 18 de mayo de1972.En aquel abril de 1972 en que la violencia se expandía vertiginosamente por la sociedad uruguaya, se produjo una grave desinteligencia en el interior de las propias fuerzas armadas, que derivó en la muerte de dos soldados que estaban vigilando el edificio donde residía el entonces comandante del Ejército, general Florencio Gravina.El 21 de abril de 1972, la Armada, realizó un operativo en busca de guerrilleros en una residencia cercana al edifico, y al ver a aquellos hombres de civil, armados, en la azota, creyó descubrir la presencia del "enemigo". Los fusileros, dispararon y los mataron. Después, comprobarían que se trataba de soldados que estaban cuidando de su comandante.Según una versión no oficial difundida 14 meses después en el Exterior, el propio general Gravina, ante aquel inesperado tableteo de ametralladoras, se encerró en el baño de su apartamento con una granada de mano, identificándose a viva voz y reclamando el cese del fuego.Los graves hechos no fueron divulgados públicamente. El gobierno de Juan María Bordaberry decidió hacer cambios en la cúpula militar, para terminar con lo que técnicamente se denominó "anemia de mando".En esa movida, pasó al frente de la poderosa División I, con jurisdicción en Montevideo y Canelones, -teatro de las operaciones principales-, el general Esteban Cristi que estaba en San José (División II), donde fue nombrado Eduardo Zubia, promovido al generalato. Los dos, eran "considerados los máximos exponentes del grupo gorila del Ejército", según la descripción del entonces ministro de Educación y Cultura Julio Maria Sanguinetti, en crónicas divulgadas en el Exterior. (ver recuadro).El propio Sanguinetti, mantuvo reuniones con líderes de la oposición buscando tranquilizar a la izquierda, subrayando la "garantía profesional" de los dos jerarcas castrenses, que tenían la misión de "corregir métodos", que habían derivado en sucesos graves. Para los gobernantes, dureza no era sinónimo de deslealtad institucional.En los meses siguientes, sería Cristi uno de los principales generales que desobedecería al poder civil y el mandato de la justicia: crisis de octubre de 1972, al negarse a liberar a médicos presos en cuarteles, según lo dispuesto por un juez y por el ministerio de Defensa; y después, los hechos que derivaron en el procesamiento por la justicia militar del líder colorado Jorge Batlle.La opinión pública no se enteró de la muerte de los dos soldados por causa de un error de la Armada, y en junio de 1976, cuando la Junta de Comandantes en jefe de las FF.AA. dio a conocer el tomo uno de la obra "Las Fuerzas Armadas al Pueblo Oriental. La subversión", el hecho tampoco fue consignado en la detallada cronología. En aquel 21 de abril de 1972, según este libro, nada grave había ocurrió en el país (página 721).La prensa de la época, reproducía lo que decían los comunicados oficiales emitidos por las Fuerzas Conjuntas (existía una fuerte censura). Eso explica que en la minuciosa investigación de varios años realizada por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, -cuyo primer director fue José Pedro Barrán-, tomando como una de sus principales fuentes lo que decían los medios de comunicación locales, el hecho haya sido ignorado. ("La Caída de la democracia. Cronología Comparada de la Historia Reciente del Uruguay (1967-1973)", 1996).La referencia al episodio tomó estado público en plena dictadura y en el Exterior. En una de las 10 crónicas que Sanguinetti escribió después del golpe de 1973 para la agencia Latín (que el diario Excelsior de México, tituló: "Crónica Intima del Golpe Uruguayo"), se dio cuenta de este episodio el 23 de julio de ese año, pero la referencia quedó diluida en un minucioso registro de hechos ocurridos en aquellos años, salpicados por los desgarros y la muerte.Esta serie de notas, no fueron conocidas en Uruguay durante el ciclo dictatorial (1973-1985), y por lo que se ve, las propias FFAA evitaron incluir aquella tragedia de la muerte de los dos soldados, en su principal obra de divulgación, que si subrayó lo ocurrido pocos días después (18/5/1972): la muerte de los cuatro soldados que estaban en un jeep custodiando al general Gravina, "(y fueron) ametrallados a mansalva, desde una camioneta tripulada por integrantes del MLN-T" ("Las FF.AA. al Pueblo Oriental", página 728)."Hay tanta confusión que cuatro días después (de la muerte de 8 comunistas en la seccional 20 del Partido Comunista), en pleno día y a plena luz, en el domicilio del comandante del Ejército, general Florencia Gravina, son muertos dos soldados, que lo custodiaban desde la azotea, vestidos de civil", relataba Sanguinetti en su segunda crónica para Latin, de julio de 1973."Una patrulla de la Marina, que allanaba una casa cercana, al ver a dos individuos armados en lo alto del edificio, hizo fuego sobre ellos, rodeó el inmueble y entró en una escuela, cuyas maestras pusieron a los niños contra el suelo para prevenir el peligro", agregaba. El comandante en jefe en persona terminó adentro de un cuarto de baño, con una granada de mano, gritando inútilmente quiera era y reclamando que cesara el fuego".Aquello "colmó el vaso", el gobierno busco reforzar el mando, promovió a militares duros y en resumidas cuentas instaló en mandos claves a generales que en los meses siguientes, avanzarían sobre las instituciones y romperían el orden democrático, instaurando una dictadura que duró doce años. En esas crónicas, se describen los pasos dados dentro del gobierno y los encuentros con figuras de la oposición política (ver recuadros)."Cristi de 55 años, alto, fuerte. Había llegado al generalato durante el gobierno de (Jorge) Pacheco Areco, seleccionado por él para el ascenso a indicación del entonces ministro de Defensa, Federico Garcia Capurro, señala Sanguinetti. Típico hombre de caballería, se le identificaba con las características clásicas de la ruda arma, la mas tradicional y austera de todos los Ejércitos. Un hombre fuerte"."En lugar de Cristi, -añadía-, se le da la jefatura de la región número dos al coronel Eduardo Zubía, que por entonces, no tenía destino, y que poco después seria ascendido a general por el presidente Bordaberry. Este tenía con él una vieja amistad y confiaba en su carácter y decisión. Junto con él se designa al coronel Juan José Méndez como director de la Escuela de Armas y Servicios, el lugar de máxima concentración de oficiales, donde hacen sus cursos de ascenso de grado y, por lo mismo, escenario tradicional de todo movimiento de agitación".Una investigación de la politóloga Maria del Huerto Amarillo señala que en abril de 1972 fueron cambiadas 18 de las jefaturas policiales de todo el país, diecisiete de las cuales quedaron en manos de jerarcas militares ("El ascenso al poder de las Fuerzas Armadas", cuadernos Paz y Justicia, 1986).Fue recién en noviembre de 2008 que un ensayo publicado en Montevideo hizo referencia a la muerte de los dos soldados en abril de 1972. En "La Agonía de una democracia. Proceso de la caída de las instituciones en el Uruguay (1963-1973)", Sanguinetti alude a este suceso (páginas 268), pero no incorpora sus testimonios de 1973, -en un texto naturalmente mas compacto-, como sus contactos con la oposición de izquierda y la mirada optimista exhibida por quienes gobernaban al país respecto a la "profesionalidad" de Cristi y otros jerarcas castrenses, promovidos a comandos centrales del aparato represivo estatal, y que terminaron liquidando el preciado estado de derecho de los uruguayos.
Inesperado. Bordaberry debió efectuar relevos en la cùpula militar.
El revés de la trama. El hecho -silenciado- ocurrió casi un mes antes de la muerte de los 4 soldados, el 18 de mayo de1972.
En aquel abril de 1972 en que la violencia se expandía vertiginosamente por la sociedad uruguaya, se produjo una grave desinteligencia en el interior de las propias fuerzas armadas, que derivó en la muerte de dos soldados que estaban vigilando el edificio donde residía el entonces comandante del Ejército, general Florencio Gravina.
El 21 de abril de 1972, la Armada, realizó un operativo en busca de guerrilleros en una residencia cercana al edifico, y al ver a aquellos hombres de civil, armados, en la azota, creyó descubrir la presencia del "enemigo". Los fusileros, dispararon y los mataron. Después, comprobarían que se trataba de soldados que estaban cuidando de su comandante.
Según una versión no oficial difundida 14 meses después en el Exterior, el propio general Gravina, ante aquel inesperado tableteo de ametralladoras, se encerró en el baño de su apartamento con una granada de mano, identificándose a viva voz y reclamando el cese del fuego.
Los graves hechos no fueron divulgados públicamente. El gobierno de Juan María Bordaberry decidió hacer cambios en la cúpula militar, para terminar con lo que técnicamente se denominó "anemia de mando".
En esa movida, pasó al frente de la poderosa División I, con jurisdicción en Montevideo y Canelones, -teatro de las operaciones principales-, el general Esteban Cristi que estaba en San José (División II), donde fue nombrado Eduardo Zubia, promovido al generalato. Los dos, eran "considerados los máximos exponentes del grupo gorila del Ejército", según la descripción del entonces ministro de Educación y Cultura Julio Maria Sanguinetti, en crónicas divulgadas en el Exterior. (ver recuadro).
El propio Sanguinetti, mantuvo reuniones con líderes de la oposición buscando tranquilizar a la izquierda, subrayando la "garantía profesional" de los dos jerarcas castrenses, que tenían la misión de "corregir métodos", que habían derivado en sucesos graves. Para los gobernantes, dureza no era sinónimo de deslealtad institucional.
En los meses siguientes, sería Cristi uno de los principales generales que desobedecería al poder civil y el mandato de la justicia: crisis de octubre de 1972, al negarse a liberar a médicos presos en cuarteles, según lo dispuesto por un juez y por el ministerio de Defensa; y después, los hechos que derivaron en el procesamiento por la justicia militar del líder colorado Jorge Batlle.
La opinión pública no se enteró de la muerte de los dos soldados por causa de un error de la Armada, y en junio de 1976, cuando la Junta de Comandantes en jefe de las FF.AA. dio a conocer el tomo uno de la obra "Las Fuerzas Armadas al Pueblo Oriental. La subversión", el hecho tampoco fue consignado en la detallada cronología. En aquel 21 de abril de 1972, según este libro, nada grave había ocurrió en el país (página 721).
La prensa de la época, reproducía lo que decían los comunicados oficiales emitidos por las Fuerzas Conjuntas (existía una fuerte censura). Eso explica que en la minuciosa investigación de varios años realizada por el Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, -cuyo primer director fue José Pedro Barrán-, tomando como una de sus principales fuentes lo que decían los medios de comunicación locales, el hecho haya sido ignorado. ("La Caída de la democracia. Cronología Comparada de la Historia Reciente del Uruguay (1967-1973)", 1996).
La referencia al episodio tomó estado público en plena dictadura y en el Exterior. En una de las 10 crónicas que Sanguinetti escribió después del golpe de 1973 para la agencia Latín (que el diario Excelsior de México, tituló: "Crónica Intima del Golpe Uruguayo"), se dio cuenta de este episodio el 23 de julio de ese año, pero la referencia quedó diluida en un minucioso registro de hechos ocurridos en aquellos años, salpicados por los desgarros y la muerte.
Esta serie de notas, no fueron conocidas en Uruguay durante el ciclo dictatorial (1973-1985), y por lo que se ve, las propias FFAA evitaron incluir aquella tragedia de la muerte de los dos soldados, en su principal obra de divulgación, que si subrayó lo ocurrido pocos días después (18/5/1972): la muerte de los cuatro soldados que estaban en un jeep custodiando al general Gravina, "(y fueron) ametrallados a mansalva, desde una camioneta tripulada por integrantes del MLN-T" ("Las FF.AA. al Pueblo Oriental", página 728).
"Hay tanta confusión que cuatro días después (de la muerte de 8 comunistas en la seccional 20 del Partido Comunista), en pleno día y a plena luz, en el domicilio del comandante del Ejército, general Florencia Gravina, son muertos dos soldados, que lo custodiaban desde la azotea, vestidos de civil", relataba Sanguinetti en su segunda crónica para Latin, de julio de 1973.
"Una patrulla de la Marina, que allanaba una casa cercana, al ver a dos individuos armados en lo alto del edificio, hizo fuego sobre ellos, rodeó el inmueble y entró en una escuela, cuyas maestras pusieron a los niños contra el suelo para prevenir el peligro", agregaba. El comandante en jefe en persona terminó adentro de un cuarto de baño, con una granada de mano, gritando inútilmente quiera era y reclamando que cesara el fuego".
Aquello "colmó el vaso", el gobierno busco reforzar el mando, promovió a militares duros y en resumidas cuentas instaló en mandos claves a generales que en los meses siguientes, avanzarían sobre las instituciones y romperían el orden democrático, instaurando una dictadura que duró doce años. En esas crónicas, se describen los pasos dados dentro del gobierno y los encuentros con figuras de la oposición política (ver recuadros).
"Cristi de 55 años, alto, fuerte. Había llegado al generalato durante el gobierno de (Jorge) Pacheco Areco, seleccionado por él para el ascenso a indicación del entonces ministro de Defensa, Federico Garcia Capurro, señala Sanguinetti. Típico hombre de caballería, se le identificaba con las características clásicas de la ruda arma, la mas tradicional y austera de todos los Ejércitos. Un hombre fuerte".
"En lugar de Cristi, -añadía-, se le da la jefatura de la región número dos al coronel Eduardo Zubía, que por entonces, no tenía destino, y que poco después seria ascendido a general por el presidente Bordaberry. Este tenía con él una vieja amistad y confiaba en su carácter y decisión. Junto con él se designa al coronel Juan José Méndez como director de la Escuela de Armas y Servicios, el lugar de máxima concentración de oficiales, donde hacen sus cursos de ascenso de grado y, por lo mismo, escenario tradicional de todo movimiento de agitación".
Una investigación de la politóloga Maria del Huerto Amarillo señala que en abril de 1972 fueron cambiadas 18 de las jefaturas policiales de todo el país, diecisiete de las cuales quedaron en manos de jerarcas militares ("El ascenso al poder de las Fuerzas Armadas", cuadernos Paz y Justicia, 1986).
Fue recién en noviembre de 2008 que un ensayo publicado en Montevideo hizo referencia a la muerte de los dos soldados en abril de 1972. En "La Agonía de una democracia. Proceso de la caída de las instituciones en el Uruguay (1963-1973)", Sanguinetti alude a este suceso (páginas 268), pero no incorpora sus testimonios de 1973, -en un texto naturalmente mas compacto-, como sus contactos con la oposición de izquierda y la mirada optimista exhibida por quienes gobernaban al país respecto a la "profesionalidad" de Cristi y otros jerarcas castrenses, promovidos a comandos centrales del aparato represivo estatal, y que terminaron liquidando el preciado estado de derecho de los uruguayos.
viernes, 29 de abril de 2011
Articulo del diario" La Republica" de Montevideo, Uruguay
José Gervasio Artigas fue motivo de polémica en la Feria del Libro
En el marco del "Día de Uruguay" celebrado en la Feria del libro que se realiza en la ciudad de Buenos Aires, en una charla sobre el Bicentenario las miradas se centraron en José Gervasio Artigas, resaltando su importancia en la integración regional.
Hernán Reyes Alcaide | CORRESPONSAL EN ARGENTINA
Edición 2011. La Feria del Libro luce sus galas.
Artigas "es el único caso de un prócer que representa a un país al que nunca quiso". Las palabras del historiador Linclon Maiztegui Casas le pusieron pimienta a una charla sobre la figura de José Artigas, en el marco del "Día de Uruguay" que organizó el miércoles pasado la Feria del Libro de Buenos Aires. "Yo creo que Artigas no era uruguayo, pero, con los años, el país construyó un Artigas uruguayo". enseguida dobló la apuesta su colega Gerardo Caetano, con quien compartió el panel "Bicentenario de la República Oriental del Uruguay", y del que además participaron Carlos Demasi y Ana Ribeiro.
El panel organizado por la Cámara Uruguaya del Libro, con el apoyo de la embajada en Argentina, mostró que las opiniones cruzadas sobre la figura del prócer no reconocen fronteras. Caetano opinó que "la historiografía mostró un Artigas triunfante, cuando en realidad fue derrotado en todos sus grandes objetivos", y, remarcando la voluntad regional del líder, sentenció: "Artigas no hubiese querido un monumento en una plaza 'Independencia', ni siquiera quería a Montevideo". También criticó que se haya elegido este año para la conmemoración de los doscientos años del país y dijo que "el Bicentenario de 2011 es una patraña, todos los historiadores deberían estar de acuerdo. Puede ser el Bicentenario de muchas cosas, pero no de la Independencia".
Maiztegui Casas también sembró dudas sobre si efectivamente el inicio del ciclo por la independencia comenzó en 1811: "En esa época Uruguay no existía como país, aunque es cierto que el fin del sistema colonial supuso de alguna forma el inicio de la emancipación", sostuvo. Además, insistió en la lucha de Artigas por no crear un país independiente. "Artigas debe ser el único prócer que no estuvo de acuerdo con la creación de su propio país", dijo. "Nunca quiso la separación de las Provincias Unidas y esa fue su lucha hasta el último día, mantener la integración de los pueblos y apostar por la unidad regional", afirmó. Caetano también suscribió esa mirada y lo celebró "la explosión del interés por Artigas en la Argentina".
Ribeiro trató de unificar las distintas ópticas: "Hay varios Artigas y los historiadores debemos abarcar y comprender a todos ellos", aseguró agregando que algunos de sus relatos le recordaban a los de los emigrados a la Argentina: "El Artigas exiliado de su país nos muestra a un personaje con nostalgias similares a las que los trajo a ustedes aquí esta noche", afirmó dirigiéndose a los casi doscientos asistentes, en su mayoría uruguayos residentes en Argentina.
Demasi coincidió en la cantidad de Artigas que existen hoy y sostuvo que "como cada uno de nosotros lo abordó desde una óptica distinta, cada día van apareciendo distintas dimensiones de Artigas. Mucho tenemos de él de guerrero, pero poco de estadista; mucho de su exilio, pero poco de otras facetas", opinó.
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