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viernes, 17 de mayo de 2013

Formación cultural e intelectual del principismo uruguayo en el siglo XIX. Por Alba Mariani


Formación cultural e intelectual del principismo. Por Alba Mariani.

por Miguel Lagrotta (Notas) el viernes, 17 de mayo de 2013 a la(s) 16:43
La quiebra del complejo estructural de la naciente República Oriental, que se produjo en 1842 con los hechos de la Guerra Grande y la pretendida reorganización que se quiso alcanzar, dejaron como saldo una situación de desconsuelo y dolor.
La primera etapa del movimiento romántico, importado de Europa, se inició durante la Defensa, tomando un nuevo cauce con las personalidades de Juan Carlos Gómez y Alejandro Magariños Cervantes.
La personalidad romántica de Juan Carlos Gómez, orientó toda su obra política y literaria, plena de reminiscencias clásicas y de la grandilocuencia de los representantes de la Revolución Francesa, en el cumplimiento intransigente de sus obligaciones. Su estoica moral hizo del culto fraternal, una exageración que resumió en una concepción perfecta la libertad civil y espiritual.
Junto a tal personalidad  se levantó otra de suma importancia política, el Dr. José Ma. Muñoz, que atacó con fuerza y dominio racional, la influencia y personalidad del caudillo, por lo que debió alejarse del país en 1870. Estas dos figuras recibieron el aporte de Alejandro Magariños Cervantes, que dio al romanticismo moderación de expresión e introdujo en la literatura uruguaya la novela histórica.
Ellos impulsaron el reticente romanticismo a adquirir una especial característica, orientaron sus formas y manifestaciones hasta transformarlas en un proceso centrado en el alma y el espíritu, en la vida y el pensamiento: de tal manera lo recibió el principismo.
El espiritualismo ecléctico fue su dogma filosófico. La libertad y la razón dieron margen al individualismo total, sosteniendo así sus doctrinas sobre política y economía en limitada conexión a la situación social. Esta exaltación de principios, fue el último impulso del desfallecido romanticismo. Como siempre la doctrina espiritualista buscó fuera de la naturaleza, "...por medio de la razón, en la región de la metafísica, la causa primera de cuanto existe" (Julio Herrera y Obes, escritos)
La sociedad intelectual montevideana, recibió durante la Defensa, las obras de importantes figuras extranjeras, pero las modalidades dispares del romaticismo francés: Lamartine, Victor Hugo, Saint Simon o Cousin. Este estímulo efervescente, fue germen fecundo en la mente de estos hombres perseguidos por su posición política, que a su vez era el resultado de su acervo cultural.
Los emigrados argentinos, polifacéticos en sus conocimientos, se pusieron en contacto con los elementos orientales foramndo "El Gimnasio" (1847) que más tarde se denominó "Gimnasio Nacional". En él inició Luis José de la Peña se prédica de los cánones del espiritualismo ecléctico, que continuó luego en 1849 desde el aula de filosofía de la Universidad. Posteriormente, su discípulo Plácido Ellauri, desde su cátedra de filosofía, durante 36 años(1852-1888), fue mentor y maestro de la generación principista. " Más que eruditos y enciclopédicos elaboraba espíritus el doctor Ellauri, formaba ciudadanos, formaba caracteres templándolos con el fuego de los grandes ideales.(Arturo Ardao, Espiritualismo y positivismo en el Uruguay)
El primer período de enseñanza universitaria 1849 a 1875 correspondió al dominio del espiritualismo, este iba a tener dos fases sucesivas: hasta 1860, con un marcado predominio del espíritu jurista; el segundo que se extendió hasta 1875, introdujo el vigor de las reglas económicas a la enseñanza.
Los estudios universitarios organizados debilmente debieron sufrir los vaivenes políticos que arrasaron al país. La Elección del rector en 1859 recayó en el Dr. Fermín Ferreira y Artigas, se inició entonces un periodo de brillantes transformaciones y reformas útiles en cuanto a cátedras y planes de estudio. Los cambios se suspenden con los actos de guerra de 1863 y la Invasión de Venancio Flores que cuestionó la organización nacional. Los sucesivos trastornos y humillaciones que avasallaron a la Universidad, su intervención durante el gobierno de Aguirre y la creación por el Poder Ejecutivo de una comisión para la reorganización y mejor dotación de la instrucción pública, finalizaron con la entrada de Flores a Montevideo en 1865.
Posteriormente a partir del 1 de agosto de 1869, la Universidad entró en el auge del período liberal. La instalación de dos nuevas cátedras: Derecho Constitucional y penal, incorporó al cuerpo docente dos figuras de preclara inteligencia recientemente egresados de la carrera de jurisprudencia: Carlos Ma. Rámirez y Gonzalo Ramirez.
La libertad de estudios fue uno de los postulados de Bustamante y al retirarse en 1871 reiteró que "...el concepto del monopolio de la enseñanza por el Estado, tesis que tuvo plena vigencia en la época de Manuel Herrera y Obes, había sido suplantada, a instancias de la irradiación de los postulados de la economía política, por el de la más amplia libertad".(J.A. Oddone, y Blanca Paris de Oddone, Historia de la Universidad de Montevideo. La Universidad Vieja 1849-1885)
El Estado interno del país, no impidió la formación del cuadro docente más rutilante hasta entonces habido. Carlos María Ramirez y Justino Jiménez de Aréchaga, en la cátedra de Derecho Constitucional, Alejandro Magariños Cervantes en la de Derecho Natural, en la de Penal Gonzalo Ramirez, Placido Ellauri en la de Filosofía y Francisco Lavandeira en economía política. 
Ellos representaban y sostenían el liberalismo, predicado por el Dr. Carlos de Castro desde la cátedra de Economía Política en 1861 y desde entonces, transformado en norma y doctrina. El civilismo, actitud que caracterizó al principismo político, tiene aquí su nacimiento político.
Este sistema doctrinario romántico, liberal, brillante y elocuente se exteriorizó en la prensa y en la cátedra, así como en debates académicos y parlamentarios, cuyos centros de interés eran tomados de publicistas franceses que seguían los enunciados de Benjamin Constant. Este grupo doctoral, radicado en Montevideo y cuyas miradas se dirigían al hombre como ciudadano de una comunidad selecta y reducida, apoyada en principios de corte filosófico o religioso provenientes del romaticismo francés y alemán; dejó de considerar que dentro de la sociedad uruguaya, existía una clase social cada vez más numerosa, el obrero, consecuencia de la naciente burguesía industrial y la despótica e interesada clase de los hacendados y comerciantes que agruparon a una masa campesina desterrada y ambulante, arma de todas las revoluciones y de los caudillos levantisco.

Ver: Principistas y Doctores, Alba Mariani. En Enciclopedia Uruguaya, número 21. pp. 7 y 8, Arca,1968 . UY