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miércoles, 19 de junio de 2013

El liberalismo en el siglo XIX uruguayo. Por Manuel Claps

Como ha dicho acertadamente López Cámara: "El liberalismo en cuanto tal no constituyó propiamente una determinada filosofía ni mucho menos un programa político concreto. Hubo, es cierto, sistemas filosóficos de raigambre netamente liberal y diversos proyectos políticos de la misma inspiración y hasta hubo determinados sistemas filosóficos que tuvieron traducciones políticas programáticas. pero el liberalismo fue algo más que todo eso: fue por así decir, la atmósfera general, el ambiente, el clima ideológico en que se nutrieron no sólo todos esos programas políticos y filosofías; sino aun en la ética personal y la conducta doméstica de cada individuo. El liberalismo fue el marco y el común denominador de todo el mundo moderno; fue el sustrato de todo pensamiento, de toda conducta, de todo interés. Fue en suma el espíritu social y político en el que los valores se vieron supeditados, como nunca, a condiciones bien concretas y contingentes" El liberalismo según el mismo autor es la filosofía de determinado grupo social, es decir, de la burguesía, filosofía que esta clase universaliza, imponiendo de este modo una ideología dela que en alguna medida aun somos tributarios. Por eso el espíritu liberal no puede ser separado de una determinada organización social, de una praxis concreta.
Teniendo como noción central la libertad, querrá ejercerla en los distintos niveles de al vida social: político, económico, religioso. Su trasfondo filosófico puede ser tanto el espiritualismo racionalista como el positivismo spenceriano. Insistirá sobre la idea y los derechos del individuo, sobre el progreso conseguido por la evolución y la reforma, creerá en la bondad natural del hombre o en su egoísmo esencial, tenderá a la secularización de las actividades sociales, y promoverá el laicismo en cuestiones de enseñanza. Pero todos estos conceptos se estructuran de diversa manera según las circunstancias históricas a las que se aplican.
Como ideología de la burguesía presenta su mismo rostro. Su tiempo revolucionario y su tiempo conservador. Reflejará sus mismas contradicciones. Tiene una gran maleabilidad, que le permite adaptarse a las situaciones por las que atraviesa, antes de llegar a su decadencia. Y al estudiarlo en su funcionamiento en latinoamérica el problema se complica más pues debe funcionar en una realidad distinta a la que le diera nacimiento. Si aquí no fue monárquico, estuvo a punto de serlo. Fue en cambio profundamente antidemocrático, en el sentido que hoy le damos a esa palabra. Entre nosotros la palabra liberalismo connota dentro del ámbito general de su significación, en los primeros tiempos: liberalismo político. Pero también liberalismo económico, tal como querían las potencias expoliadoras de ese entonces. En la década del setenta al ochenta acentuará su nota de liberalismo religioso, conservando los otros. Será principalmente  anticlerical y anti católico, carácter que conservará hasta nuestros días. En los primeros años del siglo XX se irá escindiendo en dos formas: el viejo liberalismo clásico del "laissez faire" y el neoliberalismo que preconizará la intervención estatal y cuya manifestación será entre nosotros el batllismo, preponderadamente democrático y anticlerical. Mientras las tendencias liberales conservadoras se aferran a la libre empresa y quieren mantener una democracia censitaria, aliándose a los grupos religiosos y rurales. En la heterogénea tradición nuestra se mezclan las más diversas corrientes doctrinarias del liberalismo. Liberales fueron los hombres de nuestra independencia, los redactores de la Constitución de 1830, los principistas, la generación del Ateneo y Batlle. Pero también lo fueron los hombres de negocios y los estancieros, los fundadores de la Asociación Rural y del Banco Comercial. Debemos distinguir el "liberalismo doctrinario" de la praxis liberal que es mucho más amplia. Sus representantes fueron periodistas y profesores de Derecho, pero también ministros de gobierno, abogados de compañías extranjeras y de grandes propietarios. Es el sentido meta ideológico de las ideas  lo que importa mostrar, ver como funcionaban dentro de la realidad nacional. Hemos nacido bajo su signo. Desde los movimientos ideológicos que prepararon el camino hacia nuestra independencia política formal hasta las primeras manifestaciones jurídicas. Quizás más que ningún país de Hispanoamérica la mentalidad nacional fue configurada por el liberalismo. Hasta nuestro catolicismo  es de predominancia liberal tanto en la iglesia- salvo en el interregno de Vera y Soler- como los laicos. Desde el viejo catolicismo masón hasta Dardo Regules y Gustavo Gallinal.

Ver. Enciclopedia Uruguaya Nr.27 Pp. 27 - 28

La Prensa durante el Principismo. Por Alba Mariani.

La realidad histórica del Principismo se manifestó mediante sus órganos de difusión. "El Siglo" fue el medio por el cual doctores y principistas, se brindaron a la opinión pública. Sus primeros redactores fueron las brillantes figuras que actuaron en el foro y en las cámaras: Pedro Bustamante, José Pedro Ramírez, José Ellauri, Fermín Ferreira, Elbio Fernández. De filiación política visiblemente colorada, pero alardearon de mantener moderación y un alto concepto de la evolución de los partidos políticos. Su primer número apareció al público el 1ro. de febrero de 1863, pero ante la irrupción armada de Venancio Flores, durante el cual mantuvo un silencio que si bien no atacaba, tampoco defendía los movimientos revolucionarios, fue tachado de partidario de los actos que se producían y se le consideró elemento subversivo por el gobierno siendo clausurado hasta 1865. Durante su segundo periodo, bajo la dirección del Dr. Elbio Fernández y del Doctor Fermín Ferreira y Artigas, siempre colorado, pero independiente, atacó denodadamente el vacilante y desafortunado gobierno provisorio del Dr. Francisco A. Vidal, buscando con ello, la consolidación del régimen constitucional y el termino de la dictadura.
Desde ese momento "...su tinte principista era visible, y facilmente se podía pronosticar que la fuerza de los acontecimientos lo llevarían a la oposición, el día inevitable en que el partido colorado se dividiera en cumplimiento de la ley inexorable del exclusivismo político" (Revista Nacional, Nro. 53).
En 1868 el diario colaboró con el gobierno, pasando a ser propiedad de los doctores José Pedro Ramírez, José E. Ellauri, Mariano Ferreira y don Carlos Muñoz. Pero muy pronto adoptó una posición divergente con el presidente de la República. El Dr. Ellauri asumió su función con ineficacia, defraudando las causas que ellos defendían.
Afirmó el Dr. Julio Herrera y Obes, muchos años después, que ellos querían "...un gobierno perfecto", realidad de sus ideales pero "... la condición de lo ideal y lo perfecto, es, no ser de este mundo"(Revista Nacional, Nro. 53).
También el sector nacionalista antitradicional del partido Blanco, tuvo su representante en la prensa. "La Democracia" que bajo la dirección y la pluma de Agustín de Vedia, polemista agudo, manifestó la más pura expresión del credo liberal. Colaboraron, además, intensamente los Dres. Domingo Aramburú, Alfredo Vasquez Acevedo y Francisco Lavandeira prematuramente desaparecido.
Agustín de Vedia, personalidad muy conocida entonces, en el periodismo de ambas márgenes del Plata y en contacto con el ideario de Esteban Echeverría y Francisco Bilbao, aporto a nuestro medio la doctrina del principismo argentino. La fundación de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular y sus reclamos, encontraron un vigoroso eco en este espíritu de idealismo y a la vez de lucidez, ante la situación educacional del país. Los Profundos problemas de la existencia política y social, generaron idénticas preocupaciones en todos los sectores instruidos. Desde "La Paz", órgano que contó con hombres como Carlos María Ramírez y Emilio Romero, junto a José Pedro Varela, bregaban por la instrucción popular, ya que el ejercicio de la democracia práctica requiere el concurso de toda la sociedad y no de una distinguida y selecta fracción ilustrada. Hasta 1876 la extensión del plan educacional no alcanzó su concreción, siendo Latorre quién lo hizo poner en vigencia, pero era indudable que se gestó entre esos idealistas, cuyos principios de orden social eran la educación y la población en el dilatado campo del progreso material, siempre que no se limitasen y postergasen las libertades y principios institucionales.
Todos conformaban una pléyade de espiritualistas sublimes, de estoicos moralistas, de ultraliberales, inflexibles de escasa utilidad o de imposible aplicación para un país en el cual predominaban el abandono, y la desidia junto a la inmadurez espiritual de sus habitantes.
Ver: Mariani, Alba,La Prensa y los centros culturales, predominio de una clase, En Enciclopedia Uruguaya, Nro.21, páginas 12-13, Arca, Montevideo, noviembre 1968.