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lunes, 14 de octubre de 2013

Batlle como motor del reformismo. Por Carlos M. Rama.



Frente al perfil del político latinoamericano típico, tan escaso de ideas como abundante en ambiciones, Batlle hace el papel de un filósofo antiguo actuando en el mundo de la política de un pequeño país subdesarrollado de la periferia del capitalismo. Ex ateneísta, estudioso de la filosofía, ingresa en la vida política movido por dos ideas motrices; el repudio a las dictaduras, y a la política de acuerdos. El rival de Santos y de Cuestas, conserva a lo largo de su vida el fanatismo de la legalidad(Juan Zorrilla de San Martín), probo hasta la manía (Como decía Bolívar de Sucre), dignamente pobre, sin envidia y sin amargura (Como dijera Serrato).
Todo esto podría ser un bagaje personal, un atributo de una personalidad, pero Batlle que tenía la pasión "de hacer", el sentido didáctico  magistral, lo llevó a la vida política. En primer término al periodismo inaugurando los diarios de masas. Suprime el sistema de suscripción(típico de la prensa oligárquica uruguaya gasta 1900), y hace un diario de precio mínimo(un vintén), al alcance de los obreros y artesanos, donde se habla de conflictos gremiales, donde se escribe sobre sus problemas y el propio Batlle desempeña una labor educativa política constante. "El Día", que inaugura la aparición de diarios de madrugada, es un típico fabricante de opinión de las masas y su tiraje mide la popularidad de su director.
Con Batlle asimismo aparece en Uruguay un nuevo tipo de partido político, el que Maurice Duverger califica de "partido de Comité" y que en Europa recién se conoce con el socialismo. En vez de partido de personalidades prácticamente inexistente entre los periodos eleccionarios, un partido de masas organizado democráticamente de la base a la cúpula. El "club", cédula partidaria, conectándose a través de la Convención Nacional, y esta disponiendo el mandato imperativo para los integrantes de  la Agrupación de Gobierno (diputados, senadores, presidente, miembros del Consejo de Administración, ediles, etc.) electos democráticamente y también revocables democráticamente.
El profesor sueco Lindhal, en su obra, se muestra admirado por este anciano e importante hombre, dos veces presidente de la República, que en las Asambleas del Teatro Royal en que se reúne, durante los años 20, la Convención Nacional Batllista, dialoga didáctica, socráticamente con sus jóvenes y apasionados partidarios.
Los textos de Batlle, incluyendo sus mensajes al Parlamento, están llenos de argumentos y buenas razones, a menudo morales, arguidas racionalmente, convincentemente para obtener del lector la adhesión y la certeza definitiva. Nunca un argumento de autoridad, ni un pensamiento turbio, o la utilización de un mito.
Todavía en la primera presidencia junto a Batlle se ven algunos políticos de viejo cuño, pero finalmente el batllismo actúa por medio de hombres nuevos, que no son familiares ni amigos personales del líder. Son jóvenes profesionales como los ingenieros Serrato y Sudriers, abogados como Eduardo Acevedo, Domingo Arena, Pedro Manini y Ríos, médicos como Francisco Soca, o "jóvenes valores" que viene de departamentos como Baltasar Brum desde Salto, César Mayo Gutiérrez y Tomás Berreta de Canelones, Fabini de Minas, Rubio de Soriano, etc.
La fuerza de Batlle, a lo largo de toda su existencia es siempre la misma: una personalidad ética que se apoya directamente en las masas, cuyos intereses sirve. Con su partido, o contra su partido está con los obreros. También con los extranjeros, hasta el punto de ser calificado su grupo como "partido de los inmigrantes". La agricultura, la industria, los universitarios, son otras fuerzas que tiene reiteradamente el apoyo batllista.
Hay un importante capítulo en la legislación uruguaya, de que tuvo la iniciativa Batlle, que se explica en el marco de un pensamiento ético, interesado en la educación popular. Así la eliminación de la pena de muerte, propuesta por mensaje el 27 de junio de 1905, o la supresión de los espectáculos en que se provoque el sufrimiento de los animales como atractivo dispuestas por iniciativa del 16 de diciembre de 1912.
También las leyes que tienen relación con la organización de la familia, como las de divorcio, leyes del 28 de octubre de 1907 y 11 de julio de 1910; los derechos de los hijos naturales y la investigación de la paternidad; la libertad y condena condicional de los delincuentes, leyes del 28 de noviembre de 1910 y del 30 de enero de 1918 y la iniciativa de derechos de la mujer que no llega a concretarse en vida de Batlle.

Ver:
Rama, Carlos M. "Batlle: la conciencia Social" en Enciclopedia Uruguaya, número 34, Página 68, ARCA, junio de 1969.

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