El Agravio a un Prócer y
La Falsificación Histórica
Correo de los Viernes 20 de mayo de 2011 Página 2
n grupo de fundamentalistas basados en la ignorancia, desde hace
algunos años pretende por un lado hacer de la memoria del pueblo charrúa
una suerte de identificación nacional,al tiempo que se dedican a agraviar
sistemáticamente al General Fructuoso Rivera, Primer Presidente constitucional de la República, el más importante servidor del General Artigas y el caudillo más “esencial” de nuestra
independencia, como lo ha calificado Maizteguy.
Lo primero es una construcción anti histórica que pretende introducir
en nuestra matriz nacional la presencia de un pueblo indígena del que no hay
legado. Ni una palabra, ni un rastro cultural material, ni un hábito conocido,
nada queda de los charrúas. De otros indígenas, fundamentalmente los guaraníes, da cuenta toda la toponimia de lpaís, empezando por el nombre de Uruguay, pero de los charrúas no hay
rastro visible, como no sean relatos dela difícil relación que mantuvo con ellos
la incipiente sociedad criolla. Todos los antropólogos serios, desde Renzo Pi
Hugarte hasta Daniel D. Vidart, pasando por historiadores como Bracco, han
sido claros al respecto.
En su delirio, han llegado hasta a una actitud racista, pretendiendo vínculos
de sangre y herencias biológicas desmentidas por la ciencia y la razón.
En cuanto al agravio a Rivera es sistemático y a esta altura está teñido,
claramente, de un interés político. Hay
un trabajo sucio contra el Partido Colorado, la colectividad que más años gobernó este país y cuya acción está impregnada en todos los aspectos de suvida.
La cuestión de la desaparición de la etnia charrúa, fue el resultado de
300 años de choques. Mientras otras tribus aceptaban vivir en reducciones,
o misiones como en el caso de los guaraníes o simplemente se mezclaban con
el elemento criollo de origen hispánico,los charrúas se resistieron. Y naturalmente que ello merece el mismo respeto que el de cualquier pueblo, por más primitivo que sea, cuando lucha
por su subsistencia. Pero el hecho es que su trashumancia, sus tolderías que
iban y venían y su constante agresión
a los criollos les hizo objeto de una constante resistencia. Sus hábitos no
eran compatibles con sociedades que pretendían organizarse legalmente.
En Entre Ríos, donde fundamentalmente pernoctaban, fueron severamente perseguidos por los Gobernadores de Buenos Aires, amén de su rivalidad enconada con la etnia mayoritaria,
la guaraní. Baste recordar que en1702, en el río Yí, el ejército misioneroguaraní libró contra ellos una batalla,
que se considera la mas sangrienta derrota que sufrieron, infinitamente mayor que el tan mentado combate de
Salsipuedes, donde no se registra más de una treintena de guerreros muertos.
Un siglo después, como es natural, su población era muy pequeña. Nunca
había sido grande, pero entre las matanzas sufridas en los combates y la
deserción de aquellos que se asimilaban, no quedaban más de unos 400.
Nunca hubo un proyecto de exterminio. Ni lo tuvieron los españoles ni
lo tuvo la República independiente. Lo que sí ocurrió es que la necesidad de
explotar mejor los campos y pacificarla campaña, se hacía incompatible con
la presión de esos grupos que asaltaban
establecimientos y poblados para secuestrar niños y mujeres, o aun hombres, fundamentalmente para vender
como esclavos a los “bandeirantes”portugueses.
Para enfrentar esas agresiones nacieron los Blandengues, que integró
nuestro Artigas por una larga década.
Y por ello combatieron contra ellos el abuelo del prócer, su padre y él mismo,
como lo testimonian los documentos.
La orden quizás más drástica que se dio contra ellos es la que firmó Juan
Antonio Lavalleja, de quien –sin embargo– no se habla, concentrando todo
el ataque en la figura de Rivera, cuyos
servicios a la formación de este país
no caben en los innúmeros libros y artí-
culos que sobre él se han escrito.
Últimamente los racistas del charruísmo han generalizado la costumbre
de pegar encima de las chapas que identifican la Avenida Rivera unas papeletas que dicen “Salsipuedes”, como si este encuentro fuera algo para recordar y no simplemente para lamentar.
La Intendencia de Montevideo debe proceder drásticamente con esta práctica ilegal y agraviante para un prócer de nuestro país, sin cuyo rastro y lucha
no se puede hablar de nuestra independencia. Ningún otro oficial sirvió tantos
años con Artigas ni recibió las distinciones de la que el fue objeto. Ningún
otro fue mas tenaz en rechazar que se disolvieran las fuerzas orientales, como
lo pretendieron siempre los jefes porteños, sea Alvear o Sarratea, para reducir nuestra pretensión o autonómica.
No hay foja de servicios mayores. No
es posible, entonces, aceptar en silencio esta campaña sistemática.
El Partido Colorado, como es natural, ha salido a defender a su fundador.
La cuestión, sin embargo, no es colorada. Rivera es un héroe de la República
y la institucionalidad toda tiene el deberde preservar su memoria
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