"En la historia de la sociedad uruguaya, el Estado ha jugado un papel peculiar antes de nuestra constitución como nación independiente. Hemos sostenido en "El problema nacional y el Estado, un marco histórico" que si en la Banda Oriental, si el ganado precedió al colono también lo hizo el Estado. Región desprovista de riquezas minerales, poblada por mucho ganado y escasísimos hombres, la incidencia del Estado colonizador español fue decisiva para otorgar tierra, defender la frontera, fundar pueblos, permitir o no el comercio, educar, crear las primeras formas de gestión administrativa de la sociedad, que fueran públicas y no privados como las colonias inglesas de América del Norte.
Las guerras revolucionarias que independizaron al país conmovieron sin duda la fortaleza del estado. Pero ante la fragilidad de una sociedad muy debilmente estructurada y que padeció de la violencia crónica de las guerras de la independencia primero y de las partidistas después, el Estado siguió siendo un pequeño centro de poder, una voluntad de orden y autoridad que tenía más peso cunado el Presidente coincidía con el Caudillo(Rivera) y por lo tanto se superponía el país legal al país real. Cada tanto aparecía también el deseo de imponer una administración eficiente, un marco legal que contuviera y modelara a la sociedad inorgánica y en ebullición(Oribe, Berro)Cuando esa desorganización llegó a su colmo y el Estado se partió en dos(gobierno de la Defensa, gobierno del Cerrito) peligró la propia existencia del país independiente(Guerra Grande).
Una década y media después, la conjunción de crisis económica y política creó un vacío de poder que fue llenado por representantes del ejército. Ese primer militarismo(1876-1886) fue a su vez la primera de las tres etapas en que se desarrolló definitivamente el poder del Estado y se amplió su área de acción.
Ahora sí, el Estado pudo imponerle a la sociedad una serie de reglas y limites que la contuvieran y orientaran hacia un proceso de modernización global(económica, jurídica, educativa) que significó el ingreso del país al estadio de desarrollo económico capitalista. Basándose en un poder coactivo(fusil, ferrocarril, telégrafo) superior a su aparato jurídico la resistencia que podían oponerle la sociedad rural y los caudillos(caballo y lanza), modernizó su aparato jurídico y administrativo(códigos, jueces,, correo). Con ambos instrumentos(poder militar y jurídico) implantó la paz interna y protegió el desarrollo de las fuerzas productivas del campo(difusión del ovino y el alambrado), así como apoyo a la burguesía comercial de la ciudad-puerto(paz, patrón oro, austeridad fiscal) y tranquilizó al inversor extranjero(reanudación del servicio de la deuda pública)El resultado fue un Estado fuerte y moderno que encarriló al país hacia el lugar que el mercado mundial le había asignado.
El periodo del civilismo 1886-1903 segunda etapa, marcó la recuperación de los civiles de la conducción del Estado. La década militarista en que estuvieron fuera del poder, les enseñó a muchos de esos civiles ilustrados(los doctores) que perder la palanca del Estado conducía a la anulación política y a la marginación económica. Su adhesión a los principios puros del liberalismo, que veía al Estado solo como "juez y Gendarme·, sufrió una transformación y, vueltos al poder, procuraron fortalecer al Estado, ampliar su esfera de acción para mantener fijo el rumbo hacia la modernización que implicaba la paz interna y su propia consolidación como élite profesional de gobierno. Algunos de los hombres que en 1873, con el principismo, quisieron limitar el Estado casi hasta la inacción, en 1884 y 1888 aprobaron leyes ferroviarias que le abrieron a este el más amplio intervencionismo: control de la empresa inglesa, derecho a vigilar la fijación de tarifas y hasta autorización para construir ferrocarriles propios. En 1901, impulsado por una burguesía mercantil urbana poco emprendedora, el Estado hizo construir el Puerto de Montevideo. Costeado por impuestos que pagó toda la Nación, su manejo por el Estado aumentó la fuerza de este y amplió su área de acción. Poco después se hizo cargo de la producción de energía eléctrica. Esta estuvo primero en manos de una empresa privada 1887 a 1897, pasó luego a la administración provisoria del Estado, 1897 a 1906, a la directa y definitiva por el mismo Estado, 1906 a 1912 y a ser un monopolio estatal a partir de 1912.
El primer batllismo 1903-1916, constituye la tercera etapa en el desarrollo del poder del Estado. Con él culmina la tendencia a ampliar su esfera de acción, pero ahora de manera deliberada, buscando que su incidencia en la sociedad fuera portadora de la filosofía política del grupo gobernante. A la vez que crecía el poder estatal, se consolidaba también la élite de políticos profesionales que veía en el poder público su instrumento y su medio de vida.
Impulsado también por la falta de iniciativa y de fuerza del capital nacional, el Estado fue cada vez más empresario y árbitro social. Así, se estatizaron los Bancos República e Hipotecario, se nacionalizaron actividades en manos extranjera como los Seguros, se monopolizó la producción de energía eléctrica y los servicios portuarios y se legisló en favor del obrero con la ley de 8 horas, se legisló a favor de la mujer con el divorcio por su sola voluntad, del anciano con pensiones a la vejez, del niño educación secundaria gratuita, del enfermo con los hospitales laicos, en un intento por inclinar el poder del Estado hacia los más débiles y a la vez buscar el apoyo electoral de quienes podían votar.
Tal potencia fue adquiriendo el Estado por esas ampliaciones sucesivas en los planos económicos de su actuación en los planos económicos, financiero, industrial, educacional, sanitario, de la vida nacional, que el diputado socialista Emilio Frugoni lo encontró dotado de una vida propia" convertido en una nueva potencia social, casi autónoma, que nos es ya(...)el mero receptáculo(...)de todos los intereses(...)de la clase capitalista(...)sino que se vive, se desarrolla y se agita al costado de esta clase"
Ver Benjamin Nahum, Empresas Públicas uruguayas, Orígen y gestión, Montevideo, EBO, 1994 Pág, 9.12
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