"No creo que a esta altura se puedan agregar conceptos importantes sobre la personalidad magnífica del Maestro Justino Jiménez de Aréchaga. Sin embargo,sentiría que estoy incumpliendo un deber conmigo mismo e, incluso, con este Cuerpo, si no sumara mis palabras a las expresadas por los señores senadores que me precedieron.
Tuve la suerte y la felicidad de ser alumno del doctor Justino Jiménez de Aréchaga en sus dos cursos de la Facultad: en el de Derecho Constitucional I y en el de Derecho Constitucional II. También tuve la suerte, a poco de haber egresado dela Facultad y en virtud de un juicio en común que tuvimos, de comenzar una sólida amistad con el doctor Jiménez de Aréchaga, que se prolongó e intensificó,naturalmente, en los años de la dictadura. Tan fue así que en ese entonces y apropósito de una presunta ofensa inferida en juicio -él sostenía que le habían inferido una ofensa- me hizo el honor de designarme como su representante en una gestión caballeresca que felizmente culminó sin llegar a duelo.
En 1974, ya en plena dictadura, integrando la Junta Directiva de la Fundación de Cultura Universitaria, propuse la reedición de los dos tomos de la "Teoría del Gobierno", proposición que, naturalmente, fue aceptada de plano y dela que tuve el honor -de redactar el prólogo con que esa segunda edición apareció. Como en ese entonces yo ejercía el periodismo en el diario "El Día", a la semana siguiente publiqué mi nota, dominical sobre esa reedición. Ella tenía por título "Acontecimiento editorial", es breve y que me voy a permitir leerla, porque lo que sostenía en 1974 lo sostengo desde luego también en 1988.
Decía allí:"La Fundación de Cultura Universitaria, en cumplimiento de una decisión que la honra, ha obtenido el consentimiento del doctor Justino Jiménez de Aréchaga para reeditar su ‘Teoría del Gobierno’, publicada en dos tomos en los que se recogiera parte de la enseñanza universitaria impartida en la década del 40 por quien fuera profesor titular de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Editada originariamente en 1944, esta obra fue varias veces reimpresa en los años siguientes. Luego de ello, absolutamente agotada, la obtención de alguno de sus tomos se convirtió en una verdadera proeza. Esta nueva edición de la "Teoría del Gobierno" ha venido,pues, a rescatar, fundamentalmente para las nuevas generaciones una obra magnífica por muchas razones y verdaderamente imprescindible por muchas otras.
Ni el autor ni la obra necesitarían obviamente, presentación alguna. Sin embargo,ese manto de silencio que cubrió a esta obra durante los últimos quince o veinte años y el desconocimiento de ella por parte de los más jóvenes, pensamos nos autoriza a puntualizar aquí algunas cosas que son importantes, aunque no sean naturalmente originales. Justino Jiménez de Aréchaga ha sabido cumplir la tarea enorme de honrar un apellido ilustre de constitucionalistas y convertirse en el más alto de los constitucionalistas uruguayos contemporáneos.
Retirado voluntaria y prematuramente de la docencia activa poco antes de la sanción de la Ley Orgánica de la Universidad, fue investido por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales con el titulo de Profesor Emérito. No terminó entonces su enseñanza, sino que la siguió volcando con la más absoluta naturalidad desde los más diversos desempeños a los que lo llevó su itinerario vital, Presidente,durante largos años de ANDEBU, también desde allí nos brindó su magisterio. El folleto editado por dicha institución en 1963, ‘Una ofensiva contra la radio y la televisión’ como respuesta contra un absurdo proyecto presentado en el Parlamento, lo muestra impugnando con razón y elocuencia, la equivocada tesis en la que se fundaba dicho proyecto al establecer que la radiodifusión y la televisión constituyen un servicio público, premisa antidemocrática sin la más mínima duda.
En días recientes hemos sabido de Aréchaga, a través de la noticia cablegráfica,ejerciendo su alto magisterio desde la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA y realizando en Chile una investigación sobre la vigencia de dichos derechos, cuyas conclusiones han debido ser admitidas por el propio Gobierno chileno.
Si tuviéramos que sintetizar en una frase la personalidad de Justino Jiménez de Aréchaga -y el periodismo obliga a este tipo de síntesis- diríamos que es el paradigma del liberal fiel a sí mismo. En épocas en que tantos liberales han claudicado en el mundo, a un lado y al otro, unos por impaciencia, creyendo que a la libertad debía superponerse una pregonada justicia social, otros por reacción contra los primeros, creyendo que el orden puede ser el sustitutivo dela libertad, Aréchaga ha permanecido en su tesitura de siempre, en su trinchera de siempre, aferrado a su bandera de siempre, a la de la democracia, a la de la libertad, a la del liberalismo como sustancia y esencia de la democracia, como síntesis armoniosa y no superada.
Su"Teoría del Gobierno" es la obra de un jurista, de un constitucionalista, de un profesor que vuelca en ella sus conocimientos, su información, su razonamiento y su meditación. Pero es, además, la obra de un liberal. La hemos releído parcialmente ahora, después de más de veinte años, y nos ha vuelto a producir el impacto que nos causara su estudio en nuestra juventud. Carecería de razón pretender formular una reseña de la misma. Tomemos un ejemplo cualquiera entre los muchos posibles. Al explicar la forma de Gobierno, analiza de manera sintética y clara, diversas concepciones desde Herodoto hasta Kelsen y luego apunta su criterio. "Actualmente advertimos dos grandes concepciones antagónicas, en cuanto al Estado: los que lo conciben como un régimen fundado en el consentimiento de los hombres y los que lo entienden como un régimen de poder aplicado a los hombres. Esta diferencia esencial entre los dos modos de concebir el Estado da, por un lado, los regímenes de opinión y, por otro, los regímenes de fuerza. Esto es lo que ha de permitir establecer una distinción entre las actuales formas de Gobierno: por una parte, los que reposan en la opinión y, por otra, los que lo hacen en la fuerza. Es así como las dos grandes ideas de poder y de consentimiento, en su oposición, van a permitirnos construir el esquema de este curso en todo lo quede él falta desarrollar".
Luego,reseña la opinión de un publicista inglés, Crosman, quien afirma que es unacaracterística de la época actual la homogeneidad del sistema de vida vigente en todos los Estados, sosteniendo que hay muchos más puntos de contacto entre un inglés, un alemán o un ruso contemporáneos, que los que habría entre cualquiera de sus antepasados de hace dos siglos. Todo esto lo llevaba a la conclusión -que afirmaba- de la existencia de un parecido básico entre la organización política de los diversos Estados contemporáneos.
A renglón seguido, Justino Jiménez de Aréchaga decía, con esa expresión franca y tajante que era característica de su estilo, que aquél estaba profundamente equivocado, para señalar luego la configuración de dos concepciones de la vida humana, opuestas entre sí y que han engendrado dos tipos de comunidades políticas. Por un lado, las que aún admitiendo la necesidad de restringir los poderes de autodeterminación individual como medio de mantener la paz y la armonía del grupo, reposan, sin embargo, en un último análisis, en la afirmación de que el hombre es la medida de todas las cosas. Frente a ella, la otra tendencia, inspirada en una filosofía transpersonalista, no concibe otro modo de salvar esta contingencia histórica, de superar esta crisis de seguridad, que el de levantar, por encima de todas las cabezas -aunque para ello sea necesario segar algunas- un ente místico, supra individual que podrá llamarse raza, nación, Estado, clase, a cuyas reducidas necesidades de fortalecimiento e imperio deben sacrificarse los destinos Individuales.
"No hay diferencia fundamental" agregaba "entre la actitud de estos hombres contemporáneos que admiten la disolución de su personalidad en un Estado que les asegura la supervivencia a cambio de la libertad, con la de aquellos infelices vasallos de la Edad Media que para evitar ser asaltados en los caminos, entregaban también su libertad al señor feudal, a cambio delprivilegio de vivir sometidos dentro del recinto amurallado de la ciudad".
Mi artículo periodístico terminaba diciendo que "Carnelutti proponía -y hemos adherido con fervor a su proposición en el prólogo de un pequeño volumen de carácter puramente docente- que quien enseña debe, por encima de todas las cosas, enseñar con el ejemplo del amor por la verdad y que el mejor ejemplo de amor por la verdad es creer en aquello que se enseña".
"Aréchagay su ‘Teoría del Gobierno’, hoy reeditada, nos resultan la confirmación práctica y plena del admirable consejo del maestro italiano".
Como anécdota quisiera agregar -porque, puede servir para mostrar una de las facetas de la personalidad de Justino Jiménez de Aréchaga- que en esos años oscuros de la dictadura el doctor Barbagelata y quien habla, concurrimos, una mañana fría de domingo en nombre de la dirección del diario "El Día", a la casona de Jiménez de Aréchaga sita en la calle Pablo de María, para ofrecerle integrar la Dirección de ese diario. Nos recibió en el gran patio, frente a esa estufa de leños encendidos y después de agradecernos el ofrecimiento, se negó terminantemente a aceptarlo. Su argumento fundamental, además de las razones de salud, que entonces ya pesaban, era que él no podría escribir contra la dictadura más que improperios, ya que no se consideraba en condiciones de hacerlo de otra manera.
Nos dijo que admiraba la capacidad y la paciencia que teníamos para desarrollar en artículos periodísticos mensajes subliminales que, a veces, estaban dirigidos a otras circunstancias, a otros países, a otras condiciones pero cuyo destinatarios eran, claramente, el Uruguay y el gobierno militar que porentonces usurpaba el poder en el país.
Años después, estos libros que recogieron parte de su producción periodística,fueron engalanados con una presentación excesiva y generosa del doctor Jiménez de Aréchaga, que soy el primero en señalar que es absolutamente inmerecida; sin embargo, seguramente ella trasuntaba esa admiración que Justino sentía por quienes podían escribir sobre la dictadura sin decir improperios.
Me uno, pues, al homenaje que el Senado le hace a su memoria. Me permito proponer-quizás no como una moción definitiva, sino solamente exploratoria- que se faculte a la Presidencia del Senado a estudiar la posibilidad de que el Cuerpo reimprima su obra, "La Constitución Nacional" y los cuatro tomos sobre la del año 1952. Esos libros están absolutamente agotados y no tienen el mercado estudiantil que es el que ayuda, por su número, a realizar las ediciones de libros jurídicos. Los estudiantes no pueden hacer -no tienen tiempo o ganas de realizarla- la labor comparativa que significa ir pasando dela Constitución de 1942 a la de 1952 y luego a la vigente; pero creo que esos libros no deben perderse. La Biblioteca del Palacio Legislativo, incluso, tiene dificultades debido a que cuenta con media docena de ediciones completas de esos tomos, pero están permanentemente prestados.
Compartiendo lo que expresaba el señor senador Aguirre en el sentido de que el -doctor Justino Jiménez de Aréchaga es no el senador número 32 del Cuerpo sino, quizás,el primero, digo que deberíamos hacer un esfuerzo para publicar nuevamente esa obra que es imperecedera y que el país tiene necesidad de difundirla y conocerla.
Sé que la misión del Senado y de la Cámara de Representantes no es la de convertirse en editores, pero a veces estas normas se transgreden, y me parece que esta excepción es por demás merecida.
Nada más."
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