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lunes, 16 de febrero de 2015

La lógica de la violencia tupamara por Germán Rama.


"La revolución cubana despertó en los grupos movilizados e intelectuales, especialmente de Montevideo, una enorme adhesión que se manifestó en actos multitudinarios, comités barriales de apoyo, etc. En una transformación de la tradicional preocupación nacional por los procesos externos, ciertos grupos internalizaron la ideología de la acción directa y la aplicaron al país.
Posteriormente, el fracaso de la experiencia populista del Partido Socialista y la capacidad del Partido Comunista de mantener una orientación social reivindicativa y poco permeable- a pesar de las declaraciones favorables a la Guerrilla en América Latina- a métodos foquistas, determinó la constitución de varios grupúsculos(en sentido cuantitativo) que asumieron como principio de acción la vía revolucionaria. No se trató de una respuesta a determinantes socioeconómicas ni de una reacción ante restricciones a la acción política, como lo ha señalado Carlos Real de Azúa, sino de una intención ideológica de romper con los métodos de cambio político practicados por la izquierda y establecer un desafío, un estímulo compulsivo que llevará a cada componente de la sociedad al modo de un gran psicodrama colectivo, un examen y revisión de sus más íntimas, menos formuladas actitudes respecto al orden vigente.
En una primera dimensión, hubo una búsqueda de un actor de clase social no incluido en el sistema, y que por ello estuviera en condiciones de emprender una lucha frontal con el mismo. Tal vez por la experiencia cubana, o más aun por la construcción intelectual de un actor social no contaminado por la integración capitalista y reformista o bien para establecer una articulación de clase(inviable en Montevideo), las primeras acciones de masas se realizaron con trabajadores agrícolas del extremo norte del país(...)
En una segunda dimensión, hubo escaso interés por la postura ideológica o más aun un rechazo institucional al discurso, a las discusiones programáticas, una nota antiintelectualista y antidoctrinaria bastante acentuada en respuesta a la sociedad declarativa e inactiva, y en especial a la izquierda.
En una tercera dimensión hubo una acción subversiva en el ámbito urbano. Una inicial violencia "cortés", con inteligente organización de sus golpes, con acentuación de críticas morales mediante la demostración de la existencia de fraudes y operaciones ilegales en los circuitos de poder económico, y con resistencia al poder arbitrario del gobierno aplicando la contracara de sus métodos de encarcelamiento, juicios y coacción, evolucionó necesariamente hacia una violencia sangrienta de "golpe por golpe", hacia los ajusticiamientos escasos, pero de terrible repercusión en una sociedad con enorme respeto por la vida(...) La duda sobre la validez de los métodos de violencia parece haberse extendido a quienes controlaban el aparato militar tupamaro, como aparece en las declaraciones de quienes estuvieron presos hasta 1985; justifican las acciones como una contraviolencia forzada por la violencia estatal.
Los tupamaros eran predominantemente jóvenes, tenían una proporción de mujeres sin precedentes en los partidos, y una primacía de personas provenientes de las clases medias, sin desmedro de la presencia menor de sectores populares no encuadrados por el sindicalismo ni por la izquierda partidaria-  Esos rasgos tiende a confirmar la crisis de integración precisamente en las clases que habían sido el eje social del modelo, al igual que el papel de una concepción ideológica y de la acción con precedentes externos a la sociedad uruguaya. lo anterior tiende a narrar y ordenar conceptualmente el proceso, pero queda fuera una compleja experiencia psicosocial que explicaría el impacto del MLN en la sociedad, tanto en los sectores que les fueron afines como entre los que mantuvieron las distancias e incluso en los radicalmente opuestos. De cierta forma su existencia creo un imaginario colectivo. En una sociedad burocratizada y de aspiraciones mediocres, emergía el romanticismo de la acción que invocaba como principio el colectivo nacional. Ante un Estado enfrentado a la sociedad  y ante una sociedad desagregada en grupos movilizados por reivindicaciones específicas, los tupamaros se presentaban como una representación colectiva que actuaba a nombre del pueblo para liberarlo de un Estado alienador. Más aun, las escasas precisiones ideológicas y el desconocimiento de quienes eran los integrantes, confería legitimidad a sus acciones contra los enemigos del pueblo que eran percibidos como los obstáculos a al libertad y al bienestar colectivo(...)
Todos los elementos del mito social estaban dados para logra adhesiones en sectores de clase media relativamente intelectualizados-maestrso, empleados y fundamentalmente jóvenes estudiantes- El mito ocupó un vacío en una sociedad que  por su propio laicismo había sacralizado un colectivo que en esta etapa se encontraba en plena disolución"
Ver:
Germán Rama: La Democracia en Uruguay. Buenos Aires, 1987, páginas 163-167

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