Luis Alberto de Herrera: una aproximación.
Luis Alberto de Herrera (1873-1959) fue una de las figuras políticas más influyentes de Uruguay durante la primera mitad del siglo XX, destacándose como líder del Partido Nacional (Blanco) y como un actor clave en la evolución del sistema político uruguayo. Su trayectoria temprana está marcada por su formación intelectual, su participación en revoluciones y su consolidación como caudillo político. Nacido en Montevideo en una familia patricia vinculada al Partido Nacional, Herrera creció en un ambiente de tradición blanca y lucha política. Su padre, el doctor Luis Alberto de Herrera, fue un médico y político, lo que le permitió acceder a una educación esmerada. Estudió Derecho, aunque no
llegó a graduarse, y desde joven se interesó por la historia, la filosofía y la política, influenciado por pensadores como Herbert Spencer y el positivismo. Luis Alberto de Herrera fue el líder más importante en la historia del Partido Nacional y uno de los dirigentes políticos más influyentes en el Uruguay del siglo XX. Lo fue incluso sin llegar a ocupar la presidencia de la República, cargo que ambicionó durante toda su vida y al que se candidateó en siete oportunidades sin éxito. Sin embargo, fue a partir de su extenso protagonismo político que se configuró la fracción hegemónica dentro del campo del nacionalismo durante casi todo el siglo pasado, con el interregno del “momento” del liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate entre 1971 y 1988. Desde la primera elección de Herrera como presidente del Directorio de su partido en 1920 y su primera comparecencia como candidato presidencial del Partido Nacional en 1922, el herrerismo ha sido en efecto el sector mayoritario de ese partido y también la fuente ideológica principal. Según Gerardo Caetano “Las tres notas definitorias que se destacaron en esa construcción inicial del herrerismo fueron a nuestro juicio: el “liberalismo conservador antijacobino”, su visión sobre lo que entendía debían ser los fundamentos de una inserción internacional “realista” para el Uruguay de la época y su perspectiva “ruralista”. En esta primera construcción ideológica, debe enfatizarse que las definiciones políticas e intelectuales de Herrera tendieron a converger en relación directa con la interpretación que él mismo otorgó a la coyuntura internacional y nacional que por entonces vivía. Esas tres orientaciones fundamentales coinciden precisamente con la publicación en el mismo período de tres de sus obras principales: La Revolución Francesa y Sudamérica (1910), El Uruguay Internacional (1912) y La encuesta rural (1920), las dos primeras escritas en Francia y la última a su retorno al país y ya plenamente instalado en la lucha política interna. Estas tres obras, realmente claves en el pensamiento y en la praxis política de Herrera”Inicios políticos: la Revolución de 1897
Herrera se inició en la política activa durante la
Revolución de 1897, liderada por Aparicio Saravia contra el gobierno colorado
de Juan Idiarte Borda. Aunque joven (tenía 24 años), se unió a las fuerzas
revolucionarias y comenzó a destacarse como orador y escritor, colaborando en
periódicos nacionalistas. Esta revolución culminó con el Pacto de la
Cruz, que concedió a los blancos participación en los gobiernos
departamentales, aunque sin resolver del todo la exclusión política del partido
a nivel nacional.
Rol en la Revolución de 1904 y el exilio
En 1904, estalló una nueva revolución blanca, nuevamente
liderada por Saravia, esta vez contra el presidente colorado José Batlle y
Ordóñez. Herrera participó activamente, pero la derrota blanca en la Batalla
de Masoller (1904) y la muerte de Saravia marcaron un punto de
inflexión. Herrera fue encarcelado y luego exiliado en Argentina, donde
reflexionó sobre la necesidad de modernizar el Partido Nacional y abandonar las
vías insurreccionales. Retomando el análisis de Caetano “Ya había sido
revolucionario acompañando a Aparicio Saravia en 1897 y 1904, diplomático
uruguayo entre 1902 y 1903 ante los Estados Unidos y Canadá, electo en 1905
para integrar la Cámara de Representantes, durísimo opositor a Batlle y Ordóñez
durante su primera presidencia, escritor de libros y folletos sobre sus temas
favoritos -historia, política, diplomacia-, periodista siempre, cuando en 1908
se casa con Margarita Uriarte, viuda de Heber Jackson. Es entonces que viaja
varias veces a Europa, y reside principalmente en París entre 1908 y 1912. Allí
publica sus libros ya referidos de La Revolución Francesa y Sudamérica (en
español en 1910 y en francés en 1912) y El Uruguay internacional (1912).
Esa fuerte experiencia internacional, primero como diplomático en Norteamérica
y luego como activo observador en Europa, pudo aterrizar de inmediato en el
marco de su retorno a la militancia política en su país. Vuelve a la Cámara de
diputados en 1914. Participa activamente en la campaña previa a la elección
decisiva del 30 de julio de 1916 para elegir a los integrantes de la Asamblea
Nacional Constituyente, instancia en la que el Partido Nacional y los colorados
anticolegialistas logran una resonante victoria sobre el batllismo, en comicios
que, además de promover la democracia política en el país, significaron un
auténtico plebiscito sobre los proyectos reformistas desplegados durante los
años anteriores”
Transición hacia la política institucional
Tras su regreso del exilio, Herrera se convirtió en el
principal líder del Partido Nacional, promoviendo su reorganización como un
partido moderno, capaz de competir electoralmente. En esta etapa: Fundó
el diario La Democracia (1915), que se convirtió en su
plataforma ideológica. Criticó el batllismo y su modelo estatista,
defendiendo el liberalismo económico, el federalismo y la autonomía
departamental. Impulsó la participación electoral del Partido Nacional,
abandonando gradualmente el caudillismo militarizado.
Ideología y legado inicial
En sus primeros años, Herrera combinó: Nacionalismo: Rechazo
a la influencia extranjera (especialmente británica) en la economía uruguaya. Liberalismo
conservador: Defensa de la propiedad privada y oposición al intervencionismo
estatal batllista. Federalismo: Promoción de mayores autonomías para los
departamentos, en contraposición al centralismo montevideano.
La relación de Luis Alberto de Herrera con las
figuras clave del Partido Colorado —José Batlle y Ordóñez, Gabriel Terra y Luis
Batlle Berres— fue compleja, marcada por la rivalidad política, alianzas
circunstanciales y fuertes enfrentamientos ideológicos.
La Constitución de 1934 fue promulgada después de un golpe
de estado de Gabriel Terra y buscaba legitimar su régimen. Herrera y su
facción, los herreristas, apoyaron la Constitución, buscando mantener una
influencia política dentro del nuevo sistema.
La Constitución de 1934 y su contexto: La Constitución fue
redactada en el contexto de un golpe de estado de Gabriel Terra en 1933, que
buscaba institucionalizar su dictadura. La Constitución fue apoyada por
Herrera y los herreristas, buscando legitimar el golpe y asegurar una
representación dentro del nuevo gobierno. La Constitución de 1934
introdujo en el Poder Ejecutivo, un presidente de la República y un Consejo de
Ministros, buscando mantener una participación de los diferentes partidos
políticos en el gobierno. La Constitución también dividió el Senado entre
los blancos y los colorados, asegurando una representación para los herreristas
y el ala terrista de los colorados, lo que limitó la posibilidad de que otros
sectores tuvieran representación.
Además, su postura durante la Segunda Guerra Mundial generó
acusaciones de simpatías con el Eje, lo que ha sido objeto de debate histórico.
Durante la Segunda Guerra, Herrera fue acusado de simpatizar con el
nazismo, un tema aún polémico. El debate se mantiene con argumentos en contra y
a favor:
Argumentos en su contra: Postura neutralista: Se opuso al
alineamiento de Uruguay con EE. UU. y los Aliados. Artículos en La
Democracia: Algunos editoriales elogiaban aspectos del fascismo italiano y
criticaban el "imperialismo yanqui". Relación con la colectividad
alemana: Recibió apoyo de sectores germanófilos en Uruguay.
Argumentos a su favor: No hay pruebas de adhesión al nazismo:
Sus críticas eran más bien antiimperialistas (contra EE. UU. y Gran
Bretaña). Defensa de la soberanía: Veía la guerra como un conflicto ajeno a
Uruguay. Postura pragmática: En 1945, reconoció la derrota del Eje y ajustó su
discurso.
Conclusión
Los inicios políticos de Herrera estuvieron marcados por su
participación en las luchas armadas del Partido Nacional, su evolución hacia
una estrategia electoral y su consolidación como caudillo intelectual. Aunque
inicialmente fue un revolucionario, luego se transformó en un actor clave en la
institucionalización del sistema político uruguayo, sentando las bases para el
eventual acceso del Partido Nacional al poder en las décadas siguientes. Sobre
estos conceptos retomo la visión de Gerardo Caetano: “ La identidad ideológica
y política del proyecto, como se ha podido constatar, lo ubicaba en un juego de
alteridades y polaridades radicales con el batllismo: representaba al
“liberalismo conservador” e “individualista” frente al “republicanismo
solidarista”; al “realismo” frente al “idealismo” en materia de su visión sobre
las relaciones internacionales y la política exterior posible para un país como
el Uruguay; el “nacionalismo ruralista” frente al “cosmopolitismo urbano”; la
“tolerancia” frente al “laicismo”. En más de un sentido puede decirse que el
herrerismo, en términos del continuo “derecha-izquierda”, buscó construirse en
confrontación directa con el batllismo, concebido desde el inicio como el
“jacobinismo” uruguayo. Allí radicaba su alteridad neta, aunque Herrera, que
sepamos, nunca se reconoció de “derechas”. Sin embargo, además de “jacobino”,
ya en los años 20 endilgaba al batllismo los epítetos de “extremista”,
“socialista”, “comunista” y hasta “ácrata” y la postura de José Rilla que
afirma en el prólogo del libro “Luis Alberto de Herrera: un liderazgo político”
“ La victoria de 1958 fue contundente para los blancos reunificados y potenciados
por una alianza imprevista para muchos(…) Herrera concibió la alianza que le
daría el triunfo en las urnas (…) nos muestra a un jefe que estaba entonces
bastante descreído de la política tradicional binaria, de blancos y colorados(…)
y que prefería el riesgo de abrirse a Benito Nardone y su movimiento, antes que
cederle el terreno a “los pelucones del partido” contra los que a pesar de los
acuerdos recientes no había dejado de luchar durante treinta años”
Ver:
Caetano, G. El primer herrerismo. Liberalismo conservador,
realismo internacional y ruralismo (1873-1925) Prismas, vol. 25, núm. 1, pp.
48-70, 2021 Centro de Historia Intelectual, Departamento de Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de Quilmes.
Carolina, C; Saravia José A. Luis Alberto de Herrera un liderazgo
político.

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