La diáspora batllista: fuga de votantes hacia el Frente
Amplio


Pocas tradiciones políticas
latinoamericanas han sido tan profundas como el batllismo en Uruguay. Más que
un sector partidario, fue durante buena parte del siglo XX una cultura
política: un modo de entender el Estado, los derechos sociales y la modernización
democrática. Sin embargo, entre la década de 1930 y los inicios del siglo XXI
ocurrió un fenómeno progresivo: la fuga sostenida de votantes batllistas hacia
la izquierda, especialmente hacia el Frente Amplio (Caetano, 2011). Como antecedente el sector socialista liderado por Frugoni aprobó un pacto con el batllismo,
justificándolo en una alianza interclasista. En el diario El Dia un editorial,
citado por Barran, J.P. y Nahum, B en “Batlle, los estancieros y el Imperio
Británico” se sostenía:
“La índole, los procedimientos y las tendencias de los colorados no pueden, en efecto, decirse que son socialistas; pero no puede negarse que la índole, los procedimientos y las tendencias de Nuestro Partido – que tiende a liberalizar a las masas, a hacer progresar las instituciones, a concede al pueblo todos los beneficios de la más amplia democracia, a respetar entre sus afiliados el valor de las opiniones individuales, a borrar las fronteras confraternizando con la historia yen las grandes aspiraciones con los extranjeros- no puede negarse, decíamos, que desde estos puntos de vista tiene que cultivar con el socialismo, y en general con las clases obrera cierta cordial simpatía. Y esta simpatía es tan espontánea que han sido los propios socialistas los que, con motive de la presente contienda electoral, ha iniciado la entente con las autoridades Coloradas, las que no han podido menos que recibir con el mayor agrado una aproximación que por tantos conceptos les es satisfactoria”
La muerte de José Batlle y Ordóñez en 1929
selló el fin de un liderazgo moral que daba cohesión al reformismo estatal
(Jacob, 2006). Tras su desaparición, el Partido Colorado mantuvo su peso
electoral, pero la coherencia ideológica comenzó a resquebrajarse. Los
gobiernos posteriores optaron por un pragmatismo que, para muchos sectores
progresistas, implicó un alejamiento del espíritu igualitarista original. Todo
indica que de no mediar el fallecimiento de Batlle, Terra jamás hubiera
alcanzado la presidencia de la República por el batllismo. Don pepe había
afirmado “ que era necesario defenderse de Terra porque era -loco e
inescrupuloso-. En materia política. Incapaz de someter sus actividades
ciudadanas a férreos principios, irrespetuoso frente a toda norma, sin m{as
freno que el alocado pensamiento del instante, no era el hombre indicado para
tener en sus manos la fuerza pública”( Batlle, 1927)
El golpe de Estado de Gabriel Terra en 1933
profundizó esta fractura (Nahum, 1995). Para numerosos batllistas, la
complicidad de sectores colorados con la interrupción institucional significó
la primera traición ética. La muerte de Julio César Grauert, figura emblemática
del progresismo colorado, se convirtió en símbolo del quiebre entre el
batllismo social y la dirección partidaria. Décadas más tarde, cuando la
izquierda comenzó a organizarse, muchos de estos herederos del anti-terrismo
vieron en el Frente Amplio una continuidad más fiel del ideario democrático
batllista que en el propio Partido Colorado.
La etapa neobatllista bajo Luis Batlle
Berres reactivó cierta mística socialdemócrata (Panizza, 1988). La Lista 15
impulsó la industrialización sustitutiva y un Estado interventor, generando el
apoyo de clases medias y sectores obreros. Sin embargo, este neobatllismo ya no
tenía el impulso transformador de la primera era batllista y se enfrentó a
límites estructurales: inflación, estancamiento y tensiones del modelo
económico. Mientras tanto, la izquierda comenzaba a formular un discurso
propio, influida por el marxismo europeo y la Revolución Cubana. El liderazgo
de Luisito fue en un período de división del batllismo y el creciente
conservadurismo de una de sus alas marcó su período. Para unificar estas posturas
llegó a afirmar que “todos los colorados son, en esencia, batllistas también”
El tiempo y la realidad demuestran que esa afirmación era solo un anhelo de
unidad partidaria.
La muerte de Luis Batlle Berres en 1964
acentuó la pérdida de cohesión en la Lista 15. El electorado joven, influido
por los debates ideológicos de los 60 y por la crisis social, comenzó a migrar
hacia proyectos emergentes, incluido el Frente Amplio fundado en 1971 (Yaffé,
2019). Muchos de ellos provenían de sectores batllistas universitarios,
sindicales y de la función pública. La izquierda socialdemócrata y cristiana se
convirtió en un canal natural para ese desplazamiento ideológico.
El viraje liberal de la Lista 15 bajo Jorge
Batlle marcó otro punto de quiebre. El giro hacia políticas de mercado, la
apertura comercial y la reducción del rol del Estado contrastaron con décadas
de tradición estatista y social del batllismo (Lanzaro, 2004). Para miles de
votantes, se trataba de una pérdida identitaria: el Partido Colorado dejaba de
ser el garante del Estado social, mientras que el Frente Amplio asumía banderas
históricamente batllistas como la defensa de las empresas públicas, los derechos
laborales y la planificación económica.
La crisis del 2002 representó la ruptura
final. El colapso bancario, el desempleo masivo y el deterioro social quedaron
asociados al gobierno de Jorge Batlle (Steneri, 2004). Para gran parte del
electorado batllista tradicional —clase media, trabajadores públicos, sectores
profesionales— el Partido Colorado dejó de ser símbolo de estabilidad y
protección social. El Frente Amplio, por el contrario, ofreció una narrativa de
reparación que apelaba al imaginario batllista original: Estado fuerte,
políticas sociales universales y redistribución.
Así, la fuga de votantes desde el batllismo
hacia el Frente Amplio no fue un fenómeno puntual, sino un proceso estructural
que atravesó generaciones. Se combinaron factores traumáticos (golpe de Terra),
institucionales (pérdida de liderazgos), ideológicos (viraje liberal del
coloradismo) y socioeconómicos (crisis del 2002). El resultado fue un
trasvasamiento cultural profundo: el Frente Amplio se convirtió en heredero de
valores batllistas que el Partido Colorado había dejado de encarnar.
Hoy, amplios sectores progresistas se
reconocen como batllistas pero no colorados. El batllismo sigue vivo, aunque
desanclado de su matriz partidaria original. En este movimiento se explica
buena parte del reordenamiento político uruguayo del siglo XXI.
Bibliografía
Caetano, G. (2011). El Uruguay del siglo XX.
Ediciones Banda Oriental.
Jacob, R. (2006). Batlle y Ordóñez y la
construcción del Uruguay moderno. Taurus.
Lanzaro, J. (2004). La democracia uruguaya
y la recomposición partidaria. CLAEH.
Nahum, B. (1995). La época de Terra.
Ediciones de la Banda Oriental.
Panizza, F. (1988). Batllismo y
neobatllismo. CIESU.
Stenersen, A. (2004). Crisis y
reconstrucción en Uruguay. Trilce.
Yaffé, J. (2019). El nacimiento del Frente
Amplio. Fin de Siglo.


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