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martes, 2 de diciembre de 2025

La diáspora batllista: la batllidad y la fuga de votantes hacia el Frente Amplio. Aproximación.

 

La diáspora batllista: fuga de votantes hacia el Frente Amplio

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Pocas tradiciones políticas latinoamericanas han sido tan profundas como el batllismo en Uruguay. Más que un sector partidario, fue durante buena parte del siglo XX una cultura política: un modo de entender el Estado, los derechos sociales y la modernización democrática. Sin embargo, entre la década de 1930 y los inicios del siglo XXI ocurrió un fenómeno progresivo: la fuga sostenida de votantes batllistas hacia la izquierda, especialmente hacia el Frente Amplio (Caetano, 2011). Como antecedente el sector socialista liderado por Frugoni aprobó un pacto con el batllismo, justificándolo en una alianza interclasista. En el diario El Dia un editorial, citado por Barran, J.P. y Nahum, B en “Batlle, los estancieros y el Imperio Británico”  se sostenía:

“La índole, los procedimientos y las tendencias de los colorados no pueden, en efecto, decirse que son socialistas; pero no puede negarse que la índole, los procedimientos y las tendencias de Nuestro Partido – que tiende a liberalizar a las masas, a hacer progresar las instituciones, a concede al pueblo todos los beneficios de la más amplia democracia, a respetar entre sus afiliados el valor de las opiniones individuales, a borrar las fronteras confraternizando con la historia yen las grandes aspiraciones con los extranjeros- no puede negarse, decíamos, que desde estos puntos de vista tiene que cultivar con el socialismo, y en general con las clases obrera cierta cordial simpatía. Y esta simpatía es tan espontánea que han sido los propios socialistas los que, con motive de la presente contienda electoral, ha iniciado la entente con las autoridades Coloradas, las que no han podido menos que recibir con el mayor agrado una aproximación que por tantos conceptos les es satisfactoria”

 

La muerte de José Batlle y Ordóñez en 1929 selló el fin de un liderazgo moral que daba cohesión al reformismo estatal (Jacob, 2006). Tras su desaparición, el Partido Colorado mantuvo su peso electoral, pero la coherencia ideológica comenzó a resquebrajarse. Los gobiernos posteriores optaron por un pragmatismo que, para muchos sectores progresistas, implicó un alejamiento del espíritu igualitarista original. Todo indica que de no mediar el fallecimiento de Batlle, Terra jamás hubiera alcanzado la presidencia de la República por el batllismo. Don pepe había afirmado “ que era necesario defenderse de Terra porque era -loco e inescrupuloso-. En materia política. Incapaz de someter sus actividades ciudadanas a férreos principios, irrespetuoso frente a toda norma, sin m{as freno que el alocado pensamiento del instante, no era el hombre indicado para tener en sus manos la fuerza pública”( Batlle, 1927)

 

El golpe de Estado de Gabriel Terra en 1933 profundizó esta fractura (Nahum, 1995). Para numerosos batllistas, la complicidad de sectores colorados con la interrupción institucional significó la primera traición ética. La muerte de Julio César Grauert, figura emblemática del progresismo colorado, se convirtió en símbolo del quiebre entre el batllismo social y la dirección partidaria. Décadas más tarde, cuando la izquierda comenzó a organizarse, muchos de estos herederos del anti-terrismo vieron en el Frente Amplio una continuidad más fiel del ideario democrático batllista que en el propio Partido Colorado.

 

La etapa neobatllista bajo Luis Batlle Berres reactivó cierta mística socialdemócrata (Panizza, 1988). La Lista 15 impulsó la industrialización sustitutiva y un Estado interventor, generando el apoyo de clases medias y sectores obreros. Sin embargo, este neobatllismo ya no tenía el impulso transformador de la primera era batllista y se enfrentó a límites estructurales: inflación, estancamiento y tensiones del modelo económico. Mientras tanto, la izquierda comenzaba a formular un discurso propio, influida por el marxismo europeo y la Revolución Cubana. El liderazgo de Luisito fue en un período de división del batllismo y el creciente conservadurismo de una de sus alas marcó su período. Para unificar estas posturas llegó a afirmar que “todos los colorados son, en esencia, batllistas también” El tiempo y la realidad demuestran que esa afirmación era solo un anhelo de unidad partidaria.

 

La muerte de Luis Batlle Berres en 1964 acentuó la pérdida de cohesión en la Lista 15. El electorado joven, influido por los debates ideológicos de los 60 y por la crisis social, comenzó a migrar hacia proyectos emergentes, incluido el Frente Amplio fundado en 1971 (Yaffé, 2019). Muchos de ellos provenían de sectores batllistas universitarios, sindicales y de la función pública. La izquierda socialdemócrata y cristiana se convirtió en un canal natural para ese desplazamiento ideológico.

 

El viraje liberal de la Lista 15 bajo Jorge Batlle marcó otro punto de quiebre. El giro hacia políticas de mercado, la apertura comercial y la reducción del rol del Estado contrastaron con décadas de tradición estatista y social del batllismo (Lanzaro, 2004). Para miles de votantes, se trataba de una pérdida identitaria: el Partido Colorado dejaba de ser el garante del Estado social, mientras que el Frente Amplio asumía banderas históricamente batllistas como la defensa de las empresas públicas, los derechos laborales y la planificación económica.

 

La crisis del 2002 representó la ruptura final. El colapso bancario, el desempleo masivo y el deterioro social quedaron asociados al gobierno de Jorge Batlle (Steneri, 2004). Para gran parte del electorado batllista tradicional —clase media, trabajadores públicos, sectores profesionales— el Partido Colorado dejó de ser símbolo de estabilidad y protección social. El Frente Amplio, por el contrario, ofreció una narrativa de reparación que apelaba al imaginario batllista original: Estado fuerte, políticas sociales universales y redistribución.

 

Así, la fuga de votantes desde el batllismo hacia el Frente Amplio no fue un fenómeno puntual, sino un proceso estructural que atravesó generaciones. Se combinaron factores traumáticos (golpe de Terra), institucionales (pérdida de liderazgos), ideológicos (viraje liberal del coloradismo) y socioeconómicos (crisis del 2002). El resultado fue un trasvasamiento cultural profundo: el Frente Amplio se convirtió en heredero de valores batllistas que el Partido Colorado había dejado de encarnar.

 

Hoy, amplios sectores progresistas se reconocen como batllistas pero no colorados. El batllismo sigue vivo, aunque desanclado de su matriz partidaria original. En este movimiento se explica buena parte del reordenamiento político uruguayo del siglo XXI.

 

Bibliografía

Caetano, G. (2011). El Uruguay del siglo XX. Ediciones Banda Oriental.

Jacob, R. (2006). Batlle y Ordóñez y la construcción del Uruguay moderno. Taurus.

Lanzaro, J. (2004). La democracia uruguaya y la recomposición partidaria. CLAEH.

Nahum, B. (1995). La época de Terra. Ediciones de la Banda Oriental.

Panizza, F. (1988). Batllismo y neobatllismo. CIESU.

Stenersen, A. (2004). Crisis y reconstrucción en Uruguay. Trilce.

Yaffé, J. (2019). El nacimiento del Frente Amplio. Fin de Siglo.

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