El nacimiento del socialismo en América Latina y su evolución
comunista: un viaje desde el siglo XIX al Río de la Plata
A fines del siglo XIX, mientras Europa vivía el impacto
social del capitalismo industrial y las nuevas teorías marxistas se
transformaban en bandera de lucha de trabajadores urbanos, América Latina
atravesaba su propio proceso de modernización. Las olas inmigratorias, los
puertos en expansión, el ferrocarril y el surgimiento de un proletariado
incipiente creaban condiciones inéditas para que ideas socialistas y
anarquistas llegaran para quedarse. El Cono Sur —y dentro de él, el Río de la
Plata— fue el laboratorio privilegiado de esa transformación.
En ese contexto, Uruguay y Argentina recibieron una masa humana que traía mucho más que manos para trabajar: traía bibliotecas ambulantes, periódicos, sociedades de resistencia, sindicatos por oficio y una cultura política impregnada por las luchas obreras europeas. De ese cruce entre modernización, inmigración y desigualdades emergentes nacería el socialismo latinoamericano, primero difuso, luego organizado, y finalmente delineado por la aparición de los partidos comunistas tras la Revolución Rusa de 1917.
El primer socialismo rioplatense: inmigración, oficios y
bibliotecas obreras
Para comprender el socialismo rioplatense hay que mirar los
barcos. Entre 1880 y 1914 arribaron millones de europeos al puerto de Buenos
Aires y decenas de miles a Montevideo. Muchos de ellos, especialmente españoles
e italianos, ya estaban empapados en las discusiones del socialismo
internacional, de la Comuna de París, de los debates entre marxistas y
proudhonianos, y de las prácticas sindicales por oficio.
En Uruguay, las primeras expresiones fueron sociedades
mutuales y centros de socorro mutuo, a las que pronto se sumaron centros
obreros, bibliotecas populares, periódicos escritos por trabajadores
tipógrafos —una profesión clave— y una densa red de círculos de artesanos.
No se trataba todavía de socialismo político, sino de solidarismo,
mutualismo y, en algunos casos, anarquismo. Pero esa matriz sería
la base para que, a comienzos del siglo XX, se consolidaran partidos
socialistas modernos basados en la organización electoral y la acción
parlamentaria.
El socialismo latinoamericano antes de 1917: gradualismo,
parlamentarismo y reforma social
A diferencia de Europa Oriental, América Latina presentaba
sociedades más fragmentadas, economías primario-exportadoras y burguesías
locales débiles pero crecientes. Estas condiciones hicieron que los primeros
partidos socialistas latinoamericanos adoptaran un perfil reformista,
influido por:
- el
socialismo alemán previo a 1914;
- Jean
Jaurès y la socialdemocracia francesa;
- el
sindicalismo latino de matriz bakuninista;
- la
necesidad de intervenir en sistemas electorales liberales pero
excluyentes.
En la Argentina, Juan B. Justo y Nicolás Repetto fundaron el
Partido Socialista (1896), el primero de América Latina. Su programa
combinaba lucha sindical, educación laica, anticlericalismo y una firme defensa
del parlamentarismo como vía de transformación.
Uruguay siguió un camino similar. Desde la prensa obrera —El
Trabajo, La Razón Obrera, El Socialista— y desde dirigentes
como Emilio Frugoni, se fue conformando un movimiento que rechazaba la
violencia insurreccional y promovía la ciudadanía democrática. En 1910,
finalmente, se fundó el Partido Socialista del Uruguay (PSU).
El surgimiento del batllismo, con su Estado reformista y su
sensibilidad social, generó una relación compleja con los socialistas. Por un
lado, Batlle y Ordóñez impulsó derechos laborales que los socialistas
reclamaban; por otro, los socialistas mantenían distancia del reformismo
burgués y denunciaban su insuficiencia estructural. Aun así, el socialismo
uruguayo encontró en el batllismo un terreno menos hostil que en el resto de la
región.
El impacto de la Revolución Rusa: ruptura, entusiasmo y
fundaciones comunistas (1917–1924)
Todo cambió en 1917. La Revolución Rusa introdujo un
horizonte completamente nuevo: la posibilidad de un Estado obrero victorioso y
un partido revolucionario disciplinado que conducía a las masas hacia la
“dictadura del proletariado”. La Tercera Internacional (Komintern), fundada en
1919, exigió adhesión total a sus “21 condiciones”, incluyendo la ruptura con
el reformismo y la adopción del centralismo democrático.
En el Río de la Plata, el efecto fue inmediato.
En 1918, sectores del socialismo argentino se escindieron y
formaron el Partido Socialista Internacional, que luego pasaría a
llamarse Partido Comunista Argentino (PCA). La fractura fue profunda y
dejó heridas duraderas entre reformistas y revolucionarios.
En Uruguay el proceso fue más complejo. El Partido
Socialista, aunque simpatizaba con la Revolución Rusa, mantenía lineamientos
firmemente democráticos. Un sector juvenil e intelectual, sin embargo,
presionaba por la adhesión plena al Komintern.
En 1920 se produjo la escisión: un grupo se desprendió del
PSU y fundó el Partido Comunista del Uruguay (PCU), alineado con Moscú.
Entre sus figuras se encontraban Eugenio Gómez, José L. Terra y otros cuadros
jóvenes influenciados por la Internacional.
El socialismo quedó debilitado, mientras el comunismo
comenzaba un largo proceso de construcción orgánica en sindicatos, barrios
obreros y sectores estudiantiles.
La matriz comunista (1920–1940): internacionalismo,
sindicalismo y la “cuestión nacional”
Los partidos comunistas latinoamericanos de la década de
1920 compartían rasgos comunes:
- obediencia
a la estrategia internacional dictada desde Moscú;
- tiempos
de ilegalidad, persecución o vigilancia policial;
- énfasis
en la organización sindical;
- alianzas
con campesinos, obreros rurales y sectores desposeídos.
En el Río de la Plata esto se expresó de manera distinta.
Argentina: el PCA entre sindicatos y debates ideológicos
El PCA tuvo una vida compleja en un país marcado por la
Semana Trágica (1919), las huelgas patagónicas y la violencia estatal. El
anarquismo seguía siendo muy fuerte, y el reformismo socialista ofrecía una
alternativa moderada pero disciplinada. El PCA creció lentamente, con fuertes
discusiones internas, expulsiones y alineamientos con las diferentes
estrategias del Komintern (frente único, “clase contra clase”, frentes
populares).
Uruguay: el PCU, pequeño pero influyente
En Uruguay, el PCU era pequeño, pero su rol excedía su
tamaño. Sus dirigencias se formaron en una cultura política de estudio,
disciplina y fuerte identidad de clase. Su presencia en sindicatos de la
construcción, gráficos, portuarios y tranviarios fue notable desde fines de la
década de 1920.
El PCU representaba algo novedoso en el escenario político
uruguayo: una cultura militante estructurada, internacionalista, con formación
teórica marxista y una estrategia que no dependía del vaivén electoral.
La rivalidad entre socialistas y comunistas se agudizó
durante estos años. Mientras los socialistas reforzaban su identidad
parlamentaria —con Emilio Frugoni como figura moral y doctrinaria del
reformismo democrático—, los comunistas denunciaban su “colaboración con la
burguesía” y reclamaban una ruptura revolucionaria.
El caso uruguayo: un socialismo democrático frente a un
comunismo disciplinado
Si en la Argentina el socialismo era más fuerte y el
comunismo más dividido, en Uruguay ocurrió lo contrario: el socialismo quedó
confinado a un rol político-intelectual y el comunismo se convirtió en el eje
de la organización obrera más combativa.
El PSU, conducido por Frugoni, apostó a la vía parlamentaria
y a la lucha cívica. Impulsó leyes sociales, defendió la laicidad, la educación
pública y la consolidación de un Estado benefactor. Era un socialismo
moralista, con fuerte énfasis ético y humanista.
El PCU, en cambio, insistía en la necesidad de una
transformación radical. Sus militantes desarrollaron una vida interna muy
intensa: células, frentes sindicales, comités de barrio y un sistema de prensa
militante que incluía Justicia, Unidad Obrera, Lucha Popular
y otros órganos.
La disputa también se dio en el campo cultural. Mientras el
PSU defendía un socialismo “a la uruguaya”, el PCU proponía una lectura
marxista internacional que conectaba Montevideo con Moscú, Buenos Aires, París
y Berlín. La intelectualidad comunista —con artistas, escritores y dirigentes
sindicales— generó uno de los circuitos culturales más influyentes del siglo
XX.
Socialismo, comunismo y el Estado uruguayo: del batllismo
al terrismo
La década de 1920 y los primeros años 30 pusieron a prueba a
ambos movimientos.
El declive del batllismo histórico, la crisis del modelo
agroexportador, la recesión mundial de 1929 y el golpe de Estado de Gabriel
Terra en 1933 generaron un escenario de persecución, represión y
reconfiguración política.
Los socialistas denunciaron el autoritarismo terrista desde
la prensa y la tribuna parlamentaria. Los comunistas, varios de cuyos
dirigentes fueron apresados o enviados a la Isla de Flores, reorganizaron sus
estructuras en la clandestinidad.
A pesar de sus diferencias, ambos movimientos compartieron
la crítica al autoritarismo, la defensa de la Constitución y la lucha sindical
contra un Estado que restringía libertades.
Durante el terrismo, el PCU fortaleció su cultura
clandestina, mientras el PSU sobrevivía con grandes dificultades debido a su
estructura electoral más legalista.
El legado para el Río de la Plata y el Uruguay del siglo
XX
Cuando se observa la historia política del Río de la Plata,
el socialismo temprano y la transformación comunista posterior dejan tres
grandes legados:
1. La cultura sindical organizada
El socialismo de 1900 y el comunismo de 1920 construyeron
sindicatos que aún hoy marcan la vida política de la región. En Uruguay, esa
tradición se consolidaría en la creación de la CNT en los años 60, con fuerte
influencia comunista.
2. La educación política de masas
Las bibliotecas obreras, los centros de estudio, los
periódicos y los círculos de discusión formaron a generaciones de trabajadores.
Esa cultura militante, autodidacta y profundamente intelectual convirtió al Río
de la Plata en un espacio de debate ideológico de primer nivel mundial.
3. La coexistencia —y tensión— entre reformismo y
revolución
Desde 1920, socialistas y comunistas representaron dos vías
distintas de la izquierda latinoamericana:
- una
gradualista, democrática, reformista;
- otra
revolucionaria, disciplinada e internacionalista.
En Uruguay esa dualidad marcó todo el siglo XX: desde el
batllismo del Estado de Bienestar hasta la izquierda contemporánea.
Conclusión: un siglo después, ¿qué quedó de aquel
socialismo?
Hoy, a más de cien años de la fundación de los partidos
socialistas y comunistas en el Río de la Plata, muchas de las discusiones de
entonces siguen vivas. El dilema entre reforma y revolución, la relación entre
partidos y sindicatos, el papel del Estado como garante de derechos y la
tensión entre política nacional e internacional no han desaparecido.
Uruguay, con su tradición batllista, socialista y comunista,
ofrece un espejo privilegiado para entender la evolución de la izquierda
latinoamericana. Allí, el socialismo llegó con los barcos y se transformó con
la Revolución Rusa; encontró en el batllismo un aliado crítico y en el
comunismo un rival íntimo; sobrevivió a dictaduras, crisis económicas y
reformas profundas; y finalmente se integró en una izquierda democrática
contemporánea que lleva en su ADN aquel siglo de luchas, debates y esperanzas.
LÍNEA DE TIEMPO
•
1880–1914: Llegada masiva de inmigrantes europeos al Río de la Plata.
• 1896:
Fundación del Partido Socialista Argentino.
•
1904–1915: Reformas batllistas en Uruguay.
• 1910:
Fundación del Partido Socialista del Uruguay (PSU).
• 1917:
Revolución Rusa.
• 1919:
Fundación de la Tercera Internacional (Komintern).
• 1920:
Ruptura en el PSU y fundación del Partido Comunista del Uruguay (PCU).
• 1924:
Consolidación del PCA y del PCU en la región.
• 1929:
Crisis económica mundial.
• 1933:
Golpe de Terra en Uruguay; persecución a socialistas y comunistas.
REFERENCIAS
Barrán, J.
P., & Nahum, B. (1979). Historia social del Uruguay. Montevideo:
Ediciones de la Banda Oriental.
Caetano,
G., & Rilla, J. (1996). Historia contemporánea del Uruguay. Montevideo:
CLAEH.
Caetano,
G., & Jacob, R. (1992). La República Conservadora. Montevideo: Ediciones
Trilce.
Finch, H.
(1985). El movimiento sindical uruguayo. Montevideo: FCU.
Frugoni, E.
(1930). La Esfinge Roja. Montevideo: Imprenta Nacional.
Oddone, J.
(1966). El movimiento obrero uruguayo. Montevideo: Pueblos Unidos.

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