El peso que la Convención tuvo, y debe volver a tener, en la evolución de la praxis batllista y del Partido Colorado la encontramos en muchas de sus sesiones y debates. Hoy no tienen lugar y mucho menos cumplen el rol fermental de lucha ideológica con eje en el rol anticipatorio social y mucho menos en ser la caja de resonancia de la usina de ideas que supimos ser.
Ya hemos mencionado sesiones de la Convención del Partido Colorado relacionadas con las luchas para enfrentar al Terrismo. Ahora manejaremos un debate, polémico y fermental en su época, pero que nos permite ver hoy como funcionó el reformismo batllista y su proyección económica y social con los impuestos como imposiciones positivas para que el Estado batllista fuese el "escudo de los débiles"
En 1911 Batlle y Ordóñez y su Ministro José Serrato presentaron un nuevo proyecto para adecuar la Contribución rural. La mano derecha, o izquierda, de Don Pepe, Domingo Arena promueve en 1912 propuestas radicales en materia fiscal, llegando a sugerir la aplicación de lagunas propuestas goergistas, pero llegando a la confiscación directa. " Basta que los propietarios tomen en serio la idea de la que la expropiación les puede venir como un rayo en cualquier momento" la idea de Don Domingo no era otra que poner en jaque las resistencias conservadoras y "hacerles poner las barbas en remojo". El debate en la interna batllista se libro, como no podía ser de otro modo, en la Convención Nacional del Partido Colorado de 1925. Es en ella que se produce un interesante intercambio entre el Convencional Carlos Bellini Hernández con Batlle Pacheco y le dice: " la doctrina de George fue expuesta en 1871, en un diario titulado El Correo de San Francisco y no ha llegado tal vez a aplicarse en ninguna sociedad. El sostenía un principio de justicia que todos conocemos: el derecho de habitación. Todos, por el hecho de nacer en este mundo, tendríamos el derecho legitimo de poseer parte de él, por lo menos a vivir igual que todos los demás(...) " Y argumenta luego que un impuesto sobre la renta de la tierra sería una expropiación forzosa e injusta, que además atentaría contara el derecho al trabajo( Rilla, J. La mala cara del reformismo, Pag.104). Ante esta postura le responde Batlle Pacheco:"(...)precisamente lo que sostiene es que los hombres no han intrevenido en nada en la creación de la tierra. La tierra existe a pesar del hombre; y. en cambio las cosas que el hombre hace sobre la tierra, existen, porque el hombre las hace. Las cosas que existen, naturalmente, esas son propiedad del Estado y el Estado cobra el valor del arrendamiento, la renta; las cosas que hace cada individuo serían propiedad de ese individuo, con las mejoras de la tierra; y el proietario hace lo que mejor le parece; la arrienda o la vende" Bellini reclama con firmeza que también contribuyan todas las clases de riquezas, sin ser las tierras, como los valores inmobiliarios, las propiedades, el oro. Defiende además el impuesto a la herencia, " cuando el trabajador cesa en su existencia, esa riqueza debe pasar al Estado. Ese es el verdadero principio de justicia(...) propone suprimkir los arrendamientos y limitar la extensiones de tierra en propiedad"
Un sereno, análítico, reflexivo y calmo José Batlle y Ordóñez pide la palabra y sostiene : "Para George una de las ventajas, la gran ventaja de la expropiación de la tierra debía consistir en que todo el mayor valor de la tierra pertenecería en lo sucesivo a la sociedad o al Estado y no a los particulares. En su concepto lo que hace la enorme división que existe en el seno de las sociedades entre la riqueza y la miseria, es la propiedad. Los que la tienen van enriqueciéndose constantemente, porque a medida que la tierra se puebla o que se puebla un país, la propiedad es más necesaria. De esto resulta que valga más; y ese valor de la propiedad, en lugar de pertenecer a la Comunidad, a la Sociedad, pertenece a un pequeño grupo de propietarios que se enriquecen cosntantemente, mientras que los que los que no tiene propiedad tienen que pagar cada vez más para servirse de ella" (García Bouzas, R. Justicia y Derecho, 2007,Pág.256) La conclusión del debate en la Convención fue que el batllismo era georgista, que era gradual no violento y progresivo. El batllismo reconocía la propiedad resultante del trabajo, proponiendo la exoneración del impuesto al trabajo( diferencia sustancial con el frentismo) tampoco admitía el ahorro agregado a la tierra sea legitimante del título de propiedad.
Debates en la Convención, ideología debatida en libertad. Se debe volver a valorar a la Convención y sus debates en libertad. "La Historia de las Asambleas es la Historia de la libertad"
Ver:
García Bouzas, R. Justicia y Derecho. Orígenes intelectuales del progresismo uruguayo. Byblos, Montevideo, 2007. Pág 251 y Siguientes.
sábado, 30 de mayo de 2015
viernes, 29 de mayo de 2015
miércoles, 27 de mayo de 2015
martes, 26 de mayo de 2015
Buscando el batllismo:" "Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad"
"Si hay una historia que nunca se podrá escribir, es la de todos los intentos conspirativos y revolucionarios que los hombres de los partidos democráticos del país emprendieron en cuanto se dio el Golpe de Estado de 1933. Gente formada en las lides de una democracia respetuosa de todos los derechos, muy poca sabiduría podían aportar para una empresa inedita, llena de riesgos y sorpresas, y en la que el secreto era un elemento fundamental, no sólo para el éxito o el fracaso del resultado sino porque entraba a jugar el honor de cada uno, que nunca fue violado.
Conspiradores blancos y colorados los hubo desde el primer momento, y esperanzas de abatir por la acción revolucionaria el gobierno de fuerza también y -por momentos-de mucho aliento.
De todo ello no queda nada escrito, salvo a lo que se refiere el último episodio de la revolución. La Revolución de enero de 1935 que tuvo dos cronistas admirables: Zavala Muniz en su libro "La Revolución de Enero" y Paco Espínola en su carga a Vaz Ferreira desde el Cuartel de Colonia donde estuvo preso luego de Morlan y en la conferencia de la Junta Departamental de Montevideo de 1962. Pero de la "conspiración" tan romántica como frustrada, me temo que nada quede, más que la memoria, cada vez más melancólica y borrosa de los que ya hay pocos sobrevivientes. Hago este largo exordio porque hoy, a la luz de los documentos que prueban la continuidad constructiva de la labor política de los órganos democráticos del Partido, queda bien claro que si los hombres del batllismo se lanzaron, con la virilidad del caso, a los riesgos de la conspiración en busca de una revolución popular, en ningún momento abandonaron la larga marcha civilista de la oposición política: en ningún momento desesperaron del resultado final de esta acción. Es más armaron la estructura política de tal forma que ella fue el instrumento fundamental, pacífico y democrático de la reconquista de las libertades públicas, Los fracasos en el otro campo no desarmaron a aquellos hombres. Por el contrario, le dieron una autoridad innegable y hoy una innegable razón histórica.
Muy poco después de la reunión dela Convención que decretó la abstención, el Gobierno llama a lecciones de Asamblea Constituyente. Los grandes partidos democráticos se abstiene. La elección resultó viciada por la carencia de libertades, la coacción más visible, se destituyeron funcionarios públicos abstencionistas, y el ejercicio ostentoso de toda forma de fraude.
El Comité Ejecutivo convoca a la Convención. Esta se reúne el 24 de agosto. Hay 487 convencionales presentes. Alfeo Brum, preside el acto y en la secretaría está Juan F. Guichon.
Se procede a dar lectura a los informes de las departamentales. Aparte de documentar en cada texto, de objetividad impresionante las irregularidades comprobadas, las persecusiones sufridas, la verguenza de la instalación de impudicias cívicas ya superadas el Partido comprueba que su organización funciona con eficacia y combatividad en todo el país, Han dirigido la abstención y han controlado las irregularidades electorales diecinueve comités departamentales. El Dr, Pablo Minelli. hace, en nombre del Comité Ejecutivo, un sólido resumen de la información:
La Convención del Partido declara que el pretendido acto del 25 de junio de 1933 es nulo e inexistente, no solo en virtud de su origen absolutamente inconstitucional sino también porque significa el más grande atentado que puede consumarse contra la verdad del sufragio y las libertades públicas en un pueblo que había conquistado la realidad de la Democracia. La Convención del Partido señala el acto de 25 de junio como una causa de deshonor que mancha para siempre a quienes lo han organizado, y destaca que la soberanía nacional no es cómplice de la afrenta que se le ha impuesto a la República ante propios y extraños, ante quienes lo presenciaron y ante la historia. Puesta de pie la convención hace suyo el documento y cierra el acto Enrique Rodriguez Fabregat diciendo: "Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad"
La Constituyente nacida de esta forma se propone elegir candidato a la Presidencia de la República y eso resquebraja a los sectores oficialistas. Los herreristas recusan a al Dr. Demichelli, pre-candidato colorado que, vetado, porque el acuerdo necesitaba mayorías inaccesibles, renuncia. A su vez el Dr. Terra le pide al Gral. Juan Sicco de quién habla el nacionalismo como candidato que renuncie al cargo de Inspector General del Ejército. La lucha por el poder se ha instalado y solo la re elección del Dr. Terra la postergará.
El gobierno siente la presión opositora y ordena el destierro de numerosos dirigentes blancos y colorados para señalar que ellos son el enemigo común. Marchan a comer pan amargo del exilio hombres que han actuado con honor en la vida del país: Martinez Trueba, César Batlle, Luis Batlle, Enrique Rodriguez Fabregat y Tomás Berreta.
El CEN resuelve convocar a la Convención para conmemorar el 4to aniversario de la muerte de Batlle. (...) El presidente al declarar abierto el acto anuncia que ha pesar de estar en el destierro se oirán los discursos de Tomás Berreta, y César Batlle Pacheco. Don Tomás esta en Concordia, César Batlle en Río de Janeiro. Rogelio C. Dufour lee el discurso de don Tomás: evoca el caudillo las experiencias que el mismo ha vivido desde 1898, cuando se acercó a Batlle. Don Tomás no es universitario, ni tiene falsas pretensiones intelectuales. Pero tiene, si, una inteligencia viva y , haya leído o no muchos libros, una honda cultura, que le viene de su constanciación con su gente, la gente agraria, con las tradiciones, con los ideales que lo iluminan. Habla de la gesta civilizadora del Partido Colorad, de Batlle, de los sacrificios, las muertes. De Brum. Parecería que, desde la lejanía, el luchador, acaricia, como si fuera una mejilla cálida, la imágen del territorio nacional con amor de campesino. Historia y destino de su profesión de fe democrática.
Guichón lee el discurso de César Batlle. Batlle Pacheco siempre fue un estoico y un idealista y desde lejos- en una de las páginas más hermosas que escribió en su vida- no evoca el país real y tangible sino a su espíritu. El espíritu de la nación es de la libertad y ante su altar el ciudadano debe ofrecer sus luchas, sus sueños, sus sacrificios. La política no es otra cosa que un ejercicio de abnegación e invocando la que todos deben tener, termina dirigiéndose al Partido y al Pueblo: "Yerguete iracundo impone tu derecho."
No es posible que uno conociera el discurso del otro. Cientos de kilómetros separaban a los dos tribunos, en el momento: y , en la vida de todos los días, ellos parecían(y eran) bien distintos: Un vital caudillo campesino y un civilista recatado sin embargo los dos discursos se entrelazaron en una síntesis perfecta: La tierra, la tradición, la lucha y los ideales eran acordes armónicos de una misma y fecunda idealidad. El batllismo mostraba a la república la profunda unidad de sus ideas. Batlle!, Batlle!, afirmaba aquella multitud con la fuerza creadora de las grandes jornadas democráticas. Eso era el 20 de octubre. El 23, continuados los actos hablaron en el teatro Escudero de Minas, Minelli, Guichón y Grauert, este, por última vez, moriría el 26 a resultas de las heridas recibidas, mientras que sus compañeros pudieron reponerse y volver a la lucha"
Ver:
Hierro Gambardella, L. La Unidad Fraterna. Opinar. Montevideo, jueves 5 de febrero de 1981. Pág.4
Conspiradores blancos y colorados los hubo desde el primer momento, y esperanzas de abatir por la acción revolucionaria el gobierno de fuerza también y -por momentos-de mucho aliento.
De todo ello no queda nada escrito, salvo a lo que se refiere el último episodio de la revolución. La Revolución de enero de 1935 que tuvo dos cronistas admirables: Zavala Muniz en su libro "La Revolución de Enero" y Paco Espínola en su carga a Vaz Ferreira desde el Cuartel de Colonia donde estuvo preso luego de Morlan y en la conferencia de la Junta Departamental de Montevideo de 1962. Pero de la "conspiración" tan romántica como frustrada, me temo que nada quede, más que la memoria, cada vez más melancólica y borrosa de los que ya hay pocos sobrevivientes. Hago este largo exordio porque hoy, a la luz de los documentos que prueban la continuidad constructiva de la labor política de los órganos democráticos del Partido, queda bien claro que si los hombres del batllismo se lanzaron, con la virilidad del caso, a los riesgos de la conspiración en busca de una revolución popular, en ningún momento abandonaron la larga marcha civilista de la oposición política: en ningún momento desesperaron del resultado final de esta acción. Es más armaron la estructura política de tal forma que ella fue el instrumento fundamental, pacífico y democrático de la reconquista de las libertades públicas, Los fracasos en el otro campo no desarmaron a aquellos hombres. Por el contrario, le dieron una autoridad innegable y hoy una innegable razón histórica.
Muy poco después de la reunión dela Convención que decretó la abstención, el Gobierno llama a lecciones de Asamblea Constituyente. Los grandes partidos democráticos se abstiene. La elección resultó viciada por la carencia de libertades, la coacción más visible, se destituyeron funcionarios públicos abstencionistas, y el ejercicio ostentoso de toda forma de fraude.
El Comité Ejecutivo convoca a la Convención. Esta se reúne el 24 de agosto. Hay 487 convencionales presentes. Alfeo Brum, preside el acto y en la secretaría está Juan F. Guichon.
Se procede a dar lectura a los informes de las departamentales. Aparte de documentar en cada texto, de objetividad impresionante las irregularidades comprobadas, las persecusiones sufridas, la verguenza de la instalación de impudicias cívicas ya superadas el Partido comprueba que su organización funciona con eficacia y combatividad en todo el país, Han dirigido la abstención y han controlado las irregularidades electorales diecinueve comités departamentales. El Dr, Pablo Minelli. hace, en nombre del Comité Ejecutivo, un sólido resumen de la información:
La Convención del Partido declara que el pretendido acto del 25 de junio de 1933 es nulo e inexistente, no solo en virtud de su origen absolutamente inconstitucional sino también porque significa el más grande atentado que puede consumarse contra la verdad del sufragio y las libertades públicas en un pueblo que había conquistado la realidad de la Democracia. La Convención del Partido señala el acto de 25 de junio como una causa de deshonor que mancha para siempre a quienes lo han organizado, y destaca que la soberanía nacional no es cómplice de la afrenta que se le ha impuesto a la República ante propios y extraños, ante quienes lo presenciaron y ante la historia. Puesta de pie la convención hace suyo el documento y cierra el acto Enrique Rodriguez Fabregat diciendo: "Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad"
La Constituyente nacida de esta forma se propone elegir candidato a la Presidencia de la República y eso resquebraja a los sectores oficialistas. Los herreristas recusan a al Dr. Demichelli, pre-candidato colorado que, vetado, porque el acuerdo necesitaba mayorías inaccesibles, renuncia. A su vez el Dr. Terra le pide al Gral. Juan Sicco de quién habla el nacionalismo como candidato que renuncie al cargo de Inspector General del Ejército. La lucha por el poder se ha instalado y solo la re elección del Dr. Terra la postergará.
El gobierno siente la presión opositora y ordena el destierro de numerosos dirigentes blancos y colorados para señalar que ellos son el enemigo común. Marchan a comer pan amargo del exilio hombres que han actuado con honor en la vida del país: Martinez Trueba, César Batlle, Luis Batlle, Enrique Rodriguez Fabregat y Tomás Berreta.
El CEN resuelve convocar a la Convención para conmemorar el 4to aniversario de la muerte de Batlle. (...) El presidente al declarar abierto el acto anuncia que ha pesar de estar en el destierro se oirán los discursos de Tomás Berreta, y César Batlle Pacheco. Don Tomás esta en Concordia, César Batlle en Río de Janeiro. Rogelio C. Dufour lee el discurso de don Tomás: evoca el caudillo las experiencias que el mismo ha vivido desde 1898, cuando se acercó a Batlle. Don Tomás no es universitario, ni tiene falsas pretensiones intelectuales. Pero tiene, si, una inteligencia viva y , haya leído o no muchos libros, una honda cultura, que le viene de su constanciación con su gente, la gente agraria, con las tradiciones, con los ideales que lo iluminan. Habla de la gesta civilizadora del Partido Colorad, de Batlle, de los sacrificios, las muertes. De Brum. Parecería que, desde la lejanía, el luchador, acaricia, como si fuera una mejilla cálida, la imágen del territorio nacional con amor de campesino. Historia y destino de su profesión de fe democrática.
Guichón lee el discurso de César Batlle. Batlle Pacheco siempre fue un estoico y un idealista y desde lejos- en una de las páginas más hermosas que escribió en su vida- no evoca el país real y tangible sino a su espíritu. El espíritu de la nación es de la libertad y ante su altar el ciudadano debe ofrecer sus luchas, sus sueños, sus sacrificios. La política no es otra cosa que un ejercicio de abnegación e invocando la que todos deben tener, termina dirigiéndose al Partido y al Pueblo: "Yerguete iracundo impone tu derecho."
No es posible que uno conociera el discurso del otro. Cientos de kilómetros separaban a los dos tribunos, en el momento: y , en la vida de todos los días, ellos parecían(y eran) bien distintos: Un vital caudillo campesino y un civilista recatado sin embargo los dos discursos se entrelazaron en una síntesis perfecta: La tierra, la tradición, la lucha y los ideales eran acordes armónicos de una misma y fecunda idealidad. El batllismo mostraba a la república la profunda unidad de sus ideas. Batlle!, Batlle!, afirmaba aquella multitud con la fuerza creadora de las grandes jornadas democráticas. Eso era el 20 de octubre. El 23, continuados los actos hablaron en el teatro Escudero de Minas, Minelli, Guichón y Grauert, este, por última vez, moriría el 26 a resultas de las heridas recibidas, mientras que sus compañeros pudieron reponerse y volver a la lucha"
Ver:
Hierro Gambardella, L. La Unidad Fraterna. Opinar. Montevideo, jueves 5 de febrero de 1981. Pág.4
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