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martes, 26 de mayo de 2015

Buscando el batllismo:" "Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad"

"Si hay una historia que nunca se podrá escribir, es la de todos los intentos conspirativos y revolucionarios que los hombres de los partidos democráticos del país emprendieron en cuanto se dio el Golpe de Estado de 1933. Gente formada en las lides de una democracia respetuosa de todos los derechos, muy poca sabiduría podían aportar para una empresa inedita, llena de riesgos y sorpresas, y en la que el secreto era un elemento fundamental, no sólo para el éxito o el fracaso del resultado sino porque entraba a jugar el honor de cada uno, que nunca fue violado.
Conspiradores blancos y colorados los hubo desde el primer momento, y esperanzas de abatir por la acción revolucionaria el gobierno de fuerza también y -por momentos-de mucho aliento.
De todo ello no queda nada escrito, salvo a lo que se refiere el último episodio de la revolución. La Revolución de enero de 1935 que tuvo dos cronistas admirables: Zavala Muniz en su libro "La Revolución de Enero" y Paco Espínola en su carga a Vaz Ferreira desde el Cuartel de Colonia donde estuvo preso luego de Morlan y en la conferencia de la Junta Departamental de Montevideo de 1962. Pero de la "conspiración" tan romántica como frustrada, me temo que nada quede, más que la memoria, cada vez más melancólica y borrosa de los que ya hay pocos sobrevivientes. Hago este largo exordio porque hoy, a la luz de los documentos que prueban la continuidad constructiva de la labor política de los órganos democráticos del Partido, queda bien claro que si los hombres del batllismo se lanzaron, con la virilidad del caso, a los riesgos de la conspiración en busca de una revolución popular, en ningún momento abandonaron la larga marcha civilista de la oposición política: en ningún momento desesperaron del resultado final de esta acción. Es más armaron la estructura política de tal forma que ella fue el instrumento fundamental, pacífico y democrático de la reconquista de las libertades públicas, Los fracasos en el otro campo no desarmaron a aquellos hombres. Por el contrario, le dieron una autoridad innegable y hoy una innegable razón histórica.

Muy poco después de la reunión dela Convención que decretó la abstención, el Gobierno llama a lecciones de Asamblea Constituyente. Los grandes partidos democráticos se abstiene. La elección resultó viciada por la carencia de libertades, la coacción más visible, se destituyeron funcionarios públicos abstencionistas, y el ejercicio ostentoso de toda forma de fraude.
El Comité Ejecutivo convoca a la Convención. Esta se reúne el 24 de agosto. Hay 487 convencionales presentes. Alfeo Brum, preside el acto y en la secretaría está Juan F. Guichon.
Se procede a dar lectura a los informes de las departamentales. Aparte de documentar en cada texto, de objetividad impresionante las irregularidades comprobadas, las persecusiones sufridas, la verguenza de la instalación de impudicias cívicas ya superadas el Partido comprueba que su organización funciona con eficacia y combatividad en todo el país, Han dirigido la abstención y han controlado las irregularidades electorales diecinueve comités departamentales. El Dr, Pablo Minelli. hace, en nombre del Comité Ejecutivo, un sólido resumen de la información:
La Convención del Partido declara que el pretendido acto del 25 de junio de 1933 es nulo e inexistente, no solo en virtud de su origen absolutamente inconstitucional sino también porque significa el más grande atentado que puede consumarse contra la verdad del sufragio y las libertades públicas en un pueblo que había conquistado la realidad de la Democracia. La Convención del Partido señala el acto de 25 de junio como una causa de deshonor que mancha para siempre a quienes lo han organizado, y destaca que la soberanía nacional no es cómplice de la afrenta que se le ha impuesto a la República ante propios y extraños, ante quienes lo presenciaron y ante la historia. Puesta de pie la convención hace suyo el documento y cierra el acto Enrique Rodriguez Fabregat diciendo: "Una sola palabra es nuestra bandera: Revolución en nombre de la libertad"
La Constituyente nacida de esta forma  se propone elegir  candidato a la Presidencia de la República y eso resquebraja a los sectores oficialistas. Los herreristas recusan a al Dr. Demichelli, pre-candidato colorado que, vetado, porque el acuerdo necesitaba mayorías inaccesibles, renuncia. A su vez el Dr. Terra le pide al Gral. Juan Sicco de quién habla el nacionalismo como candidato que renuncie al cargo de Inspector General del Ejército. La lucha por el poder se ha instalado y solo la re elección del Dr. Terra la postergará.
El gobierno siente la presión opositora y ordena el destierro de numerosos dirigentes blancos y colorados para señalar que ellos son el enemigo común. Marchan a comer pan amargo del exilio hombres que han actuado con honor en la vida del país:  Martinez Trueba,  César Batlle, Luis Batlle, Enrique Rodriguez Fabregat y Tomás Berreta.
El CEN resuelve convocar a la Convención para conmemorar el 4to aniversario de la muerte de Batlle. (...) El presidente al declarar abierto el acto anuncia que ha pesar de estar en el destierro se oirán los discursos de Tomás Berreta, y César Batlle Pacheco. Don Tomás esta en Concordia, César Batlle en Río de Janeiro. Rogelio C. Dufour lee el discurso de don Tomás: evoca el caudillo las experiencias que el mismo ha vivido desde 1898, cuando se acercó a Batlle. Don Tomás no es universitario, ni tiene falsas pretensiones intelectuales. Pero tiene, si, una inteligencia viva y , haya leído o no muchos libros, una honda cultura, que le viene de su constanciación con su gente, la gente agraria, con las tradiciones, con los ideales que lo iluminan. Habla de la gesta civilizadora del Partido Colorad, de Batlle, de los sacrificios, las muertes. De Brum.  Parecería que, desde la lejanía, el luchador, acaricia, como si fuera una mejilla cálida, la imágen del territorio nacional con amor de campesino. Historia y destino de su profesión de fe democrática.
Guichón lee el discurso de César Batlle. Batlle Pacheco siempre fue un estoico y un idealista y desde lejos- en una de las páginas más hermosas que escribió en su vida- no evoca el país real y tangible sino a su espíritu. El espíritu de la nación es de la libertad y ante su altar el ciudadano debe ofrecer sus luchas, sus sueños, sus sacrificios. La política no es otra cosa que un ejercicio de abnegación e invocando la que todos deben tener, termina dirigiéndose al Partido y al Pueblo: "Yerguete iracundo impone tu derecho."
No es posible que uno conociera el discurso del otro. Cientos de kilómetros separaban a los dos tribunos, en el momento: y , en la vida de todos los días, ellos parecían(y eran) bien distintos: Un vital caudillo campesino y un civilista recatado sin embargo los dos discursos se entrelazaron en una síntesis perfecta: La tierra, la tradición, la lucha y los ideales eran acordes armónicos de una misma y fecunda idealidad. El batllismo mostraba a la república la profunda unidad de sus ideas. Batlle!, Batlle!, afirmaba aquella multitud con la fuerza creadora de las grandes jornadas democráticas. Eso era el 20 de octubre. El 23, continuados los actos hablaron en el teatro Escudero de Minas, Minelli, Guichón y Grauert, este, por última vez, moriría el 26 a resultas de las heridas recibidas, mientras que sus compañeros pudieron reponerse y volver a la lucha"
Ver:
Hierro Gambardella, L. La Unidad Fraterna. Opinar. Montevideo, jueves 5 de febrero de 1981. Pág.4

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