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lunes, 18 de mayo de 2015

La misión de la Convención del Partido Colorado. Un vivo ejemplo de la Historia

Forjando la Armadura Por Luis Hierro Gambardella.

"No tengo dudas de clase alguna de que en el futuro, cuando se escriba la historia política de nuestro país en este siglo, los historiadores tendrán que fijar intensamente su atención en los debates y resoluciones de la Convención del Partido Colorado Batllista ya que en ella se fundamentó la acción cívica de nuestra colectividad. Soluciones políticas, construcciones legislativas y del Estado, debates ideológicos que luego gravitaron decisivamente el el destino nacional, allí nacieron recogiendo los mandatos de una ejemplar democracia interna.
Si ello es así, como no cabe duda alguna en los largos y fecundos períodos en que el Batllismo gobernó o contribuyó a gobernar, lo que es mucho más- y de manera sin embargo, casi desconocida- cuando él fue desplazado del gobierno tras el golpe de Estado de 1933. En aquellos años fueron muchos los que creyeron que el desplazamiento violento del partido supondría su muerte. Y sin embargo, el funcionamiento de la Convención, del Comité Ejecutivo Nacional, de las autoridades departamentales y seccionales fue lo que mantuvo vivo al Batllismo; porque este no fue un ejercicio mecánico, sino una intensa concentración de acción y de principios como no tuvo otro sector de la vida política del País en la época.
La Convención  se reunía  en el Teatro Royal, escenario de varietes y de justas deportivas, hoy desaparecido. Era una platea amplísima rodeada de pequeños palcos. En el escenario, donde se ubicaba el Comité Ejecutivo Nacional, cuyo presidente de turno dirigía los debates, había al lado de la mesa presidencial, una silla vacía; Era la que había ocupado Batlle en las memorables reuniones de los años veinte, donde se forjó el Programa de Principios del Partido Colorado (Batlle nunca aceptó, como es obvio la denominación de batllista; llegó incluso a sugerir que nuestra colectividad se denominara Partido Colorado Obrerista)
El primer acto de la dictadura, antes aun de darse el Golpe de Estado fue impedir la reunión de la Convención un día o dos antes del 31 de marzo, cuando se proponía ofrecer sus propias formulas ara el movimiento de reforma constitucional con que se estaba agitando el clima político del país.
Producidos los acontecimientos del 31: la clausura de la Asamblea General que no votó las medidas de seguridad pedida por el Presidente y la intervención de los Entes Autónomos, una ola de estupor paralizó al país. El Dr, Baltasar Brum se quitó la vida en un gesto que electrizó a la República.
Apenas dominada la ola pasional que era vivida por todos, era sin dudas más intensa entre quienes dirigían entonces al Partido, se cita a la Convención. El convencimiento creado por Batlle de la fuerza superior de esta Asamblea Política había hecho carne en los lideres y en sus integrantes. Es el 30 de mayo de 1933. Han corrido apenas dos meses desde los tumultuosos episodios que significaron un cambio en la historia del país.
Mientras hay una gran expectativa entre todas las fuerzas democráticas, los órganos oficialistas hacen burlas sobre la mitología batllista.
El libro de actas registra la concurrencia de convencionales. A ellos se suman las barras que pueblan los palcos, la platea alta, los corredores, el foyer, la calle.
Están presentes ochocientos cincuenta delegados. El Presidente de Turno es don Juan P. Fabini y el Secretario don Juan Francisco Guichón. Tras acordes de música solemne abre el acto don Domingo Arena, sentado, ya que su enfermedad le impide hacerlo de pie. Emocionado hasta las lágrimas, el gran tribuno evoca a Brum. Solemne, unánime, la Convención se ha puesto de pie.
El Dr. Dominguez Campora produce el informe que la fuerza impidió que la Convención conociera el 30 de marzo. La Convención tiene que estar informada, aunque los acontecimientos hayan borrado, por la violencia, los esfuerzos conciliatorios del Partido.
César Batlle se adelanta y escucha con gravedad la ovación combatida. La fuerza de su prestancia y su severidad imponente traen a la Convención recuerdos muy hondos que se expresan: Batlle, Batlle. Condena a la dictadura y alienta la fe en la libertad. Ha de iniciarse, entonces, su gran hora ciudadana.
Una moción firmada por 600 convencionales propone que los ciudadanos electos el 20 de febrero de 1932 que se mantuvieron fieles al programa del Partido y condenan al régimen dictatorial. integran el Comité Ejecutivo: Domingo Arena, Tomás Berreta César Batlle Pacheco, Juan P. Fabini, Carlos Sorin, Luis Batlle Berres y otros. El secretario será Guichón y el Tesorero Enrique Comas Nin. Y en un lujo democrático que casi asombra, entre los suplentes están ciudadanos de la talla de Lorenzo Batlle, Pablo María Minelli, Carlos Sapelli, Mateo Legnani y Alfeo Brum
Don Juan Francisco Guichon da lectura a la propuesta del Comité:
1) El Batllismo no acepta ninguna solidaridad con el gobierno de fuerza que destruyendo el imperio de la Constitución de la República ha transformado la Presidencia en una dictadura.
2) El Partido debe mantenerse en actitud de resistencia permanente durante la suspensión de las libertades públicas hasta que las circunstancias permitan su restablecimiento
3) Se repudia por absolutamente incompatible con los ideales del Batllismo con la dignidad ciudadana la actitud de quién ejerza en este gobierno de fuerza puestos de representación que le hubiere confiado el Batllismo, sea en los Entes Autónomos o en cargos efectivos o políticos o los que entraren a sustituir a los desposeídos de esos cargos, así como los que acepten funciones nuevas(Es la primera resolución abstencionistas)
La proposición es aprobada por aclamación, puesta de pie la Asamblea y entre los clásicos e inmortales  Viva Batlle!!!. Julio Céar Grauert pide la palabra. Asciende al estrado y en términos muy concretos propone:
1) El desconocimiento por parte de los futuros gobiernos legales de los empréstitos contratados por la dictadura.
2) Anulación de los cargos públicos provistos por la dictadura.
3) Autorizar al Comité Ejecutivo para decretar la huelga de impuestos.
Las propuestas del futuro mártir no solo son aprobadas por aclamación, sino que, meses después en la Conferencia Panamericana de Montevideo preocuparan(en lo que se refiere a los empréstitos) al Secretario de Estado Mr. Cordell Hull.
Cierra el acto en oración memorable Enrique Rodríguez Fabregat. La multitud se dispersó con apasionada fe combativa. Había descubierto una fuerza y una alegría: tenía conciencia que se había forjado la armadura que necesitaba para enfrentar la lucha."
Ver:
Hierro Gambardella, Luis. Opinar. Montevideo 29 de enero de 1981. Página 4.

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