En 1960 Benedetti publicó con gran suceso “ El país de la
cola de paja”. Era una interpretación similar a la que desarrollaron los
integrantes de la generación del 45: atacaba al Uruguay de las clases medias y
de la burocracia, o sea al batllismo. El libro, además, mostraba grandes
críticas a la democracia uruguaya y lo que era peor al respeto que los
uruguayos teníamos por la democracia. Era el intelectual el que formulaba las
críticas, una persona que se consideraba superior al resto de los mortales. Las
cosas empiezan a cambiar en 1962. A esa elección la izquierda llegó con grandes
expectativas pero que en votos obtenidos fue un fracaso absoluto. En las
elecciones de 1962 continuó con su programa político: el proteccionismo, la
reorganización financiera, fomento de la industria, el agro y el comercio. Lo
novedoso es la figura de un técnico en la lista al Consejo Nacional de Gobierno
en la figura de Julio Lacarte Muró especializado en comercio internacional.
Dentro de la 15, Zelmar Michelini y Hugo Batalla, y de la 14, Renán Rodriguez y
Enrique Martínez Moreno, fundan la lista
99 buscando una revisión crítica del
sistema colegiado. La Unión Civica, el Partido Comunista y el Partido
Socialista no se presentaron en sus lemas habituales, que serán en esa elección:
Partido Demócrata Cristiano, Frene Izquierda de Liberación y la Unión Popular
que estaban integrados, además, con miembros de los Partidos Tradicionales.
En 1962 y como consecuencia de la segunda derrota electoral
del Partido Colorado se producen varios desplazamientos. En ese marco fallece
don Luis Batlle en 1964 dando inicio a una feroz lucha por el liderazgo de la
lista 15 con las inmediatas renovaciones ideológicas y programáticas. En el
debate estaba presente el problema de la reforma constitucional y el debate del
retorno al Poder Ejecutivo unipersonal y las nuevas visiones sobre el dogma
estatista e industrialista del primer batllismo y seguido por el denominado neo
batllismo. Acá surge la figura de Jorge Batlle Ibáñez que fue tomando posición
mediante los medios de comunicación muy poderosos de la época y del sector, el
diario Acción y la Radio Ariel. La otra figura ascendente era el diputado por
Montevideo Julio María Sanguinetti que fue nombrado subdirector del diario
Acción y su redactor responsable.
En las internas del sector que se realizaron el 29 de
noviembre de 1965 quedaron definidas tres corrientes:
1) El quincismo con Jorge Batlle y Alberto Abdala
conformando Unidad y Reforma cuyo eje era la Reforma Constitucional eliminado
el Colegiado.
2) El Consejero Amilcar Vasconcellos y el diputado Manuel Flores Mora encabezaron el movimiento “Por
la ruta de Luis Batlle” con un discurso netamente neo batllista y en la defensa
del sistema Colegiado.
3) El Grupo de los Senadores se presentó con el lema “unidad
quincista”
El triunfo de “Unidad y Reforma” determinó que el sector de
Jorge Batlle y el diario Acción se convirtieran en la punta de lanza en el proceso de elaboración de la nueva
constitución en tanto que en el debate parlamentario fue el Dr. Sanguinetti
quien llevó adelante la responsabilidad de ser el miembro informante.
En tanto, fuera del debate interno que estaba destruyendo la
ortodoxia batllista, los opositores históricos del batllismo, los partidos de
ideas, los intelectuales y la nueva generación de historiadores comienzan a
realizar una mirada crítica del batllismo. Hasta derivar en una predica de
legitimación de valores tradicionales del batllismo dentro de los partidos
denominados de izquierda. Es acá, que luego de la restirada del lema de la
lista 99 y de otros grupos liderados por Alba Roballo y Enrique Rodríguez Fabregat
comienza la dispersión ideológica del batllismo volviéndose más conservador y
ligeramente oscilando hacia posiciones de derecha en el marco de la Guerra Fría
y el ataque de la guerrilla interna. Transcribo una breve interpretación del
historiador Jaime Yaffé :
“La incorporación de lo colorado fue mucho más fuerte en la
configuración frenteamplista originaria. El batllismo tenía atributos muy
funcionales al proyecto frenteamplista y a sus fundamentos históricos: se
trataba, lo mismo que el artiguismo, de un proyecto de transformación frustrado.
Estaba por tanto, en tanto recurso histórico, disponible para ser reinvindicado
desde un posicionamiento político que buscaba relevar a los partidos tradicionales
desde sus propias tradiciones.
Como había sucedido en la década anterior con el artiguismo,
se produjo en los setenta con el batllismo otra confluencia entre
reconstrucción y uso político del pasado por un lado producción historiográfica
por otro. Para la izquierda política este proceso quedó clausurado por la dictadura.
Sin embargo, durante su transcurso la producción historiográfica uruguaya dio
un salto notable en el conocimiento de las primeras décadas del siglo veinte
desarrollándose una aguda interpretación del batllismo potencialmente funcional
al tipo de lectura y ubicación histórica que la izquierda venía cultivando con
particular énfasis desde 1971. Se produjo entonces en esa década, un desfasaje,
en tanto la historiografía dio un gran salto adelante en el estudio del
batllismo en un tiempo en que la izquierda política estuvo diezmada por la más
salvaje represión que ha conocido la historia política del Uruguay
contemporáneo. La izquierda restaurada en 1984 retomó la innovación bloqueada
en 1973 contando para ello con una base historiógráfica ampliada, renovada,
pero ampliamente confirmatoria de la línea ya trazada antes del Golpe de Estado
de 1973. A lo largo de diez años (entre 1979 y 1987) los historiadores José
Pedro Barrán y Benjamín Nahum fueron dando a conocer los resultados de su
investigación sobre el primer batllismo a través de la serie titulada Batlle,
los estancieros y el Imperio británico. Abordaron el estudio e interpretación
del batllismo basándose en los mismos cuatro pilares mencionados anteriormente para
el caso de los estudios sobre el artiguismo: el carácter transformador
(revolucionario en un caso, reformista en otro); el fundamento económico y
social del proceso; el papel de los sujetos colectivos (clases sociales, masas
populares) y la inclinación “popular” del movimiento; la detención del programa
de cambios anunciado, de donde se deriva el carácter inconcluso del fenómeno
histórico y su potencialidad como recurso político. Con este avance
historiográfico se consolidó una visión del batllismo como movimiento político reformista
que había desplegado un segundo proyecto de profunda transformación económica y
social del Uruguay. El reformismo batllista se había propuesto la
transformación económica y social del Uruguay. Su discurso político revelaba una
sensibilidad especial por los sectores populares. Si bien había contado para
aplicar parte de sus planes con el control del Estado, se había visto
bloqueado, una vez más, frustrado por la acción del imperialismo de afuera y
los conservadores de adentro.”
El batllismo se volvió más volcado desde entonces a buscar
un equilibrio entre el orden y los equlibrios entre autoridad y libertad,
olvidando su razón de ser: satisfacer las necesidades y las demandas de la
sociedad.