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martes, 11 de enero de 2011

LOS ACONTECIMIENTOS DE 1808 EN LA OBRA DE JUAN PIVEL DEVOTO: Dr. Tomás Sansón Corbo Universidad de la República Universidad de Montevideo:







LOS ACONTECIMIENTOS DE 1808
EN LA OBRA DE JUAN PIVEL  DEVOTO



Dr. Tomás Sansón Corbo
Universidad de la República
Universidad de Montevideo



Advertencia


     El bicentenario de los acontecimientos de 1808 permite reflexionar sobre aspectos esenciales de la configuración de los diversos relatos que contribuyeron a definir un imaginario colectivo de carácter nacionalista.

     La historiografía ha sido uno  de los discursos fundamentales para dotar a la República Oriental del Uruguay de una identidad. En esta ponencia pretendemos estudiar la forma en que Juan Pivel Devoto, uno de los máximos historiadores uruguayos, interpreta y expone esos hechos al servicio de su concepción general de la historia nacional. Centramos el análisis en uno de sus libros más significativos: Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811.



I. EL "URUGUAY FELIZ" Y EL APOGEO DE LOS MITOS FUNDACIONALES

   
            En las décadas de 1940 y 1950 Uruguay vivió el punto más alto de la autocomplacencia de su excepcionalidad. La prosperidad de la segunda postguerra generó, por lo menos en los sectores urbanos, sentimientos de seguridad y optimismo. Los referentes imaginarios -"Suiza de América", "Atenas del Plata"- evocan con nostalgia esa época de bienestar. 

            Para consolidar una utopía posible los sectores dirigentes intentaron reforzar los lazos cohesionadores del pasado mediante una conciliación partidocrática pretérita, complemento y correlato de la jurídica (Constitución de 1952). Esta tarea la cumplió la historiografía tradicional a través de la “tesis independentista clásica”.

            El Estado creó y promovió desde fines del siglo XIX las condiciones para la construcción de un imaginario nacionalista. La "escuela" fundada por Francisco Bauzá, entre otros, se transformó en versión oficial de la historia nacional. Juan Pivel Devoto fue su máximo exponente, portavoz ideal del sociolecto encrático[1] para concretar una difusión masiva de sus pareceres a través de la apelación al pasado. Intentó reconciliar la historia uruguaya y tender puentes entre blancos y colorados. Actuó como historiador conciliador, obró de acuerdo a los requerimientos de una situación de coparticipación política civilizada. 




II. JUAN PIVEL DEVOTO


2.1. BIOGRAFIA


            Pivel nació en la ciudad de Paysandú en 1910 y murió en Montevideo en 1997. Fue uno de los historiadores más importantes del siglo XX.

            Toda su actividad se caracterizó por un "nacionalismo" militante; adhirió al Partido Blanco por considerar que esta colectividad históricamente defendió los principios nacionales. Tuvo buena relación con personalidades del Partido Nacional como Luis Alberto de Herrera y Wilson Ferreira Aldunate.  Herrera lo estimuló para que priorizara la historia en lugar de hacer una carrera política.
    
            En 1923 su familia se radicó en Montevideo y concurrió al Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. Fue un alumno inconformista, por iniciativa propia estudió en las más importantes bibliotecas de la capital. Estas lecturas ampliaron su horizonte intelectual y definieron una clara vocación histórica.
       
            Comenzó a dictar clase a los 18 años en el Instituto Magisterial Gabriela Mistral. En 1936 fue designado Profesor Adjunto al Dr. Felipe Ferreiro y docente de la “Universidad de Mujeres”. Ese mismo año ganó por concurso un cargo de Profesor de Historia Nacional en la Escuela Militar. Entre 1937 y 1940 dio clases en el Liceo Francés. Su principal actividad docente la desarrolló en el Instituto de Profesores Artigas donde trabajó desde 1951 a 1982. En 1959 fue Profesor Visitante en la Universidad Nacional de La Plata y dictó un curso sobre Historia del Uruguay en los siglos XIX y XX.

            Integró varias instituciones vinculadas a la investigación.

            En 1940 falleció Daniel Martínez Vigil, Director de Museo Histórico Nacional. Un grupo de ciudadanos vinculados al mundo de la cultura, haciendo uso del derecho de petición, presentaron una nota al Presidente de la República solicitando que Pivel fuera designado para ocupar ese cargo. Los peticionantes enumeraron prolijamente sus antecedentes intelectuales y la lista de sus publicaciones.  Luis Alberto de Herrera apoyó la candidatura y el Presidente Alfredo Baldomir lo designó. Permaneció cuatro décadas en el cargo, fue su cuartel general y un verdadero centro de investigación histórica.

            Ocupó importantes cargos públicos: Consejero del Ministerio de Relaciones Exteriores (1938), miembro del Consejo Departamental de Montevideo (1955-59), Presidente del SODRE (1959-63), Ministro de Instrucción Pública y Previsión Social (1963-67), delegado oficial de Uruguay ante la UNESCO (1960 y 1964), representante de Uruguay en reuniones de OEA (1963 y 1966).

            En la etapa final de la dictadura, como Presidente del Directorio del Partido Nacional,  participó en las negociaciones con los militares. Restablecida la legalidad democrática el Presidente Julio Ma. Sanguinetti, lo designó Presidente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública (1985-1989).

            Desarrolló una intensa actividad, pero nunca abandonó su tarea docente en el IPA. Solamente delegó la dirección del Museo por un corto tiempo mientras ocupó la cartera de Instrucción Pública  ya que la tarea le absorbía demasiado tiempo.  



2.2. UN HISTORIADOR COMPLEJO Y POLIFACETICO


            El Dr. Julio Lerena Joanicó ejerció una fuerte influencia sobre Pivel; lo vinculó con intelectuales y políticos de la talla de Pablo Blanco Acevedo, Felipe Ferreiro, Mario Falcao Espalter y  Luis Alberto de Herrera.
    
            Consideró a Francisco Bauzá como maestro.  Organizó un plan de lecturas a partir de la Reseña Preliminar de la Historia de la dominación española en el Uruguay.
 
            Su producción historiográfica fue abundante y está dispersa en libros, prólogos  y artículos. Especialmente se ocupó del artiguismo, los problemas limítrofes, la historia económica y política, el proceso emancipador, la consolidación del Estado y de la nacionalidad. Abarca un período cronológico muy extenso que va desde la época colonial hasta comienzos del siglo XX. Entre sus obras más destacadas pueden citarse: Historia de los partidos políticos en Uruguay, Historia de la República Oriental del Uruguay (en coautoría con su esposa, Alcira Ranieri), Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811 y Contribución a la historia económica y financiera del Uruguay. Los bancos.

            Dedicó mucho tiempo y esfuerzo a la publicación de fuentes: el Archivo Artigas, la Colección de Clásicos Uruguayos, y la Revista Histórica. Su labor en este campo  no tiene parangón en Uruguay.












III. LA JUNTA DE 1808 EN EL CONTEXTO DE LAS Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811


3.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA OBRA


            El análisis de Raíces... debe realizarse en el marco de una tradición historiográfica de cuño nacionalista: encrática, transpartidaria y cohesionadora del imaginario colectivo.

            Pivel pretende  demostrar que "la nacionalidad uruguaya está prefigurada desde los orígenes de nuestra formación social”[2]. La obra consta de 23 capítulos y un apéndice documental; conceptualmente está estructurado en tres partes: a) la campaña y sus problemas -caps. I al XIII-; b) Montevideo y sus tensiones con Buenos Aires -XIII a XVIII-; c) situación general de la Banda Oriental en la antesala de la Revolución -XIX a XXIII-.

            Explica prolijamente la situación económica del campo y la ciudad para luego referirse al universo social generado por ella. Realiza interesantes descripciones de los tipos humanos rurales y urbanos, y procura revelar las razones de su proceder corporativo. Dedica especial atención a comerciantes y hacendados, los artífices de la pujanza de la Banda Oriental y protagonistas de sus veleidades autonomistas. Raíces... describe el mundo tardocolonial en el cual Artigas creció y maduró. Aunque explícitamente se lo mencione poco, el libro comienza y termina refiriéndose a él, su figura trasunta toda la obra.

            Es un libro profusamente documentado con un sólido respaldo bibliográfico[3] y de  fuentes[4]. Sin el aparato erudito sería ininteligible pues la narración está entretejida de citas que cumplen funciones descriptivas y probatorias. Hay un total de 288 notas que por su densidad conceptual constituyen un texto paralelo al corpus del trabajo, lo respaldan e interactúan con él.
    
            Una de las normas del "método" de Pivel, reiteradamente utilizadas cuando los documentos disponibles lo permiten, consiste en desplegar un vasto abanico de fuentes para probar una afirmación, dirimir posiciones encontradas o ilustrar al lector. Ensambla los documentos, aprovecha la información que trasmiten e incluso sus silencios.

            Elaboró una interpretación del pasado colonial que tradujo en términos profanos lo que Bauzá había formulado en clave providencialista. Identificó una serie de factores que le dieron a la Banda Oriental características particulares en el seno del Virreinato, explican su tendencia autonomista y prefiguran el sentimiento nacional. Los factores mencionados se inscriben en una arquitectura argumental armónicamente presentada en el desarrollo de la obra:






            La ganadería cumplió un rol dinamizador y valorizó al territorio de la Banda Oriental tardíamente colonizado. La estancia "fue elemento nuclear en el orden social"[5] y similar a un señorío pues, como en la Edad Media, el propietario debía contribuir a poner orden en el medio rural y proteger a sus dependientes. Cada establecimiento era un centro autárquico, polo dinamizador de la riqueza de la Banda Oriental; la autoridad virreinal, representada por el Gobernador de Montevideo, no se ejercía con eficacia en la campaña; el estanciero llenaba ese vacío.

            Uno de los problemas más acuciantes era la fragmentación del territorio. El desarrollo de la Banda Oriental se veía perjudicado porque estaba dividida en tres jurisdicciones administrativas: la de Montevideo, Buenos Aires y Yapeyú-. Esto ocasionaba dificultades y conflictos, postergaba, entre otras cosas, el arreglo de los campos. La geografía y el tipo de explotación económica aglutinaban a la población y definían una identidad particular por encima de las delimitaciones artificiales.

            Montevideo, la ciudad-puerto, era un polo dinamizador de la economía y aspiraciones autonomistas (cap. XIII). Se oponía a Buenos Aires en una  dialéctica generadora de reivindicaciones de los sectores hegemónicos (caps. XIV-XVI).

            En el marco de una campaña y una ciudad con peculiaridades tan especiales, se produjeron a comienzos del siglo XIX una serie hechos que condicionaron el surgimiento de la Revolución (caps. XVII-XVIII)

            La trama de la obra se articula en torno a una línea argumental cuyo propósito es presentar a la Banda Oriental como realidad diferenciada dentro del virreinato del Río de la Plata, cuna de una nacionalidad definida. En esta estrategia discursiva, los acontecimientos de 1808 adquieren enorme importancia.



3.2. LOS ACONTECIMIENTOS DE 1808


            Los sucesos de 1808 son analizados profundamente en el capítulo XVII titulado "La definición autonomista de 1808". Su estudio evidencia una isotopía autonomista, reiteradamente se articulan interpretaciones, sólidamente documentadas, a efectos de justificar el macroparadigma proposicional: la nación estaba prefigurada desde la colonia y los acontecimientos de la primera década del siglo XIX aceleraron un proceso ineludible, casi providencial.

            Elío fue designado Gobernador de Montevideo y Comandante General de la Campaña. Pivel interpreta esto como un paso importante “en el proceso de unificación de nuestro territorio”[6]  (a pesar de subsistir la dependencia administrativa y militar  de las otras jurisdicciones de la Banda Oriental a la autoridad bonaerense).

            La Junta de Gobierno, creada el 21 de setiembre de 1808, surgió a consecuencia de:

·         la crisis monárquica española;  
·         los temores a una posible invasión lusitana;
·         la amenaza francesa;
·         el tradicional enfrentamiento y desconfianza entre Montevideo y Buenos Aires;  y
·         las tensiones entre Elío y Liniers.

            Durante la actuación de la Junta quedaron de manifiesto “los dos sentimientos primordiales que animaban entonces a los habitantes de Montevideo: la indeclinable lealtad a la Corona y el anhelo autonomista respecto de las autoridades residentes en la Capital del Virreinato”[7]. El sentimiento autonomista  adquirió entonces el nivel de  componente arquetípico del inconsciente colectivo montevideano.

            Cuando sobrevinieron las invasiones inglesas, los comerciantes y el pueblo de Montevideo prestaron su concurso humano y material para reconquistar Buenos Aires. El éxito de la empresa permitió a los sectores dirigentes de Montevideo, reiterar en sus informes a la Corona, la necesidad de crear un Consulado y la Intendencia. La ocupación británica de Montevideo provocó varios cambios, entre ellos la implantación del comercio libre. Los artículos introducidos por los ingleses ocasionaron disputas con Buenos Aires pues las autoridades pusieron trabas para su libre circulación. Los orientales tomaron conciencia de sus posibilidades en el plano militar, las ventajas del libre comercio y del desprecio de Buenos Aires por los méritos de la Reconquista.

            La Junta de 1808 se mantuvo fiel a la Corona, pero reivindicó con firmeza las aspiraciones de los vecinos de la ciudad. Elío actuó en consonancia con la Junta y jugó un importante rol. Con sus actitudes contribuyó a romper la unidad del Virreinato, especialmente al autorizar -amparándose en el carácter excepcional de las circunstancias- el comercio con ingleses. 

            Toda la argumentación piveliana para justificar el surgimiento de la Junta y su importancia en la evolución posterior de los acontecimiento, parte de la debilidad del Virreinato que fue incapaz de generar fuerzas cohesivas e integradoras. Además de los  argumentos probatorios propios, apela a la opinión de destacados historiadores, como  Emilio Ravignani, que lo confirman.

            Los cabildos, por su parte, cumplieron un rol dispersivo: expresaron y canalizaron tendencias particularistas, defendieron los intereses de las ciudades que representaban. Particularmente el de Montevideo actuó en contra de las medidas unitarias tomadas por el Virrey y la Audiencia. La Junta procedió de manera similar pero con mayor vigor pues la integró el propio Gobernador y protagonizó un enfrentamiento formal con las autoridades de la capital. Logró reunir en un sentimiento y en una lucha comunes a los sectores socialmente hegemónicos (hacendados y comerciantes).

            Para Pivel, la “lucha de puertos” se generó por los intereses y aspiraciones de hacendados[8] y comerciantes[9]. Estos grupos de presión habían sido favorecidos por  disposiciones reales[10] que estimularon el desarrollo del puerto, dinamizaron la vida económica de Montevideo y contribuyeron al afianzamiento de las tendencias localistas. Las reivindicaciones de estos sectores representan la autoafirmación local frente a una alteridad rechazada y la identificación con el "ser de una región", elementos configuradotes de identidad.

            La Banda Oriental estaba sometida a la capital por lazos artificiales de naturaleza administrativa; era un mero apéndice de la misma. Sus peculiaridades geográficas y su pujanza económica justificaban el reclamo de un trato distinto. En Montevideo el espíritu de puerto fue el "germen de más amplias aspiraciones políticas"[11].

            Elío desempeñó un rol protagónico, “al canalizar en una tan radical decisión los sentimientos de Montevideo, se convirtió en 1808 en el caudillo que interpretaba la voluntad popular”[12]. Pivel sugiere una fuerte simbiosis entre el Gobernador y la ciudad hacia la que mantuvo siempre un especial cariño. Sin pretender analizar el sentido dado por Pivel a la expresión “caudillo” -o a la pertinencia de su aplicación a Elío en el contexto de 1808-, resulta evidente que ve en el personalismo un factor para explicar el  devenir de los acontecimientos. Recordemos que el autor considera fundamental la acción  de los  caudillos durante la Revolución y la posterior etapa independiente. La Junta fue posible porque contó con un dirigente decidido y poderoso que la respaldó y guió.

            Elío consideró legítimos los anhelos de comerciantes y hacendados y éstos lo respaldaron:

            “Con el carácter de disposición transitoria, impuesta por las exigencias que resultaron de su ruptura con la Capital, Elío autorizó el comercio con los ingleses por el puerto de Montevideo como medio de fomentar los ingresos fiscales de su Aduana, con cuya providencia contribuyó, desde luego que sin proponérselo, a debilitar aun más la estructura del régimen monopolista. Mariano Moreno en su `Representación` de los hacendados del Río de la Plata, habría de recordar poco después en defensa de su tesis, la trascendencia de esta medida”[13].

            El capítulo XIX titulado “El comercio con los extranjeros y la crisis del sistema económico tradicional” profundiza el estudio de las medidas liberalizadoras, su influencia y alcance: “Al comentar los efectos de esta medida en 1810, D. José de Salazar, jefe del Apostadero de Montevideo, la consideraría como `el más decidido paso hacia la pérdida de estas provincias`”[14].

            Un estudio desde el punto de vista del análisis del discurso contribuye a clarificar las estrategias narrativas del autor en orden a la justificación de sus proposiciones.

            En Raíces… el discurso informa el relato[15] y predomina sobre éste. Es un discurso que utiliza en  ocasiones claves el pronombre personal "nosotros" y el pronombre posesivo "nuestro" como marcadores retóricos para definir la pertenencia del autor y del lector a una comunidad autocontinentada: Uruguay o la nación oriental. La trama se expone en forma de enunciación narrativa. A través de frecuentes conmutaciones  de tiempos narrativos en discursivos y viceversa aparece el discurso del autor  para justificar y probar sus tesis.

            Cuando Pivel estudia la Junta de Gobierno y su significación predominan los tiempos del relato: expone hechos objetivos, que tienen realidad histórica autónoma y son independientes de la voluntad del narrador. Esta linealidad pretérita se rompe cuando debe explicitar su opinión, y lo hace especialmente en una ocasión para especular sobre la debilidad del Virreinato:

                 /(a)/ "Los virreinatos del siglo XVI surgieron en medios más plásticos, en pleno desarrollo de la colonización; los virreyes representaban entonces a la monarquía en un período de prestigio; el del Río de la Plata se formó  cuando declinaba ya el esplendor de la realeza, cuya autoridad prolongaban aquellos magistrados.

                 /(b)/ "Las instituciones gravitan en la formación de un pueblo por el poder de la autoridad que representan y por su fuerza social. Durante la época colonial, en la Banda Oriental podrá haber  ejercido el Virrey su autoridad política y militar (…) pero es evidente que no se percibe su influencia social.  /(c)/ En más alto grado, por la índole de sus funciones, como señala Matienzo, habría podido ejercer esa influencia social la Real Audiencia, pero establecida en 1783 no tuvo tiempo para ello. Por otra parte, la influencia cohesiva de la Audiencia fue anulada por las fuerzas dispersivas de carácter económico congregadas en torno al puerto de Montevideo situado en la margen opuesta del gran río" [16].

            Puede observarse que las conmutaciones de /(a)/ a /(b)/, y de /(b)/ a /(c)/ son radicales y ágiles. En el primer caso no existe ninguna transición del relato al discurso: la utilización en /(a)/ del indefinido -"surgieron", "formó"- e imperfecto -"representaban", "prolongaban"- da cuenta de los distintos momentos de creación de los virreinatos americanos y en especial la fundación a destiempo del Virreinato del Río de la Plata. En /(b)/ el autor irrumpe en la narración opinando sobre la importancia de las instituciones en la "formación" de un pueblo y esboza, en base a la regularidad invocada, una especie de ley histórica -marcada por los presentes "gravitan" y "representan"-. Su no aplicabilidad al caso rioplatense explicaría la dispersividad oriental. Pivel convalida su opinión refiriendo los hechos como un narrador contemporáneo -"(...) es /presente/ evidente que no se percibe /reflexivo presente/ su influencia social"-. Procura relativizar las fronteras cronológicas haciendo contemporáneo lo expuesto. La intervención subjetiva del autor se apoya en los hechos objetivos sobre los que está escribiendo. 

            La segunda conmutación no implica un rompimiento temporal pues utiliza como tránsito el presente -"señala"- y el potencial -"habría podido"- para poner el ejemplo de otra institución muy fuerte como la Real Audiencia que al igual que el virreinato fue instaurada tarde. En /(c)/  Pivel avala su "ley" apoyándose en Matienzo, culmina volviendo al pasado -pretérito indefinido: "tuvo", "fue"- para avalar que la débil implantación del virreinato fue erosionada por el sentimiento autonomista montevideano.

            El discurso del autor cita implícitamente en este fragmento una cantidad de factores ya estudiados en el libro y que configuran la originalidad oriental. Bajo el elemento institucional aparecen los económicos, sociales y geográficos que en su conjunto operaban de forma dispersiva. Puede leerse entre líneas que el Virreinato fue una ficción jurídico-política, una entidad "contra natura" y creada a destiempo para solucionar los problemas orientales y rioplatenses.

            Factores de orden geográfico, político, económico, social  y cultural de carácter estructural -que pautaban la originalidad de la Banda Oriental dentro del Virreinato  y que paulatinamente se hicieron sentir con mayor fuerza a medida que se eclipsaba el poderío español- hicieron eclosión en 1808. El sentimiento autonomista montevideano, que representaba el sentir de toda la Banda Oriental, encontró expresión jurídica en la Junta de Gobierno.

            Con el nombramiento de Baltasar Hidalgo de Cisneros como nuevo Virrey del Río de la Plata la Junta consideró que había llegado el momento de su disolución (30 de julio de 1809); sus anhelos autonomistas fueron contemplados en los años posteriores[17].

CONCLUSIÓN


            En Raíces... Pivel proyectó el origen de la nacionalidad a la época colonial y reconoció a Artigas como héroe fundacional. Todos los caminos confluían inexorablemente hacia el año 1811. La Revolución se nutrió del sentimiento libertario de la campaña y la tendencia autonomista montevideana. Con este libro contribuyó a imaginar una comunidad nacional y definir sus referentes identitarios.

            Para Pivel, los acontecimientos de 1808 y en particular la acción de la Junta de Gobierno, fueron fundamentales para romper la endeble unidad de Virreinato del Río de la Plata. Su influjo contribuyó a darle visos de institucionalidad al sentimiento autonomista de la Banda Oriental. Todo estaba preparado para el paso siguiente e inevitable: la Revolución.

El discurso de Pivel presenta una fuerte isotopía[18] que deja pocos intersticios para la crítica. La reiteración de ideas, el aprovechamiento de distintos contextos para reforzar argumentos ya planteados, y el uso de las estrategias narrativas, fueron los recursos utilizados para sustentar sus proposiciones. Recurrió a la competencia intertextual de sus lectores. Reiteradamente el yo narrador irrumpe en el texto mostrándose portavoz de sus contemporáneos en cuanto co-propietarios de un pasado colonial común y fundante.






 
Bibliografia y fuentes


Fuentes


PIVEL DEVOTO, Juan, Francisco Bauzá. Historiador y adalid de la nacionalidad uruguaya. Luchador político y social, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1968, 2 volúmenes.


Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811. Montevideo. Editorial Medina, 1957


Fuentes


PIVEL DEVOTO, Juan, Francisco Bauzá. Historiador y adalid de la nacionalidad uruguaya. Luchador político y social, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1968, 2 volúmenes.



Bibliografía

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b) LIBROS

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