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jueves, 10 de febrero de 2011

Breve Historia del Neoliberalismo: Conferencia dictada en 1999 por Susan George.

Susan George
BREVE HISTORIA DEL NEOLIBERALISMO: veinte años de economía de elite
y las oportunidades emergentes para un cambio estructural.
Tomado de la WEB
http://www.rcci.net/globalizacion/llega/fg099.htm
"Los organizadores de la conferencia me han solicitado una breve historia del
Neoliberalismo que titularon: “Veinte años de economía de elite”. Siento mucho decirles
que para que esto tenga sentido, debo partir desde un poco más atrás, tal vez unos 50
años, al finalizar las Segunda Guerra Mundial.
Si en 1945 o 1950 alguien hubiera propuesto cualquiera de las ideas o políticas que
hoy son comunes en el recetario neoliberal, se habrían reído en su cara o lo habrían
enviado a un asilo de locos. En esa época, al menos en los países occidentales, todos
eran keynesianos, socialdemócrata, socialcristiano demócratas o de alguna variante del
marxismo. La idea de que el mercado podría tomar las principales decisiones políticas y
sociales; la idea de que el estado debería reducir su rol en la economía o que las
corporaciones pudieran tener plena libertad, que los sindicatos debían ser restringidos y a
los ciudadanos se debería dar menos en vez de más seguridad social –tales ideas eran
completamente ajenas al espíritu de la época. Aunque pudiera haber habido alguien de
acuerdo con esas ideas, él o ella habría vacilado en adoptar tal posición en público y
habría tenido grandes dificultades en encontrar quien escuchara.
Sin embargo, por increíble que parezca hoy día, particularmente entre los jóvenes, el FMI
y el Banco Mundial eran vistos como instituciones progresistas. Se les llamaba a veces,
los “gemelos de Keynes”, porque eran los engendros mentales de Keynes y de Harry
Dexter White, uno de los cercanos consejeros de Franklin Roosevelt. Cuando en 1944 se
crearon estas instituciones en Bretton Woods, su mandato era ayudar a prevenir futuros
conflictos, apoyando la construcción y el desarrollo y resolviendo problemas temporales
en las balanzas de pagos. No tenían ningún control sobre las decisiones económicas de
los gobiernos individuales, ni su mandato incluía una licencia para intervenir en las
políticas nacionales.
En las naciones occidentales, el estado de Bienestar y el New Deal habían estado
funcionando desde los 30, pero su expansión había sido interrumpida por la guerra. En la
posguerra, la primera instrucción fue reponerlos. El otro importante ítem de la agenda,
fue volver a reponer el movimiento del comercio mundial –esto se cumplió a través del
plan Marshall, que de nuevo estableció a Europa como el principal socio comercial de los
Estados Unidos, la principal economía del mundo. Fue en este tiempo cuando fuertes
vientos de descolonización comenzaron a soplar, en donde la libertad fue obtenida por
medio de acuerdos, como en India, o a través de la lucha armada, como en los casos de
Kenya, Vietnam y otras naciones.
En conjunto, el mundo había firmado una agenda extremadamente progresista. El gran
estudioso Karl Polanyi, publicó su obra maestra La Gran Transformación en 1944, una
fiera crítica a la sociedad industrial del siglo XIX, basada en el mercado. Entonces, han
pasado más de 40 años desde que Polanyi hizo esta asombrosamente profética y
moderna declaración: “Permitir al mecanismo del mercado ser el único director del
destino humano y de su ambiente natural... resultaría en la demolición de la sociedad”
(p.73). Sin embargo, Polanyi estaba convencido de que tal demolición ya no podría
ocurrir en el mundo de la posguerra, porque como decía (p. 251): “Desde dentro de las
naciones, estamos presenciando un desarrollo bajo el cual, el sistema económico no
dicta la ley a la sociedad y se asegura así la primacía de la sociedad sobre ese sistema”
Pero lástima, el optimismo de Polanyi estaba mal ubicado –el punto central del
neoliberalismo es que al mecanismo del mercado, debería permitírsele dirigir el destino de
los seres humanos. La economía debería dictar sus leyes a la sociedad y no al revés. Y
tal cual lo previó Polanyi, esta doctrina nos está conduciendo directamente hacia “la
demolición de la sociedad”.
¿Y entonces qué pasó? ¿Por qué hemos alcanzado este punto, medio siglo después de
la Segunda Guerra Mundial? O como han preguntado los organizadores: ”¿Por qué
tenemos esta conferencia justo ahora?” La respuesta es breve: “es debido a la serie de
crisis financieras, especialmente en Asia”. Pero esto reclama otra pregunta y es la
pregunta que realmente se están haciendo, que sería: “Cómo llegó a emerger el
neoliberalismo desde su posición de ghetto ultraminoritario para transformarse en la
doctrina dominante que es hoy día?” ¿Por qué el Banco Mundial y el FMI pueden
intervenir a voluntad y forzar a los países a participar en la economía mundial, en términos
desfavorables? ¿Por qué la Seguridad Social se encuentra amenazada en todos los
países en donde alguna vez fue establecida? ¿Por qué el medio ambiente se encuentra al
borde del colapso y por qué hay tantos pobres en los países ricos como pobres, en un
periodo como éste, de tanta riqueza? Estas son las preguntas que deben responderse
desde una perspectiva histórica.
Como alegamos en la revista trimestral Dissent, una explicación posible para el triunfo del
neoliberalismo y de los desastres económicos, políticos, sociales y ecológicos que lo
acompañan, es que los neoliberales han comprado y pagado su propia “Gran
Transformación” viciosa y regresiva. Ellos comprendieron –como no lo hicieron los
progresistas— que las ideas tienen consecuencias. Partiendo de un pequeño embrión en
la Universidad de Chicago, con el filósofo y economista Friedich von Hayek y sus
estudiantes --como Milton Friedman en su núcleo—los neoliberales y sus patrocinadores,
crearon una enorme red internacional de fundaciones, institutos, centros de investigación,
publicaciones, académicos, escritores emparrillados en relaciones públicas, para
desarrollar, empaquetar y promover incansablemente sus ideas y doctrinas.
Ellos construyeron este cuadro ideológico tan altamente eficiente, porque comprendieron
lo que decía el pensador marxista Antonio Gramsci cuando desarrollo el concepto de
hegemonía cultural. Si Ud. Puede ocupar la cabeza de la gente, sus corazones y sus
manos le seguirán. Yo no puedo dar detalles aquí, pero créanme, el trabajo ideológico y
promocional de la derecha ha sido absolutamente brillante. Gastaron cientos de millones
de dólares, pero el resultado justifica cada centavo invertido, pues lograron hacer que el
neoliberalismo pareciera como si fuera la condición natural y normal de la humanidad. No
importando cualquiera haya sido el tipo o número de desastres que creó tan visiblemente
el sistema liberal; no importando qué crisis financiera haya engendrado ni cuántos
perdedores ni cuántos marginados vaya a crear, así y todo, parecía inevitable --como un
acto divino-- como si fuera el único orden económico y social a nuestra disposición.
Permítanme enfatizar cuan importante es comprender que este vasto experimento
neoliberal bajo el cual todos estamos forzados a vivir, ha sido creado por gente con un
propósito. Cuando ustedes capten esto, cuando ustedes comprendan que el
neoliberalismo no es una fuerza como la gravedad, sino una construcción totalmente
artificial, también podrán comprender que lo que algunos han creado, otra gente, pueden
cambiarlo. Pero no pueden cambiar esto sin reconocer la importancia de las ideas. Yo de
todo corazón, estoy con los proyectos de las bases, pero también advierto que todos esos
proyectos pueden colapsar si el clima ideológico le es hostil a sus propósitos.
De este modo, desde una secta pequeña e impopular --casi carente de influencia-- el
neoliberalismo ha llegado a ser la mayor religión universal, con su doctrina dogmática, su
sacerdocio, sus instituciones legislativas y quizá, lo que es más importante, su infierno
para los herejes y pecadores que se atreven a oponerse a la verdad revelada. Oskar
Lafontaine, el ex Ministro de Finanzas de Alemania --a quien el Financial Times llamó un
“keynesiano no reconstruido”-- recientemente fue enviado al infierno porque se atrevió a
proponer impuestos más altos a las corporaciones, junto con recortes de impuestos para
las familias ordinarias y menos afluentes.
Habiendo establecido el escenario y el contexto, déjenme apurarme para regresar al
marco de 20 años que se me solicitó. Esto significa 1979, el año que Margaret Thatcher
llegó al poder y lanzó la revolución liberal en Gran Bretaña. La Dama de Hierro era ella
misma una discípula de von Hayek, era una social darwinista que no le daba escalofríos
expresar sus convicciones. Era muy conocida por justificar su programa con una sola
palabra, T I N A : There is No Alternative ( No hay alternativa). El valor central de la
doctrina de la Tatcher y del neoliberalismo en sí mismo, es la noción de competencia –
competencia entre naciones, regiones, empresas y por supuesto, entre individuos. La
competencia es central porque separa las ovejas de los carneros, los hombre de los
niños, los aptos de los ineptos. Se supone que distribuye los recursos, sean físicos,
naturales, humanos o financieros con la mayor eficiencia posible.
En un agudo contraste, el gran filósofo chino Lao-Tze termina su Tao-te-Ching con las
siguientes palabras: “Por sobre todo, no compitas”. Los únicos actores en el mundo
neoliberal que parecen haber tomado en cuenta el consejo --los más grandes actores de
todos-- son las Corporaciones Transnacionales. El principio de competencia se aplica
escasamente a ellas; prefieren practicar lo que podríamos llamar el Capitalismo de
Alianza. No es accidental que --dependiendo del año-- entre los dos tercios a tres cuartos
de todo el dinero etiquetado bajo “Inversión Extranjera Directa” no se dedique a inversión
creadora de nuevo empleo, sino a fusiones y adquisiciones que casi invariablemente
resultan en pérdidas de empleos.
Dado que la competencia es siempre una virtud, sus resultados no pueden ser malos.
Para el neoliberal, el mercado es tan sabio y tan bueno, que al igual que Dios, su mano
invisible puede hacer el bien de un mal aparente. Así, la Thatcher dijo en uno de sus
discursos: “Es nuestra función glorificarnos en la desigualdad y velar que a los talentos y
las habilidades se les sea dado una salida y expresión para el beneficio de todos
nosotros”. En otras palabras, no se inquieten por los que quedan atrás en la competencia.
La gente es desigual por naturaleza, pero esto es bueno , porque las contribuciones de
los bien nacidos, mejor educados, los más duros, eventualmente beneficiarán a todos.
Nada en particular se debe a los débiles, a los pobremente educados; lo que ocurra con
ellos es su propia culpa, nunca la falta de la sociedad. Si al sistema competitivo se le da
“salida”, como dice Margaret, con ello la sociedad será mejor. Desafortunadamente, la
historia de los últimos 20 años, nos enseña exactamente lo opuesto.
En la Gran Bretaña pretatcheriana, una persona de cada diez, se clasificaba como
viviendo por debajo del nivel de pobreza; un resultado no muy brillante pero honorable,
según van las naciones, pero en todo caso, muy superior al periodo de preguerra.
Actualmente, una persona de cada cuatro y un niño de cada tres, es oficialmente pobre.
Este es el significado de la sobrevivencia de los más aptos: gente que no puede calentar
sus casas en invierno, que deben poner una moneda en el medidor antes de tener
electricidad o agua; que no poseen un abrigo impermeable y caliente, etc. Yo estoy
tomando estos ejemplos del informe de 1996, del Brittish Child Poverty Action Group.
Ilustraré el resultado de las reformas “impositivas” bajo Tatcher-Mayor, con un solo
ejemplo: durante los 1980s el 1% de los contribuyentes recibían el 29% de todos los
beneficios de reducción de impuestos, de modo que una persona que recibía la mitad del
salario medio, encontraba que sus impuestos se habían alzado en un 7%; en tanto que
una sola persona que ganaba 10 veces el salario medio, recibía una reducción del 21%.
Otra implicación de la competencia como valor central del neoliberalismo, es que el sector
público debe ser brutalmente reducido, ya que no debe ni puede obedecer la ley básica
de competir por ganancia o participación en el mercado. La privatización es una de las
mayores transformaciones económicas de los pasados 20 años. Esta tendencia
comenzó en Gran Bretaña y se extendió por el mundo.
Comencemos preguntándonos por qué los países capitalistas tienen servicios públicos y
por qué todavía los hacen. En realidad, casi todos los servicios públicos constituyen lo
que los economistas llaman “monopolios naturales”. Un monopolio natural existe cuando
el tamaño mínimo para garantizar la eficiencia económica máxima, iguala el tamaño real
del mercado. En otras palabras, una compañía debe tener un cierto tamaño para realizar
economías de escala y proveer así, los mejores servicios posibles al más bajo costo, para
el consumidor. Los servicios públicos requieren muy grandes inversiones de
infraestructura en el comienzo –como ocurre con las vías férreas o las redes eléctricas—
lo que no alienta la competencia. Es por eso que los monopolios públicos son la solución
óptima obvia. Pero los neoliberales definen de ipso facto todo lo que es público como
“ineficiente”.
¿Entonces qué ocurre cuando un monopolio natural se privatiza? Casi normal y
naturalmente, los nuevos propietarios capitalistas tienden a imponer precios de monopolio
al público, mientras se remuneran ricamente a sí mismos. Los economistas clásicos
llaman a esta ocurrencia: “falla estructural del mercado”, ya que los precios son más altos
de lo que deberían ser y el servicio al consumidor no es necesariamente bueno. A fin de
prevenir la falla estructural de mercados, --hasta mediados de los 80— los países
capitalistas de Europa, casi universalmente confiaban los correos, las
telecomunicaciones, la electricidad, el gas, los ferrocarriles y los metros, el transporte
aéreo y usualmente los otros servicios como el agua, la recolección de basura, etc., a
monopolios estatales. Los EEUU son la gran excepción, ya que es demasiado grande
geográficamente para favorecer monopolios naturales.
En todo caso, Margaret Tatcher comenzó a cambiar todo esto. Como surplus, también
pudo usar la privatización para quebrar el poder de los sindicatos. Al destruir al sector
público –donde los sindicatos son más fuertes—también fue capaz de debilitarlos
drásticamente. Así, en Gran Bretaña entre 1979 y 1994, el número de empleos en el
sector público se redujo de sobre 7 millones a 5 millones, que representó una caída del
29%. Virtualmente, todos los empleos eliminados, eran empleos sindicalizados. Dado
que en el sector privado el empleo se mantuvo estancado durante esos 15 años, la
reducción global en el número de empleos británicos llegó a 1.7 millones, una caída de
7%, comparada con 1979. Para los neoliberales, siempre es mejor menos que más
trabajadores, ya que más trabajadores pesan sobre el reparto del valor.
En cuanto a otros efectos de la privatización, éstos eran predecibles y fueron dichos. Los
gerentes de las nuevas empresas privatizadas, a menudo la misma gente de antes,
doblaron o triplicaron sus salarios. El gobierno usó el dinero de los contribuyentes para
perdonar deudas y recapitalizar empresas antes de ponerlas en el mercado –por ejemplo,
la compañía de agua obtuvo 5 mil millones de libras esterlinas de liberación de deudas,
agregando 1.6 mil millones de libras, llamadas la “dote verde” para hacer a la novia más
atractiva a los posibles compradores. Se hace una gran alharaca en relaciones públicas,
acerca de cómo los pequeños propietarios de acciones tendrían una tajada de estas
compañías –de hecho, 9 millones de británicos compraron acciones—pero la mitad de
ellos invirtieron menos de 1000 libras y la mayoría de ellos vendió sus acciones muy
rápidamente, tan pronto como pudieron obtener beneficios instantáneos.
De los resultados, uno fácilmente puede ver que todo el asunto de la privatización no está
relacionado con la eficiencia económica ni en el mejoramiento de los servicios al
consumidor, sino simplemente, en la transferencia de riqueza de la bolsa pública –que
podría ser responsable de redistribuirla para solucionar desigualdades sociales—a las
manos privadas. En Gran Bretaña como en cualquier otro lugar, la aplastante mayoría de
las acciones de las compañías privatizadas, están en manos de instituciones financieras y
de inversionista muy grandes. Los empleados de la British TELECOM habían comprado
solamente el 1% de las acciones; los de la British Aerospace, el 1.3%, etc. Antes del
asalto de Mrs. Tatcher, gran parte del sector público británico producía ganancias.
Consecuentemente, en 1984, las compañías públicas contribuían al tesoro con más de
7000 millones de libras. Ahora, todo ese dinero va hacia los accionistas. Actualmente,
los servicios en las industrias privatizadas son a menudo desastrosos –el Finacial Times
reportó una invasión de ratas en el sistema de agua potable en Yorkshire y quien quiera
que haya sobrevivido tomando los trenes Thames, merece una medalla.
Exactamente estos mismos mecanismos se han puesto a funcionar a lo largo del mundo.
En Inglaterra, el Instituto Adam Smith fue el socio intelectual para la creación de la
ideología privatizadora. USAID y el Banco Mundial también han usado a expertos del
Adam Smith y han propagado la doctrina privatizadora en el Sur. Hacia 1991, el Banco
Mundial ya había hecho 114 préstamos para acelerar el proceso y cada año, su informe
financiero de desarrollo global, reporta listas de cientos de privatizaciones realizadas en
los países deudores del banco.
Propongo que dejemos de hablar de privatización y usemos palabras que digan la verdad:
Estamos hablando acerca de la enajenación y entrega del producto de décadas de trabajo
de miles de personas a una ínfima minoría de grandes inversionistas. Éste es uno de los
más grandes atracos a mano armada realizada en nuestra o en cualquier otra generación.
Otra característica estructural del neoliberalismo consiste en remunerar al capitalismo en
detrimento del trabajo y así, trasladar la riqueza desde el fondo de la sociedad hacia la
cumbre. Si Ud. está, digamos, en el 20% superior de la escala de ingresos, Ud. estará en
condiciones de aprovechar del neoliberalismo y cuanto más arriba esté, mucho más
ganará. Contrariamente, el sector inferior del 80%, lo pierde todo y cuanto más abajo
esté, proporcionalmente mayor será su pérdida.
Pero me había olvidado de Ronald Reagan. Déjenme ilustrarles este punto con las
observaciones de Kevin Phillips, un analista republicano y antiguo asistente del presidente
Nixon, quien publicó un libro en 1990 titulado La política de los Ricos y los Pobres (The
Politics of Rich and Poor). Él traza el camino que siguen las doctrinas y políticas
neoliberales de Reagan, que cambiarán la distribución del ingreso de los norteamericanos
entre 1977 y 1988. Estas políticas fueron extensamente elaboradas por la conservadora
Heritage Foundation, el grupo de asesores en materia de principios de la administración
Reagan y que aún hoy en día, es una fuerza importante en la política estadounidense.
Pasando la década de los 80, el 10% superior de las familias aumentó sus ingresos un
16%; de éstos, el 5% superior, aumentó sus ingresos en 23%; pero el extremadamente
afortunado 1% de las familias norteamericanas pueden agradecerle a Reagan su
incremento en un 50%. Sus ingresos van de los 270 000 a los 405 000 dólares. En
cuanto a los más pobres, el 80% de abajo, perdió algo y de acuerdo a la norma, cuanto
más abajo, más pierde. El 10% más bajo de los norteamericanos alcanzó el nadir: de
acuerdo a las cifras de Phillip, perdieron el 15% de sus ya magros ingresos; de una media
anual de $4 113 dólares cayeron a un inhumano $3 504. En 1977, el 1% superior de las
familias tenían un ingreso medio 65 veces más alto que el 10% de más abajo. Una
década más tarde, el 1% ganaba 115 veces más.
Estados Unidos es una de las sociedades más desiguales de la tierra, pero virtualmente
todos los países han visto crecer sus desigualdades en los últimos 20 años, dadas las
políticas neoliberales. La UNCTAD publicó en su informe sobre Comercio y Desarrollo de
1977, algunas avasalladoras evidencias, basados en 2600 estudios separados sobre
desigualdades de ingreso, empobrecimiento y empequeñecimiento de las clases medias.
El equipo de la UNTAD documenta estas tendencias en docenas de sociedades muy
diferentes, incluyendo a China, Rusia y otros antiguos países socialistas.
No hay nada de misterioso en esta tendencia con respecto al crecimiento de la
desigualdad. La políticas son específicamente diseñadas para dar a los que ya son ricos,
más ingresos disponibles; particularmente a través de reducciones en los impuestos o
constriñendo aún más los salarios. La justificación ideológica y teórica para estas
medidas es que a más altos ingreso y ganancias para los ricos conducirán a una mayor
inversión, a una mejor distribución de los recursos y por tanto, a más empleos y bienestar
para todos. En realidad, como fue perfectamente predecible, al mover el dinero hacia
arriba en la escala económica, condujo a las burbujas del mercado de las acciones, a las
riquezas de papel anónimos para unos pocos y al tipo de crisis financieras de las cuales
oiremos hablar mucho en esta conferencia. Si el ingreso es redistribuido en el 80%
inferior de la sociedad, éste será usado para el consumo que como consecuencia
beneficia al empleo. Si la riqueza es redistribuida hacia arriba, donde la gente ya tiene
casi todo lo que necesita, no se irá hacia la economía local o nacional, sino hacia las
bolsas internacionales.
Como todos ustedes saben, las mismas políticas se han llevado a cabo en el Sur y en el
Este, bajo el pretexto de un ajuste estructural, pero éste es sólo otro nombre para el
neoliberalismo. He usado a la Tatcher y a Reagan para ilustrar las políticas a nivel
nacional. En el nivel internacional, los neoliberales han concentrado todos sus esfuerzos
sobre tres puntos fundamentales:
n Libre comercio de bienes y servicios
n Libre circulación de capital
n Libertad de inversión
En los últimos 20 años, el FMI se ha fortalecido enormemente. Gracias a la crisis de la
deuda y al mecanismo de condicionalidad, ha evolucionado de ser un apoyo a la balanza
de pagos, a ser casi dictador universal de las llamadas “políticas económicas sólidas”, que
por supuesto son la políticas neoliberales. La Organización Mundial de Comercio se
estableció finalmente en enero de 1995, después de largas y laboriosas negociaciones, a
menudo conducidas a través de parlamentos que tenían muy poca idea de o que estaban
ratificando. Afortunadamente, el más reciente esfuerzo para torna obligatorias y
universales las normas neoliberales, el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) fracasó,
al menos temporalmente. Éste habría dado todos los derechos a las corporaciones, todas
las obligaciones a los gobiernos y ningún derecho a todos los ciudadanos.
El común denominador de todas estas instituciones es su falta de transparencia y de
control democrático. Ésta es la esencia del neoliberalismo, que declara que la economía
debe dictar las reglas a la sociedad y no todo lo contrario. La Democracia es un
impedimento, el neoliberalismo se diseñado para los vencedores y no para los votantes,
quienes necesariamente equilibran las categorías de vencedores y perdedores.
Quisiera terminar pidiéndoles que tomen muy seriamente la definición neoliberal del
perdedor, a quien no se le debe nada en particular. Cualquiera puede ser expulsado del
sistema y en cualquier momento –por enfermedad, edad, embarazo, por el fracaso
calculable o simplemente porque las circunstancias económicas y la implacable
transferencia de riqueza de abajo hacia arriba lo demandan. El valor de las acciones lo
es todo. Recientemente, el International Herald Tribune señalaba que los inversionistas
extranjeros están haciendo “crujir” a las compañías y bancos de Tailandia y de Corea. Sin
sorprendernos, estas compras se esperan que resulten en “grandes ganancias”.
En otras palabras, los resultados de años de trabajo de millones de tailandeses y
coreanos se transfieren a manos corporativas extranjeras. Muchos de los que trabajaron
para crear esa riqueza ya están o estarán muy pronto en el suelo. Bajo el principio de la
competencia y de la maximización del valor de las acciones, tal conducta es vista no
como criminalmente injusta, sino como normal y hasta virtuosa.
Sostengo que el neoliberalismo ha cambiado la naturaleza fundamental de la política. La
política solía ser primordialmente algo que tenía que ver con quién gobernaba y qué parte
de la torta se llevaba. Aspectos de ambas cuestiones centrales, permanecen, por
supuesto. Pero la nueva gran cuestión de la política es –desde mi punto de vista: “quién
tiene derecho a la vida y quién no”. La exclusión total está ahora a la orden del día y lo
digo muy seriamente.
Les he dado a ustedes una cantidad de malas noticias, porque la historia de los últimos 20
años está llena de ellas. Pero no quiero terminar con una nota depresiva y pesimista.
Muchas cosas ya están sucediendo para contravenir estas tendencias que amenazan la
vida y hay un amplio rango de oportunidades para acciones posteriores de gran alcance.
Esta conferencia va a ayudar a definir mucho de esa acción que creo debe incluir una
ofensiva ideológica. Es tiempo de que establezcamos la agenda, en vez de esperar a que
lo hagan los Amos del Universo reunidos en Davos. Espero que los patrocinadores
comprendan que no vamos a apoyar sólo proyectos, sino también ideas. No podemos
contar con los neoliberales para hacerlo, de modo que debemos diseñar sistemas de
tributación internacionales que sean equitativos y operables, incluyendo un Tobin Tax,
sobre todas las transacciones financieras y monetarias e impuestos a pro rata sobre las
ventas de las Corporaciones Transnacionales. Espero entrar en los detalles de estos
problemas en los talleres que se realicen acá. Los procedimientos de un sistemas de
impuestos internacional deben llevar a cerrar el abismo entre el Sur y el Norte, y a
redistribuir entre toda la gente lo que les ha sido robado durante los últimos 20 años.
Permítanme repetirles lo que ya les dije: el neoliberalismo no es la condición humana
natural, no es sobrenatural y puede ser desafiada y reemplazado, porque su propio
fracaso lo requiere. Debemos estar preparados con políticas de reemplazo que restauren
el poder en las comunidades y los estados democráticos, en tanto se trabaje para instituir
la democracia, el gobierno de la ley y la justa distribución a un nivel internacional. Los
negocios y el mercado tienen lugar, pero este lugar no puede ocupar la esfera completa
de la existencia humana.
Otra buena noticia es que hay mucho dinero revoloteando en torno y que una pequeña
fracción, muy ridícula, casi infinitesimal, sería suficiente para proveer de una vida decente
a todos los habitantes del planeta y dar salud y educación universal, limpiar el medio
ambiente y prevenir una mayor destrucción de la Tierra, y también cerrar el abismo entre
el Norte y el Sur –al menos de acuerdo con la UNDP— que reclama para esto 40 mil
millones de dólares, lo que francamente no es nada.
Finalmente, por favor recuerden que si el neoliberalismo puede ser insaciable, no es
invulnerable. Una coalición de activistas internacionales, solamente ayer, los obligó a
abandonar –al menos temporalmente—su proyecto de liberalizar todas las inversiones a
través del AMI. La sorprendente victoria de sus opositores enfureció a los que apoyaban
al gobierno corporativo y demostró que una bien organizada red de guerrillas puede ganar
batallas. Ahora debemos reagrupar nuestras fuerzas e insistir cuando tratan de transferir
el AMI a la Organización Mundial de Comercio ( WTO).
Miremos las cosas de este modo: tenemos los números a nuestro favor, ya que hay más
perdedores que vencedores en el juego neoliberal. Tenemos las ideas, mientras las
suyas son puestas en duda debido a las repetidas crisis. Lo que nos falta hasta ahora, es
la organización y la unidad. Algo que puede ser superado con la tecnología avanzada.
La amenaza es claramente transnacional y la respuesta debe ser también transnacional.
La solidaridad ya no significa ayuda, no sólo ayuda, sino encontrar las sinergías ocultas,
en las luchas de cada uno de los otros, de modo que la fuerza numérica y el poder de
nuestras ideas llegue a ser aplastante. Estoy convencida de que esta conferencia
contribuirá poderosamente a este objetivo. Les agradezco a todos su fina atención."
*Conferencia sobre Soberanía Económica en un Mundo Globalizado. Bangkok, marzo
24-26, 1999.
http://www.millennium-round.org/

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