Senador Joseph McCarthy. En la lista negra de
su propia historia.
Aunque ha estado muerto desde
1957, el Senador Joseph R. McCarthy vive como una leyenda
estadounidense y con un notable poder de permanencia, inigualable para con otras
figuras notables de su época. No es que los presidentes Harry Truman y Dwight Eisenhower, dos críticos de McCarthy desde la década de 1930, fueron olvidados. Solo que no están
todo el tiempo en disputas modernas. Joe McCarthy si lo hace todavía.
Parece que apenas no transcurre una semana, sin que exista una referencia de prensa a McCarthy y su lucha anticomunista, el "ismo" que engendró, y el daño que supuestamente infligió a la nación. Los libros y retrospectivas de los medios de comunicación en los que se encuentran sus características han sido muchas. Cualquier obituario de cualquier persona involucrada en las batallas de seguridad de la Guerra Fría interna de los Estados Unidos está destinada a mencionar a McCarthy.
Las razones de todo el McCarthyismo son bien conocidas y no necesitan mucha explicación d. Las presuntas acciones en el medio político estaban propagando la histeria acerca de la amenaza comunista interna y generar la burla a personas inocentes acusándolas como subversivas. En particular, se dice, lanzó fuerte cargos no respaldados contra los empleados del Departamento de Estado de los EE. UU., Destruyendo las vidas de las desventuradas víctimas que nunca tuvieron la oportunidad de responder.
Las acusaciones con mentiras y en titulares eran la esencia de su método.
Esta temible imagen de McCarthy ha sido llevada durante años con pocos o ningún comentario en contra. Generaciones enteras que han alcanzado la mayoría de edad y no han oído otra cosa sobre él, suponiendo que lo que se les dice es verdad
Otras figuras
públicas han sido tratadas honorablemente en sus vidas y que luego disfrutaron de un
reconocimiento histórico. Para mirar más
allá de los funcionarios con diversos grados de parentesco político con McCarthy,
tales reconocimientos se han producido
con los presidentes Richard Nixon y Ronald Reagan, e incluso con el senador
Barry Goldwater, el campeón conservador de la década de 1960, cuya imagen
mediática en su primera etapa era más
parecida a la que se le dio a McCarthy. Un artículo del año 2003
comienza nuevamente el análisis del accionar de McCarthy.
Washington 11 MAY 2003
El senador Joseph McCarthy destruyó
muchas vidas entre 1952 y 1954. Finalmente, se destruyó a sí mismo. Su mandato
como presidente del Subcomité de Investigaciones del Senado de Estados Unidos y
su búsqueda de comunistas infiltrados en la Administración y en el mundo del
arte son conocidos como macartismo, algo que él definía como
"patriotismo en traje de faena" y que otros llamaron "caza de
brujas", o delirio paranoide de un hombre generalmente ebrio y deseoso de
ser el centro de atención del país.
Esta semana se han hecho públicas las
transcripciones de medio centenar de interrogatorios desarrollados en secreto
por McCarthy y sus colaboradores. El tono no es muy distinto al de los
interrogatorios públicos, pero los documentos recién revelados permiten
comprobar que el senador utilizaba las sesiones secretas para elegir víctimas
frágiles. Éstas eran llamadas a comparecer formalmente ante el subcomité y ante
ellas el senador republicano bramaba, acusaba y amenazaba, en un espectáculo
penoso con el que, más que nada, buscaba (y conseguía) aparecer en la prensa como
"martillo de traidores". Su campaña carecía de fundamentos sólidos y
aunque, como se comprobó al caer la URSS, había efectivamente agentes
soviéticos infiltrados en el Gobierno, nunca condujo a ningún procesamiento.
Pero causó un suicidio, unos 300 despidos (la mayoría anulados posteriormente),
la ruina o el exilio de escritores, músicos y cineastas y un terrible bochorno
nacional.
El interrogatorio a que fue sometida,
el 24 de marzo de 1953, la escritora de cuentos infantiles Helen Goldfrank,
ofrece muestras del terror que despertaba McCarthy. Los testigos acababan
negándose a contestar a las preguntas más simples, por miedo a ser encarcelados
por perjurio o a perjudicarse a sí mismos o a terceros. El marido de Goldfrank
y ella misma eran acusados de simpatizar con el comunismo. Las preguntas, en
esa ocasión, fueron formuladas por Roy Cohn, asesor legal de McCarthy.
Cohn. ¿Cuál es el nombre de pila de su marido?
Goldfrank. Declino responder a esa pregunta porque podría incriminarme, bajo
la Quinta Enmienda de la Constitución y sobre la base de la comunicación
privilegiada entre marido y esposa.
Cohn. ¿Cree usted que su nombre de pila forma parte de una comunicación
privilegiada?
Goldfrank. Sí, porque no lo conocería si no estuviera casada con él.
Y un poco más adelante:
Cohn. ¿Ha escrito alguna vez algún libro?
Goldfrank. Lamento tener que negarme otra vez a contestar, sobre la base de
los derechos de la Quinta Enmienda...
El interrogatorio al escritor
Dashiell Hammet es una exhibición del afán del subcomité por hallar trazas de
comunismo en cualquier lugar y a cualquier precio. Cohn pregunta si Hammet ha
escrito alguna obra ajena al género detectivesco y relacionada con "problemas
sociales". Hammet recuerda una, "un relato corto llamado Night
shade". Tras varios circunloquios, Cohn inquiere si el relato
"refleja de alguna forma las posiciones comunistas".
Hammet. Es difícil... Si se trata de reflejar diría que
no, que no la refleja. Es [una obra] contra el racismo.
Senador Mundt. ¿Diría que era similar, reflejara o no reflejara, a la posición
comunista sobre los problemas raciales?
Hammet. No (...) No más que a la de otros partidos políticos.
Joseph McCarthy, que gozaba del apoyo
de la familia Kennedy y de una inmensa popularidad política, era también
respaldado o, al menos, tolerado por el Gobierno republicano. El presidente
Dwight Eisenhower, general retirado, lo consideraba una simple molestia:
"Creo que nada es tan efectivo para combatir sus enredos", escribió
el 1 de abril de 1953 en su diario personal, "como ignorarle, porque es lo
único que no soporta". La cosa cambió cuando McCarthy empezó a buscar
comunistas en el Ejército. Lo hizo de una forma miserable: su única sospecha se
centraba en un dentista militar llamado Irving Peress, quien, por otra parte,
ya había fallecido. Para ratificar sus acusaciones contra el difunto, McCarthy
ejerció una durísima presión sobre mandos militares.
Como el interrogatorio secreto al que
fue sometido el teniente coronel Chester Brown. El senador exigió al teniente
coronel que explicara si Peress había sido investigado o, al menos, obligado a
responder a ciertos cuestionarios. El teniente coronel se negó a contestar,
alegando que era material secreto.
"¡Le diré algo, señor, a usted y
al resto de oficiales!", tronó McCarthy. "Acepto que los comunistas
rechacen responder, pero no acepto que un oficial del Ejército proteja a un
comunista, y va a responder a mis preguntas o su caso acabará ante el Senado
por desacato y llegaré hasta el final. ¡Estoy harto! ¡Éste es el escándalo más
grave con que me he topado! ¡Alguien en su cadena de mando ha estado
protegiendo a un hombre culpable de traición!".
Exabruptos como ése acabaron con la
paciencia de Eisenhower y de un amplio grupo de senadores. McCarthy y los suyos
fueron investigados a su vez, acusados de buscar trato de favor en el Ejército
para un joven millonario, David Schine, al que el senador había incluido sin
causa aparente (se habló de afectos y pasiones) en el subcomité. Las sesiones
de esa investigación fueron televisadas. El medio ejercía una fenomenal
fascinación y 20 millones de estadounidenses siguieron en directo los debates,
en la primavera de 1954.
Todo el país pudo contemplar el delirio
creciente de McCarthy, que acusaba a diestro y siniestro y gesticulaba entre
risitas. El momento definitivo fue cuando el senador esgrimió que un
colaborador del abogado que defendía al Ejército, Joseph Welch, había sido años
atrás miembro de una asociación supuestamente vinculada con el Partido
Comunista. Welch dejó que McCarthy hablara. Y luego pronunció una frase que
destruyó al cazador de comunistas y se grabó para siempre en la memoria del
público: "¿No tiene usted decencia, señor mío? ¿No le queda ya ningún
rasgo de decencia?".
Poco después, el Senado condenó los
abusos de Joseph McCarthy. El senador por Wisconsin se adentró en un
alcoholismo agudo y murió de cirroris en 1957.
* Este artículo apareció en la
edición impresa del Domingo, 11 de mayo de 2003
Según los datos
manejados por Burnham, durante la llamada «caza de brujas» no hubo ni un solo
muerto, herido o torturado, ningún ciudadano arrestado arbitrariamente,
encarcelado sin juicio, desahuciado, deportado, exiliado o privado de sus
derechos procesales. Por ello, algunos intelectuales conservadores como Ann Coulter lo han
calificado como «el mayor mito orwelliano de nuestro tiempo» Otros, como
el español Martín Alonso, lo considera «el mito fundacional de lo políticamente
correcto» y ha señalado irónicamente que McCarthy fue «la única víctima real
que se cobró el macarthismo». El hecho de que McCarthy fuera un mal defensor de
la causa por la que se desempeñó no está en discusión (¿y quién entre nosotros
no lo está?) Hubiera sido mejor si hubiera sido menos impulsivo, más matizado,
más sutil en sus juicios. Por otro lado, las fuerzas desplegadas contra él eran
gigantes. Estas fuerzas eran poderosas,
inteligentes y le pagaban por llevarlas
adelante. Asumirlos era la tarea, ni para el juez de la Corte Suprema, sino
para un guerrero. McCarthy, para su último aliento, era eso. Medidas por el registro
total de sus casos y batallas políticas, McCarthy cualquiera que sea su culpa,
fue un buen hombre y mucho más verdadero que aquellos que lo combatieron.
Ver:
Stanton
Evans, M. Blacklisted by History. Random House, New York 2007
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