Artigas,
la Independencia y el Estado oriental por Alfredo Traversoni
El surgimiento del Uruguay a la vida
independiente es parte de un proceso que, a partir de la crisis de la monarquía
española, afectó a toda Hispanoamérica. Al iniciarse este proceso,
Hispanoamérica estaba dividida administrativamente en cuatro virreinatos
(México, Perú, Nueva Granada, Río de la Plata) y cuatro capitanías generales
(Chile, Venezuela, Guatemala, Cuba). Si la Revolución, que comenzó con una mera
sustitución de autoridades, mediante la cual accedieron al poder los
patriciados criollos, se hubiera desenvuelto en condiciones similares en todas
las regiones, el desenlace hubiera podido ser la formación de ocho estados
independientes o confederados. Las cosas ocurrieron en forma muy distinta; el
complejo ciclo de la emancipación, en un doble juego de
concentración y dispersión de autoridad, dio lugar a un mapa político más variado y menos previsible. La geografía, los regionalismos, las circunstancias históricas, parcelaron al mundo hispanoamericano; situaciones que originariamente parecieron muy precarias, resultaron consagradas por la marcha de los acontecimientos. El ciclo de la emancipación dio lugar a procesos políticos distintos, que originaron una diversidad de estados independientes, la mayor parte de ellos signados por la marca de la inmadurez y cargados por el lastre de conflictos de fronteras y supervivencia de vinculaciones que no hacían fácil un pronóstico de futuro.
concentración y dispersión de autoridad, dio lugar a un mapa político más variado y menos previsible. La geografía, los regionalismos, las circunstancias históricas, parcelaron al mundo hispanoamericano; situaciones que originariamente parecieron muy precarias, resultaron consagradas por la marcha de los acontecimientos. El ciclo de la emancipación dio lugar a procesos políticos distintos, que originaron una diversidad de estados independientes, la mayor parte de ellos signados por la marca de la inmadurez y cargados por el lastre de conflictos de fronteras y supervivencia de vinculaciones que no hacían fácil un pronóstico de futuro.
Los primeros elementos de la originalidad
México, Argentina, Venezuela y Colombia, aparecían como los territorios que por
su propia fuerza habían logrado su formación estatal. Por su potencialidad
relativa, por las amputaciones de que fueran objeto, o por los planes de
unificación que habían protagonizado, eran países potencialmente expansivos. Otros estados, a pesar de su inclusión efímera
en grandes unidades, quedaron aislados por la geografía o por las
circunstancias históricas: Chile, separado de la Argentina por la cordillera y
por los conflictos políticos de este país; América Central, separada de México
por las distancias y los problemas internos mexicanos y dividida en cinco
estados por la imposibilidad de imponerse de cada uno; Perú, aislado por los
antagonismos internos de la Gran Colombia. Otros estados representaron
situaciones de equilibrio en la pugna de los vecinos: Ecuador, equilibrio de
Perú y Colombia; Bolivia, equilibrio de Perú y Argentina; Uruguay, equilibrio
de Argentina y Brasil; Paraguay, equilibrio originario de las Provincias Unidas
y el poderío español del Perú, más tarde reemplazado por el equilibrio de Argentina
y Brasil. Por último nos encontramos con los países cuya emancipación se
vinculó al ciclo expansivo de los Estados Unidos (Cuba y Panamá), y por
consiguiente nacieron bajo el signo de las zonas de influencia.
Las raíces
de la nacionalidad oriental:
La crisis de autoridad que siguió a la caída de los
virreyes y los capitanes generales, desató el auge de las tendencias
regionalistas, que resistieron por la fuerza los mandatos de las capitales, pretendidas
herederas del poder español. Ese fenómeno se dio en toda Hispanoamérica y
adquirió mayor fuerza según la importancia y ubicación de las regiones.
La Banda
Oriental estaba destinada a ser protagonista principal de esos movimientos.
Separada de las otras provincias rioplatenses por los ríos Uruguay y de la
Plata, y del Brasil por la tensión secular hispanolusitana, su población había
nacido bajo el signo de la libertad. Los primeros colonizadores, que llegaron
tras el ganado, desarraigados de sus lugares de origen, practicaron un
poblamiento singular, espontáneo y ambulante, creando un tipo de vida, el
gauchesco, que dio una fisonomía especial a la campaña oriental. Sin
vinculaciones estables con la tierra, con hábitos arraigados de lucha y nomadismo,
reacios a toda autoridad, salvo la de los caudillos surgidos de su seno o
aceptados por sus dotes singulares, los gauchos desarrollaron sin embargo una
especie de patriotismo instintivo, basado en una solidaridad primaria,
compatible con su individualismo y centrada en la defensa de la libertad y en
el rechazo de todo elemento que se demostrara extraño a su ambiente y a sus
modalidades
En
Trafalgar, Inglaterra vence a Francia logrando el dominio del mar, pero ante
esta situación, Napoleón decreta el bloqueo continental cerrando todos los
puertos europeos al comercio con aquella. Inglaterra, en guerra con España y
Francia luego de perder sus colonias en América del Norte y de su victoria de
Trafalgar , cruza el océano Atlántico para intentar la conquista del Río de la
Plata, las llamadas Invasiones Inglesas. El 25 de junio de 1806 ataca Buenos
Aires capital del virreinato a la que conquista dos días después. Sir Home
Popham respeta la vida y los derechos de los lugareños, las creencias
religiosas, estableció la libertad de comercio, rebajo los impuestos y permitió
el funcionamiento de las principales instituciones hispánicas como la real
audiencia y el cabildo. Luego de 47 días de gobierno, los ingleses son
expulsados por una expedición proveniente de Montevideo al mando del Capitán de
Navío Santiago Liniers. La reconquista hizo de Liniers la primera figura de
Buenos Aires y el pueblo en un cabildo abierto lo invistió del mando político y
militar de la ciudad. El virrey Sobremonte, contrario a esta disposición
terminó entregando el mando a la real audiencia. Los ingleses que no se habían
retirado del Río de la Plata y luego de recibir refuerzos conquistan Maldonado
y con más de cien barcos y 5700 soldados desembarcan en Montevideo al que
conquistan el 3 de febrero de 1807.dieron similares concesiones de las
otorgadas en Buenos Aires permitiéndosele al cabildo continuar en sus
funciones. Con el auxilio de las primeras máquinas a vapor, un numero elevado
de comerciantes, los ingleses desarrollaron la industria y la actividad
comercial. Nuevas fuerzas inglesas llegaron al Río de la Plata con el objetivo
de apoderarse de Buenos Aires, pero este intento llevado a cabo el 5 de julio
de 1807 se ve frustrado por la defensa del ejercito y los habitantes de la
ciudad que los obliga a capitular y retirarse, devolver Montevideo y disponer
la evacuación del Río de la Plata.
En
Montevideo, en muchos aspectos distinta a la campaña, habrían de surgir
también, resistencias al centralismo y tendencias autonomistas. El largo
conflicto comercial con Buenos Aires, agravado por los sucesos de 1808, crearía
una rivalidad que, aunque centrada en los intereses directamente afectados,
creaba una atmósfera especial que trascendía a todas las esferas y favorecía el
localismo.
A fines
del siglo XVII Montevideo había comenzado su vida comercial rivalizando con el
puerto de Buenos Aires, de la que se veía favorecida por su posición geográfica
y la profundidad del río que en este lugar favorecía las tareas de los buques.
Para contrarrestar esta situación Buenos Aires logra en 1794 la creación del
Consulado y ser considerado puerto único en el Río de la Plata. Al año
siguiente, con la aprobación de España se crea en Montevideo la junta de comerciantes,
a los efectos de defender los intereses locales perjudicados por el consulado
bonaerense. Al retirarse las fuerzas inglesas del Río de la Plata, Buenos Aires
y Montevideo mantenían su antigua rivalidad, incrementada política y
militarmente al ser protagonistas de la defensa y económicas al verse los
beneficios del libre comercio introducido por los Ingleses.
El
Movimiento Juntista
Napoleón imposibilitado de atacar militarmente
a Inglaterra en su territorio, resuelve llevar contra ella una guerra económica
ordenando un bloqueo por el cual ningún barco Británico podía entrar en Puertos
Europeos, para que los soberanos de Europa se adhirieran debió involucrarse en
guerras que le fueron desfavorables a tal punto que llevarían a la caída del
Imperio Napoleónico. Ante el ultimátum recibido del Mariscal Junot, el regente
Juan de Portugal, decide pasar con su esposa, la familia real y la corte al
Brasil, entrando aquel el 30 de noviembre de 1807 a Lisboa. Luego de la conquista
de Portugal, España a partir de su ubicación geográfica, tiene para Napoleón,
un alto valor estratégico, en su afán de conquistar Europa, lo llevó a
invadirla. Como consecuencia de la presencia de los ejércitos franceses en las
cercanías de Madrid, de paso hacia Portugal, se produce el motín de Aranjuez
(17 –18 de marzo de 1808) rebelión inspirada por el príncipe Fernando, ante las
versiones del mismo destino (América) de la corte Española. Ante la situación
insostenible, el rey abdica a favor de su hijo que sube al trono como Fernando
VII. Murat, Comandante de las fuerzas francesas que se encontraba en Madrid,
convence a Carlos IV a manifestar que la abdicación a favor del “idolatrado
Fernando” había sido por la fuerza, proponiendo la revocación del acto.
Fernando en la noche del 5 de mayo de 1808 abdica a favor de Carlos y éste a su
vez a favor de Napoleón el que designa como rey de España a su hermano José
Bonaparte, como José I. Es conveniente agregar que Napoleón en mayo de 1808
había decidido organizar una expedición al Río de la Plata, que después de las
abdicaciones y por el reconocimiento del dominio que sobre el mar tenía
Inglaterra, modifica sus procedimientos por los de mandar emisarios con la
finalidad de que se reconociera a José I. La situación de los ex reyes que se
encontraban en la ciudad francesa de Bayona (a la que concurrieron engañados
por Napoleón) provoca el inicio de una revuelta popular. La guerra se había
extendido por toda España, y para encauzar este movimiento popular Fernando
convoca a la formación de juntas revolucionarias, llamadas juntas provinciales
,una en cada una las provincias. Inglaterra, a su vez, interviene apoyando esta
revolución nacional, como parte de su lucha contra Napoleón . España era un
país de profunda religión católica, casi sin burguesía, acostumbrado a la
influencia de la aristocracia, donde las “nuevas ideas” de Montesquieu,
Voltaire o Rousseau no habían llegado. España era en Europa un mundo distinto,
donde se mantiene la esclavitud y permanecen intactos los mayorazgos y no hay
ideas de libertad y democracia La lucha de los españoles ante el invasor
continua, orientada ahora por la junta suprema y gubernativa que sustituye a
las cortes provinciales. Esta junta para tener más representatividad y dársela,
a su vez, a las Indias, permite a sus autoridades (entre la que se encontraba
Buenos Aires, Perú, Chile, etc.) para que nombren sus representantes ante ella.
Pero no
disponían de un derecho igualitario, comenzando por la menor participación de
los virreinatos con respecto a los diputados españoles .Esto ,se ve reflejado
en que los americanos no se vieron representados en los órganos peninsulares
del movimiento independentista en los años 1808 y 1809. Las derrotas sufridas
por los españoles con la dirección de la Junta Central, dio paso a la formación
de un Consejo de Regencia que aquella crea antes de disolverse. El 29 de enero
de 1810 fue constituido el Supremo Consejo de Regencia con sede en la isla de
León y posteriormente ubicado en Cádiz, ostentando los máximos poderes a la
espera que Fernando VII regresara de su cautiverio. A partir de este consejo es
que las autoridades virreinales tienen (aunque menor), representación en este
organismo. Este grupo de representantes reclama la libertad de comercio, lo que
no se obtuvo por que ello suponía un cambio sustancial en el tradicional
tratamiento de España a América en lo que a comercio se refería. El 9 de
febrero de 1811 como resolución de las cortes se resuelve entre otras, igualdad
de representatividad y de derechos de los blancos como de los indios que los
españoles europeos, entre otras. Las soluciones habían llegado tarde, producto
del exclusivismo español, y la acción de Inglaterra que por un lado apoyaba a
España en su resistencia contra Napoleón, para lograr el regreso de Fernando
VII, hacia lo mismo en América para lograr su independencia
La
revolución artiguista enriquecerá las tradiciones orientales y, al margen de su
significado rioplatense, dará una forma más consistente y duradera al
sentimiento localista.
Fue el 28 de febrero de 1811 cuando“un puñado
de orientales cansados ya de arbitrariedades e injusticias, había expresado su
deseo de libertad en la villa de Mercedes” como lo dice Artigas posteriormente
en su proclama, que iniciaron esta “ admirable alarma” como lo enuncia en su
oficio de su cuartel general del Dayman el 7 de diciembre de 1811 dirigido a la
provincia del Paraguay. Lorenzo Belinzon describe de esta manera en “la
revolución emancipadora uruguaya”, a los dos jefes de este singular episodio:
“Venancio Benavidez era hijo de español y natural de Mercedes un dominador de
multitudes campesinas; alto, fuerte y recio había sido cabo de las tropas
realistas. Buen jinete, estaba poseído de una actividad extraordinaria y podía
recorrer a caballo grandes distancias sin fatigarse. Era todo pasión y
vehemencia; su exaltación lo llevaban a realizar los actos más contradictorios,
desde el delirante patriotismo hasta la traición mas desconcertante como que en
1813 se pasa a las filas realistas. Pedro Viera era natural de Río Grande, pero
residía en el país desde hacía muchos años, había desarrollado el puesto de
administrador en la estancia de Cayetano Almagro. Su carácter jovial lo rodeaba
de muchas amistades. Por su afición los pericones y por su habilidad a bailar
con zancos era conocido como Perico, el bailarín. Las actividades
revolucionarias empezaron en diciembre, cuando el Alférez Justo Correa se
entera en Coquimbo (Soriano) de la presencia de tropas a órdenes de Martín
Rodríguez que combatía en suelo entrerriano y comenzó a convocar a desertores y
paisanos para levantarse en armas. En enero Pedro Viera se había sumado a la
conspiración con veintiocho hombres. El veintitrés hizo lo mismo Venancio
Benavidez que acepta ser el segundo de la empresa. El 24,Montevideo había
declarado la guerra a Buenos Aires lo que puso aun más en su contra a la
campaña lo que “le resultaba difícil de sujetar” según manifiesta en su carta
Viera a Correa. El veintiocho de febrero, se reunieron entre cien y trescientos
gauchos en las orillas del arroyo Asencio proclamando sus deseos de libertad,
lo que se conoce con el nombre de Grito de Asencio. Ese mismo día emprendieron
su audaz campaña, marchando sobre Mercedes según manifiesta Justo Correa ,se
acerca Viera para atacar Mercedes, poniendo por delante los Blandengues y un
oficial al que habían hecho prisionero, por intermedio de Enrique Reyes le
envía al comandante de la plaza el Alférez Ramón Fernández que estaba al mando
de 22 Blandengues, para que en tres minutos se rinda, lo que es acatado de
inmediato entregando el pueblo a la disposición del gobierno de Buenos Aires,
libre de vidas y haciendas. Ramón Fernández se pasa a filas revolucionarias
pidiendo apoyo a Buenos Aires para la continuación de la campaña, dejando
entrever que se pensaba en Artigas para comandarlas. Posteriormente Viera se
dirigió a Santo Domingo de Soriano para intimarle la rendición. pocos días después,
Pedro Viera, se dirige a la junta de Buenos Aires, dando cuenta de los hechos y
comisionando al regidor del cabildo de Santo Domingo de Soriano posteriormente
es San Salvador o Dolores la que se adhiere a la causa emancipadora. Con
satisfacción es recibida la noticia en Buenos Aires contrastando con derrotas
que se venían presentando como la de Belgrano y la de la flotilla al mando de
Azopardo había sido derrotada por las fuerzas navales de Montevideo el 2 de
marzo en el puerto de San Nicolás del río Paraná. Viera se dirige a Paysandu
logrando reunir unos cuatrocientos hombres, produciéndose el alzamiento de
Belén también en ese momento, bajo la dirección del comandante Francisco
Reduello y los hacendados Julián Laguna y Manuel Pintos Carneiro Así, una a una
desde los distritos más inmediatos a los más lejanos, al decir de Bauza “cunde
la chispa revolucionaria” Es así que en Rivera, Artigas, Entre los ríos Yi y
Río Negro, Pintado, Casupa, Santa Lucia, Arroyo Grande, Maldonado, Minas, Cerro
Largo, Canelones, en los alrededores de Montevideo (Rincon del Cerro) futuras
figuras emblemáticas de la revolución empezaron a manifestarse como: Félix y
Fructuoso Rivera, Blas Basualdo, Tomas García de Zuñiga, Manuel Francisco
Artigas, Andrés Latorre, Juan Antonio Lavalleja, Francisco Aguilar, Joaquín
Suarez Pedro Celestino Bauzá, Ramón Marquez, Fernando Otorgues, entre otros y
los curas párrocos Santiago Figueredo, Valentín Gómez.,como también los
capataces, administradores de estancias, medianeros, hijos de acaudalados
propietarios de saladeristas, acopiadores, hacendados, pulperos ,representan el
crisol de actividades dejadas de lado para acompañar esta gesta.
1-Incorporación de Artigas a la gesta emancipadora Artigas a la sazón que a
posterior de la llegada de Elío, se encontraba en la Colonia, luego de estar en
las fuerzas de mar a órdenes de Michelena en el río Uruguay,y ostentaba el
grado de Capitán del cuerpo de Blandengues subordinado al comandante militar de
la plaza, brigadier Vicente Muesas. Según se afirma luego de un altercado
banal, el 15 de febrero, acompañado del Teniente Rafael Hortiguera, del cura
párroco José María Enrique de la Peña, y seis hombres más, deserta de las
fuerzas realistas para ofrecer sus servicios a la junta de Buenos Aires, causando
asombro a las fuerzas realistas por esta pérdida y la satisfacción de aquélla.
La Junta de Buenos Aires, lo apoya con 200 pesos y dispone 150 patricios,
retirándose, Artigas, el 9 de marzo acompañado de Juan Francisco Tarragona
hasta la ciudad de Santa Fe, con la promesa de” dinero, municiones y tres mil
patriotas aguerridos”. Artigas, el 29 de marzo llega a Paysandu, donde
permanece por una semana, para luego dirigirse a Mercedes. El gobierno porteño,
había resuelto designar al general Manuel Belgrano(que se encontraba en
Concepción el Uruguay) para general en jefe del ejercito auxiliar de la Banda
Oriental y a Rondeau y Artigas como segundo jefe y jefe de las milicias
orientales, respectivamente , ambos con el grado de teniente coronel. Envía, a
su vez, una proclama a los compatriotas de la Banda Oriental donde los felicita
y alienta.” dichosa revolución .... Apresuraos a la gloria de terminar la
brillante empresa que habéis comenzado.” El general Belgrano tuvo bajo su
mando, para esta misión, una división constituida por el Regimiento 6 de
Infantería que lo comandaba don Miguel Etanislao Soler, los Batallones de
Patricios a las órdenes de Benito Martínez ,un escuadrón de dragones y Seis
piezas de artillería, a las que se les incorporaría la vanguardia que comandaba
Rondeau que ya se encontraba en la Banda Oriental. Encontrándose en Mercedes ,
Artigas , el 11 de abril, habiendo recibido el mensaje de Belgrano que se
hiciera cargo como jefe interino de las fuerzas, lanza su proclama en la cual
arenga a los orientales ,”que el triunfo es nuestro”, ”vencer o morir sea
nuestra cifra “, convocando a unirse a la empresa , a “todos los compatriotas
caracterizados de la campaña que todos se ofrecen con sus personas y bienes, a
contribuir a la defensa de nuestra justa causa”. 2-El Ejército Nuevo Es el
nacimiento del ejército nuevo, como también lo expresa posteriormente en su
oficio dirigido ,el 7 de diciembre de 1811 , desde su cuartel, en la costa del
Dayman, a la junta de Paraguay. Este ejército, estaba compuesto por los
paisanos, los indios, los matreros, los contrabandistas, los negros esclavos y
los curas patriotas, que corrían de todas partes a honrarse con el “bello
titulo de soldados de la patria bajo la única divisa que era la libertad.
También componían este ejército nuevo los “hacendados poseedores de buena
suerte” muchos de ellos vinculados a la sociedad montevideana que abandonaban
sus intereses, sus casas y sus familias poniendo quizás por primera vez en
juego sus vidas en pos del ideal libertador. Los caudillos regionales aportaron
lo suyo alzando sus partidas controlando inicialmente a los pueblos, mediante u
influencia y el respeto que eran merecedores de sus vecinos y de la peonada .
Artigas además enuncia los propósitos de la junta de Buenos Aires que “era de
mantener ilesos estos preciosos dominios de nuestro infortunado rey”, su
subordinación militar a Belgrano y la seguridad de contar con el apoyo de las
milicias ubicadas en Montevideo, lo que comunica en su proclama dirigida a la
junta de Buenos Aires , el 21 de abril. Llegado Belgrano a Mercedes comienza a
dar forma a su plan de operaciones que con el objetivo de sitiar Montevideo y
Colonia (centros de la contrarrevolución ) dispuso el accionar de Manuel
Antonio Artigas al norte , José Artigas al centro y Venancio Benavidez sobre
Colonia. El 20 de abril cae en manos del ejercito libertador el pueblo del
Colla, luego le toca el turno a Víboras y Espinillo, Porongos , el 21 de abril
continua , Paso del Rey, el día siguiente San José que es dominada el 25 por
las fuerzas de Venancio Benavidez y en cuya acción cae herido el Capitán Manuel
Antonio Artigas( fallece el 24 de mayo ). En el este , las fuerzas al mando de
Manuel Francisco Artigas ocupan a partir del 24 de abril las zonas
correspondientes a Minas , el 28 San Carlos ,el día siguiente Maldonado (que
capitula el 5 de mayo), Santa Teresa y Rocha ocupada el 7 de mayo por Pedro
Gervasio Pérez. Luego de estas acciones y en cumplimiento del plan que
inicialmente había concebido Belgrano (quien fue sustituido, en razón de su mal
desempeño en la campaña del Paraguay, hecho que fue resistido por los jefes ,
oficiales y hasta los mismos pobladores de la Banda Oriental , en especial los
de Mercedes quienes cursaron una nota en tal sentido a la junta bonaerense); se
dirigió en dirección a Pando para , que con trescientos hombres estrechar el
cerco de Montevideo impidiendo su abastecimiento de víveres y auxilios. La
junta de Buenos Aires había además nombrado en sustitución de Belgrano a José
Rondeau , como jefe del ejercito de la Banda Oriental, como su segundo a Martin
Galain y a Artigas como jefe de las milicias patriotas. Ante esta situación ,
inesperada por Elío ,que consideraba las acciones de las fuerzas insurrectas
como la de “algunas partidas de salteadores”, pero que en este momento
amenazaban con dejarlo aislado en su ciudad amurallada intento por varias
maneras cambiar el rumbo de los acontecimientos. La decisión inicial de Elío
fue realizar una acción militar decisiva que confío al Capitán de fragata José
posadas, establecido con sus fuerzas en Las Piedras. la otra posibilidad que
tenia Elío era por intermedio de un ardid, atraer a Artigas a su lado,
ofreciéndole el perdón y el empleo que el determinara. Como la respuesta de
este fue negativa al considerarla como un insulto hacia su persona . También
Elío habría intentado el recurso de tomarlo preso, utilizando una partida de
cien hombres, quienes prometieron al virrey atrapar o matar a Artigas todo fue
en vano , restándole el confrontamiento armado, como último recurso.
La
Batalla de Las Piedras
El 16 de mayo el hermano de Artigas ,Manuel
Francisco que se encontraba en Pando, con unos trescientos hombres, luego de
sus acciones en el este, le solicita a aquel ayuda ante el avance de parte de
las tropas de posadas hacia su posición. José Artigas, jefe de la vanguardia,
proyecta marchar hasta su ubicación para tomar al enemigo entre dos fuegos y
para juntar todas las fuerzas para caer sobre el grueso de los españoles. A
tales efectos inicia la marcha con unos setecientos hombres, llegando a puntas
del Canelón Chico ,el día 17 de mayo. allí se entera que las tropas enemigas ,
después de saquear la estancia de su padre en el Sauce , habían regresado a Las
Piedras. Al atardecer de ese día se le unen las fuerzas de Manuel Francisco.
Las fuerzas españolas ocupaban la salida este de la localidad de Las Piedras y
el choque se produciría en el paraje conocido como Molinos de Piedras el 18 de
mayo, juntando todas sus fuerzas. El
combate comenzó a las 1130 y terminó a las 4 de la tarde. Al amanecer del 18,
primer día sereno luego de cinco días de lluvia copiosa, ambas fuerzas se
encuentran a dos leguas de distancia . Artigas destaca 200 hombres para que
llamen la atención y hagan salir a los españoles de su campamento en Las
Piedras y apronta al resto de sus fuerzas. Al ser vista esta partida por los
españoles, determina que estos envíen a su vez una fuerza de caballería a
verificar el número de la fuerza enemiga, así como su ubicación.. Este
movimiento obliga a Posadas a moverse para evitar que su caballería sea
envuelta contrapendiente, en la que las tropas artiguistas aparecen casi
sorpresivamente por lo que Posadas ordena rápidamente trasladarse a una loma
dominante, en la que adoptan una formación de triángulo contando como base a su
infantería y el resto con milicias de caballería. Los patriotas avanzan
desplegando a la infantería en orden de batalla. Se intercambia un intenso
fuego de artillería, siendo más efectiva la española. En este punto se produce
la deserción y pase a los patriotas de buena parte de la caballería de Posadas
, lo que provoca el desánimo en el resto de las fuerzas realistas. Se produce
entonces el ataque de las tropas artiguistas , con un gran intercambio de fuego
de fusil, prevaleciendo el de los patriotas. Artigas manda a la caballería de
sus flancos a realizar un envolvimiento a efectos de atacar la retaguardia
enemiga , a la vez que ordena que su hermano Manuel Francisco que con sus 250
hombres ejecutara un movimiento envolvente que cortase el camino de los
realistas hacia Las Piedras. disminuidos en numero y quebrada su moral , cunde
el desorden y el desbande en las fuerzas españolas , las que se repliegan hacia
Las Piedras. Viéndose envueltos y sin posibilidades de resistir, los oficiales
españoles izan la bandera de parlamento, rindiéndose a discresión. Finalmente
la guarnición realista que estaba en Las Piedras se rinde al Ayudante Mayor de
Artigas , Eusebio Valdenegro. El combate que había comenzado a las once de la
mañana finaliza al atardecer, quedando en el campo de batalla once patriotas
muertos y veintiocho heridos , mientras que en el bando español son noventa y
siete los muertos sesenta y uno los heridos y 482 los prisioneros. El objetivo
final de las operaciones quedaba libre estableciéndose el sitio a Montevideo el
21 de mayo.
Importancia
de la Batalla de Las Piedras
Es la
batalla de Las Piedras la primera en jerarquía y trascendencia de la campaña
contra los realistas ocurrida en momentos que el ímpetu revolucionario
comenzaba a decaer producto de las derrotas en Huaqui o Desaguadero en el Alto
Perú quedando reconquistado por los españoles y la invasión de éstos por el
lado de Salta que podía provocar la unión de estos con los tres mil hombres
ubicados en Montevideo lo que sería una catástrofe para los insurgentes. La
junta bonaerense, en concordancia con la importancia de lo sucedido dispone el
ascenso de Artigas a Coronel y le envía una espada de honor, además, la figura
de Manuel Artigas es perpetuada en el bronce de la pirámide de mayo.
Tácticamente , también es importante por que obliga a Elío a concentrar sus
fuerzas para defender la plaza de Montevideo ,disponiendo el desalojo de la
Colonia del Sacramento el 27 de mayo. Es además importante, pues da otro golpe
a la dominación española en estos territorios, a fines de 1811 Elío abandona
Montevideo determinándose la abolición del Virreinato. En el ejército patriota
estaban muchos elementos que iban a tener en el futuro suma importancia en
nuestra historia. Juan Antonio Lavalleja, que había estado desde la primera
hora en la revolución libertadora, en Las Piedras figuraba en la división
comandada por Manuel Francisco Artigas. Allí otros tuvieron su bautismo de
fuego; Juan Manuel ,su hermano era Teniente a las órdenes de Fructuoso Rivera,
cuyo hermano Félix había tenido su debut guerrero en el Colla, luego combatió
en la toma de San José y fue herido en Las Piedras. Manuel Oribe era Capitán de
Artigas en esta batalla.
El sitio
de Montevideo
La
batalla de Las Piedras abrió la posibilidad a Artigas de continuar con el plan
trazado de , sitiar Montevideo intimando a Elío a la rendición . Establece su
cuartel general en el Cerrito y las operaciones se ejecutan a los efectos de
cortar las comunicaciones terrestres con el exterior de la muralla privándolos
del acceso a los depósitos de la Aguada y el Cerro. esto le permite a las
fuerzas sitiadoras hacerse de 800 fusiles ,7 cañones , un millar de prisioneros
, además de pólvora , caballos y trigo, entre otros efectos . El primero de
junio se incorpora al sitio José Rondeau con el ejercito auxiliar , se hace
cargo de todas las fuerzas y establece su cuartel general en el Reducto
cerrando el cerco en la zona general comprendida por punta de las Carretas ,
Tres Cruces y Arroyo Seco. Transcurren cinco meses en el que se mantiene el
asedio , mediante el bombardeo, pero las directivas de la junta era de no
realizar una acción decisiva. Se producen pequeñas acciones , en las que las
fuerzas realistas ejecutan tres golpes de mano procurando neutralizar el
cañoneo. Ante la falta de pólvora, armas y municiones el 15 de julio Rondeau
toma por asalto la isla de Ratas. En esta situación debemos detenernos en el
estudio encontrando a los orientales junto al ejercito auxiliar de la Junta de
Buenos Aires empecinados en tomar por asalto la plaza de Montevideo. La Junta
bonaerense no había mandado los refuerzos en armas y pólvora solicitados por
Rondeau. Las tropas lusitanas se habIán adentrado en nuestra frontera a pedido
del virrey Elío pretendiendo cumplir su viejo sueño. Buenos Aires veía a sus
fuerzas tomadas entre dos fuegos. Inglaterra continuaba con su política de
permitir aguas abiertas, para permitirle con su expansión económica. Elío ,que
en un principio creyó ver en aquellas huestes un grupo de salteadores se
encontraba encerrado en la ciudad amurallada sin poder recibir refuerzos de los
otros núcleos regentistas. España veía como estas tierras estaban cada vez más
lejanas. A Artigas le esperaban días de sufrimiento al ver que los orientales
quedaban abandonados a su suerte, que aquella admirable alarma de su ejército
nuevo que vio nacer parecía agonizar. Pero le esperaba la sorpresa de ser
nombrado como “El Primer Jefe de los Orientales “.De ver que cuando debía tomar
el camino hacia Yapeyú, no se pudo ir solo, el retorno hacia el norte a esperar
mejores momentos con sus tropas tuvo que hacerlo acompañado del cuerpo y del
alma del pueblo oriental al que puso a partir de ese momento sobre sus hombros.
Las
Instrucciones del año XIII.
Frente a Montevideo, en las Tres
Cruces, cerca del Camino a Maldonado, se levantaba en 1813 una casa quinta
perteneciente a Manuel José Sainz de Cavia, en la que Artigas había fijado su
residencia y campamento al reiniciar el sitio de Montevideo.
Defendida con una batería y un reducto, con trinchera y parapeto,
hacia el oeste, era fuerte para resistir un golpe de mano sorpresivo de los
españoles, mientras los hombres de su escolta protegían el este y el sur. La
casa era grande “ de cuarenta varas” de frente a lo que hoy es la Avenida
Italia, y su propietario la había hecho confortable, con todas las comodidades
que por entonces se podían reclamar.
En un salón amplio, con techo de vigas de urunday, una chimenea
grande y opacados sus muros por bibliotecas, reunió Artigas a los diputados de
los pueblos orientales, que en número de veintitrés habían sido convocados a
una asamblea.
Numerosa concurrencia de vecinos de extramuros de Montevideo y de
emigrados de la plaza por su adhesión a la causa revolucionaria, marginaba la
reunión, llamada a ser trascendente episodio de la historia oriental.
El 3 y 4 de abril de 1813, “un tiempo fatal” que obstaculizó las
comunicaciones, demorando la llegada de los diputados, postergó hasta el día 5
la inauguración del Congreso.
Artigas se levantó de la Asamblea, y lee un discurso que no
sería solamente la fijación de los puntos a tratar en las reuniones, sino
también evocación de los sufrimientos y las glorias por las que habían
transitado los orientales desde el comienzo de su revolución.
Comienza el orador por recordar la primera vez en que nuestros
pueblos hicieron uso de su soberanía, en la Asamblea realizada en la Quinta de
la Paraguaya, el 10 de octubre de 1811, cuando un conglomerado social, poniendo
a su cabeza al gran Jefe que habría de conducirlos por diez años de duras
pruebas en procura de su libertad. Recuerda Artigas las luchas pasadas y hace
devolución de su autoridad, emanada de los pueblos, a los representantes por él
congregados. “Vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos”, dice,
“ved ahí el fruto de mis ansias y desvelos” y “todo el premio de mi afán”.
Plantea luego el objeto de la convocatoria: resolver se reconocía a la Asamblea reunida en Buenos
Aires, según se le había ordenado, puesto que él no se consideraba capacitado
para “decidir por mí una materia reservada sólo a vosotros”, manifiesta.
No se habían contestado los reclamos orientales frente a los
abusos de las autoridades porteñas, encarnadas en Serratea; era además muy
reducido el número de diputados que se acordaban a los orientales, y en lo
interno de la Provincia, resultaba necesario aprovechar la reunión de diputados
para constituir y designar “una autoridad que restablezca la economía del país”,
afirmando “la tranquilidad pública y equidad social” afectadas por la guerra.
Artigas se manifiesta partidario de reconocer a la Asamblea
reunida en Buenos Aires, pero no por “obedecimiento” ciego, sino por medio de
un pacto, que dejara bien establecidos y reconocidos los derechos de los
orientales, recordando que se carecía de una constitución que fuera eficaz
guarda del “derecho popular”, viviéndose bajo la buena “fe de los hombres” pero
sin las seguridades indispensables.
Artigas manifiesta en su discurso que debía reconocerse, pues, a
la Asamblea, por un pacto que estableciera las condiciones de dicho
reconocimiento garantizando sus consecuencias.
Los diputados presentes, animados por el fuego de las palabras
finales del discurso del Jefe de los Orientales, a defender “la base del
edificio augusto de nuestra libertad”, formada por el “destrozo y el
exterminio” por “los escombros y ruinas” sufridos en obsequio de una gran
causa, deciden encomendar a una Comisión integrada por tres de ellos mismos, la
fijación de las bases del reconocimiento.
La Comisión se expidió a través de ocho puntos, de los cuales los
cinco primeros no son sino una nueva formulación de varias solicitudes
concretas referentes a la campaña contra Montevideo ocupada por los españoles.
Los artículos sexto y séptimo fijan una estrecha alianza entre las
diversas provincias en un plano de absoluta igualdad, y determinan la situación
en que se mantendría la Provincia Oriental, “en la plena libertad que ha adquirido”,
aunque sujeta a la Constitución y demás disposiciones que emanen de la Asamblea
reunida en Buenos Aires, siempre que aquella y ésta tengan “por base la
libertad”.
Resuelto el reconocimiento de la Asamblea, claro que supeditado a
la aceptación de las cláusulas fijadas en el Congreso oriental, se trató la
elección de un número adecuado de diputados: cinco cabildos en la Banda
Oriental, por lo tanto corresponden cinco diputaciones, pero los montevideanos
elegirían dos representantes, como “cabeza de provincia”.
En los días posteriores se procedería a elaborar las a
los diputados, que tendremos que analizar en otro artículo, para comprender en
toda su grandeza el ideario del héroe.
El 20 de abril se reuniría por última vez el Congreso de Tres
Cruces, para resolver el tercero de los puntos planteados por Artigas, esto es
la formación de un Gobierno provincial.
Ver: José M. Traibet –
(Asamblea del Año XIII), cuyas instrucciones dictadas el 13 de abril de
1813 reclamaban básicamente lo siguiente.
- Declaración de la Independencia.
- Libertad civil y religiosa.
- Organización política federativa.
- Estados autónomos.
- Que Buenos Aires no fuese la sede del gobierno
central.
Los diplomas de los diputados orientales fueron rechazados, usando como
argumento legal la nulidad de su elección porque se realizó en un campamento
militar y además porque traían instrucciones; a pesar de que la Asamblea se
había declarado soberana. En realidad, el motivo era el contenido de las
instrucciones, que afectaban al centralismo de Buenos Aires.
Instrucciones a los Representantes del Pueblo
Oriental para el desempeño de su encargo
en la Asamblea Constituyente fijada en la Ciudad de Buenos Aires el 13 de Abril de 1813
en la Asamblea Constituyente fijada en la Ciudad de Buenos Aires el 13 de Abril de 1813
Artículo 1º
Primeramente pedirá la declaración de la independencia absoluta de estas
Colonias, que ellas estén absueltas de toda obligación de fidelidad a la Corona
de España y familia de los Borbones y que toda conexión política entre ellas y
el Estado de la España es y debe ser totalmente disuelta.
Artículo 2º
No admitirá otro sistema que el de confederación para el pacto recíproco
con las Provincias que forman nuestro Estado.
Artículo 3º
Promoverá la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable.
Artículo 4º
Como el objeto y fin del Gobierno debe ser conservar la igualdad,
libertad y seguridad de los Ciudadanos y los Pueblos, cada Provincia formará su
gobierno bajo esas bases, a más del Gobierno Supremo de la Nación.
Artículo 5º
Así este como aquél se dividirán en poder legislativo, ejecutivo y
judicial.
Artículo 6º
Estos tres resortes jamás podrán estar unidos entre sí, y serán
independientes en sus facultades.
Artículo 7º
El Gobierno Supremo entenderá solamente en los negocios generales del
Estado. El resto es peculiar al Gobierno de cada Provincia.
Artículo 8º
El territorio que ocupan estos Pueblos desde la costa oriental del
Uruguay hasta la fortaleza de Santa Teresa forman una sola Provincia,
denominante la Provincia Oriental.
Artículo 9º
Que los siete Pueblos de Misiones, los de Batoví, Santa Tecla, San
Rafael y Tacuarembó que hoy ocupan injustamente los Portugueses y a su tiempo
deben reclamarse serán en todo tiempo territorio de esta Provincia.
Artículo 10º
Que esta Provincia por la presente entra separadamente en una firme liga
de amistad con cada una de las otras para su mutua y general felicidad,
obligándose asistir a cada una de las otras contra toda violencia, o ataques
hechos sobre ella o sobre alguna de ellas por motivo de religión, soberanía,
tráfico o algún otro pretexto cualquiera que sea.
Artículo 11º
Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia, todo
poder, jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por la
confederación a las Provincias Unidas juntas en congreso.
Artículo 12º
Que el puerto de Maldonado sea libre para todos los buques que concurran
a la introducción de efectos y exportación de frutos poniéndose la
correspondiente Aduana en aquel Pueblo; pidiendo al efecto se oficie al
Comandante de las Fuerzas de su Majestad Británica, sobre la apertura de aquél
Puerto para que proteja la navegación o comercio de su Nación.
Artículo 13º
Que el Puerto de la Colonia sea igualmente habilitado en los términos
prescriptos en el artículo anterior.
Artículo 14º
Que ninguna tasa o derecho se imponga sobre artículos exportados de una
Provincia a otra; ni que ninguna preferencia se de por cualquiera regulación de
Comercio o renta a los Puertos de una Provincia sobre las de otras ni los
Barcos destinados de esta Provincia a otra serán obligados a entrar a anclar o
pagar Derechos en otra.
Artículo 15º
No permita se haga ley para esta Provincia sobre bienes de Extranjeros
que mueren intestados, sobre multa y confiscaciones que se aplicaban antes al
Rey; y sobre territorios de este mientras ella no forma su reglamento y
determine a qué fondos deben aplicarse como única al Derecho de hacerlo en lo
económico de su jurisdicción.
Artículo 16º
Que esta Provincia tendrá su Constitución territorial; y que ella tiene
el derecho de sancionar la general de las Provincias Unidas, que forma la
Asamblea constituyente.
Artículo 17º
Que esta Provincia tiene derecho para levantar los Regimientos que
necesite, nombrar los oficiales de Compañía, reglar la Milicia de ella para la
seguridad de su libertad por lo que no podrá violarse el Derecho de los Pueblos
para guardar y tener armas.
Artículo 18º
El Despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales
que aseguren inviolable la Soberanía de los Pueblos.
Artículo 19º
Que precisa e indispensable sea fuera de Buenos Aires, donde reside el
sitio del Gobierno de las Provincias Unidas.
Artículo 20º
La Constitución garantirá a las Provincias Unidas una forma de gobierno
republicana; y que asegure a cada una de ellas de las violencias domésticas,
usurpación de sus Derechos, libertad y seguridad de su soberanía que con la
fuerza armada intente alguna de ellas sofocar los principios proclamados. Y
asimismo prestará toda su atención, honor, fidelidad y religiosidad a todo
cuanto crea o juzgue necesario para preservar a esta Provincia las ventajas de
la Libertad y mantener un Gobierno libre, de piedad, justicia, moderación e
industria. Para todo lo cual, etc.
Delante de Montevideo. A
trece de abril de mil ochocientos trece.
El antiporteñismo, originado en la ciudad y en
las tendencias libertarias propias de la vida rural, tuvo la oportunidad de la
síntesis en la concepción ideológica que animó el programa artiguista.
Con el objetivo de mejorar
el estado ruinoso de la campaña el 10 de setiembre de 1815 Artigas, en
Purificación, dio a conocer, su célebre “Reglamento Provisorio de la
Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus
hacendados”, aplicado entre noviembre de 1815 y setiembre de 1816, hasta la
invasión portuguesa.
Origen y objetivos del célebre “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”
En la última mitad del siglo XVIII, la situación general de la campaña oriental planteaba una serie de problemas que se concretaban en la discutida cuestión del “arreglo de los campos”. Al producirse la Revolución la situación de la campaña se agravó; sobrevino una crisis de la producción que afectó la organización económica, social y jurídica.
Durante el gobierno artiguista en la Provincia Oriental, los estancieros, directamente afectados por la situación existente, solicitaron al Cabildo Gobernador una ayuda inmediata. A esos efectos se celebró en Montevideo una reunión de gobernantes y hacendados donde se analizó el problema del arreglo de los campos y se aprobaron algunas iniciativas para presentar a la consideración de Artigas, el 11 de agosto de 1815. En conocimiento de estas disposiciones, Artigas suscribió y dio a conocer el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados” el 10 de setiembre de 1815.
Los propósitos del reglamento eran esencialmente económicos y, además, sociales y jurídicos. Los objetivos económicos procuraron recuperar el “stock” ganadero en merma y aumentar la producción; para ello se debía subdividir la tierra, poblar la campaña y fijar la población rural. Los fines sociales tendían a favorecer a los desposeídos y proteger la familia. Los fines jurídicos buscaban imponer el orden en la campaña exigiendo el trabajo, persiguiendo la vagancia y el delito.
Contenido del Reglamento de 1815
El análisis del Reglamento permite distinguir dos grupos principales de disposiciones:
a) las que establecen una distribución de tierras y el fomento de la producción y
b) las dedicadas al restablecimiento del orden interno.
Las disposiciones sobre la distribución de tierras establecían, para seleccionar las tierras a repartir un criterio preferentemente político. Debían elegirse entre tierras realengas y las pertenecientes a los enemigos de la Revolución, “emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallen indultados por el Jefe de la Provincia para poseer sus antiguas propiedades”.
La elección de los beneficiarios se haría teniendo en cuenta su posesión económica, organización familiar y condiciones de trabajo. “Los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia. Serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tuvieren hijos y serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros y estos a cualquier extranjero”.
Estos beneficiarios recibirían tres clases de bienes: la tierra, ganado para poblarla y una marca para probar el derecho de propiedad. El Reglamento establecía que la tierra a entregarse tendría, en lo posible, aguadas naturales, linderos fijos y una extensión de 10.800 cuadras, con lo que cuadriplicaba la extensión de la tierra entregada en los repartimientos fundacionales hispánicos. En esa extensión podrían mantenerse en esa época alrededor de 3.700 vacunos que permitiría obtener unos 370 cueros por año. El ganado que se entregaría a los beneficiarios debería tomarse de los rodeos de animales orejanos o de las haciendas abandonadas de propiedad de los enemigos de la causa. Su captura y distribución estaba cuidadosamente establecida para evitar abusos o inútiles destrozos.
Todas estas prerrogativas y derechos estaban acompañadas de obligaciones paralelas: los beneficiarios sólo podrían recibir una suerte de estancia, no podrían enajenarlas o venderlas, y estaban obligados a poblarlas y trabajarlas. Se exigía específicamente la obligación de construir un rancho y dos corrales, la omisión o demora hacían caducar los derechos del beneficiario y la tierra volvía al dominio fiscal para ser distribuida. El agraciado debía poblar tierra y hacerla producir. El plan de distribución de tierras incluía en sí un programa de desarrollo de la producción.
Las disposiciones destinadas a consolidar el orden y garantir la seguridad de personas y bienes comprendían la creación de una fuerza represiva puesta a las órdenes del Alcalde Provincial y sus subalternos. Su misión era combatir vagabundos, delincuentes y desertores. Mientras los vagos se destinaban al Cuartel General de Purificación para incorporarlos al servicio de las armas, los delincuentes y desertores serían procesados por el Gobierno de Montevideo.
Aplicación del Reglamento de 1815
El Reglamento Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados, era un complemento necesario a la actividad política y militar de la Revolución Oriental, pero su aplicación presentaba serias dificultades. Por un lado la falta de colaboración de las clases privilegiadas, por otro la indiferencia de una masa rural que, en su gran mayoría, no había sido preparada para el trabajo disciplinado y la producción. En tercer lugar, los problemas materiales que planteaba la distribución de tierras en momento de incertidumbre política y exigencias militares. A pesar de todas estas dificultades, la investigación contemporánea ha podido comprobar que en los seis meses de aplicación del Reglamento, entre su creación y la invasión portuguesa de 1816, pudieron realizarse en distintas regiones de la provincia numerosas adjudicaciones de tierra entre familias humildes que manifestaron anhelos de trabajo. Más tarde los intereses de una minoría de grandes propietarios que vieron en él una amenaza, lo relegaron al olvido.
El Reglamento de Tierras puede comprenderse mejor situándolo en el momento político y militar (y no solo socioeconómico) en que fue redactado. A Artigas le preocupaba recuperar la economía de la Provincia Oriental y asentar la población, pero también le resultaba vital mantener la adhesión a la revolución de los estancieros orientales y sus hijos. Ellos eran la columna vertebral de las milicias con que contaba para su lucha con Buenos Aires, pero cada vez eran más los que abandonaban la causa. Si los estancieros pedían orden en la campaña, satisfacerlos era una condición para seguir contando con su apoyo. Las medidas para la "seguridad de los hacendados" que aparecen en el reglamento adquieren sentido en ese contexto de guerra. La experiencia de gobierno llevada a cabo en 1815, constituye un ensayo, el primero, de vida independiente, a pesar de que Artigas, oriental como era, pensaba ante todo en términos de unidad rioplatense. La existencia política de la provincia, iniciada bajo tan excelentes auspicios, se cortó abruptamente ante la acción combinada de los enemigos. El ideal de la gran federación de pueblos rioplatenses, estaba más allá de las posibilidades del momento. Acosado por Buenos Aires y Portugal, Artigas tuvo ocasión amarga de comprobar la disolución de su Liga Federal, sustentada en una base caudillesca a la que sólo una fuerte autoridad podía sujetar y encauzar en el difícil proceso de su formación. En la prosecución de sus grandes objetivos político-sociales, Artigas perdió de vista la imposibilidad de alcanzarlos. Quizá desaprovechó en 1815, cuando la misión Pico-Rivarola, la oportunidad de anticiparse al proceso fatal de surgimiento de un estado intermedio, uniendo Entre Ríos y Corrientes a la Provincia Oriental. Aunque sea atrevido especular sobre el pasado con el proceso posterior a la vista, pensamos (y muy lejos de todo absurdo propósito reivindicativo) que esa renuncia parcial de objetivos --que a ningún político cabal desmerece-- hubiera dado a la Provincia, al Entre Ríos y quizá al Río Grande (como en los planes posteriores concebidos fuera de tiempo) la posibilidad de un prolongado gobierno artiguista en el que pudo desarrollarse, bajo la fuerte y consentida autoridad que los tiempos requerían, un proceso político, económico y social de proyecciones insospechadas. Al margen de estos sueños digamos que, a pesar de la derrota, el ciclo artiguista marcó en forma imborrable el proceso oriental. Por encima del individualismo anárquico de la campaña, se creó una conciencia colectiva, basada en los sufrimientos comunes, en la sensación de injusticia repetida, en la experiencia del pueblo congregado en el Exodo y en el Ayuí, en el acatamiento a un jefe reverenciado por todos al margen de las facciones, en el desarrollo de tradiciones cargadas de resonancias emocionales. El vago autonomismo fue superado por una clara definición ideológica que, aunque eclipsada posteriormente, animaría nuestro proceso democrático en el transcurso del siglo XX. En la acentuación de las tensiones externas (antiespañolismo, antiporteñismo, antilusitanismo), quedó más afirmado el sentimiento de la orientalidad.
Origen y objetivos del célebre “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados”
En la última mitad del siglo XVIII, la situación general de la campaña oriental planteaba una serie de problemas que se concretaban en la discutida cuestión del “arreglo de los campos”. Al producirse la Revolución la situación de la campaña se agravó; sobrevino una crisis de la producción que afectó la organización económica, social y jurídica.
Durante el gobierno artiguista en la Provincia Oriental, los estancieros, directamente afectados por la situación existente, solicitaron al Cabildo Gobernador una ayuda inmediata. A esos efectos se celebró en Montevideo una reunión de gobernantes y hacendados donde se analizó el problema del arreglo de los campos y se aprobaron algunas iniciativas para presentar a la consideración de Artigas, el 11 de agosto de 1815. En conocimiento de estas disposiciones, Artigas suscribió y dio a conocer el “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados” el 10 de setiembre de 1815.
Los propósitos del reglamento eran esencialmente económicos y, además, sociales y jurídicos. Los objetivos económicos procuraron recuperar el “stock” ganadero en merma y aumentar la producción; para ello se debía subdividir la tierra, poblar la campaña y fijar la población rural. Los fines sociales tendían a favorecer a los desposeídos y proteger la familia. Los fines jurídicos buscaban imponer el orden en la campaña exigiendo el trabajo, persiguiendo la vagancia y el delito.
Contenido del Reglamento de 1815
El análisis del Reglamento permite distinguir dos grupos principales de disposiciones:
a) las que establecen una distribución de tierras y el fomento de la producción y
b) las dedicadas al restablecimiento del orden interno.
Las disposiciones sobre la distribución de tierras establecían, para seleccionar las tierras a repartir un criterio preferentemente político. Debían elegirse entre tierras realengas y las pertenecientes a los enemigos de la Revolución, “emigrados, malos europeos y peores americanos que hasta la fecha no se hallen indultados por el Jefe de la Provincia para poseer sus antiguas propiedades”.
La elección de los beneficiarios se haría teniendo en cuenta su posesión económica, organización familiar y condiciones de trabajo. “Los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de la Provincia. Serán igualmente agraciadas las viudas pobres si tuvieren hijos y serán igualmente preferidos los casados a los americanos solteros y estos a cualquier extranjero”.
Estos beneficiarios recibirían tres clases de bienes: la tierra, ganado para poblarla y una marca para probar el derecho de propiedad. El Reglamento establecía que la tierra a entregarse tendría, en lo posible, aguadas naturales, linderos fijos y una extensión de 10.800 cuadras, con lo que cuadriplicaba la extensión de la tierra entregada en los repartimientos fundacionales hispánicos. En esa extensión podrían mantenerse en esa época alrededor de 3.700 vacunos que permitiría obtener unos 370 cueros por año. El ganado que se entregaría a los beneficiarios debería tomarse de los rodeos de animales orejanos o de las haciendas abandonadas de propiedad de los enemigos de la causa. Su captura y distribución estaba cuidadosamente establecida para evitar abusos o inútiles destrozos.
Todas estas prerrogativas y derechos estaban acompañadas de obligaciones paralelas: los beneficiarios sólo podrían recibir una suerte de estancia, no podrían enajenarlas o venderlas, y estaban obligados a poblarlas y trabajarlas. Se exigía específicamente la obligación de construir un rancho y dos corrales, la omisión o demora hacían caducar los derechos del beneficiario y la tierra volvía al dominio fiscal para ser distribuida. El agraciado debía poblar tierra y hacerla producir. El plan de distribución de tierras incluía en sí un programa de desarrollo de la producción.
Las disposiciones destinadas a consolidar el orden y garantir la seguridad de personas y bienes comprendían la creación de una fuerza represiva puesta a las órdenes del Alcalde Provincial y sus subalternos. Su misión era combatir vagabundos, delincuentes y desertores. Mientras los vagos se destinaban al Cuartel General de Purificación para incorporarlos al servicio de las armas, los delincuentes y desertores serían procesados por el Gobierno de Montevideo.
Aplicación del Reglamento de 1815
El Reglamento Oriental para el Fomento de la Campaña y Seguridad de sus hacendados, era un complemento necesario a la actividad política y militar de la Revolución Oriental, pero su aplicación presentaba serias dificultades. Por un lado la falta de colaboración de las clases privilegiadas, por otro la indiferencia de una masa rural que, en su gran mayoría, no había sido preparada para el trabajo disciplinado y la producción. En tercer lugar, los problemas materiales que planteaba la distribución de tierras en momento de incertidumbre política y exigencias militares. A pesar de todas estas dificultades, la investigación contemporánea ha podido comprobar que en los seis meses de aplicación del Reglamento, entre su creación y la invasión portuguesa de 1816, pudieron realizarse en distintas regiones de la provincia numerosas adjudicaciones de tierra entre familias humildes que manifestaron anhelos de trabajo. Más tarde los intereses de una minoría de grandes propietarios que vieron en él una amenaza, lo relegaron al olvido.
El Reglamento de Tierras puede comprenderse mejor situándolo en el momento político y militar (y no solo socioeconómico) en que fue redactado. A Artigas le preocupaba recuperar la economía de la Provincia Oriental y asentar la población, pero también le resultaba vital mantener la adhesión a la revolución de los estancieros orientales y sus hijos. Ellos eran la columna vertebral de las milicias con que contaba para su lucha con Buenos Aires, pero cada vez eran más los que abandonaban la causa. Si los estancieros pedían orden en la campaña, satisfacerlos era una condición para seguir contando con su apoyo. Las medidas para la "seguridad de los hacendados" que aparecen en el reglamento adquieren sentido en ese contexto de guerra. La experiencia de gobierno llevada a cabo en 1815, constituye un ensayo, el primero, de vida independiente, a pesar de que Artigas, oriental como era, pensaba ante todo en términos de unidad rioplatense. La existencia política de la provincia, iniciada bajo tan excelentes auspicios, se cortó abruptamente ante la acción combinada de los enemigos. El ideal de la gran federación de pueblos rioplatenses, estaba más allá de las posibilidades del momento. Acosado por Buenos Aires y Portugal, Artigas tuvo ocasión amarga de comprobar la disolución de su Liga Federal, sustentada en una base caudillesca a la que sólo una fuerte autoridad podía sujetar y encauzar en el difícil proceso de su formación. En la prosecución de sus grandes objetivos político-sociales, Artigas perdió de vista la imposibilidad de alcanzarlos. Quizá desaprovechó en 1815, cuando la misión Pico-Rivarola, la oportunidad de anticiparse al proceso fatal de surgimiento de un estado intermedio, uniendo Entre Ríos y Corrientes a la Provincia Oriental. Aunque sea atrevido especular sobre el pasado con el proceso posterior a la vista, pensamos (y muy lejos de todo absurdo propósito reivindicativo) que esa renuncia parcial de objetivos --que a ningún político cabal desmerece-- hubiera dado a la Provincia, al Entre Ríos y quizá al Río Grande (como en los planes posteriores concebidos fuera de tiempo) la posibilidad de un prolongado gobierno artiguista en el que pudo desarrollarse, bajo la fuerte y consentida autoridad que los tiempos requerían, un proceso político, económico y social de proyecciones insospechadas. Al margen de estos sueños digamos que, a pesar de la derrota, el ciclo artiguista marcó en forma imborrable el proceso oriental. Por encima del individualismo anárquico de la campaña, se creó una conciencia colectiva, basada en los sufrimientos comunes, en la sensación de injusticia repetida, en la experiencia del pueblo congregado en el Exodo y en el Ayuí, en el acatamiento a un jefe reverenciado por todos al margen de las facciones, en el desarrollo de tradiciones cargadas de resonancias emocionales. El vago autonomismo fue superado por una clara definición ideológica que, aunque eclipsada posteriormente, animaría nuestro proceso democrático en el transcurso del siglo XX. En la acentuación de las tensiones externas (antiespañolismo, antiporteñismo, antilusitanismo), quedó más afirmado el sentimiento de la orientalidad.
Algunos
fragmentos sobre el tema de diferentes historiadores.
“Artigas no llegó a una concepción social radical y
extrema de una vez y para siempre. Tal como el periodo transcurrido
de 1811 a 1815 lo ha demostrado, Artigas era un hombre profundamente
revolucionario. Pero esto debe ser bien entendido. Ello sucedió no porque en él
la revolución fuese cierta particularidad congénita, sino porque era un hombre
profundamente consustanciado con el transcurrir propio de la revolución, porque
fue en cada momento el hombre radical que la revolución exigía, porque estando
ora delante, ora levemente atrás de las de las más profundas y radicales
esperanzas de las masas, siempre supo elevarlas a programa total de la
revolución y de su brazo: el Estado revolucionario. Si Artigas adquirió el
inmenso prestigio popular que le conocemos entre las masas de varias provincias
platenses y en especial de la Banda Oriental, no ha sido porque fue capaz
de orientarlas desde una comprensión mayor de la tarea revolucionaria, sino y
además porque supo descubrir y apoyar esa comprensión allí donde afloraba
siempre: en las masas pobres.” (“Artigas: tierra y revolución”, Lucía Sala, N. De la Torre y J.
Rodríguez, Ediciones Pueblos unidos,
Montevideo,1970)
“Después
de la obra discutible pero esclarecedora de Lucía Sala, J. C. Rodríguez y N.
De la Torre, parece cierto que aunque pudo haber sectores de la población
que no lucharon por obtener la tierra, hubo otros que sí lo hicieron y la
exigieron, y que si el caudillo apoyó y encauzó ese reclamo, no fue su único
origen (ya que) todos aquellos aherrojados por la gran propiedad y el
autoritarismo borbónico, cultivaron en la fraternidad del ejército artiguista
entre 1811 y 1815, una temible conciencia de clase. Por ello, el 2 de enero de
1816, el oficial y caudillejo de Soriano, Encarnación Benítez, escribió a
Artigas que si las estancias se entregaban a sus antiguos propietarios y
no se repartían de inmediato eso significaría “abrir un nuevo margen a
otra revolución peor que la primera. El clamor general es: nosotros hemos
defendido la Patria (...) hemos perdido cuánto teníamos (...)
expuesto nuestras vidas (...) Y es posible que (los que) en
todo nos han perseguido (...) sigan disfrutando?” Es la identificación
de la Revolución con la tierra, la República, la libertad y el
caudillo intérprete de la voluntad general, la que explica los cuatro años de
la resistencia oriental al invasor portugués, una de las luchas más desiguales
y cruentas que (aquí se) conoció. Y no el endiosamiento del líder. El mito del
héroe creador solo sirve a las clases dominantes de todas las épocas al
minimizar el papel del pueblo. El Artigas verdadero es el conductor y el
conducido.” (“Artigas del culto a la traición”, José Pedro
Barrán, en Semanario Brecha, 20 de junio de 1986, pag. 11)
En sus Memorias,
Carlos María de Alvear lo presenta (a Artigas) como un ambicioso y un demagogo
pero también como un protagonista. Artigas es el digitador de las masas: “fue
el primero que entre nosotros conoció el partido que se podía sacar de la bruta
imbecilidad de las clases bajas, haciéndolas servir en apoyo de su poder para
esclavizar las clases superiores.” (...) Las “clases bajas” debían ser
paternalmente conducidas por las “superiores” en la lucha contra España pues su
ignorancia les impedía advertir los intereses de la Nación. El deseo
de que esos actores sociales no protagonizaran la revolución, fruto del miedo,
llevó al patriciado porteño a ver en la Revolución Oriental la obra
de un hombre, un caudillo diabólico que utilizaba el resentimiento de las
“castas” y el gauchaje – sus intereses no merecían otro nombre -. El que
Artigas fuera él solo el peligro y no los orientales, tenía en verdad, mucho de
tranquilizador. Paradojalmente, la historia oficial uruguaya sobre Artigas está
acorde con lo sustancial de este enfoque aunque invierte los valores y ve
bien donde el sector porteño vio el mal. Las dos interpretaciones coinciden en
que Artigas es el caudillo, el líder, el protagonista único, el conductor, que
nunca fue conducido, “el creador”. Todos, en otras palabras, temen que aparezca
el convidado de piedra: el pueblo oriental” (Idem)
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