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jueves, 17 de septiembre de 2020

El nacimiento del terrismo. Inicio del largo declive del batllismo.

 


El batllismo y su largo declive: La muerte de Don Pepe y el nacimiento del Terrismo




En las elecciones de 1926 el batllismo, mayoría en ese entonces, dividía sus preferencias entre Julio María Sosa y Gabriel Terra. Don Pepe luchaba por lograr mantener la unidad del Partido Colorado promovió al Dr. Juan Campisteguy a la Presidencia. El Partido Colorado obtuvo 141.581 votos y el Partido Nacional 140.055. Como podemos apreciar la diferencia era mínima. En Minas los nacionalistas impugnaron la validez de 1300 listas riveristas que había utilizado un color rosado distinto al color colorado tradicional registrado. Si el Senado que era el juez de la elección las anulaba el ganador sería Luis Alberto de Herrera. La situación era detención e incertidumbre y hay que sumarle que el Partido Nacional era mayoría en el Senado desde 1925. Simultáneamente el Presidente Serrato ordena realizar maniobras militares en Los Cerrillos, en las cercanías de Montevideo. Había rumores de todo tipo que incluían la no aceptación del resultado electoral e incluso de levantamientos blancos.

Con todos estos antecedentes Campisteguy toma posesión del cargo de Presidente de la República el 1 de marzo de 1927. En este período se van a sancionar leyes que legitimaron aun más la fortaleza del sufragio. Comienza a perfilarse la figura del Dr. Gabriel Terra y casi simultáneamente se produce el deceso de José Batlle y Ordóñez en octubre de 1929. Como prólogo de la crisis mundial, aunque totalmente ajenos a su inminencia por esos años, 1928, el presidente de los Estados Unidos, Herbert Hoover visitó nuestro país en el marco del debate sobre el panamericanismo. Hay un antes y un después de la crisis mundial de 1929, y al decir de Gerardo Caetano estos años fueron fundamentales para el desarrollo de la creatividad de nuestra sociedad para salir adelante. Nuestros principales sectores productivos presentaban una gran fragilidad y estaban sometidos a las permanentes oscilaciones que el comercio internacional marcaba. Un trabajo de María Ines Moraes muestra que el estancamiento ganadero venía arrastrándose desde 1912, y en 1933 los negocios con el exterior caen un 50% con relación a 1930, se limitaron considerablemente las importaciones de bienes de capital, de insumos industriales y combustibles con la inmediata baja de los niveles de producción.Siguiendo a Juan Oddone, las medidas para paliar la crisis fueron: desvalorizar el peso, mayor control en la comercialización de la moneda extrajera, limitación de importaciones y un importante conjunto de medidas para potenciar la producción agropecuaria. En tanto el batllismo desarrolló mediante la nueva política de “pactos” un nuevo impulso estatizador con el proceso que lleva finalmente a fundar ANCAP, entre otras acciones. En la transición al batllismo de don Luis Batlle conviene ver la visión de Jaime Yaffe, cuya conclusión a su trabajo lo tomo parcialmente.( Política y economía en la modernización: Uruguay 1876-1933 Jaime Yaffe Universidad de la República, Uruguay).

“El aporte específico del primer batllismo fue el de agregar al intervencionismo ya existente una orientación hacia los sectores populares urbanos del Uruguay de principios de siglo, más específicamente con la fuerza laboral urbana. Con el batllismo no nació el estado intervencionista sino el “estado deliberadamente interventor y popular” (Barrán – Nahum 1984). Este primer batllismo impulsó una amplia política de industrialización, nacionalizaciones y estatizaciones que hicieron del estado un intérprete económico trascendente para las dimensiones de la estructura económica del país. Al mismo tiempo la apuesta a la diversificación productiva como vía para romper el predominio ganadero se concretó en el impulso del desarrollo agrícola y la industrialización. Mientras que el primero fracasó, la segunda se concretó parcialmente. Salvo el caso de la industria frigorífica, que se instaló y desarrolló a partir de 1905, se trataba de una industria cuya modalidad predominante era el pequeño taller manufacturero con baja dotación de trabajadores y escasa incorporación tecnológica. La política de nacionalizaciones y estatizaciones se desarrolló con particular ímpetu entre 1911 y 1915 operándose un gran crecimiento del sector público de la economía. La modernización económica operada bajo el primer batllismo estuvo centrada en la dinamización de la economía urbana industrial y en el crecimiento de las empresas públicas aunque, al fracasar en sus planes de reforma rural y fiscal, no alcanzó a trastocar las bases del modelo agroexportador heredado del siglo XIX. Allí están las bases del creciente peso social y político de los sectores populares y medios urbanos. La clase obrera manufacturera y el funcionariado público se expandieron al son del incipiente crecimiento de la industria manufacturera y del desarrollo del aparato del estado. En el plano social el estado conducido por el batllismo desarrolló una amplia legislación social y laboral al tiempo que instrumenta efectivamente un giro en la ubicación del estado frente al conflicto social en un momento de florecimiento del sindicalismo uruguayo. El estado asume un rol franca y declaradamente neutral frente a los conflictos sociales y se manifiesta abiertamente favorable a la organización colectiva de los trabajadores y a la mejora de la condición social de los mismos siempre y cuando se canalice dentro de la normativa legal vigente. En tal sentido en el estado se despega de la connivencia represiva con las patronales y asume un rol de equidistancia practica aunque con discurso de apoyo a los reclamos obreros. Al mismo tiempo, abundan los proyectos de legislación laboral y social que se impulsan en las cámaras legislativa y aunque muchos de ellos quedan varados en la discusión parlamentaria y no saltean las vallas que se les presentan, igualmente es amplia la legislación sancionada en la materia. En tanto el batllismo dio renovado impulso al intervencionismo con un fuerte tono popular, los sectores acomodados y conservadores de la sociedad uruguaya se vieron impelidos a abandonar su tradicional prescindencia política y encaran su organización y movilización. La articulación exitosa de los sectores conservadores de ambos partidos tradicionales con las organizaciones gremiales de las clases acomodadas inquietadas por el impulso batllista, lograron poner freno al mismo y obligar al batllismo a entrar en una “política de pactos y compromisos” (Nahum 1975) que en los años 20 significó un verdadero congelamiento, que no retroceso, del impulso estatista que tuvo su punto culminante entre 1911 y 1915. La derrota electoral del batllismo en 1916 dio pie al “alto” del presidente Feliciano Viera a las reformas económicas y sociales, en principio no más que un anuncio público que se concretaría en el curso de los años siguientes dando lugar al advenimiento de una “república conservadora” (Barrán – Nahum 1987; Caetano 1991 y 1992). Al tiempo que el “alto de Viera” de 1916 frenó el reformismo social y económico del primer batllismo, y con él el avance del estado social y empresario de orientación deliberadamente popular, el sistema político vivió a partir de 1916 una profunda modernización de signo democratizador. La renovación política encontró su cauce legal en la reforma de la Constitución de 1830 y en la revisión de la legislación electoral que se completaría en los años siguientes.  La Segunda Constitución  (1917) supuso, conjuntamente con el andamiaje legal que fue configurando el nuevo sistema electoral, una notable reformulación de las instituciones políticas uruguayas. Bajo el nuevo formato institucional el viejo orden político, hegemónico y excluyente, encontró su final y dio paso a una modernización en una clave doblemente democrática: como ampliación de la participación política y como consagración del pluralismo político. En primer lugar, la marginación política de los sectores populares fue superada parcialmente al establecerse el sufragio universal masculino eliminándose de esa forma las exclusiones de orden social, económica y cultural. En los años veinte el sistema político uruguayo completó su configuración electoral y la política

uruguaya se electoralizó rápidamentecon una participación ciudadana sostenidamente incrementada. En segundo lugar, se consagró y aseguró el pluralismo político a través delestablecimiento de un sistema de garantías que rodearon al nuevo sistema electoral (voto secreto entre otros) y a la adopción de la representación proporcional para la adjudicación de los cargos legislativos y de formas de representación (aunque no proporcionales) en el poder ejecutivo que pasó a tener una instancia colegiada. De esta forma quedó asegurando el acceso de la minoría nacionalista a los órganos de gobierno y la posibilidad cierta de desafiar el predominio colorado y alternarse en el ejercicio del gobierno y en el control del estado.   La modernización política operada en el mismo reconoce dos fases. En la primera, correspondiente al “primer batllismo” (1903-1916) el componente central de esa renovación estuvo en la creciente expansión de los atributos y del aparato del estado. En la segunda, correspondiente a la “república conservadora” (1916-1933) el elemento central de la modernización política está en la democratización del sistema político.  Llamativamente la modernización no supuso un recambio del sistema de partidos políticos tradicionales, sino que por el contrario los viejos partidos sobrevivieron y se volvieron también partidos modernos. Paradójicamente la segunda modernización política confirmó la “permanencia y fortalecimiento del tradicionalismo político” (Caetano – Rilla 1991), la supervivencia remozada y tonificada de los viejos bandos blanco y colorado, transformados en partidos políticos modernizados. Entre 1903 y 1916 el fuerte impulso reformista en materia económica y social se desarrolló en el marco de un sistema político aún excluyente y hegemónico. La modernización económica y social tuvo como correlato político un gran redimensionamiento del rol del Estado. Las novedades políticas que se procesan a partir de 1916 constituyen una profunda modernización del sistema político uruguayo caracterizada por la ampliación de la participación política ciudadana y la institucionalización del pluralismo. Puede decirse con toda propiedad que la reformulación institucional de 1917 marcó el nacimiento de la democracia uruguaya.  Al mismo tiempo entre 1916 y 1930 el batllismo se vio obligado a entrar en una política de pactos y compromisos con otras fracciones políticas de su propio partido y de fuera. El reformismo económico y social y con él la expansión del estatismo se detuvo casi completamente. El tipo de relaciones estado-economía-sociedad anudado bajo el primer batllismo se cristalizó, en tanto ni se desanda el camino ni se avanza, aunque la intención y el tono popular y hasta obrerista del intervencionismo fue relevado por el primado de la preferencia hacia los reclamos de los sectores patronales conservadores. Mientras que el sistema político se democratizó, el reformismo económico y social entró en una fase de casi congelamiento y en esta doble y paradójica realidad reside la clave de la “república conservadora uruguaya “(Jacob 1983). La crisis mundial inició un gran debate, pero sin un desarrollo de grandes proyectos viables, al Decir de Caetano y Rilla entre la “restauración reformista” y la “restauración conservadora” se inicia un proceso político que lleva al Dr. Gabriel Terra al poder.( Caetano, G. Rilla,J. Historia Contemporánea del Uruguay, 212-217)

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