Fragmento de una entrevista realizada por la revista
Reflexiones del Batllismo en febrero de 1986.
Pregunta RB- El Partido Colorado prometió asegurar ante todo la
estabilidad institucional. Para ello propuso conducir un cambio en paz. Algunos
sectores señalan que para asegurar la paz se olvidó de los cambios. ¿Qué
opinión le merecen esas críticas?
E.T. – La misma opinión que me merecen todas las actitudes
instantaneístas. Seguramente quienes formulan esa crítica pertenecen a los
mismos sectores que en los últimos meses del año pasado, cuando comenzó a
producirse cierta distensión en la sociedad civil, a pesar de estar bajo un
régimen de dictadura reclamaban la amnistía “total”, “irrestricta” y “ya”.
Lo que esta gente no dice, ni reconoce seguramente, es que
este gobierno y este Parlamento democrático, antes de los quince días de
instalados habían sancionado y promulgado una ley de pacificación nacional que
supuso la amnistía para la totalidad de los autores de delitos políticos y de
delitos comunes conexos con delitos políticos que no hubieran cometido delitos
de sangre y la libertad, irreversible, aún de estos últimos, si bien no fueron
amnistiados.
En tren de contabilizar realizaciones, no debían dudar que
fue un “cambio”, y un cambio más que señalado. Al día siguiente de promulgada
la ley, hombres y mujeres que hacía años que estaban privados de su libertad,
la recuperaron definitivamente.
El cambio más formidable que ha vivido el país, sin duda
posible, ha sido transmutar una dictadura- una dictadura que, incluso se endureció
en los tres años finales del general Gregorio Alvarez- en una democracia funcionante, autentica, en la que se han respetado y se respetan integralmente
los derechos y las libertades de todos. Y bajo el manto de esa transformación
profunda, de ese “cambio” tajante y absoluto, se podrían enumerar una serie
numerosa de decisiones administrativas, de leyes, de decretos que han ido
modificando, enmendando y suprimiendo restricciones y limitaciones injustas. ¿O
no es un “cambio” importante la rehabilitación de todos los partidos y grupos
políticos, la devolución de sus locales y bienes muebles a dichas entidades y a
las agrupaciones sindicales? ¿O no es un cambio haber readmitido, mucho antes
de la ley incluso, a la mayoría de los funcionarios públicos destituídos sin
expresión de causa a lo largo de los doce años anteriores?
Pero seguramente, entre estos críticos existen muchos de los
que antes del Golpe de Estado- por ahora parece que no se animan a repetirlo-
afirmaban que los únicos derechos eran los materiales y que los demás- la
libertad de expresión, la de asociación, la de reunión, el mismo derecho a la
libertad individual y a la integridad de la personalidad del hombre- eran derechos o libertades “formales” o
“burguesas”.
Pero vayamos al campo económico, que parecería ser el único
que les preocupa a algunos. ¿Es que puede ignorarse, razonablemente, que en
plena época de crisis del país, con enorme generosidad, ha establecido la
institución de la revisión periódica- ya no anual, si no cuatrimestral- de los
salarios, para acompañarlos al crecimiento del costo de la vida? ¿ Quiere
ignorarse que , no ya los salarios nominales que han crecido más del ciento por
ciento, sino el salario real creció un
doce y un quince por ciento? Y en este mismo terreno, ¿ puede válidamente
ignorarse el tremendo esfuerzo que ha significado para el país una ley como la
de refinanciamiento del endeudamiento interno, destinada a salvar de la ruina a
productores, industriales y a comerciantes que, en definitiva, le había creído
al gobierno de facto y se habían endeudado en dólares cuando en este país hasta
los niños sabían desde un par de años antes de la ruptura de la “tablita” que,
inevitablemente, esta habría de romperse.
La sociedad uruguaya ha cambiado profundamente en estos diez
meses de democracia. Quién así no lo vea, o es ciego o se tapa deliberadamente
los ojos con las manos. Ahora, si lo que se pretende es que esta sociedad de
economía mixta, que es y seguirá siendo la nuestra, donde conviven las empresas
públicas y la actividad privada, se transforme en una sociedad “socialista”,
del “socialismo real” como con estudiado eufemismo se llama a las dictaduras
comunistas, eso sí no se ha producido ni se va a producir. Por lo menos
mientras el gobierno esté en manos del Partido Colorado. Porque el nuestro es
un Partido serio, responsable, auténticamente democrático, de raíz
profundamente liberal en lo político. Y aunque en materia económica y social
sea un partido solidarista, preocupado por el nivel y la calidad de vida de
todos y cada uno de los habitantes del país y dispuesto a adoptar todas las decisiones
que razonablemente se requieran para ello, es un Partido Reformista y no
revolucionario. El Partido Colorado cree, como creemos todos los liberales, que
la Revolución se cumplió hace doscientos años, y que de aquí en adelante la
gran tarea que nos queda es seguir reformando y cambiar, que es mucho sin
dudas, pero la haremos paulatinamente, sin guillotinas, ni paredones, sino
respetando la libertad de todos y los derechos de todos.
Ver:
Reflexiones del batllismo, febrero de 1986, páginas 6 y 7.
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