Lo que es bueno
para los individuos puede no serlo para la economía en su conjunto.
En conferencia de prensa, el Presidente de la
República, Dr. Luis Lacalle Pou, informando las medidas y el desarrollo de la
pandemia del Covid-19 dijo, con referencia a la evolución económica, un
concepto no esperado en el pensamiento de un herrerista:
“No vamos a amputarnos ningún mecanismo para poner
a andar al país. No somos ortodoxos”, dijo y recordó que en las charlas con su
ministra de Economía aprendió a valorar al economista teórico británico John Maynard Keynes.
“Las herramientas que tengamos a mano van a ser las que usemos el día después. El mundo ha demostrado que ser ortodoxos en momentos de crisis no es una buena cosa. Sin perder los principios, sin perder la libertad como faro principal, vamos a usar todas las herramientas para prender la llave del país de vuelta”
John Maynard
Keynes (1883-1946) fue el economista más importante del siglo XX.
Redefine la Economía desarrollando, inventando la macroeconomía como rama que
analiza la economía en su conjunto y como una entidad diferente que la suma
total de sus partes. Keynes explicó claramente cómo era posible que hubiese trabajadores
desocupados, fábricas ociosas y productos sin vender durante largos períodos,
enfrentándose a la teoría del equilibrio entre la oferta y la demanda en los
mercados. Keynes parte de la observación simple que una economía no consume
todo lo que produce. Entonces es imprescindible invertir la diferencia os ea
los ahorros para que pueda venderse todo lo que se produjo y para que puedan
emplearse todos los insumos productivos, incluido el servicio laboral de los
trabajadores llegando al pleno empleo. En periodos de gran incertidumbre como
el que estamos corriendo en abril de 2020, los inversores se vuelven pesimistas
con referencia al futuro y reducen sus inversiones. Para Keynes cuando caen las
inversiones, cae el gasto total, lo que a su vez reduce la renta ya que el
gasto de una persona es la renta de otra. La reducción de la renta disminuye a
su vez el ahorro que es lo que queda después del consumo. Siendo breve, para
Keynes el estado normal de las cosas es aquel en que las inversiones son equivalentes
a los ahorros en el nivel de la demanda efectiva que es la que está respaldada
por el poder de compra, es insuficiente para alcanzar el pleno empleo. Para
alcanzar el pleno empleo el Gobierno a través del Estado debía utilizar
activamente el gasto para aumentar en nivel de la demanda.
Aplicado a la crisis económica de los años treinta
y a las crisis anteriores, esto se traducía en la afirmación por el pensamiento
liberal de la época de que eran, en esencia, generadas por el mal
funcionamiento del mercado de trabajo y los sindicatos. La solución era: disminuir los
salarios reales.
La postura de Keynes es radicalmente distinta. Su
respuesta viene englobada en lo que él mismo denomina el principio de la demanda
efectiva: la producción y con ella, el empleo se establecerá a aquel nivel que
fije la demanda efectiva de la economía. La causa de la crisis, por tanto, no
se encuentra en salarios por encima de su nivel de equilibrio, sino
simplemente en que la demanda del sistema es menor que la necesaria para el
pleno empleo.
Para Keynes, el principio de la demanda efectiva
lleva indisolublemente adosada la insuficiencia del mercado para asignar
ópticamente todos los recursos en general y el trabajo en particular. El sistema
por sí sólo puede ser incapaz de generar la demanda efectiva necesaria para
garantizar el pleno empleo durante períodos de tiempo muy largos; en
consecuencia, la consecución del pleno empleo hace necesaria la actuación del
sector público estimulando la demanda.
Si estamos
de acuerdo en que el núcleo de la teoría de Keynes está constituido por el
principio de la demanda efectiva, no cabe duda de la validez de aquél: estamos
asistiendo a una situación en la que el automatismo del mercado no es capaz de
garantizar la plena utilización de los recursos productivos y en particular,
del trabajo.
La demanda efectiva generada es insuficiente. Esta
situación requeriría, según Keynes, la aplicación a nivel internacional de
políticas de estímulo de la demanda efectiva, principalmente de tipo fiscal.
Pero el hecho de que Keynes no hubiese podido
prever las características concretas y específicas con que sus políticas
económicas habrían de ser implementadas muchos años después no nos dice que
Keynes haya quedado superado, sino simplemente que la teoría y las políticas
keynesianas necesitan de complementos. No son suficientes, pero son necesarias.
El instrumento fiscal
Así, el principio de la demanda efectiva nos dice
que la economía mundial necesita ser reactivada, necesita del estímulo de los
diferentes sectores públicos de los distintos países, a través de acciones
fundamentalmente de política fiscal.
En realidad si buscamos respuestas concretas a la
crisis actual el modelo keynesiano no nos dice cómo debe ser reestructurado el aparato
productivo; las líneas redistributivas
de las políticas fiscales y de cómo éstas y aquéllas actúan sobre la inflación.
Pero si nos dice que el sistema puede permanecer en
desempleo durante largos períodos de tiempo y que, por tanto, es imprescindible
que el sector público actúe reactivando la economía a nivel mundial.
Keynes se
limitó a establecer las bases sobre las que deban asentarse las políticas
anticrisis; su plasmación específica debe hacerse en cada caso. Keynes
construyó un escalón, aunque no el primero; los siguientes los debemos
construir nosotros.
En los últimos 30 años, (a diferencia del largo período de crecimiento
capitalista entre 1945 y 1970 de exitoso predominio keynesiano) han predominado
las políticas liberales, cuyo objetivo ha sido el de recuperar la competitividad
por medio de la competencia entre empresas en un mercado mundializado y abierto
y donde el instrumento fundamental ha sido reducciones de salarios, de
beneficios sociales y de gastos públicos en especial de orden social.
En función de
lo anterior es necesario relanzar al debate las ideas keynesianas que
permitieron una distribución de la riqueza diferente durante los años de la
segunda posguerra.
El Estado incluye variadas dimensiones interrelacionadas y
que se entrecruzan. Por lo tanto se generan confusiones en los límites y
alcances de sus áreas de influencia. Una definición es la que
sostiene que es “… un conjunto de relaciones sociales que imponen un orden en
un determinado momento”(O´Donnel 2004). También se lo menciona como una abstracción
y a menudo se confunde con el gobierno. Para Hobbes era el mecanismo de paz
social entre los individuos concepto mejorado por la corriente contractualista
que lo define como un acuerdo entre los individuos que aceptan sacrificar parte
de su soberanía creando el concepto de “figura pública” supraindividual.
Incluso desde los pensadores griegos se consideraba que el individuo aislado no
podía sobrevivir.
Acá comienzan las interpretaciones materialistas que argumentan el hombre es producto de la sociedad, de sus recuerdos, de su historia en buen romance de las relaciones sociales que genera en la producción. Ronald Reagan sostenía que: “El gobierno ha ido más allá de sus límites al decidir defendernos de nosotros mismos” Contemporáneamente la escuela económica neoclásica desarrollada por los denominados Chicago boys otorgan al mercado un status natural, despolitizado a tal grado que cualquier logro de la economía tiene el mérito del mercado y todas las culpas o errores se las otorgan al Estado. El enemigo teórico era Keynes cuyas teorías facilitaron un crecimiento económico brutal hasta la crisis del petróleo en 1973. El debate sigue siendo la “simple y natural libertad de Adam Smith” con las “necesidades de la sociedad humana” de Stuart MIll.
Acá comienzan las interpretaciones materialistas que argumentan el hombre es producto de la sociedad, de sus recuerdos, de su historia en buen romance de las relaciones sociales que genera en la producción. Ronald Reagan sostenía que: “El gobierno ha ido más allá de sus límites al decidir defendernos de nosotros mismos” Contemporáneamente la escuela económica neoclásica desarrollada por los denominados Chicago boys otorgan al mercado un status natural, despolitizado a tal grado que cualquier logro de la economía tiene el mérito del mercado y todas las culpas o errores se las otorgan al Estado. El enemigo teórico era Keynes cuyas teorías facilitaron un crecimiento económico brutal hasta la crisis del petróleo en 1973. El debate sigue siendo la “simple y natural libertad de Adam Smith” con las “necesidades de la sociedad humana” de Stuart MIll.
La política económica batllista sostenía como idea central
que era posible conciliar la reducción de costos con el aumento de
los mercados, en la medida en que se actúe sobre la distribución de las
ganancias de productividad. Y allí el rol del Estado y de las
organizaciones sindicales y sociales es fundamental dentro de la visión
batllista histórica para negociar estas ganancias. Tema de debate que hoy
la baja rentabilidad que tienen la gran cantidad de pequeños productores
rurales, la Pymes y los sectores no integrados, por efecto de la crisis
económica originada por la epidemia del coronavirus, nos demandan
en nuestro país.
Ver:
La batalla de Bretton Woods. Steill, B. Deusto 2013.
Economía para el 99% de la población. Chang, Ha-Soon. Debate. 2014
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