El manejo de la Crisis de 1929.
La crisis mundial impactó en una economía
uruguaya en extremo frágil, imponiendo al sector externo, balanza
comercial-balanza de pagos, una serie de restricciones que obligaron al elenco
gobernante a abandonar una ortodoxia liberal a la que el batllismo se había
enfrentado en lo económico. Desde 1931 el Estado se convierte en el árbitro de
una muy importante transferencia de ingresos; el mecanismo fue una profunda
alteración de los precios relativos principalmente a través de la política
cambiaria. Los incentivos desde el Estado para potenciar las actividades
manufactureras
se fueron multiplicando y los mecanismos de regulación de la
actividad económica, en su conjunto, fueron en aumento. La crisis mundial de 1929 mostró
con claridad el carácter dependiente y periférico de la economía uruguaya. El
golpe más fuerte de esa crisis nos golpea a partir de 1932 cuando cae el valor
de las exportaciones un 58% con referencia a 1930. En 1918 el precio de una
tonelada de carne exportada ascendía a $ 300 en 1929 había bajado a $ 200 y en
1933 $ 172. Esto produce un déficit del presupuesto estatal y de la balanza de
pagos que estaba atada a las recaudaciones de aduana.. En lo social la crisis
determinó un aumento del desempleo llegando a 41000 trabajadores en 1933, a eso
había que sumarles los subocupados o informales que realizaban changas o
trabajos zafrales. Disminuyen el poder adquisitivo de los sectores de ingresos
fijos: trabajadores, jubilados y pensionistas.
A fines de 1929, Baltasar Brum
manifestó en el Consejo Nacional de Administración que la política de
sobrevaluar el peso que seguía el Banco República favorecía al comercio
importador, pero perjudicaba a la industria y a las exportaciones ganaderas.
Propuso estimular la desvalorización monetaria . Siguiendo a Raul Jacob
en su análisis del período. Tenemos los
siguientes conceptos:
En 1931
sería el Ministro de Industrias, Edmundo Castillo, el encargado de fundamentar
la aceptación de la desvalorización del signo monetario uruguayo. Dejó claro
que la caída del mismo se debió a que no se habían aplicado oportunamente las
medidas propuestas por el batllismo, limitación de las importaciones, estatizaciones,
que hubiesen impedido la fuga de divisas que presionaron a la baja del peso.
Sin embargo el hecho era que el peso había perdido valor. Dijo
Castillo: el Consejo Nacional resistió en beneficio de la producción rural
a la valorización artificial del signo monetario.”
Esta
política tendía a lograr dos objetivos: a) fomentar al sector exportador que
recibiría más pesos uruguayos por sus ventas; b) aumentar el precio de la
manufactura importada, con lo que se protegía a la industria nacional.
Pero
también podía tener un efecto negativo: aumentar el costo de vida, ya que
combustibles, materias primas y artículos de primera necesidad se adquirían en
el exterior.
Esta
consecuencia fue criticada por el diputado socialista Emilio Frugoni, que ya en
mayo de 1929 había propuesto retornar a la libre conversión del peso a oro,
coincidiendo con destacados representantes del alto comercio, como medida que
conduciría hacia una moneda sana que aseguraría el valor adquisitivo del
salario. La limitación de las importaciones afectaría la recaudación de la
Aduana, piedra angular del sistema fiscal en ese entonces. La desvalorización
monetaria obligó al Estado, que cobraba los impuestos en pesos uruguayos,
a utilizar suma; no previstas para el pago de intereses pactados en moneda
extranjera. La situación económica del país aumentó la morosidad del sector
privado. Todas estas circunstancias confluyeron a acrecentar el déficit fiscal.
Para contrarrestarlo, en 1931 se crearon veintitrés nuevos impuestos. Algunos
gravaron al consumo ,alcohol, nafta, bananas, aunque muchos de ellos fueron
aplicados a productos importados que se fabricaban en el país, con lo cual se
protegió a la industria nacional. Otros, como patentes extraordinarias a la
importación de automóviles, tendían a recargar artículos de uso suntuario.
A los
propietarios se les aumentó los impuestos a las herencias y a las traslaciones
de dominio.
Particular
importancia adquirió el aumento del uno por mil de la contribución inmobiliaria
rural cuyos aforos superaran los cincuenta mil pesos. La medida afectaría —dado
el precio de la tierra— a los propietarios de aproximadamente mil y más
hectáreas. La Federación Rural declaró que el agro estaba, ya antes, al límite
de su capacidad impositiva. El Comité Nacional de Vigilancia Económica arreció
su lucha contra el gobierno. En febrero de 1933, ante la baja en los precios de
tierras y bienes raíces, "El Debate” instaba a
la "huelga de bolsillos cerrados", a la resistencia
colectiva al pago de la contribución; mientras el diputado nacionalista Cecilio
Arrarte Corbo proponía suprimir por dos actos el impuesto a todas las
propiedades rurales del país. Ambas propuestas fueron alentadas cuando el
régimen tenía sus días contados, como reacción a una política considerada
hostil por los ganaderos.
Las
medidas reseñadas muestran que se aplicó una concepción impositiva que gravó a
todos los sectores, aunque obviamente afectó más a los de menores ingresos.
La
Historia sin fin.
Fiel a
ello el Estado trasladó la crisis a sus funcionarios. Se estableció un
"impuesto a los sueldos", eufemismo que implicaba una rebaja de las
retribuciones, tanto en sueldos como pensiones y jubilaciones del sector
oficial. Se fijó un mínimo no imponible de setenta pesos para los solteros, y
de cien pesos para los casados y solteros cabeza de familia. A partir de esos
topes entraba a regir un impuesto gradual, entre el seis y el quince por
ciento. La fundamentación que se hizo de esta rebaja salarial era que afectarla
sólo a un sector de empleados públicos, los de sueldos mayores. Sin embargo se
pueden hacer algunas precisiones: a) el salario de setenta pesos era el que se
consideraba mínimo antes de que la desvalorización monetaria aumentara en
1929-30 el costo de vida; 2) para aquellos funcionarios que aún no lo ganaban,
o lo ganaban y estaban eximidos, significó de hecho la congelación de toda
expectativa de aumento salarial para acompasar las retribuciones al nuevo costo
de vida; 3) estando en trámite parlamentario un proyecto para establecer ese
salario mínimo en la actividad privada le restó toda posibilidad de aprobación;
4) se consideraba que el Estado pagaba las mejores retribuciones, por lo cual
la medida tendía a congelar o deprimir los salarios de la actividad privada.
Según
Berreta, el batllismo había apoyado esta medida para dar coherencia al plan
económico global.
Tanto la
"Federación de Empleados y Obreros de la Nación", como el Presidente
Terra, coincidían en que el impuesto a los sueldos debería regir recién a
partir de las retribuciones de ciento cincuenta pesos.
En 1932
el Parlamento estudió la desgravación gradual, o la supresión del resistido
impuesto. Baltasar Brum opinó que "la reducción en los emolumentos
reflejó de inmediato sobre las operaciones comerciales ordinarias, causando un
enorme perjuicio...". García Morales lamentó la ruptura de
colaboración parlamentaria entre los dos partidos, ya que la rebaja
constituía "la principal conquista que la transacción realizada
permitía realizar al programa de prudencia, de justicia y de discreción
financiera sustentado por el Partido Nacional...", recordando que al
suspenderse la amortización de la deuda externa se hizo frente a un
plan coherente de economías que fue bien acogido en el exterior. En el seno
del Consejo Nacional de Administración el batllismo fue partidario de suprimir
el gravamen. El presupuesto de gastos sancionado en enero de 1933 se
consideraba "súper equilibrado". Sin embargo, el terrismo no sólo
dejaría subsistente el impuesto, sino que lo extendería a los empleados
municipales, que no estaban comprendidos en el mismo.
Para
paliar la repercusión de la reforma impositiva sobre los sectores de menores
ingresos, se resolvió en 1931 rebajar en un diez por ciento los alquileres
urbanos.
Algunos
entes estatales debieron contribuir con sumas extraordinarias para aliviar ía
situación del erario público.
En un análisis rápido la crisis de 1929 tuvo las
siguientes repercusiones económicas:
1)
Disminución de los precios internacionales de los
productos pecuarios.
2)
Caída de la demanda internacional de materias
primas y productos alimenticios.
3)
Retracción de la inversión internacional de
capitales. Esto complica las posibilidades de crédito externo en condiciones
muy desfavorables.
4)
Aumento de la desocupación, el 50% de los
asalariados sin trabajo según el censo Industrial.
5)
Disminución del poder adquisitivo del sector de
ingresos fijos.
6)
Se inicia una restricción al ingreso de
inmigrantes. Catalogando como indeseables a vagos, drogadictos, maleantes.
7)
En 1929 comienza la aplicación de iniciativas
relativas a jubilaciones generales, salarios mínimos y propiedad de la tierra.
8)
Por iniciativa de la Federación Rural se
constituyó el Comité de Vigilancia Económica.
La política económica del Consejo Nacional de
Administración que por mandato constitucional tenía injerencia en la producción
y en la industria tenía una visión estatista e intervencionista. Sus medidas
para enfrentar a la crisis fueron:
1)
Fomento industrial. Se prohibieron ciertas
importaciones competitivas y grandes impuestos a productos suntuarios.
2)
Fomento agropecuario. A nivel de la agricultura
el Estado buscó incidir en la fijación de precios y crea el Mercado de frutos.
3)
Para la ganadería se ofreció una mejor cotización
por las reses mediante el Frigorífico Nacional.
4)
Política monetaria- Se buscó la estabilidad de un
peso devaluado con el objetivo de favorecer al sector exportador y a los
industriales que eran subsidiados al encarecerse los productos importados. Lo
negativo fue el crecimiento de la deuda externa suspendiendo el pago de amortizaciones
pero no de los intereses. Al BROU se le otorgó el control absoluto de las
operaciones de cambio con el objetivo de frenar la especulación y la fuga de
divisas. A las empresas extranjeras se les prohibió enviar fondos al exterior
los cuales debían ser depositadas en el país.
5)
Presupuesto. A nivel presupuestal se intentó
reducir el déficit del Estado sobre la base de aumentos de impuestos. Se
estableció un impuesto a los sueldos que también pesaba sobre las jubilaciones
y pensiones. También sobre los combustibles.
6)
Ampliación de las estatizaciones. Las
comunicaciones fueron acaparadas por la empresa estatal Usinas y Teléfonos del
Estado, se creó ANCAP en base a los acuerdos del pacto del chinchulín en base
al acuerdo ente el batllismo y los nacionalistas independientes.
Ver:
Berna, L y otros. Historia Económica del Uruguay
1870-2000. Santillana. 2014.
Jacob, R El Uruguay de Terra. EBO 1984.
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