José Pedro Varela planteó un sistema educativo no
centralizado previendo una gran participación de la comunidad para el
desarrollo de la Institución Educativa. Esto no determinaba la ajenidad del
Estado por el contrario preveía un rol articulador entre lo autonómico y el
control total del sistema. La escuela era considerada como el principal nexo articulador de toda la sociedad, y fue tomada por
Varela en su visita a los Estados Unidos de donde toma las ideas principales.
El Estado determinaría las líneas generales y posteriormente habría gran
participación social en los objetivos educativos. Esto está claramente
establecido en la tercera parte de La Legislación Escolar, donde se establece
que el control partiría de la Comisión Nacional de Educación con funciones muy
claras en la formación y
acreditación de los educadores, determinado los textos
de estudio y los listados de obras y autores de interés- Desde el punto de vista
organizativo la estructura preveía la participación de representantes elegidos
por los ciudadanos con la única condición de saber leer y escribir, lo que
determinaba el derecho a participación prevista por la Constitución de 1830. Lo
novedoso era que en las elecciones de distrito se permitía el voto femenino con
la condición de que fueran jefes de familia o fueran contribuyentes directos
del Estado. Lo ideal y lo posible Varela lo trataba de conciliar en los
fundamentos expuestos en La Legislación Escolar:..."la ley no puede
ajustarse estrictamente a los principios teóricos que profesa el que la redacta
o aquellos que la sanciones; tiene, para ser eficaz, posible y realizable, que
tomar también en cuenta, el estado de la sociedad para la cual se legisla y los
hechos que en ella se producen" (Varela, J.P. Página 261)
Esta coherencia se ve claramente en el tema religioso, prevista como oficial
del Estado la Católica, Apostólica y Romana, dejando cierta libertad de opción
sin recurrir a artículos inconstitucionales. La enseñanza la llevaría adelante
por un cuerpo docente formado al respecto y con un título habilitante. Por eso
desde el inicio mismo de un centro educativo la apertura se realizaría con todo
el personal especializado y con los elementos educativos necesarios. En algunos
lugares del interior profundo el cumplimiento de estas directivas se asemejó a
una cruzada heroica con caminos intransitables o inexistentes. Los docentes
tendrían un doble control administrativo y burocrático partiendo de la organización
y con supervisores que inspeccionaría el correcto funcionamiento de las
diferentes áreas. Estos inspectores informarían el funcionamiento de las
distintas áreas del sistema. Pero, además, estaba el control de la comunidad
que podía cuestionar el funcionamiento de la institución o de los docentes. La
formación del docente no solo preveía las herramientas para enfrentar la tarea
docente, sino que un marco de materias más amplio se le proporcionaría
distintas visiones de la realidad en la cual la concepción de la educación
pudiese prender dignificando el rol del docente en la sociedad. Los exámenes
serán el fiel de la balanza, cuya aprobación definirá apto al docente egresado
para ejercer su profesión. Ya desde el comienzo la participación del docente en
determinar aspectos políticos u organizativos de la organización estaba
cerrado, sin embargo siguiendo los lineamientos generales había un esbozo de
libertad de cátedra. O sea existía una descentralización pero la participación
de los subordinados a la estructura era inexistente convirtiéndose en una
organización vertical.
Como ocurre en cualquier proceso
reformista la teoría y la práctica no siempre fueron de la mano, hubo
inconsistencias en los quehaceres docentes por variadas razones. Los maestros conservadores
o que directamente se oponían a la reforma era preocupación constante, el
propio Varela escribió: " debemos dislocar la vieja escuela,
derrumbar el viejo edificio, hacer desaparecer completamente la antigua
organización(...) separando a los maestros de sus ayudantes, a los alumnos de
sus maestros(..)incluso con el riesgo que se produjera temporalmente el
caos" (Varela, Obras Completas, Página 72). Posteriormente Jacobo
Varela en su presentación en Congreso Pedagógico de Buenos Aires siguió
sosteniendo la argumentación de José Pedro Varela incluso con más precisión:
"La mitad de los maestros uruguayos no sirven para nada; esta es la
verdad. Y ¿cómo se los arroja a la calle? El uno es bueno, moral y honesto; la
otra es una señora encanecida en el magisterio.." Jacobo
Adrian Varela se destacó por su gran capacidad intelectual, era el hermano
mayor de José Pedro y fue eclipsado por su hermano y su gran proyección en
medios académicos de la época. Sus estudiosos sostienen que protegía a su hermano
menor y la guiaba en muchos aspectos, cosa que sin duda lo favorece cuando
llega a tener que asumir responsabilidades de gobierno. Un documento muestra su
preocupación en aconsejar a su hermano que estaba en los EE.UU: "Observa
y estudia bien y no juzgues a los pueblos que visites por los libros que has
leído, como hiciste con Portugal, que lo viste con ojos de Byron sin razón y
sin justicia en tus apreciaciones a vuelo de pájaro"
En 1882 un crítico del proceso reformista Vareliano, Francisco Antonio Berra sostenía que los maestros de entonces: "estaban acostumbrados a creer que no hay ciencia sin experiencia propia, ni orden de ideas más adelantado(...) que el que ellos conocían y practicaban desde tiempos inmemoriales"
En 1882 un crítico del proceso reformista Vareliano, Francisco Antonio Berra sostenía que los maestros de entonces: "estaban acostumbrados a creer que no hay ciencia sin experiencia propia, ni orden de ideas más adelantado(...) que el que ellos conocían y practicaban desde tiempos inmemoriales"
José Pedro Varela ya planteaba claramente su oposición a la alienación del hombre o de la mujer en el trabajo, pues ello anegaba el componente intelectual libre, creador y autónomo. Y sostenía que sin mentes libres, no hay ciudadanía libre. Y sin ciudadanía consciente de la libertad, no había República que defender. Por este motivo, desde la Sociedad de Amigos de la Educación Popular no cesaría de manifestar lo siguiente: “la causa de la educación del pueblo ha de ser simpática a todas las personas ilustradas del país:” “Si el pueblo es embrutecido e ignorante, el trabajo será pobre, rutinario y estéril; si el pueblo es inteligente e instruido, el trabajo será activo, ingenioso y creador. La cuestión es de vida o muerte para la gran industria, la agricultura y el comercio, para la riqueza en fin” La comprensión de los conceptos manejados por Varela y los pensadores europeos pasa por procesos históricos antagónicos. Varela habla desde una región, y desde un país en la misma, que entabla un proceso complejo y contradictorio. En cuestiones de educación Varela, citando a un autor americano, diría a este respecto: «Franklin, Clay y Webster… eran hijos de trabajadores. Rogelio Sherman, Andres Jackson, Abraham Lincoln, pertenecían a la clase plebeya; un pobre maestro de escuela preside actualmente la Suprema Corte de EE.UU., un sastre de Tenesse ocupa la silla de Washington y el muchacho de un labrador de Ohio es comandante general de nuestros ejércitos…»
Para Gramsci, la superación del folclore, que al igual que la
religión y el sentido común dominante habían hecho de los grupos sociales masas
de pensamiento disgregado, conformistas, irracionales, acríticos y limitados a
cuestiones de fe, y hallaba en la
escuela la superación de tal desigualdad, como principal desarrollo de
alternativas. Varela, en La Educación
del Pueblo, se plantea lo siguiente: “La difusión, pues, de los conocimientos
útiles, destruye los males de la ignorancia, males que han causado pesares y
desgracias a la familia humana». “El sufragio universal supone la conciencia
universal y la conciencia universal supone y exige la educación universal”
En primer lugar Varela aborda la cuestión del caudillismo
entre las fronteras de su país, cuestión que se entrelazaba a la incipiente
estructura capitalista de la conformación del Estado nacional uruguayo. Varela
fue conocedor del tipo de educación formal e informal que recibían los
diferentes grupos sociales de su país,
En segundo lugar, educación
estatal laica: Varela y Gramsci comparten un compromiso evidente por la
transformación social. Y el afán de configurar órdenes sociales justos en donde
las desigualdades por sociales fueran corregidas, amortiguadas, sancionadas y
sustituidas por una igualdad social real en donde la educación fuera el motor
desde el cual se distribuyeran las oportunidades y valores para que cada
persona hallara una forma social de emanciparse
En tercer lugar, pedagogía con sentido de la emancipación popular:
Varela se preocupó de insistir en que cuando alguien de orígenes humildes había
comprendido el valor que se desprendía de la elevación intelectual y moral
propiciada a través de aprender una suerte de cierto tipo de instrucción, era
más necesario todavía que siguiera la vinculación permanente e infatigable con
esas mismas clases populares, en la escuela pública, unitaria y común,
igualitaria y laica. Varela, como Gramsci después, entendió también la
necesidad de explicar las distintas hegemonías históricas y la posibilidad de
construcción y dinamización de intentos hegemónicos alternativos de las clases
subalternas. Lo expresó en La Educación del Pueblo: «El saber como la luz del
Sol, puede y debe alcanzar a todos sin que se empañe su fulgor, ni se aminore
su intensidad».
Lo cierto que 20 años después de
iniciado el proceso reformista vareliano ya en el Siglo XX y en el desarrollo
del primer batllismo convivían modalidades docentes pre reformistas de cuño
casi colonial con la nueva visión pedagógica.
Ver:
Ifran, Douglas. De Varela al Plan Ceibal, capítulo 2, Páginas 65-68.Psicolibros, Montevideo, setiembre 2012.
Ifran, Douglas. De Varela al Plan Ceibal, capítulo 2, Páginas 65-68.Psicolibros, Montevideo, setiembre 2012.
Palomeque, Agapo Luis. Historia de
la Educación Uruguaya, tomo 3, Páginas 43-45, De la Plaza , Montevideo 2012.
Gomez Jimenez, Antonio J. tributo a José Pedro Varela:
desde la educación del pueblo (1874) hasta la educación universal, pública,
laica y gratuita a la clase obrera contemporánea.
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