LA REVOLUCIÓN
FRANCESA (1789)
"Antecedentes. La
Revolución Francesa recibió el doble ejemplo de las revoluciones inglesa y
norteamericana, aunque de ésta en mayor medida, no sólo por la cercanía
temporal, sino porque jóvenes franceses participaron activamente en ella. El
conflicto socio-político era más previsible en Francia que en Inglaterra. La
burguesía francesa era numerosa, culta y rica, y había crecido en el siglo
XVIII en número y expectativas. No sólo había aumentado la alta burguesía de
financieros, negociantes e industriales, sino también la media o pequeña
dedicada al comercio al por menor, y de
artesanos independientes. También había crecido en un 30 o 40% la población del reino, porque como con la relativa prosperidad se habían superado las hambrunas, lo que ocurrió fue una disminución de la mortalidad, más que un incremento de la natalidad. Este amplio sector formado por burgueses de distintos niveles, campesinos libres y los sometidos aún a servicios señoriales, además de los jornaleros, que constituían el 97% de la población francesa, integraban el Tercer Estado o Estado Llano.
artesanos independientes. También había crecido en un 30 o 40% la población del reino, porque como con la relativa prosperidad se habían superado las hambrunas, lo que ocurrió fue una disminución de la mortalidad, más que un incremento de la natalidad. Este amplio sector formado por burgueses de distintos niveles, campesinos libres y los sometidos aún a servicios señoriales, además de los jornaleros, que constituían el 97% de la población francesa, integraban el Tercer Estado o Estado Llano.
La Sociedad
seguía siendo estamentaria o de Órdenes, como en el Medioevo: el Primero y el
Segundo Órdenes o Estados –Nobleza y Clero-gozaban de privilegios jurídicos e
impositivos. El 3° Estado tenía todas las obligaciones impositivas y ocupaba un
status jurídico inferior. El nivel
cultural también había crecido. Aumentó el número de colegios, y el espíritu de
la época ya no era regido por la Iglesia. Las expectativas del sector burgués
no estaban ya en la vida eterna sino en la felicidad y el bienestar. Y las
obras de los escritores emergidos de ese sector social planteaban cuestiones
relativas a la falta de poder de la clase en ascenso. De allí que las ideas de
la Ilustración, con su prédica en pos de la igualdad civil, la defensa de la
propiedad y la soberanía popular, se transformara para esa Burguesía en un
Credo. No estuvieron solos en sus
planteos. Contaron con el apoyo de un sector minoritario de la nobleza, la
nobleza liberal empapada también de los ideales de limitación del poder al
estilo inglés; y, también, con del bajo clero que se oponía las pretensiones de
los obispos y arzobispos de conservación de sus privilegios. La oportunidad para la Revolución la
proporcionó la misma Realeza, cuya necesidad de reformas impositivas para
conjurar la crisis financiera, la indujo a convocar una institución medieval
que no se reunía desde 1614: los Estados Generales. Tradicionalmente los distintos Órdenes
sesionaban por separado y cada uno tenía un voto. Convocados por el rey,
concurrieron tanto la Nobleza como un sector del Clero, en actitud de defensa
del orden establecido: sus privilegios impositivos y el sistema todo. Los miembros del 3° Estado tenían diferentes
expectativas, relacionados con las grandes diferencias de estilo de vida
existentes dentro del sector, entre un alto burgués financista y un campesino
sujeto a prestaciones personales frente al señor. Las de estos eran más
concretas y específicas, en tanto los de la elite dirigente apuntaban a lo
profundo: una redistribución del poder en beneficio de la burguesía, apertura a
ese sector de los cargos de la alta administración, la alta magistratura y el nivel de oficiales
superiores del ejército.
También pretendían una mayor liberación de la economía
en base a las ideas de la fuerte corriente fisiocrática de la época y el fin de
la
diferenciación entre bienes nobles y bienes plebeyos, que determinaba que, si un
plebeyo compraba tierras, pagaba un impuesto especial. Aspiraban a una sociedad de hombres iguales y
ya no jerárquica; lo cual, además, presuponía una reducción del poder social y
económico de la Iglesia, que cobraba aún el diezmo. La crisis económica de 1789 hizo de las
desigualdades de siglos, algo intolerable; la burguesía y el proletariado
aparecen como los elementos motores de la Revolución El rey había autorizado la
redacción de los “cuadernos de parroquia”, en los cuales los campesinos
estamparon sus quejas, a partir de los cuales se elaboraron los mandatos de los
diputados de cada provincia de Francia. Las quejas de los campesinos eran muy
concretas: menos impuestos, mayor igualdad en el plano jurídico. No
comprometían fundamentalmente el interés burgués. Por tanto, la alianza de
clases entre los distintos sectores del Tercer Estado era posible. Podían elegir representantes sólo los varones
mayores de 25 años que pagaban impuestos. Por ende, los diputados elegidos en
representación del Estado Llano, fueron mayoritariamente burgueses liberales, conscientes de que para conseguir la igualdad
jurídica y una distribución justa de los impuestos –lo cual implicaba el cese
de la inmunidad fiscal que tenían la Nobleza y el Clero sobre sus inmensas
posesiones- era necesario transformar el Régimen, de una Monarquía Absoluta a
una Monarquía Limitada. Así pues, la Burguesía aprovechó ese momento de
debilidad real para exigir las anheladas reformas: la supresión de los
privilegios, la limitación del poder real, la sanción de una Constitución, con
división de poderes y derechos individuales. En general, los diputados de los
tres Órdenes eran monarquicos y nadie por tanto, al menos en principio, se
planteaba la caducidad de la monarquía. El modelo revolucionario era el
británico.
Inicio del Proceso Revolucionario. Los Estados Generales se reunieron en 1789,
del total de diputados, representaban
los privilegiados el 3% de la población, y los no privilegiados, el 97%.
Sin embargo, tal desigual representación carecía de significación en los
hechos, dado que el sistema electoral
preveía 1 voto por orden. Dado el tenor de las propuestas a tratar, se preveía
que clero y nobleza votarían juntos.
Destinadas desde el comienzo a fracasar la postura del 3er. Estado, la
Burguesía exigió que todos los diputados sesionaran en conjunto y no por
separado, y que el voto fuera “por cabeza”. Eso implicaba que los Estados
Generales se transformaran en Asamblea Nacional. El rey envió al ejército real
a cerrar las salas de sesiones. La Burguesía, firme en sus decisiones, decidió
retirarse de Versalles y reunirse en un club deportivo donde se comprometió a
luchar y a no separarse hasta que Francia tuviera una Constitución. En este
acto, conocido como el Juramento del Frontón o del Juego de Pelota, acaecido el
20 de junio de 1789, participaron también algunos nobles progresistas y miembros del Bajo Clero. Entre los nobles
se destacó Mirabeau quien enfrentó a los oficiales del rey manifestando:
“Estamos aquí por voluntad del pueblo y sólo saldremos por la fuerza de las
bayonetas”. Ante la evidencia de que
sobrevendría un baño de sangre, el rey decidió ceder, y autorizó la reunión
conjunta de los diputados de los tres órdenes. Los Estados Generales se
transformaron así en Asamblea Nacional, y luego, cuando ésta se hubo
declarado soberana, en Asamblea General
Constituyente. Esa fue una gran victoria, pues el Tercer Estado era mayoría. En
este momento la revolución se había consumado.
La Asamblea General Constituyente sesionó bajo la presión de distintas
fuerzas. Por un lado el Ejército, que si bien en principio estuvo junto al rey,
más adelante sufrió la defección de sargentos y soldados, quienes sintieron que
esas ideas de igualdad en discusión, los beneficiaba también a ellos. Muchos
soldados pasaron a enrolarse en la recientemente formada Guardia Nacional,
milicia burguesa revolucionaria organizada para enfrentar al Ejército del
Antiguo Régimen.
La Guardia Nacional
tenía un doble objetivo: el mantenimiento del orden en construcción tanto
frente a los reaccionarios legitimistas como frente a la izquierda radical. Los
reaccionarios legitimistas eran nobles y miembros del alto clero que, junto a
la Corte, estaban a la espera de alguna
debilidad que les permitiera recuperar el pleno poder, terminar con la experiencia revolucionaria en
proceso y reinstaurar el Antiguo Régimen. La izquierda radical estaba integrada
por sectores populares involucrados en
la revolución, pero que tenían necesidades inmediatas, pues el recrudecimiento
de la crisis económica producía aumento de precios y derrumbe de sus
salarios. Para julio de 1789 la
creciente violencia tuvo su desenlace el día 14
cuando los sectores populares tomaron el depósito de armas del arsenal
de la Bastilla en París, ejemplo que cundió por las provincias francesas. En el
campo estalló la explosión antiseñorial: ahora fueron los campesinos atados a
prestaciones personales, los jornaleros, los aparceros, los que exigieron reformas. La Revolución se había profundizado y así los
diputados sesionaron en medio de esos estallidos de furor popular. Fue obra de esa Asamblea General
Constituyente: la Abolición del Régimen Feudal, la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, la Constitución Monárquica de 1791. La Abolición del Régimen Feudal fue la
respuesta a las exigencias de los campesinos, sometidos aún muchos de ellos a
prestaciones personales. Los antiguos Señores aún tenían una serie de
privilegios, particularmente económicos. La abolición del régimen feudal comprendió abolición de la
servidumbre, de las jurisdicciones señoriales, del derecho de caza exclusivo,
sustitución del diezmo por una renta en metálico, que podía ser redimible.
En la Declaración de Derechos del Hombre y
del Ciudadano quedaron plasmados los derechos naturales postulados por los
filósofos: la igualdad civil, el derecho de propiedad, la libertad de
movimiento. La igualdad civil era la conquista principal. A partir de entonces
todos los ciudadanos podían ser admitidos en los cargos civiles, militares y
judiciales, los cargos de magistrados por herencia desaparecen. La igualdad fiscal
completaba la igualdad civil, y esto beneficiaba a campesinos y artesanos. La
Declaración significaba el establecimiento de un nuevo Pacto Social, ahora una
especie de contrato voluntario entre los miembros de la nación francesa, en
sustitución de la sociedad autoritaria precedente, pues proclamó el derecho del hombre a las
libertades y el derecho del ciudadano a la soberanía. El sistema gubernativo que implicaba esta Declaración, era el Sistema
Representativo. La Constitución de 1791
establecía una Monarquía Limitada. El rey conservaba la plenitud del poder
ejecutivo, pues designaba a los ministros. Pero las otras funciones pasaron a
los otros dos poderes. El Poder Legislativo, integrado por dos Cámaras –la de
Diputados y la de Senadores-, era indisoluble e inviolable, único hacedor de la
ley, y sus diputados se reclutaba a partir del voto censitario. Los derechos
políticos alcanzaron pues, sólo a los propietarios. La Constitución completó la
enunciación de los derechos no incluidos en la Declaración. Así, la libertad de
trasladarse, libertad de prensa y de palabra y la de integrar asociaciones políticas. La Revolución significó un gran triunfo
para la Burguesía. El pueblo había logrado reformas, como la eliminación de la
servidumbre y los privilegios señoriales y el establecimiento de la igualdad
jurídica; pero carecía del derecho a la participación política. Sobre todo,
estaban
faltando reformas que significara un traspaso de bienes de
los más ricos a los más pobres. Las innovaciones en el plano fiscal fueron muy
bien recibidas y en principio los derechos establecidos fueron sentidos como
suficientes; pero con el correr de los meses empezaron a ser percibidos como
escasas por parte de los sectores urbanos de las capas bajas. Evolución de la revolución: de la Monarquía
Constitucional a la República y al Imperio
La Monarquía Constitucional fue establecida por la
Constitución de 1791 pero tuvo escasa duración, debido a la amenaza de guerra
externa promovida por los regímenes absolutistas, que se aliaron contra Francia
teniendo que se expandiera el ejemplo revolucionario. También operó en
contra la poco disimulada connivencia
del rey con las coronas del extranjero. Y, desde luego, los sectores populares que no se consideraban suficientemente beneficiados. Se sucedieron rápidamente una serie de
hechos: la huida frustada del Rey Luis XVI hacia Bélgica, suceso que creó una ruptura irreparable entre
el rey y la nación, pues ésta sospechó que se había unido al enemigo. El rey y
su familia fueron conducidos prisioneros al Palacio de las Tullerías,
depuestos, juzgados, condenados, y finalmente ejecutados en enero de 1793. La pequeña burguesía y los obreros,
defraudados por la labor de la Constituyente se radicalizaron en Paris.
Su
proyecto consistía en un sistema de soberanía directa, al estilo roussoniano.
Dirigidos por Robespierre, Marat y Dantón, líderes del Partido de la Montaña
que representaba la revolución democrática, actuaron en agosto del 92 contra la
Monarquía y la Burguesía moderada: tomaron por asalto la Comuna de París,
expulsaron a sus miembros, y organizaron la Comuna Insurrecta, que organizó una
sangrienta purga entre la nobleza legitimista, el sector más reaccionario, que
aspiraba al retorno del antiguo régimen.
La República surgió como consecuencia de esta Segunda Revolución que
derribó al trono. La Convención fue la
institución central desde 1792. Su 1ª acto de gobierno consistió en abolir la
Monarquía y organizar la República. En
la Convención actuaron diferentes partidos que ocuparon en forma sucesiva el
poder ministerial. El Partido Girondino
fue el que tuvo mayoría en un primer momento, y por ello dirigió la política
revolucionaria. Surgió como partido de izquierda frente a la nobleza aún
reaccionaria, pero luego vio surgir otro grupo ubicado más hacia la izquierda.
Terminó representando a la Burguesía moderada. Los hombres de este partido
frustraron las aspiraciones sociales de los sectores campesinos. Ya en la etapa
anterior se había producido la confiscación de los bienes de los emigrados, lo
cual había significado que numerosos latifundios habían pasado a engrosar los
bienes del Estado. En los primeros decretos revolucionarios se había dispuesto
que tales bienes, divididos en lotes, serían entregados a cambio del pago de una
renta en metálico -una especie de arriendo con posesión a futuro; pero los Girondinos una vez en el poder, no los
aplicaron. Sí en cambio se estipuló el pago al contado, pero el campesino
francés no se animó a endeudarse, porque además necesitaba de capitales para
proceder a la explotación de las parcelas. El inmenso desplazamiento de riqueza
que se produjo, a costa de la nobleza, terminó beneficiando a la burguesía, que
disponía de los capitales suficientes para la adquisición y la explotación. En 1793 una Tercera Revolución intentó corregir los errores y frustraciones
del gobierno girondino y concretar
principios de la democracia política y social. El Partido Jacobino llegó
al poder con un golpe contra los jefes Girondinos. Significó el triunfo del sector
popular, de la clase
media baja y el proletariado, grupos que se sentían
defraudados porque su vida seguía siendo tan dura, que no podían apreciar el
cambio significativo que la revolución había provocado. Aún había crisis
económica, altos impuestos, hambre, falta de trabajo. Significó el triunfo de
la minoría revolucionaria y democrática, y marcó el comienzo del llamado
Terror con líderes radicales como
Robespierre, Marat, Danton Se dictó la Constitución de 1793, inspirada en
principios roussonianos: sufragio general y directo, cámara única,
participación del pueblo en la aprobación de las leyes. Esta Constitución sin
embargo nunca se aplicó, y en los hechos la etapa jacobina fue la de un
gobierno fuertemente centralizado, que para poder implementar sus reformas
revolucionarias conculcó de hecho las libertades burguesas. Se abrió la etapa
de des-cristianización: el calendario gregoriano fue reemplazado por el
revolucionario, que establecía como año I el del comienzo de la República, que
conservaba los 12 meses pero con nombres relacionados con la naturaleza.
Impulsaron la Revolución Social: se fijaron subsidios para pobres que no podían
trabajar, niños, viudas y ancianos; se
puso en vigencia una ley agraria que establecía el reparto gratuito entre los campesinos
de los bienes comunales de la región, se produjeron nuevas confiscaciones
-ahora de los burgueses antirrevolucionarios o sospechados de ello- que
benefició a patriotas indigentes. Se declaró la liberación de la esclavitud en
todas las colonias. El Jacobinismo se
fundaba teóricamente en Rousseau, quien en “El Contrato social” (1762)
desarrolló la teoría de la soberanía popular. El papel que reservaba al Estado
era el de reprimir los abusos de la propiedad individual y mantener el
equilibrio social, por medio de la legislación respecto de la herencia y del
impuesto progresivo sobre la renta. Esta tesis, igualitaria tanto en el dominio
social como en el político, era cosa nueva en el siglo XVIII, y puso a Rousseau
frente a Voltaire y los Enciclopedistas. Concretada desde el poder por los
jacobinos, esa concepción alejó a la revolución francesa de la inglesa y la
acercó a la norteamericana; como la alejó también de la Revolución de Mayo de
1810, salvo el caso de algunas disposiciones prácticas concretadas por Mariano
Moreno. El Régimen Jacobino fue
generando enemistades. En primer lugar la de los burgueses, que temblaban por
sí mismos y por sus bienes, dado el sistema de empréstito obligatorio y de
impuesto progresivo, que aparecía como guerra a los ricos. Pero además, los
topes de precios le generaron al gobierno la enemistad de los pequeños
comerciantes, de los granjeros, y de todos aquellos ligados a la producción del
campo. Cuando se estableció el tope de salarios para disponer de medios para la
guerra contra las potencias absolutistas aliadas contra la revolución-, ya el
gobierno sufrió incluso la oposición de los trabajadores urbanos, hasta
entonces su gran sostén. El Directorio fue la organización institucional
surgida en 1794 de una Contrarrevolución: frente al doble peligro de la derecha
aristocrática y la izquierda democrática, se constituyó el Partido del Centro
con el aporte de los diversos sectores de la Burguesía -alta, mediana, incluso
pequeña; y así se restableció el régimen liberal-burgués. La Constitución democrática del Año I fue
reemplazada por la del Año III (1795), que denotaba influencia burguesa, porque
reservaba los derechos políticos a los contribuyentes; era de tipo censitaria.
Del régimen anterior pocas cosas subsistieron, como los repartos de tierras ya
hechos entre los campesinos; pero esta política no fue continuada y cesó la de
asistencia a los pobres. La recuperación de las libertades fue válida para los
adictos al régimen: se restableció la libertad comercial y se liberó a la
prensa que actuó en adelante como
portavoz de hecho de los intereses y de la política gubernamental
La Constitución del Año III instituía un régimen con
división de poderes, y creaba como Ejecutivo al Directorio. Este sistema
funcionó entre 1795 y 1799, y en su transcurso se agudizó la crisis social y se
complicó la situación externa al ser vencida la flota francesa por la inglesa
en Abukir. Como los directores consideraban necesario un gobierno fuerte,
solicitaron el apoyo de prestigioso militar revolucionario Napoleón
Bonaparte para dar un golpe interno, e
instaurar un nuevo régimen.
El Consulado. Fue el
régimen existente entre 1800 y 1804. Se dictó la Constitución del Año VIII, que
establecía como Ejecutivo a tres cónsules; pero de hecho significó la
inauguración del poder personal de Napoleón, que pasó de 1º cónsul a cónsul
vitalicio, y finalmente a Emperador en 1804.
La Burguesía pues, dispuesta a consolidar su situación económica, ante
los embates de las clases bajas empobrecidas y el problema de la guerra
externa, terminó instituyendo el Poder Personal. Así, los excesos
revolucionarios habían provocado una Contrarrevolución; y la guerra externa
había entronizado al Poder Militar.
El Imperio fue la etapa institucional que se inició en 1804
con la coronación de Napoleón como Emperador. La República Francesa se
transformó en Imperio Francés. Fue un gobierno autoritario, porque aunque
existían Cámaras, el emperador tenía
todo el poder, sólo respetó los derechos individuales, Su obra fue importante
en diversos planos: jurídico, educativo, social, económico, institucional. La
redacción del Código de Napoleón (en 1810) codificó leyes civiles y criminales,
fue muy severo pero siguió rigiendo en Francia e influyó en países europeos
como Bélgica, Alemania e Italia, y también en países americanos como
Argentina. Napoleón confirmó la
distribución de tierras hecha por la revolución, y la continuó, lo cual hizo
posible la afirmación en Francia de los medianos propietarios, esto es, esa
clase media campesina que fue, en el siglo XIX, el puntal de la
democracia. Profundizó la guerra contra
la Europa absolutista. Luchó particularmente contra Inglaterra que dirigía a
las potencias absolutistas aliadas. Fue vencida su escuadra en la batalla de
Trafalgar en 1805, y perdió poder en el
mar. Por eso decidió atacar a Inglaterra en sus intereses económicos
estableciendo el un bloqueo continental:
prohibió a los estados europeos que
comerciaran con esa Isla, apoyándose en el prestigio de su ejército. Ese bloqueo influyó en la concreción de las
Invasiones Inglesas en el Río de la Plata, en 1806 y 1807.
Portugal no obedeció el bloqueo dada su alianza económica
con Inglaterra, por lo que Napoleón ordenó su ocupación. Cruzó España con
autorización del rey Carlos IV, que era su aliado; pero después de ocupar
Portugal decidió dominar también España. Esa acción inició una guerra entre
franceses y españoles, que tuvo repercusiones en América, y particularmente en
el Virreinato del Río de la Plata.
Como Rusia tampoco aceptó el bloqueo continental, Napoleón
la atacó en 1812. Los rusos decidieron retroceder sin presentar batalla,
quemando las cosechas, aplicando una táctica llamada de tierra arrasada. Los
franceses agobiados por el invierno ruso finalmente retrocedieron derrotados.
Napoleón ya no pudo recobrarse. Fue derrotado en la batalla de Leipzig –la
batalla de las naciones- y debió abdicar el poder. Fugazmente logró reinstaurar
el gobierno en Francia contra el rey Borbón repuesto en el trono. Derrotado en
forma definitiva en
la batalla de Waterloo, fue enviado a la isla de Santa
Elena, donde murió. . Consecuencias de
la Revolución Francesa. Es considerada
la más importante de todo un ciclo de revoluciones que tuvo como protagonista a
la Burguesía, y como finalidad la aniquilación del Antiguo Régimen u Orden
Absolutista. Su lema de Libertad, Igualdad, Fraternidad y su Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano fueron el punto de referencia de cientos de
dirigentes revolucionarios a lo largo de todo el siglo XIX. Entre ellos, los
revolucionarios de Mayo de 1810. Fue determinante en la caída del Antiguo
Régimen y del proceso de transformación de la Sociedad
Tradicional a la Sociedad Moderna. Antes de dicha Revolución, en Europa
imperaba una sociedad jerárquica y la idea de la desigualdad jurídica
inmovilizaba la sociedad. Aun cuando se
intentó la Restauración del Orden Tradicional derrotado Napoleón, ya nada de eso fue posible, porque los
vientos de la libertad y las ideas liberales difundidas desde Francia habían
prendido en Europa y América. Logró la
difusión del Liberalismo, con todas sus implicancias: las ideas de igualdad
jurídica, las libertades y garantías individuales, la división de poderes y, fundamentalmente,
el constitucionalismo. Desató las fuerzas del progreso aunque desató
también las fuerzas de la regresión. Tras la caída de Napoleón, se produjo la
Restauración Absolutista entre 1814/15 y 1830, y esos Monarcas restaurados
formaron alianzas para ahogar cualquier movimiento liberal que ocurriera dentro
o fuera del continente. Pero las ideas de libertad e igualdad eran demasiado
fuertes para ser acalladas. A partir de las revoluciones de 1830 y 1848 el
Orden Restaurado fue desmoronándose, hasta caer totalmente a lo largo del siglo
XIX."
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