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sábado, 17 de diciembre de 2022

El golpe de febrero de 1973. La pérdida de valores democráticos.




Siempre vuelve, todos los años desde hace mucho, el tema del golpe y las interpretaciones y opiniones sobre lo ocurrido. Desde el oráculo de la Academia de historiadores del Uruguay, excelentes investigadores manejan los hechos en profundidad pero los títulos de los capítulos de sus trabajos son un tanto sesgados. Desde el otro sector, o sea los que verdaderamente estuvieron en los hechos, manejan esos datos poniéndose o quitándose pergaminos según corresponda. Los espectadores devenidos en trasmisores de conocimiento, o sea los docentes, periodistas y ciudadanos en general navegamos en los temas con las cargas de nuestros enfoques y visiones. Sin embargo la honestidad intelectual nos lleva a un grupo de conceptos en común. Fue un período de pérdida de valores democráticos, de violencia política, de crisis económica y el rol del Estado enfrentándose a todos estos aspectos sin conformar a

todos y a veces a nadie. Por eso es imprescindible bucear en las raíces profundas que llevaron al 9 de febrero. En definitiva a un entierro sin honores del Uruguay batllista, de la austeridad republicana y de la sociedad hiper integrada. Que lamentablemente allí quedó en la historia para siempre, excepto en nostálgicos debates o la utilización de aquel Uruguay como etiquetas de Facebook.

El origen tiene raíces profundas, pero vamos a iniciarlo en la finalización del Uruguay optimista del batllismo de don Luis Batlle Berres. Ángel Rama escribió sobre la crisis de 1955 en estos términos: “El año 1955 es de obligada mención desde los estudios de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico. -organismo oficial dirigido por un joven economista, Enrique Iglesias, encabezando un equipo serio y neutral – situaron en él la iniciación del deterioro económico nacional que en adelante no fue sino acentuándose, disimulando un tiempo la abusiva apelación a los préstamos extranjeros y creando el servicio de éstos devoró las rentas nacionales, desnudamente expuesto y agravado”[1]

También Alberto Zum Felde sostuvo en 1967 en su trabajo Proceso Histórico del Uruguay conceptos similares, pero agregando elementos que permiten ir analizando la evolución política nacional de los años 60 del siglo pasado: “la realidad nacional de los últimos veinte años presenta una serie de nuevos problemas de índole político y sociológico, que configura una época distinta, otra etapa, de la evolución histórica nacional. Fenómenos tales como la gran crisis económica relacionada con el desequilibrio creciente entre la escasa productividad del país, la inflación enorme en el costo de vida, el enorme aumento de los presupuestos estatales, la baja del valor monetario, el endeudamiento externo, la convergencia emigratoria de la población rural a la capital industrializada y burocratizada (debido en gran parte a la persistencia del latifundio ), produciendo el mal de la macrocefalia, la tumultuosa ascensión de la marca popular en procura de un más alto nivel de vida, concretándose en el creciente predominio del sindicalismo gremial – verdadero nuevo poder social y político- la intensa influencia ideológica del marxismo en los medios culturales, universitarios, y en estratos de la clase media, son algunos de los aspectos más notorios de esta etapa contemporánea.”[2]

Las huelgas y movilizaciones fueron creciendo en nuestro país como resultado de los fenómenos mencionados y la efervescencia revolucionaria de múltiples aristas que vinculaban la descolonización, la aparición de teóricos de la violencia, la crisis en América Central con una política confusa de los Estados Unidos en la región y el ejemplo, en aquel momento romántico y esperanzador de la Revolución Cubana.

En el lejano 1961, el Embajador de Cuba en nuestro país fue expulsado el 12 de enero de 1961 acusado de intervenir y promover huelgas y agitaciones. También a una serie de funcionarios de la Embajada de la URSS vinculados a la KGB que era la oficina del Servicio de Inteligencia y Seguridad del Estado soviético.  El Ministerio del Interior realiza un informe sobre esta situación el 4 de octubre de 1966 en el cual resume la situación de estos acusados de “Planificar la subversión de las instituciones democráticas en los países occidentales”[3]

En 1958 el Partido Nacional gana las elecciones luego de 93 años de gobiernos del Partido Colorado. La alianza con el Ruralismo, liderado por Benito Nardone. Esto mostró con claridad que el ciudadano aspiraba a cambios. Cosa que ocurre con un nuevo esquema económico y social, dejando de lado el intervencionismo batllista a políticas más liberales todo fundamentado en la Ley de Reforma Cambiaria y Monetaria de fines de 1959: “El paquete de medidas estabilizadoras provocó grandes controversias en su momento y en épocas posteriores, aunque en realidad tuvo escasa importancia a largo plazo. No fue -por supuesto- el causante de los problemas económicos del país, tal como sostuvieron sus opositores políticos, pero debe decirse que sus directivas fueron ampliamente ineficaces para solucionar esos problemas”[1]

 

Entre 1959 y 1966 hubo una gran decepción de la ciudadanía con los gobiernos colegiados de mayoría nacionalista lo que tuvo consecuencias inmediatas con un complejo debate de reforma constitucional y la vuelta del Partido Colorado al gobierno. El nuevo gobierno disponía ahora de una Constitución que fortalece al Poder Ejecutivo, y se palpaba en la ciudadanía la necesidad de una mano firme. El presidente Oscar D. Gestido, austero, correcto, buen administrador y militar parecía resumir con estas características el sentir popular. El pueblo uruguayo seguía estando orgulloso de sus instituciones democráticas.  El propio símbolo revolucionario de los sesenta, Ernesto “che” Guevara el 17 de agosto de 1961 en el paraninfo de la Universidad de la República en Montevideo le dijo a los estudiantes, entre otros conceptos, lo siguiente: “…Tengo las pretensiones personales de decir que conozco América, y que cada uno de sus países, en alguna forma, los he visitado, y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas… Ustedes tiene algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad d expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir…”[2]

El 3 de enero de 1966 comenzó en La Habana la Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina que recibió el nombre de “La tricontinental”. La realidad fue un catalizador de la lucha armada subversiva en todos esos lugares y especialmente en América latina con estrategias y tácticas comunes. Por Uruguay asistieron Luis.P Bonavita (FIDEL), Rodney Arismendi (PCU) Blanca Collazo(FEUU) y los periodistas César Reyes Daglio(El Popular) Manrique Salaverry(Época) y Carlos Núñez(Marcha). Y la declaración afirmó:  “el derecho de los pueblos a obtener su liberación política, económica y social por las vías que estimen necesarias, incluyendo la lucha armada para conquistar el objetivo…Para los pueblos subyugados de Asia, África y América Latina no hay tarea más importante…La Conferencia proclama el derecho de los pueblos a oponer a la violencia imperialista la violencia revolucionaria para proteger, en tales circunstancias, la soberanía y la independencia nacional”[3]

El 16 de enero de 1966 se funda la O.L.A.S (Organización latinoamericana de solidaridad) con el objetivo de: “unir, coordinar e impulsar la lucha contra el imperialismo norteamericano por parte de todos los pueblos explotados de América Latina”[4

La ciudadanía quería cambios, los jóvenes querían cambios, los terroristas quería el cambio a través de la lucha armada. Cambió el gobierno, la Constitución, volvió el partido Colorado al gobierno, Pero  como dijo el propio presidente Gestido: "No hay Constitución, no hay Parlamento, no hay Gobierno, por honesto y capaz que sea, que puedan salvar un país que no quiera salvarse."

Sin tener una mirada única, el episodio del 9 de febrero de 1973 es  resultante de muchas circunstancias, en la cuales organizaciones, personas e instituciones fueron responsables, algunos por acción y otros por omisión. Fue un proceso que incluyó la incapacidad del sistema político para ver que el avance militar era incontenible. Nos costó muy caro a todos, incluidas las Fuerzas Armadas.
Ver:

[1] Finch, H. La Economía Política del Uruguay Contemporáneo 1870-2000. EBO 2005.

[2] Lessa, A. La Revolución Imposible.

[3] Centro Militar, Centro de Oficiales retirados de las FF.AA. 1960-1980 La lucha contra el terrorismo. Artemisa Montevideo. S/F

[4] Que es la OLAS. Folleto. La Habana, 1966



[1] Reyes Abadie, W – Melogno, T: Crónica General de Uruguay, IV tomo II.

[2] Zum Felde, A: Proceso Histórico del Uruguay. Arca 1967

[3] Testimonio de una Nación Agredida. Pág. 137 y 138 en Nuestra Verdad. La lucha contra el terrorismo 1960-1980. Centro Militar. Centro de Oficiales retirados de las Fuerzas Armadas. Artemisa.

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