Datos personales

martes, 18 de noviembre de 2025

Anarquismo y Socialismo en el Río de la Plata como fuentes del progresismo uruguayo. Apuntes para debatir.

 

Raíces Revolucionarias: El Anarquismo y el Socialismo en el Río de la Plata y su Legado en el Progresismo Uruguayo. Debate.

 


 

A fines del siglo XIX, el Río de la Plata era un hervidero de cambios. Las ciudades-puerto de Buenos Aires y Montevideo, conectadas con los flujos del capitalismo global y receptáculos de masivas olas migratorias, se transformaban en escenarios privilegiados para la gestación de un nuevo actor social: el movimiento obrero. En este caldo de cultivo, arribaron de Europa no solo personas, sino también ideas radicales que prometían un mundo sin explotación. El anarquismo y el socialismo, las dos corrientes principales del pensamiento revolucionario de la época, echaron raíces profundas, configurando la

identidad, las estrategias y los horizontes de la izquierda regional.

El Puerto y la Imprenta: La Llegada de las Ideas Subversivas (1870-1900)

La última mitad del siglo XIX vio una inmigración masiva, predominantemente española e italiana, hacia Argentina y Uruguay. Entre estos migrantes, muchos eran artesanos, obreros calificados e intelectuales que huían de la persecución política o de la miseria económica, y traían consigo las ideas de Mikhail Bakunin, Pierre-Joseph Proudhon y, más tarde, Karl Marx y los teóricos de la Segunda Internacional. El anarquismo, con su énfasis en la acción directa, la huelga general, el antiautoritarismo radical y el ideal de una sociedad de libres e iguales sin Estado, fue la corriente hegemónica en el movimiento obrero durante sus primeras décadas. Su vehículo principal fue la prensa. Periódicos como «El Perseguido» y «La Protesta Humana» en Buenos Aires, ¡y «El Sol» y «Tierra!» en Montevideo, se convirtieron en órganos de agitación y organización. Los anarquistas privilegiaron la creación de sociedades de resistencia, sindicatos que rechazaban la política electoral por considerarla una trampa burguesa. Como señala la historiadora Lucía Abbattista, "el anarquismo rioplatense no fue un mero calco europeo, sino que se adaptó al contexto local, articulando las tradiciones mutualistas preexistentes con el nuevo ideario revolucionario, y encontrando en la lucha por la jornada de ocho horas y contra los desalojos sus primeras banderas concretas" (Abbattista, 2015: 78). Si bien el anarquismo uruguayo intento el camino de las federaciones, su inicio, tuvo la represión fuerte del gobierno de Juan Lindolfo Cuestas, que tuvo su momento culminante en la represión a la huelga ferroviaria de 1899, el anarcosindicalismo era por ese entonces muy débil y Cuestas lo postergó durante su mandato. Batlle y Ordóñez tuvo frente a la izquierda una actitud diferente. Desde su formación intelectual Don Pepe tuvo un marcado interés por la “cuestión Social” y las proyecto en sus análisis y notas periodísticas. Es notoria la participación sindical en el diario “El Día”. Incluso un espacio casi permanente para la postura anarquista y en lugar privilegiado como la primera columna de la página tres. Los historiadores de la época tienen una fuente muy grande de información en esas columnas. El liberalismo había encarnado con fuerza en nuestro país desde mediados del siglo XIX con la impronta europea que incluía el anticlericalismo, las libertades individuales y el concepto de igualdad en su mayor expresión posible. Para Batlle no habría liberalismo si no se desarrollaba la igualdad de derechos en social incluyendo a niños, ancianos, mujeres, pobres cuya defensa se convirtió en una propuesta radical que incluyó una reforma agraria siguiendo los postulados del socialista norteamericano Henry George. No debemos confundirnos, el batllismo no era revolucionario, su modelo radical fue el reformismo y su objetivo el policlasismo creando el concepto de ascenso social como una pauta cultural. ( López D´Alesandro, F 2025: 20)

 El socialismo, por su parte, llegó de la mano de figuras como el médico argentino Juan B. Justo, quien fundó el Partido Socialista en 1896, y de intelectuales uruguayos como Emilio Frugoni, quien haría lo propio con el Partido Socialista del Uruguay en 1910. A diferencia de los anarquistas, los socialistas creían en la necesidad de participar en la lucha política parlamentaria para conquistar reformas y, eventualmente, el poder del Estado. Su órgano de prensa, «La Vanguardia» en Argentina, y «El Socialista» en Uruguay, reflejaban esta estrategia dual: sindical y electoral. El socialismo se presentaba como la expresión política "científica" y organizada de la clase obrera.

La Forja del Movimiento Obrero: Luchas y Conquistas

 Ambas corrientes, pese a sus diferencias tácticas, fueron las arquitectas del movimiento obrero rioplatense. Impulsaron la creación de las primeras federaciones obreras, como la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de tendencia anarquista, y su par uruguaya, la FORU. La lucha se materializó en huelgas masivas, mítines y una feroz resistencia cultural a través de teatros, bibliotecas populares y centros sociales, que constituyeron una verdadera "cultura obrera" alternativa. La Semana Roja de 1909 en Buenos Aires y la huelga general de 1911 en Montevideo son ejemplos elocuentes del poder de movilización anarquista. Sin embargo, la represión estatal fue brutal, con leyes de residencia que permitían expulsar a extranjeros "indeseables" y violentas intervenciones policiales. Esta persecución, sumada al triunfo de la Revolución Rusa de 1917, comenzaría a alterar el equilibrio de fuerzas al interior de la izquierda. La Revolución Bolchevique generó una enorme expectativa y una gravitación hacia el modelo leninista, lo que llevó a que importantes sectores anarquistas y socialistas derivaran hacia la fundación de los partidos comunistas en la década de 1920.

 La Huella en el Progresismo Uruguayo: Del Batllismo al Frente Amplio

 La influencia del anarquismo y el socialismo en el progresismo uruguayo es profunda y se puede rastrear en varios niveles.

 a) El Batllismo como Reformismo Estatal: José Batlle y Ordóñez, presidente en dos períodos (1903-1907, 1911-1915), no era un socialista, pero su proyecto de modernización del Estado y de construcción de un incipiente Estado de Bienestar fue, en gran medida, una respuesta a la demanda y a la presión del movimiento obrero organizado por anarquistas y socialistas. La legislación social batllista (jornada de ocho horas, derecho a huelga, pensiones a la vejez) buscaba integrar a la clase obrera al proyecto nacional y, al mismo tiempo, desactivar el potencial revolucionario de las ideas ácratas y socialistas. Como apunta el politólogo Adolfo Garcé, "Batlle leyó con lucidez el mensaje de la FORU y de «El Socialista»; su reformismo fue, también, una estrategia de cooptación y de canalización institucional del conflicto social" (Garcé, 2012: 112). El progresismo batllista absorbió, así, la *agenda* del movimiento obrero, despojándola de su contenido revolucionario.

b) La Socialdemocracia y la Vía Frugoni: La tradición socialista encarnada por Emilio Frugoni se mantuvo como una fuerza minoritaria pero intelectualmente influyente. Defendió una vía democrática y reformista al socialismo, enfatizando la justicia social, la laicidad y los derechos humanos. Esta vertiente sería un componente esencial en la futura conformación del Frente Amplio, aportando un marco ideológico de socialdemocracia que dialogaba, a la vez que se diferenciaba, con el reformismo batllista.

c) La Cultura Política de la Izquierda: El anarquismo legó al progresismo uruguayo una desconfianza visceral hacia el autoritarismo, un marcado anticlericalismo y una valoración extrema de la autonomía de los movimientos sociales. La horizontalidad, la asamblea y la acción directa, características del anarquismo, reaparecerían con fuerza en los movimientos sociales de los años 60 y, posteriormente, en el resurgir del sindicalismo en la posdictadura. El historiador Gerardo Caetano lo expresa así: "La impronta libertaria nunca desapareció del todo del imaginario uruguayo. Quedó como un sustrato cultural, un ethos de resistencia y de desconfianza hacia las jerarquías que resurge en momentos de crisis de representación" (Caetano, 2018: 245).

El legado de estas corrientes se proyecta de manera nítida en la política uruguaya del siglo XX y XXI.

El Frente Amplio (1971-actualidad): La fundación del Frente Amplio es la síntesis superadora de estas tradiciones. En su seno convergieron el Partido Socialista (heredero de Frugoni), sectores batllistas disidentes (que llevaban la herencia reformista), cristianos progresistas, y grupos de la nueva izquierda, muchos de los cuales tenían una raigambre en la cultura de la acción directa y la militancia barrial con ecos anarquistas. El Frente Amplio logró articular la lucha institucional (la herencia socialista y batllista) con la movilización social y sindical (la herencia anarquista y de la izquierda radical).

Los Gobiernos Progresistas (2005-2020): Durante los tres gobiernos del Frente Amplio (con Tabaré Vázquez y José Mujica), esta dualidad se hizo evidente. Por un lado, se implementaron políticas de claro corte socialdemócrata: reformas fiscales progresistas, expansión de los derechos sociales (ley de matrimonio igualitario, despenalización del aborto, regulación del cannabis) y una fuerte inversión en protección social. Por otro lado, la gestión mantuvo una ortodoxia económica que generó tensiones con su base social más movimientos, heredera de la tradición de confrontación. El propio Mujica, con su estilo frugal y su crítica al consumismo, evocaba, de manera mediática, ciertos ideales de simplicidad voluntaria propios del anarquismo. En la oposición a partir del  2020, el Frente Amplio y el progresismo uruguayo en general continuaron navegando la tensión entre estas dos posturas. Por un lado, el ala más institucionalista y socialdemócrata aboga por un perfil moderado para conquistar al electorado centrista. Por el otro, los sectores más movimientos, ecologistas, feministas y sindicales, empujan desde fuera y dentro de la coalición por una agenda más transformadora, utilizando muchas veces herramientas de la acción directa y la movilización constante, en una clara resonancia con las viejas prácticas anarcosindicalistas.

A modo de conclusión.

El origen del anarquismo y el socialismo en el Río de la Plata a fines del siglo XIX no fue un episodio marginal, sino un proceso fundacional que dotó de lenguaje, organización y horizonte de expectativas a la emergente clase trabajadora. Su influencia en el progresismo uruguayo es indeleble. Permeó el reformismo estatal batllista, nutrió la tradición socialdemócrata y legó una cultura política de autonomía, movilización y resistencia anti-autoritaria. El Frente Amplio, como expresión política hegemónica de la izquierda uruguaya, es el heredero y el intérprete contemporáneo de esa rica y compleja tradición. La dialéctica entre la lucha institucional y la movilización social, entre la conquista del Estado y la construcción de poder desde abajo, sigue siendo el núcleo de su identidad y el desafío central de su proyección futura, demostrando que las ideas que llegaron en barco hace más de un siglo continúan vivas, interrogando y modelando la democracia uruguaya. En el Uruguay del siglo XXI existe una batllidad, el batllismo como ideología no tiene hoy interlocutores.

 Bibliografía

Frugoni, Emilio. (1916). «Genesis, Esencia y Fundamentos del Socialismo». Montevideo: Editorial Claridad.

Justo, Juan B. (1898). «Teoría y Práctica de la Historia». Buenos Aires: La Vanguardia.

Fuentes Secundarias

López D´Alesandro, F (2025). “Demócratas y Ortodoxos”. Una Historia de la Izquierda uruguaya 1900-1990 Ediciones de la Plaza pp. 18-21

Caetano, Gerardo. (2018). “La República Batllista”.  Ediciones de la Banda Oriental.

Zubillaga, Carlos. (2009). “La FORU y los Orígenes del Anarcosindicalismo en Uruguay”. En: «Cuadernos del CLAEH», Nº 92, pp. 119-145.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.