Raíces Revolucionarias: El Anarquismo y el Socialismo en el
Río de la Plata y su Legado en el Progresismo Uruguayo. Debate.
A fines del siglo XIX, el Río de la Plata era un hervidero de cambios. Las ciudades-puerto de Buenos Aires y Montevideo, conectadas con los flujos del capitalismo global y receptáculos de masivas olas migratorias, se transformaban en escenarios privilegiados para la gestación de un nuevo actor social: el movimiento obrero. En este caldo de cultivo, arribaron de Europa no solo personas, sino también ideas radicales que prometían un mundo sin explotación. El anarquismo y el socialismo, las dos corrientes principales del pensamiento revolucionario de la época, echaron raíces profundas, configurando la
identidad, las estrategias y los horizontes de la izquierda regional.El Puerto y la Imprenta: La Llegada de las Ideas Subversivas
(1870-1900)
La última mitad del siglo XIX vio una inmigración masiva,
predominantemente española e italiana, hacia Argentina y Uruguay. Entre estos
migrantes, muchos eran artesanos, obreros calificados e intelectuales que huían
de la persecución política o de la miseria económica, y traían consigo las
ideas de Mikhail Bakunin, Pierre-Joseph Proudhon y, más tarde, Karl Marx y los
teóricos de la Segunda Internacional. El anarquismo, con su énfasis en la
acción directa, la huelga general, el antiautoritarismo radical y el ideal de
una sociedad de libres e iguales sin Estado, fue la corriente hegemónica en el
movimiento obrero durante sus primeras décadas. Su vehículo principal fue la
prensa. Periódicos como «El Perseguido» y «La Protesta Humana» en Buenos Aires,
¡y «El Sol» y «Tierra!» en Montevideo, se convirtieron en órganos de agitación
y organización. Los anarquistas privilegiaron la creación de sociedades de
resistencia, sindicatos que rechazaban la política electoral por considerarla
una trampa burguesa. Como señala la historiadora Lucía Abbattista, "el
anarquismo rioplatense no fue un mero calco europeo, sino que se adaptó al
contexto local, articulando las tradiciones mutualistas preexistentes con el
nuevo ideario revolucionario, y encontrando en la lucha por la jornada de ocho
horas y contra los desalojos sus primeras banderas concretas" (Abbattista,
2015: 78). Si bien el anarquismo uruguayo intento el camino de las
federaciones, su inicio, tuvo la represión fuerte del gobierno de Juan Lindolfo
Cuestas, que tuvo su momento culminante en la represión a la huelga ferroviaria
de 1899, el anarcosindicalismo era por ese entonces muy débil y Cuestas lo
postergó durante su mandato. Batlle y Ordóñez tuvo frente a la izquierda una actitud
diferente. Desde su formación intelectual Don Pepe tuvo un marcado interés por
la “cuestión Social” y las proyecto en sus análisis y notas periodísticas. Es
notoria la participación sindical en el diario “El Día”. Incluso un espacio
casi permanente para la postura anarquista y en lugar privilegiado como la
primera columna de la página tres. Los historiadores de la época tienen una
fuente muy grande de información en esas columnas. El liberalismo había
encarnado con fuerza en nuestro país desde mediados del siglo XIX con la
impronta europea que incluía el anticlericalismo, las libertades individuales y
el concepto de igualdad en su mayor expresión posible. Para Batlle no habría
liberalismo si no se desarrollaba la igualdad de derechos en social incluyendo
a niños, ancianos, mujeres, pobres cuya defensa se convirtió en una propuesta
radical que incluyó una reforma agraria siguiendo los postulados del socialista
norteamericano Henry George. No debemos confundirnos, el batllismo no era
revolucionario, su modelo radical fue el reformismo y su objetivo el
policlasismo creando el concepto de ascenso social como una pauta cultural. (
López D´Alesandro, F 2025: 20)
La Forja del Movimiento Obrero: Luchas y Conquistas
b) La Socialdemocracia y la Vía Frugoni: La tradición
socialista encarnada por Emilio Frugoni se mantuvo como una fuerza minoritaria
pero intelectualmente influyente. Defendió una vía democrática y reformista al
socialismo, enfatizando la justicia social, la laicidad y los derechos humanos.
Esta vertiente sería un componente esencial en la futura conformación del
Frente Amplio, aportando un marco ideológico de socialdemocracia que dialogaba,
a la vez que se diferenciaba, con el reformismo batllista.
c) La Cultura Política de la Izquierda: El anarquismo legó
al progresismo uruguayo una desconfianza visceral hacia el autoritarismo, un
marcado anticlericalismo y una valoración extrema de la autonomía de los
movimientos sociales. La horizontalidad, la asamblea y la acción directa,
características del anarquismo, reaparecerían con fuerza en los movimientos
sociales de los años 60 y, posteriormente, en el resurgir del sindicalismo en
la posdictadura. El historiador Gerardo Caetano lo expresa así: "La
impronta libertaria nunca desapareció del todo del imaginario uruguayo. Quedó
como un sustrato cultural, un ethos de resistencia y de desconfianza hacia las
jerarquías que resurge en momentos de crisis de representación" (Caetano,
2018: 245).
El legado de estas corrientes se proyecta de manera nítida en la política uruguaya del siglo XX y XXI.
El Frente Amplio (1971-actualidad): La fundación del Frente
Amplio es la síntesis superadora de estas tradiciones. En su seno convergieron
el Partido Socialista (heredero de Frugoni), sectores batllistas disidentes
(que llevaban la herencia reformista), cristianos progresistas, y grupos de la
nueva izquierda, muchos de los cuales tenían una raigambre en la cultura de la
acción directa y la militancia barrial con ecos anarquistas. El Frente Amplio
logró articular la lucha institucional (la herencia socialista y batllista) con
la movilización social y sindical (la herencia anarquista y de la izquierda
radical).
Los Gobiernos Progresistas (2005-2020): Durante los tres gobiernos del Frente Amplio (con Tabaré Vázquez y José Mujica), esta dualidad se hizo evidente. Por un lado, se implementaron políticas de claro corte socialdemócrata: reformas fiscales progresistas, expansión de los derechos sociales (ley de matrimonio igualitario, despenalización del aborto, regulación del cannabis) y una fuerte inversión en protección social. Por otro lado, la gestión mantuvo una ortodoxia económica que generó tensiones con su base social más movimientos, heredera de la tradición de confrontación. El propio Mujica, con su estilo frugal y su crítica al consumismo, evocaba, de manera mediática, ciertos ideales de simplicidad voluntaria propios del anarquismo. En la oposición a partir del 2020, el Frente Amplio y el progresismo uruguayo en general continuaron navegando la tensión entre estas dos posturas. Por un lado, el ala más institucionalista y socialdemócrata aboga por un perfil moderado para conquistar al electorado centrista. Por el otro, los sectores más movimientos, ecologistas, feministas y sindicales, empujan desde fuera y dentro de la coalición por una agenda más transformadora, utilizando muchas veces herramientas de la acción directa y la movilización constante, en una clara resonancia con las viejas prácticas anarcosindicalistas.
A modo de conclusión.
El origen del anarquismo y el socialismo en el Río de la Plata a fines del siglo XIX no fue un episodio marginal, sino un proceso fundacional que dotó de lenguaje, organización y horizonte de expectativas a la emergente clase trabajadora. Su influencia en el progresismo uruguayo es indeleble. Permeó el reformismo estatal batllista, nutrió la tradición socialdemócrata y legó una cultura política de autonomía, movilización y resistencia anti-autoritaria. El Frente Amplio, como expresión política hegemónica de la izquierda uruguaya, es el heredero y el intérprete contemporáneo de esa rica y compleja tradición. La dialéctica entre la lucha institucional y la movilización social, entre la conquista del Estado y la construcción de poder desde abajo, sigue siendo el núcleo de su identidad y el desafío central de su proyección futura, demostrando que las ideas que llegaron en barco hace más de un siglo continúan vivas, interrogando y modelando la democracia uruguaya. En el Uruguay del siglo XXI existe una batllidad, el batllismo como ideología no tiene hoy interlocutores.
Frugoni, Emilio. (1916). «Genesis, Esencia y Fundamentos del Socialismo». Montevideo: Editorial Claridad.
Justo, Juan B. (1898). «Teoría y Práctica de la Historia».
Buenos Aires: La Vanguardia.
Fuentes Secundarias
López D´Alesandro, F (2025). “Demócratas y Ortodoxos”. Una
Historia de la Izquierda uruguaya 1900-1990 Ediciones de la Plaza pp. 18-21
Caetano, Gerardo.
(2018). “La República Batllista”. Ediciones de la Banda Oriental.
Zubillaga, Carlos. (2009). “La FORU y los Orígenes del
Anarcosindicalismo en Uruguay”. En: «Cuadernos del CLAEH», Nº 92, pp. 119-145.

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