Debate: Una aproximación esquemática al estudio de la
evolución del ruralismo.
“Este movimiento comenzó a gestarse a fines de los años
treinta… la intención era revigorizar el gremio, forjar una herramienta que
incidiese en el diseño de las políticas públicas.”
(Jacob, 1981, p. 63).
Este trabajo analiza la evolución del ruralismo uruguayo desde su emergencia a mediados del siglo XX hasta su consolidación en el poder político con Juan María Bordaberry. A través de una perspectiva histórico-política, se examinan las transformaciones del agro, la crisis del modelo batllista y el surgimiento de una sensibilidad ruralista que combinó discurso moral, reivindicación productiva y
nacionalismo conservador. El trabajo integra tres estudios de caso —Benito Nardone, el movimiento ruralista posterior a su muerte y la presidencia de Bordaberry— que revelan la continuidad de un ideario basado en la defensa del campo como núcleo moral del país. Desde el micrófono de Radio Rural hasta la presidencia, el ruralismo atravesó el siglo XX como una fuerza ambigua: popular y elitista, moral y autoritaria, profundamente enraizada en la cultura política uruguaya.Introducción
El Uruguay del siglo XX es, en muchos sentidos, una
república de transiciones. Desde la hegemonía batllista de comienzos de siglo
hasta la crisis institucional de 1973, el país transitó del reformismo social
al autoritarismo, de la modernización estatal al retraimiento del campo. En ese
recorrido, el ruralismo fue más que un movimiento sectorial: constituyó
una cultura política que sintetizó las tensiones entre tradición y modernidad.
El proceso comenzó a delinearse tras la consolidación del Estado
batllista. Mientras las políticas sociales y urbanas ampliaban derechos, el
campo —base económica y simbólica de la nación— se sentía desplazado del centro
del poder. El ruralismo, en su dimensión discursiva, surgió como una respuesta
identitaria: el intento de reubicar al productor como sujeto moral de la
república. Su desarrollo coincidió con la difusión de la radio, medio que
permitió un contacto directo con los sectores del interior profundo.
En las décadas de 1940 y 1950, el país experimentó un crecimiento
económico sostenido, pero con tensiones distributivas crecientes. El sector
agropecuario, afectado por la sobrevaluación de la moneda y la competencia
industrial, buscó nuevas formas de representación. En ese contexto emergió la
figura de Benito Nardone, quien transformó la comunicación rural en
política de masas. Nardone inauguró un nuevo tipo de liderazgo: populista en el
tono, moralista en la doctrina, profundamente conservador en lo ideológico.
Tras su muerte en 1964, el movimiento ruralista se
fragmentó, pero su influencia persistió. La década del sesenta, marcada
por la inflación, el estancamiento productivo y la radicalización política,
ofreció un terreno fértil para que su discurso de “orden” y “moral” se
integrara a nuevas expresiones del poder. La transición de Domingo y Juan
María Bordaberry del ámbito gremial al político simbolizó esa continuidad:
del micrófono a la presidencia, del campo a la conducción del Estado.
Benito Nardone: voz rural y poder político (1945–1964)
En una época en la que el Uruguay comenzaba a debatirse
entre la ciudad y el campo, una voz con acento firme y tono campechano comenzó
a dominar las ondas radiales: la de Benito Nardone, “Chico Tazo”,
periodista y político que convirtió el micrófono en arado de palabras.
Nacido en Montevideo en 1906, de origen humilde e influido
por el batllismo reformista, Nardone inició su carrera en la prensa y luego en Radio
Rural, propiedad de Domingo Bordaberry. Desde allí, con su programa
“De nuestras cosas”, denunció los abusos del intermediario urbano y promovió
una épica del productor. En 1951 fundó la Liga Federal de Acción Ruralista,
consolidando un movimiento que unió comunicación, gremialismo y política.
"Nardone carece de los tres instrumentos que tradicionalmente abren las puertas de un futuro político. No tiene ni título, ni apellido, ni dinero" El mismo Nardone cuenta en un reportaje su historia:" En mis tiempos de estudiante tenía una pieza con balcón a la calle polvorienta llamada General Paz, del barrio Palermo bien al sur de Montevideo y a una cuadra corta de la costa. Hoy la barriada desapareció y apenas quedan unas canteras de yuyos en la Rambla Costanera." Incursionó como jugador en Central F.C., en la creación literaria en panfletos universitarios y las letras de dos tangos. En su casa destacaba el retrato de José Garibaldi y lógicamente se definía como Colorado políticamente, fue estudiante de la Facultad de Derecho y lector de autores libertarios, asistía a las discusiones políticas a "tribuna abierta" en el Cerro. En otro reportaje sostiene: ¿Qué leía?- Proudhon, Marx, Saint Simon, Bakunin. Yo era un mero espectador de la polémica entre comunistas y anarquistas. Pero me interesaba el problema, Recuerdo que siendo muchacho solía ir a unas charlas libres que se organizaban en el Cerro en el Bajo de la Petiza. Había un cajón y cada cual se subía y decía lo que se le antojaba.. A esa reuniones iban Servando Cuadro, Eugenio Gómez, María Collazo, Teotimo Maldonado y creo que Cerruti Crosa. Claro que no siempre terminaban bien y muchas veces las trompadas sustituían a los argumentos..."
Batllista por definición entró a trabajar en El Día como cronista policial. Allí conoció a Domingo Arena y profundizó relaciones con periodistas de otros medios. Amigo del terrorista Miguel Arcángel Rosigna del cual heredaría su biblioteca. En 1926 fue miembro de la Convención del Partido Colorado Batllista. En los años 30 colaboró con la revista "El Batllismo" que dirigía Ricardo Yanicelli. En todos sus escritos habla del problema social y sus probable soluciones bajo la " bandera roja del batllismo que encabeza la revolución progresista, que guía la legión de trabajadores que en orden y en paz avanza victoriosamente venciendo en las justas cívicas" Criticaba ácidamente a la " mayoría empresista" del Senado que se " afianza en el apoyo de las zonas rurales, donde el rancho humilde impera con su dolor de hambre"
En 1934 abandonó El Día como resultado de la gran huelga de los trabajadores gráficos contra la patronal de los diarios y pasó a trabajar en "El Pueblo" diario terrista. Ahí entró en contacto con el senador Domingo Bordaberry, director del diario, hijo del administrador de las estancias de Carlos Reyles, secretario de éste al fundarse la Federación rural, ganadero, abogado, figura prominente del ruralismo. Bordaberry lo convenció de que se candidateara a la diputación por el departamento de Durazno, no ganó pero quedó atado a la causa gremial del campo. Se encarga de la redacción responsable del Diario Rural que financiaba y dirigía Bordaberry. En 1945 se funda Radio Rural y con el seudónimo de Chico Tazo comienza una carrera de agitador político que lo llevara al Gobierno"(http://profelagrotta.blogspot.com/2015/01/benito-nardone-resultado-de-un-uruguay.html)
Su alianza con el Herrerismo —el ala nacionalista
liderada por Luis Alberto de Herrera— fue decisiva. En 1958, esa coalición
alcanzó el gobierno, poniendo fin a la hegemonía colorada. Nardone presidió el Consejo
Nacional de Gobierno (1960–1961) y se erigió en figura central de un país
que transitaba del optimismo reformista al desencanto. Su discurso
anticomunista y su defensa del campo marcaron un giro cultural en la política
uruguaya.
Murió en 1964, dejando tras de sí un movimiento vigoroso
pero dependiente de su carisma. Su legado se proyectó en el linaje Bordaberry,
que retomó su ideario desde el poder.
La muerte de Nardone coincidió con el agotamiento del
colegiado y el inicio de una crisis estructural. Sin embargo, el ruralismo
sobrevivió como red de sociabilidad y pensamiento conservador. Radio
Rural siguió siendo su centro espiritual, bajo la dirección de Domingo
Bordaberry, y la Liga Federal se disolvió lentamente en los partidos
tradicionales.
Durante los gobiernos de Óscar Gestido (1967–1968) y Jorge
Pacheco Areco (1968–1972), el ideario ruralista halló eco en las políticas
de orden y control social. La defensa del agro, el rechazo a la movilización
sindical y el anticomunismo se integraron en la retórica oficial. El hijo de
Domingo, Juan María Bordaberry, emergió como heredero político y símbolo
de continuidad.
Entre 1965 y 1973, el campo vivió transformaciones
profundas: tecnificación, apertura de mercados y nuevos actores sociales. Pero
el ruralismo histórico, moralista y paternalista, ya no pudo adaptarse del todo
a ese cambio. Su narrativa se desplazó hacia el Estado: el campo, de sujeto
político, pasó a ser fundamento del orden.
Juan María Bordaberry: del campo al poder (1971–1976)
Heredero del micrófono y del apellido, Juan María
Bordaberry llevó al poder las ideas del ruralismo transformadas en programa
de gobierno. Ingeniero agrónomo, productor y político, representó la síntesis
entre tecnocracia y conservadurismo.
Su llegada a la presidencia en 1972, tras el período
pachequista, coincidió con un país fracturado por la violencia política y la
crisis económica. Su gobierno consolidó la militarización del Estado: el golpe
del 27 de junio de 1973 marcó la ruptura definitiva del orden
constitucional. Paradójicamente, el presidente que proclamaba restaurar la
moral nacional fue quien clausuró el Parlamento.
En 1976, los militares lo desplazaron, cerrando el ciclo del
ruralismo en el poder. Su figura condensó la transición del discurso moral del
campo al autoritarismo institucional
Conclusión
El ruralismo uruguayo fue un producto de su tiempo: hijo del
reformismo batllista y de la modernización desigual del país. Desde los
micrófonos de Radio Rural hasta el sillón presidencial, articuló una narrativa
de identidad nacional basada en el trabajo, la moral y la defensa del interior.
Sin embargo, esa narrativa derivó hacia el autoritarismo
cuando el campo fue convertido en símbolo de orden frente a la crisis social.
El paso de Nardone a Bordaberry refleja la mutación de un populismo agrario en
un proyecto de Estado conservador.
Históricamente, el ruralismo representó la reacción
cultural del interior frente al Estado urbano, y su tránsito al poder
político cerró el ciclo del Uruguay de bienestar. Su legado permanece como
espejo de una tensión persistente: entre ciudad y campo, democracia y orden,
modernidad y tradición.
Bibliografía general (formato APA)
- Caetano,
G., & Rilla, J. (1995). Historia contemporánea del Uruguay.
Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.
- Demasi,
C. (2003). La dictadura cívico-militar (1973–1985). Montevideo:
Trilce.
- Jacob,
R. (1991). Benito Nardone: el ruralismo hacia el poder (1945–1958).
Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.
- Hemisferio
Izquierdo. (2018). “El ruralismo de Nardone: entre el mito y la reacción.”
hemisferioizquierdo.uy
- El
País (1967–1976). Archivos históricos y editoriales sobre el periodo
ruralista.
- Anaforas
(FIC-Udelar). (2020). Base de datos de discursos rurales y contextos
políticos (1950–1976).
- http://profelagrotta.blogspot.com/2015/01/benito-nardone-resultado-de-un-uruguay.html

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