Repercusiones de la Primera Guerra Mundial a nivel nacional, regional e internacional.
En las tres primeras décadas del siglo XX nuestro país había desarrollado una economía agroexportadora vinculada profundamente al Imperio Británico. Era el principal mercado para la exportación de lana y carne principalmente. Ese mercado exterior era clave para la producción nacional mas que nada por lo reducido de nuestro mercado interno. La dependencia con Gran Bretaña nos vinculaba, lógicamente con los períodos de auge o de depresión económica. La
Primera Guerra Mundial tuvo variadas consecuencias durante y luego del conflicto que se desarrolló entre 1914 y 1918. Los efectos más negativos se producen durante el año 1917. Luego entre 1917 y 1919 hubo un auge económico. En nuestro país se produce el desarrollo de una gran intervención del Estado en la economía, seguida de una política de estatización de las actividades vinculadas a los servicios públicos y a los servicios financieros como la emisión de la moneda. El Estado uruguayo tuvo que tomar medidas proteccionistas para favorecer la producción nacional. Esto se va a acentuar 10 años después para enfrentar la gran crisis mundial de 1929. La Gran Guerra determinó el surgimiento de competidores comerciales a Gran Bretaña, a partir de 1919 comienzan a llegar inversiones de Alemania, de los Estados Unidos e incluso argentinas. Se desarrolló la industria frigorífica. En este período denominado de crecimiento hacia afuera Uruguay vendía materias primas y comprábamos productos manufacturados.Según Benjamín Nahum:
“Por lo general, se ha considerado que la Gran
Guerra favoreció el desarrollo económico uruguayo, en particular la
industrialización, ya que al privarnos de las mercaderías europeas nos obligó a
suplirlas de alguna manera. Es probable que ese efeto se haya producido a largo
plazo… en los primeros dos años y medio del conflicto y 1917 por lo menos la
crisis, a la par que se instaló sen las finanzas del Estado, también lo hizo en
el comercio, la industria y hasta, en cierto grado, en la actividad que menos
debía sufrirla que era la ganadería. La disminución de los volúmenes de
importación fue tan rápida que tuvo consecuencias muy negativas para el
comercio tradicional, que vendía las mercaderías europeas y para el industrial,
que dependía de las materias primas, las herramientas, maquinarias, y sobre
todo, el combustible más utilizado que era el carbón. Al estallar la Guerra
Mundial y encarecerse los precios de los productos importados, desde el aceite
hasta el azúcar…”
Una visión desde la actualidad en una nota de
prensa.
“América Latina no participó en la primera línea,
pero experimentó sus consecuencias. Primero, como proveedor de materias primas
y luego, con declaraciones de guerra como las realizadas por Bolivia, Panamá,
Cuba y Uruguay a Alemania, después que Estados Unidos entrara en el
enfrentamiento. Solamente Brasil envió tropas a territorio europeo, aunque
éstas llegaron cuando el armisticio ya había sido declarado. Otra conexión
fueron episodios aislados, como lo ocurrido con las unidades navales inglesas
Kent, Glasgow y Orama, que cañonearon al acorazado alemán Dresden en las costas
del archipiélago Juan Fernández, en Chile, hundiéndolo el 14 de marzo de 1915. Más
allá de aspectos circunstanciales, América Latina protagonizó la guerra como
granero y seguro generador de productos. El historiador alemán Stefan Rinke,
profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad Libre de Berlín y uno de
los principales expertos en la materia, dice a Deutsche Welle que “al inicio,
los gobiernos intentaron permanecer alejados de la conflagración. Todos los
países latinoamericanos declararon su estatus de neutralidad como reacción a
las noticias del Viejo Mundo”. Esto tenía una razón clara: la economía del
subcontinente estaba fuertemente ligada a la europea.
Desastre económico
Rinke, que actualmente trabaja en un libro sobre el tema, cuenta que “el mayor
reto para la neutralidad latinoamericana estuvo, ciertamente, en el campo
económico, ya que la guerra fue una guerra económica mundial. En ese sentido,
los efectos del estallido del conflicto fueron severos en toda la región. Ya en
1914, el pánico causó estragos en el sector financiero. La inflación hizo caer
los salarios reales y el desempleo masivo llevó a un aumento de las tensiones
sociales. Otro resultado más o menos general de la guerra en América Latina fue
el aumento de la influencia estadounidense en la región. Estados Unidos se
convirtió en el socio comercial más importante de muchos países”.
El historiador chileno Víctor Tapia coincide con su colega alemán. En su
estudio “El impacto de la Primera Guerra Mundial sobre la economía chilena”,
Tapia dice que la Gran Guerra “puso término a un período de importante crecimiento
económico e intensificación de los vínculos comerciales a escala planetaria” y
que la alteración de las “bases en las cuales se había ido estructurando la
economía internacional no fue indiferente para los países latinoamericanos,
dadas las relaciones de intercambio económico que sostenían, principalmente,
con las naciones involucradas en las hostilidades”. En muchos casos, las
economías vieron cómo sus números positivos se convirtieron rápidamente en
desastrosas cifras rojas.
Básicamente, las consecuencias fueron económicas. Pero Rinke destaca que hubo
repercusiones en otros ámbitos, las que incluso pueden medirse en la
actualidad. Sin embargo, el experto reconoce que América Latina desempeña, en
términos de análisis histórico, un papel bastante secundario a la hora de
estudiar y comprender la Gran Guerra. “La interconexión entre los eventos
globales y los desarrollos locales durante la Primera Guerra casi ha pasado
desapercibida. Los libros y los tratamientos de la historia de América Latina
usualmente toman la Gran Depresión como punto de partida para las
periodizaciones. De acuerdo con este punto de vista, la gran crisis fue el
momento cuando América Latina tomó un nuevo rumbo. La Primera Guerra Mundial,
sin embargo, no desempeñó un papel central como ruptura en el desarrollo del
continente. En los libros sobre la Primera Guerra Mundial –incluso en los más
conocidos– América Latina casi nunca es mencionada”.
Una traición a la civilización
El 1 de agosto de 1914, el diario chileno El
Mercurio de Valparaíso publicaba unas líneas que resultaron
previsoras: “Convulsionada Europa, como lo estamos temiendo, nuestra vida de
nación, tan íntimamente ligada a ella, recibirá un golpe funesto, no solo por
lo grande, sino por lo inmediato. Vivimos una vida artificial, de entradas extraordinarias,
no de las normales. No producimos nuestros consumos. Nuestro pan se está
haciendo de harina importada; la carne que consumimos nos viene de afuera. Sin
la renta del salitre no podremos subsistir: su restricción obraría en el acto
en toda la economía nacional y muy especialmente en la administración pública”.
Atento a esas reacciones de la prensa, Rinke cuenta que “cuando en agosto de
1914 las noticias del estallido de la guerra se esparcieron por América Latina,
los principales periódicos estaban llenos de editoriales que comentaban los
eventos usando metáforas dramáticas. Los periodistas hablaban de la ‘gran
catástrofe de la historia humana', que había sumergido al mundo en una crisis
de proporciones todavía desconocidas”. Latinoamérica se hacía consciente de los
acontecimientos y reaccionaba. Al final del conflicto, ya los países habían
tomado partido de acuerdo con sus necesidades económicas y diplomáticas. “Ocho
países se unieron a los Aliados declarando la guerra a las Potencias Centrales;
cinco rompieron relaciones; siete se mantuvieron neutrales”, enumera Rinke.
El académico alemán, que lleva años investigando la Primera Guerra y terminará
su trabajo sobre el tema en 2015, aclara que la “contribución latinoamericana
no fue decisiva, aunque en muchos casos ciudadanos alemanes fueron apresados y
sus propiedades confiscadas. Las declaraciones de guerra introdujeron una nueva
dimensión en las relaciones entre Europa y América Latina”. La imagen de Europa
cambió para los latinoamericanos, que veían ahora al Viejo Continente como un
lugar desgastado, decadente, que traicionó la civilización con un retroceso a
la barbarie. Esto, dice Rinke, fue agradecido por “los movimientos
nacionalistas, revolucionarios, indigenistas, sindicalistas, universitarios, de
jóvenes o de mujeres, que adoptaron estas percepciones negativas” a su favor.
Y hoy, ¿qué queda hoy de la Gran Guerra para los latinoamericanos? Esa es una
de las preguntas que Rinke espera responder en su libro. Por ahora, adelanta a
DW una reflexión. “Ya al inicio de la guerra los latinoamericanos habían
percibido la importancia que ésta tendría en su propia realidad. Tanto en
términos económicos como culturales la guerra dio lugar a movimientos
emancipatorios. La guerra no los provocó, sino que los catalizó, y se hicieron
sentir en muchos lugares. Decían representar la juventud y la modernidad, y por
lo tanto serían el polo opuesto de la vieja Europa y de la vieja oligarquía de
sus propios países. En su retórica, ellos eran la generación del futuro
mientras que el viejo sistema era una cosa del pasado, destruida por la
guerra”. Ese cambio cultural es, para el experto, “una herencia de la Primera
Guerra Mundial” que queda hasta ahora.”(https://www.dw.com/es/guerra-y-latinoam%C3%A9rica-una-fractura-cultural/a-17670793)
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