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domingo, 2 de octubre de 2022

La batalla cultural y la ética democrática.









Este debate, como tantos, se inicia con una simplificación dialéctica amigo-enemigo. Si avanzamos en los conceptos nos encontramos con aspectos más profundos llevados adelante por pensadores que lo vinculan con la hegemonía burocrática como Max Weber, hegemonía cultural Gramsci e incluso como búsqueda de la justicia en el marco liberal como Rawls y otros. Por lo tanto, desde una perspectiva simple al no ser un especialista, podemos afirmar que siempre está en discusión la búsqueda de la verdad, controlando y en términos más duros manipulando el lenguaje y los mecanismos de comunicación disponibles. No hay que temer el desarrollo cultural, al hacerlo nos alejamos del simbolismo y los imaginarios colectivos y por extensión nos alejamos de la sociedad. Hoy nos enfrentamos al universo digital, a un nuevo modelo cultural que tiró abajo visiones que aparecían como algo monolítico hace un par de décadas. Pasó con el universo socialista que vio resquebrajar su modelo de control estatal e incluso afectó el individualismo capitalista. ¿Cuál es el rol del Estado moderno entonces? La respuesta es como responde el Estado a la cultura. Si promueve lo plural e integrativo limita el desarrollo de populismos o dictaduras. Ya sostenía Gramsci que son necesarios liderazgo fuertes que pongan un objetivo para guiar los vacíos democráticos hacia un control cultural hegemónico desde las bases sociales primero y luego desde las constituciones. Este tema se presenta en el mundo de mayor dispersión cultural y educativa de las diferentes sociedades. Entonces una teoría sobre la batalla cultural debe iniciarse en el estudio de los cambios que se suceden, los que se impulsan y los que las sociedades resisten dentro de propia visión cultural. Para Gramsci la presencia permanente en el poder de partidos políticos burgueses lograron establecer acuerdos culturales, sociales y políticos que debían romperse mediante por la revolución que contaría como principio rector nuevas ideas de base cultural antes que políticas para alcanzar la caída del modelo burgués. Lo curios en que casi 100  años después de la muerte de Antonio Gramsci surgiese en forma virulenta desde la Europa mediterránea, especialmente en España un movimiento neogramsciano dando la batalla por la hegemonía cultural. Los cambios culturales no son siempre el resultado de batallas, tienen varios aspectos que podemos rescatar: La cultura no es simplemente el fin de una batalla cultural, sino también su medio.(Laje, 2022) que explica y fundamenta este concepto con el ejemplo de la introducción del arado con puntas de hierro durante la Revolución Industrial que más allá de su función técnica incluyó una nueva forma de ver al mundo, que incluso posturas religiosas contribuyeron a conformar una nueva visión económica muy bien resuelta en el trabajo de Max Weber con referencia a la ética protestante y la dinámica del capitalismo. mucho más cerca la Guerra de Vietnam generó un movimiento contracultural tan profundo que lo llevó a perder esa guerra según algunos analistas. La cultura, entonces, aparece como en un nivel simbólico el modo de ser de diferentes grupos humanos, entonces siguiendo nuevamente a Gramsci la cultura es lo que está en juego y donde se juega lo que está en juego. Si nos enfrentamos a la historia del siglo XX y nos ubicamos en el desembarco en Normandía nos viene a la mente muchas imágenes, incluido Tom Hawks en la Película "Buscando al soldado Ryan" pero en realidad se habla poco de que desembarcó, además en Europa la cultura estadounidense, Luego durante la Guerra Fría todo esto se intensifica y la cultura se convierte en objetivos geopolíticos. Jorge Grunberg en un artículo publicado en El País el 11 de octubre de 2015 inicia su análisis sosteniendo: "La sociedad uruguaya está viviendo un prolongado enfrentamiento cultural(...)nosotros hemos elegido nuestro sistema educativo como campo de batalla para dirimirlo..." En definitiva el estado constitucional liberal y democrático busca el equilibrio entre su estructura funcional y las posturas socio culturales de sus ciudadanos. La batalla cultural, entonces, sería la imposición de estos últimos sobre las estructuras tradicionales políticas y económicas más allá de la representación emanada de las urnas.

Ver:
Laje, A. La Batalla Cultural. Editorial Hojas del Sur. Buenos Aires 1a edición. 2022.

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