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sábado, 23 de marzo de 2013

Blancos y Colorados por Gerardo Caetano y José Rilla.


Aunque hunden sus raíces en las tensiones de la última Colonia y de la Patria Vieja, es sabido que Colorados y Blancos comenzaron a definirse con imprecisión una vez concluida la primera fase de la crisis independentista (1820-1830) y finalizada también la estructuración del primera marco constitucional.
De acuerdo a las consideraciones de Romeo Pérez, el nacimiento de las divisas se inscribe dentro del primer conflicto articulador de la política uruguaya. Este proceso tuvo que ver con el antagonismo trabado entre el prospecto político negador de los partidos - cuyo programa apareció con claridad en la Constitución de 1830-  y la acción caudillesca portadora de una concepción distinta del "hacer política", en la que se legitimaba directa o indirectamente la participación ciudadana en clave colectiva. La inadecuación radical entre el país legal y el país que desembocó finalmente en una temprana  consolidación de formación protopartidistas.
Durante la etapa que Juan E. Pivel Devoto ha llamado la definición de los bandos(1828-1838), blancos y colorados alcanzaron una primera configuración muy imprecisa y errática. Por encima de las afinidades ideológicas, primó, entonces, la conjunción coyuntural de intereses y propuestas. La tramitación particularísima de los liderazgos caudillescos.
Sin embargo, fue solo a partir de la Guerra Grande y de su hondo impacto comarcal que se produjo definición del contenido de las divisas. Blancos y Colorados se dividieron, entonces, ante el desafío de algunos de los principales dilemas del conflicto regional: desde la definición de fronteras a la confrontación en torno a los modelos modernizadores más aptos para el primer desarrollo autónomo de estas regiones, pasando por la controversia armada en torno a la adscripción territorial de las hegemonías caudillescas y sus séquitos.
A partir de algunos estudios en la materia de Romeo Pérez y Francisco Panizza, podría señalarse que "lo colorado" comenzó desde entonces a ser sinónimo de una relación privilegiada con el poder institucionalizado como instancia de construcción sociopolítica, un estilo de "hacer política" más contractual: la defensa de un modelo modernizador básicamente imitativo en el que se partía del reconocimiento del "afuera" principalmente Europa como "imágen constitutiva" y "mirada constituyente", la adscripción por último de una identidad más ciudadana e inmigrante.
Por su parte en una perspectiva analítica similar, "lo blanco" podría identificarse con la desconfianza frente al poder institucionalizado y una mayor adhesión al"llano como ámbito desde donde hacer la política", un estilo político más agonal y romántico: la defensa de un modelo modernizador más selectivo y autorregulado proclive a la afirmación de fronteras  solidas entre el "adentro" y el "afuera", la asociación privilegiada con el mundo rural y sus símbolos de índole más localista que cosmopolita.

Ver: Historia Contemporánea del Uruguay: Gerado Caetano- José Rilla. Página 65.