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sábado, 16 de mayo de 2015

Ante el Plebiscito de 1980: No podemos traicionar 150 años de tradición democrática.


En los días previos a la consulta sobre la Constitución proyecta por el gobierno militar un Editorial de Opinar marca con claridad la Tradición republicana, liberal y representativa de nuestro país.


" Señalamos en el editorial de la semana pasada que el proyecto de Constitución por el que habremos de pronunciarnos los uruguayos de aquí a apenas diez días, organiza o estructura el Gobierno, el Poder Ejecutivo como un Poder en el que habrán de coparticipar el poder político y el poder militar y que la preponderancia asignada a los elementos militares frente a los elementos civiles, representados éstos únicamente por el Presidente de la República, convertirá al futuro gobierno y a los futuros gobiernos en gobiernos cívicos-militares como el actual, en los que el poder militar ejercerá una supremacía notoria sobre el poder civil.
Hicimos hincapié, para ello,en la norma proyectada por el Art.79 que instituye al Consejo de Seguridad Nacional como parte integrante del Poder Ejecutivo.
No queremos omitir una breve referencia a la disposición que se proyecta en el Art. 78 porque ella complementa y agrava- si es que la agravación es posible- esa solución militarista que encierra este proyecto de Constitución.
En efecto el Art 78 establece " Es competencia directa de las Fuerzas Armadas...su intervención o representación en organismos o actividades que tengan relación con aspectos concernientes a la seguridad y a la soberanía nacionales"
Ello significa lisa y llanamente la participación militar, la participación de las Fuerzas Armadas en todos los "organismos" y en todas las actividades que tengan "relación" con  "aspectos""concernientes""a la seguridad y a la soberanía nacionales"
Como son sin duda, "organismos" relacionados con algún aspecto de la seguridad nacional la ANCAP, la UTE y ANTEL y la OSE y PLUNA y los Ferrocarriles del Estado y los Bancos del Estado y así sucesivamente, esta disposición implica que en todos y en cada uno de dichos organismos deberán tener participación como la tiene ahora, integrantes de las Fuerzas Armadas. (...) Y bien esta organización futura del gobierno, esta organización constitucional del Gobierno Militar no se le ocurrió nunca, jamas, a ninguno de los Gobiernos Militares que la República conoció a lo largo de su historia, porque esta constitucionalización del Gobierno Militar como forma normal de gobierno no se le ocurrió siquiera al Coronel Lorenzo Latorre, ni siquiera al General Máximo Santos.
Y esta solución, que actualmente rige en nuestro país, pero que es una solución de hecho, una solución de facto, una solución anómala, vendría así, a convertirse en una solución constitucional, en una solución de Derecho, en una solución que contaría con el apoyo y con la aceptación expresa de la ciudadanía. Y esta solución actual-repetimos, de hecho, de facto- que ha sido tolerada por la ciudadanía, algunos por complacencia y muchos por impotencia, no puede ser consagrada, a nuestro juicio, con nuestros votos, con nuestra decisión soberana de ciudadanos, de hombres libres, solos con nosotros mismos y con nuestra conciencia cívica y moral en el recinto secreto de la votación.
Y no podemos votarlo, no podemos consagrarlo, no podemos nosotros mismos establecerlo para nosotros y para nuestros hijos y por los hijos por venir de nuestros hijos, porque esta solución contradice veinte siglos de civilización y cultura. El gobierno de los guerreros fue el primer sistema de gobierno que surgió entre los hombres cuando los guerreros surgieron el faz de la tierra; el gobierno de los guerreros, el gobierno de los más fuertes, fue el gobierno primitivo y sigue siendo hoy a fines del siglo 20 un gobierno primitivo en las naciones que están sujetas a este tipo de gobierno.
Pero éste no es, desde hace cientos d años, el sistema de gobierno de los pueblos civilizados. Las Fuerzas Armadas  no gobiernan ni en Estados Unidos de América ni en Inglaterra, ni en Francia, ni en Italia(...)
Si es verdad - y como no va a serlo- que la soberanía en toda su plenitud existe radicalmente en la Nación, la soberanía, el pueblo soberano no puede en nuestra opinión, consagrar con su voto una solución por la cual los gobernantes ya no lo serán más aquellas personas que libremente, soberanamente elijamos la mayoría  de nosotros  cada cinco años, sino quienes desempeñen tales o cuales cargos en el escalafón de las Fuerzas Armadas.
Los demócratas, los liberales, los civilistas, colorados, no podemos votar un proyecto constitucional que desmiente ciento cincuenta años de vida independiente del país, un proyecto constitucional que no es fiel al pensamiento artiguista, que no es otra cosa que el trasplante y la adaptación a estas tierras del pensamiento de la Revolución Norteamericana y de la Revolución francesa.
Porque, y así ha sido destacado y entendido en este país desde largo tiempo atras, el artículo 18 de sus famosas Instrucciones del Año XIII a los diputados orientales-" El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los pueblos"- no fue sino el eco absolutamente fiel de la fórmula que venía desde el Norte. del Art. 17 de la Constitución de Massachussets, del Art. 20 de la Declaración de Derechos de Delaware y otras que establecían que " El poder militar será tenido en completa subordinación a la autoridad civil y será gobernado por ella"
No podemos votar afirmativamente este proyecto constitucional, no podemos votar afirmativamente este régimen de gobierno militar, en síntesis final porque no podemos traicionar a Artigas, porque no podemos ser infieles a su pensamiento preclaro gracias al cual somo hoy, y desde hace un siglo y medio largo una Nación orgullosa de su esencia, de su naturaleza, de su alma republicana, democrática y representativa"(Opinar, Montevideo, jueves 20 de noviembre de 1980, Pág. 3)

La libertad no es un don del Cielo: Tarigo, Opinar y la predica periodística contra la dictadura.


El tendón de Aquiles de los regímenes autoritarios latinoamericanos fue sin dudas su falta de legitimidad para la gran mayoría de los ciudadanos. La doctrina de la seguridad nacional influyó en algunas élites pero jamás logró legitimidad y aceptación popular. La búsqueda de la legitimidad propició la emergencia de múltiples actores que por su condición de no ser políticos profesionales pudieron llevar adelante una tarea excepcional. El plebiscito de 1980 fue rechazado por los votantes uruguayos, aunque se mantuvo en el poder por cinco años más. Uno de los que se puso tremenda tarea sobre sus hombre fue el Semanario OPINAR. Vale recordar un fragmento de su primer editorial que en tiempos de censura y persecusión siempre fue un pasa más adelante de lo que el cerrojo militar permitía. El Dr. Tarigo escribió el primer editorial que marcó el proceso posterior de lucha desde la tribuna periodística primero y en complejas negociaciones políticas después el camino a recobrar la Democracia.(Gillespie, C. Negociando la Democracia, FCU, 1995, Pág. 93-94):
"Nuestro primer editorial.
(...) La República enfrenta hoy uno de sus momentos decisivos. Dentro de un mes, exactamente, la ciudadanía uruguaya se verá convocada, por primera vez luego de mueve años en lo que ha permanecido ajena a toda decisión por circunstancias de notoriedad, a resolver por sí y ante sí cual ha de ser el futuro institucional del país.
No llega a esta verdadera encrucijada en las mejores condiciones posibles.
El cronograma que plantearon hace ya tiempo las Fuerzas Armadas, y al que se han ajustado estrictamente, supuso y supone dos grandes etapas: la elaboración, redacción y sanción de una nueva Constitución, primero, y el levantamiento, de la suspensión que pesa desde hace más de siete años sobre los Partidos políticos después.
Este hecho es, a esta altura, seguramente irreversible.
Ello, sin embargo, no puede impedirnos señalar una vez más nuestra discrepancia con tal criterio cronológico, pues, a nuestro juicio, el orden lógico debió ser el de levantar primero la suspensión sobre la libre actividad político partidaria para, luego de ello abocarnos, con el concurso de todos, a la reforma constitucional.
El ordenamiento impuesto por el referido cronograma ha determinado que la ciudadanía no haya podido contar hasta ahora, no pueda hacerlo antes del plebiscito del 30 de noviembre con la ayuda y con la colaboración, imprescindible, de los Partidos Políticos.
Cada ciudadano por sí mismo, sin más ayuda de la que pueda buenamente extraer de la conversación familiar o amical, tendrá que decidir si vota por "SI"o por"NO"  el último domingo de noviembre, y será responsable, en la cuota parte que a cada uno corresponda del acierto o del error que esa decisión implique y de las consecuencias buenas o malas que de ellas se deriven.
En alguna medida, y solo en alguna, pues el periodismo no puede ser sustitutivo de los Partidos políticos, trataremos de brindar nuestra ayuda y nuestra colaboración a la ciudadanía, no para aconsejar para votar por "SI"  o votar por "NO" el proyecto constitucional, ya que no es esa la tarea que nos compete, pero sí para analizar y examinar ese proyecto y para afirmar nuestra posición personal, la de todos y cada uno de quienes nos ocupe mas de tal tema desde estas páginas, respecto a si ese texto puede ser o no el deseado instrumento que permita a nuestro país superar definitivamente esta situación política anómala, que se ha alargado en el tiempo y que no debe alargarse más.
Sin agravios para nadie, con similar respeto para todos pero con entera libertad de criterio- porque la libertad no es un don del cielo sino algo que se conquista día a día- habremos de abundar sobre este tema, que es, !qué duda cabe ¡ el tema de absoluta prioridad aquí, en el Uruguay, y hoy, octubre-noviembre de 1980."(Opinar, Número 1, Jueves 30 de octubre de 1980, página 3)
El Dr. Jorge Batlle en una entrevista realizada por Eduardo Alonso, para su libro "Clandestinos..." afirmó: "(...) O sea la sociedad genera desde sí misma, ante situaciones de este tipo, la presencia de ciudadanos que sin haber participado nunca en la política, un buen día sienten ese llamado y se ponen al frente de un movimiento tan interesante como el que Tarigo originó, lideró, presidió y lo llevó a la vicepresidencia de la República. Tarigo fue otro gran ciudadano en esa materia, sin lugar a dudas. O sea son ciudadanos clave, como es también el caso de Pons Etcheverry" (Alonso, E. Clandestinos. Blancos y Colorados frente a la dictadura. EBO, 2012, Pág.80)

viernes, 15 de mayo de 2015

Tarigo en una nota de Emiliano Cotelo.



Faltando muy poco para que se produjera la instancia plebisictaria, aparecía el primer número del Semanario Opinar bajo la dirección de Enrique Tarigo y con Luis Hierro como redactor reponsable. Fue le pergani de prensa más importante en la campaña por el NO. La figura de Tarigo y su trayectoria esta bien documentada en una extensa nota realizada por Emiliano Cotelo, de la cual tomo partes para recordar y acercarnos al momento y a l figura del Dr. Enrique Tarigo. Tarigo había trabajado en el duari El Dúa, y publicado artículos en El Telgrafo de Paysandú. En la revista semanal Noticias que dirigía Danilo Arbilla. Abandonó la publicación cuando no publicaron una nota suya sobre temas constitucionales.
"Yo era un abogado que trabajaba activamente en mi profesión, de la cual vivía, y estaba además haciendo mi carrera universitaria: era profesor agregado en la Facultad de Derecho. Estaba muy dedicado a esas dos cosas. El golpe de Estado del 73 me sacó de eso, a propósito de un problema universitario.  En dos palabras, me designaron para un cargo que no me correspondía, para sacárselo a otro profesor, que era comunista. Entonces yo no acepté el cargo, renuncié a la Facultad, presenté al Consejo de la Facultad una carta que tuvo cierta trascendencia. Esa carta se publicó en el diario El Día por pedido del doctor (Leonardo) Guzmán: yo había ido al Colegio de Abogados a explicar un poco la situación de la Facultad, leí esa carta, o la mostré, y Guzmán, que era director de El Día, me pidió para publicarla. Hubo un gran revuelo, y a partir de allí se generó todo un movimiento dentro de la Facultad, a la cual renunciaron la enorme mayoría de los profesores; al final destituyeron al decano interventor, lo sustituyeron por otro... En fin: eso produjo toda una cosa. Y como consecuencia de eso, la dirección de El Día me dijo "Pero usted escribe muy bien. ¿No quiere escribir?".Era el 74; a un año del golpe de Estado. Allí empecé a hacer periodismo en El Día. Periodismo político, que era la única manera de hacer política en aquel tiempo en que la política en sí misma estaba prohibida. De modo que a partir del 74 tuve una larga actividad en ese sentido. También en la revista Noticias
 La revista uruguaya que dirigía (Danilo) Arbilla. Era propiedad de un italiano, Paolo Savorniani, de tipo comercial, pero que desde el punto de vista periodístico estaba muy bien hecha: Arbilla se estrenaba como el buen periodista que ya era y sería después. Yo tenía una columna, una vez por semana, y cuando salieron las bases de la reforma constitucional, en mayo del 80, empecé a escribir una nota semanal sobre cada una de esas pautas. Pero se me venía encima el tiempo y no me alcanzaba el plazo, así que pedí para escribir dos notas por semana en el último período; me dijeron que sí, y empecé a publicar dos notas, una frente a la otra, sobre dos temas distintos relacionados con la reforma.

Hasta que al dueño de la revista le empezaron a surgir temores, que no le surgieron espontáneamente sino por la presión de la famosa Dirección Nacional de Relaciones Públicas, Dinarp. Entonces un día no publicaron una nota mía, yo dije que si no la publicaban no escribía más y me fui. Arbilla trató de mediar, no le hicieron caso, y también renunció. Renunció Hierro, que era uno de los periodistas de la revista, Fatorusso... en fin: mucha gente. Y quienes nos habíamos ido de allí nos quedamos con la idea de que teníamos que hacer algo, y ahí surgió la idea de Opinar, que fundamos Hierro, yo, Guntin, un montón de gente más.
Para la gente que no vivió aquella época, para poderla sintetizar en dos frases, yo diría esto: yo había hecho un análisis pormenorizado de la Constitución, tenía mil cosas horrorosas, pero por encima de todo nos negábamos a esa pretensión de constitucionalizar un régimen militar. Porque el país y todos los países habían conocido dictaduras militares (el coronel Lorenzo Latorre, el general Máximo Santos...) pero a ninguno se le había ocurrido meter a la dictadura militar en el marco de una Constitución y decir "Esto es así de ahora y para siempre, pase lo que pase, hasta que se pueda reformar esta Constitución"; y además el proyecto tenía una serie de retrancas para poderla reformar.

Era una idea absurda. Además, en las disposiciones transitorias de aquella Constitución se convalidaba o se ratificaba los llamados "Actos Institucionales", todos los actos de gobierno y administración. Es decir que se le pedía al pueblo que consintiera todas las arbitrariedades cumplidas por la dictadura durante 12 años. Una cosa absurda, que ningún ciudadano libre... Estuvimos sometidos a eso, y más o menos todos lo sufrimos; pero que lo aprobáramos en un plebiscito parecía absurdo.
 Naturalmente había un rechazo a la dictadura y contra el procedimiento de la reforma. Una Constitución hecha por los consejeros de Estado que eran designados a dedo, por los altos oficiales generales, por el presidente designado a dedo, por los ministros designados a dedo... Aquello era ridículo: que a aquello se le llamara "Asamblea Constituyente" era una cosa absurda; el mundo del revés. El poder constituyente radica esencialmente en la Nación, en toda la Nación: ni siquiera en el Poder Legislativo. Cuando hay una reforma de la Constitución, lo bueno es que haya una Asamblea Constituyente elegida especialmente para eso.

Pero, aparte de eso, había que demostrar que la Constitución era mala en sí misma. El argumento militar era "Dejemos la forma de lado, esta es una Constitución democrática y con un contenido moral", como usted recordó que había dicho Aparicio Méndez y yo no me acordaba. Ni era democrática ni tenía contenido moral. Entonces, había que desmenuzar las dos cosas: el procedimiento era espantoso, no podíamos convalidar los actos arbitrarios de la dictadura, y el contenido también era espantoso.
 La revista uruguaya que dirigía (Danilo) Arbilla.  La primera edición fue prohibida por la Policía. Se imprimía en los talleres de El País y no sé: a la una de la mañana, cuando habían tirado 1.000 o 2.000 ejemplares, cayeron dos policías de la seccional con la orden del jefe de Policía, se incautaron la edición, la guardaron bajo llave (pudimos sacar algunos, naturalmente, para la historia)... Estamos hablando del 30 de octubre. Y a la semana siguiente, después de una serie de gestiones y cosas, pudimos salir. En buena medida (en otra no) el número 1 era una repetición del número anterior. Nos proponíamos un largo plazo porque teníamos todos una muy profunda vocación periodística, pero la tarea inmediata era esa. Veníamos barajando el tema hacía tiempo, pero no había un plazo fijo. Cuando se estableció la fecha del 30 de noviembre para el plebiscito, dijimos "Tiene que ser ahora; si no ¿cuándo vamos a salir?".
Para la gente que no vivió aquella época, para poderla sintetizar en dos frases, yo diría esto: yo había hecho un análisis pormenorizado de la Constitución, tenía mil cosas horrorosas, pero por encima de todo nos negábamos a esa pretensión de constitucionalizar un régimen militar. Porque el país y todos los países habían conocido dictaduras militares (el coronel Lorenzo Latorre, el general Máximo Santos...) pero a ninguno se le había ocurrido meter a la dictadura militar en el marco de una Constitución y decir "Esto es así de ahora y para siempre, pase lo que pase, hasta que se pueda reformar esta Constitución"; y además el proyecto tenía una serie de retrancas para poderla reformar.Era una idea absurda. Además, en las disposiciones transitorias de aquella Constitución se convalidaba o se ratificaba los llamados "Actos Institucionales", todos los actos de gobierno y administración. Es decir que se le pedía al pueblo que consintiera todas las arbitrariedades cumplidas por la dictadura durante 12 años. Una cosa absurda, que ningún ciudadano libre... Estuvimos sometidos a eso, y más o menos todos lo sufrimos; pero que lo aprobáramos en un plebiscito parecía absurdo. Naturalmente había un rechazo a la dictadura y contra el procedimiento de la reforma. Una Constitución hecha por los consejeros de Estado que eran designados a dedo, por los altos oficiales generales, por el presidente designado a dedo, por los ministros designados a dedo... Aquello era ridículo: que a aquello se le llamara "Asamblea Constituyente" era una cosa absurda; el mundo del revés. El poder constituyente radica esencialmente en la Nación, en toda la Nación: ni siquiera en el Poder Legislativo. Cuando hay una reforma de la Constitución, lo bueno es que haya una Asamblea Constituyente elegida especialmente para eso.Pero, aparte de eso, había que demostrar que la Constitución era mala en sí misma. El argumento militar era "Dejemos la forma de lado, esta es una Constitución democrática y con un contenido moral", como usted recordó que había dicho Aparicio Méndez y yo no me acordaba. Ni era democrática ni tenía contenido moral. Entonces, había que desmenuzar las dos cosas: el procedimiento era espantoso, no podíamos convalidar los actos arbitrarios de la dictadura, y el contenido también era espantoso.(...)
Ver: http://www.espectador.com/text/especial/no/tarigo.htm

Metahistoria | Constantinopla 1453. El último gran asedio

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