El desarrollo político es el cambio que experimentan las
instituciones políticas a lo largo del tiempo. No debemos confundirlos con los
cambios que se producen en la política y el marco normativo. Los presidentes y
los legisladores van y vienen, las leyes pueden modificarse. La clave está en
las normas a través de las cuales se organizan las sociedades y las definen
como orden político. Los principios básicos de instituciones que conforman el
orden político son el Estado, la legalidad y la responsabilidad. El Estado es
una organización jerárquica y centralizada y con la capacidad de ostentar el monopolio de la fuerza legítima en un
territorio determinado. Un Estado
moderno debe tratar a los ciudadanos de un modo impersonal, aplicando las leyes, reclutando funcionarios
y aplicando sus políticas sin caer en el favoritismo. No era el caso del Estado
Uruguayo a mediados de los años 50. El
Estado de Derecho se debe distinguir de lo que denominamos gobierno
mediante leyes. En este último caso se convierten en “órdenes” dadas por el
gobernante. Y claramente en los 50 empezó una espiral de crecimiento y
violencia con claro autoritarismo del Estado que llevó a una pérdida de valores
democráticos que llevaron lentamente al posterior golpe de Estado en 1973. El 1
de marzo de 1955 asume el nuevo colegiado con mayoría batllista y
definitivamente quincista. También ocupa el colegiado por la minoría Luis Alberto de Herrera, Ramón Viña por el
herrerismo y Daniel Fernández Crespo por
la corriente popular nacionalista. El drama del batllismo fue sus divisiones y
la necesidad de lograr acuerdos entre la 14 y la 15 para poder alcanzar
gobernabilidad en el Parlamento. A la crisis política s ele suma una crisis
económica que erosionaba sus vínculos con el electorado que se basó en el apoyo
social a diferentes sectores de la actividad nacional. En este marco el sector
agropecuario comienza a reclamar el fin del dirigismo y control de cambios,
eliminar el proteccionismo al sector industrial. Los industriales por el
contrario exigen mayor control de la competencia externa y que dejara de
intervenir en la regulación entre el capital y el trabajo.
Dentro de toda esta gama de situaciones el accionar del
gobierno colegiado fue difuso, estático y con falta de reflejos para sostener
la situación en medio una creciente crisis. Cuando Luis Batlle abandona la
presidencia del Consejo Nacional de Gobierno las señales del gobierno no fueron
suficientes para limitar o detener la creciente pérdida de credibilidad. Se
desarrolla una política de vaivén favoreciendo a un sector hoy y luego a otro
dejando al primero a su suerte. Esto fue utilizado inteligentemente por la
oposición política muy virulenta dentro del propio Partido Colorado. Queda
claro que la hegemonía dentro del Partido no la tenía el quincismo, tampoco el
catorcismo y que la brecha entre ambos sectores provocaría una escisión
dentro del paraguas ideológico del
batllismo. Según relata Amilcar Vasconcellos, el 9 de mayo de 1956, como
consecuencia de una interpelación realizada por el Senador de la 14 Carlos
Mattos, el Ministro de Salud Pública Dr. Julio Estrella presenta renuncia y
esta situación llevó a la ruptura definitiva entre ambos grupos batllistas. A
partir de allí la 15 debió gobernar sin respaldo parlamentario. No debemos
olvidar que desde el año 1956 el ruralismo, el herrerismo y los colorados
reformistas cuestionaban con dureza al gobierno y las palabras de Benito
Nardone suenan fuerte aun hoy: “ …el Sr. Luis Batlle Berres le está costando
demasiado caro al país” fue el puntapié inicial de la futura alianza herrero-ruralista
que llevaría al gobierno a los blancos en las próximas elecciones.
El año 1958 marca lentamente el fin del proyecto batllista
en una lenta agonía que llegará con la reforma de 1966 y con el advenimiento
del proceso Gestido-Pacheco Areco-Bordaberry que culminó en el Golpe de Estado
de 1973. Fue un año de gran actividad política con una andanada opositora increíble
frente a la postura de la lista 15. El gobierno no encontraba mecanismos para
superar la crisis económica y en algunos sectores de su administración la
sospecha de corrupción, la creciente burocracia y el clientelismo había
encarnado en la opinión pública. En esta situación ocurre, además, la
conformación de un grupo que sostenía imprescindible la eliminación del
Colegiado y que era liderada por el joven y carismático batllista Zelmar
Michelini acompañado por un equipo de valores también jóvenes escindidos de la
lista 15. Bajo las arengas de “comunistas chapa 15” la popularidad de Nardone
no dejaba de crecer, tampoco la escalada sindical y como corolario a 10 días de
la elección un acto de Luis Batlle Berres en Cerro comenzó con gritos hostiles,
pedradas, golpes de puño y un apagón que obligó a Luis Batlle escabullirse en
la oscuridad. Sin saberlo la oscuridad había llegado también al proyecto
reformista del batllismo. Después serán títulos, definiciones y en terminología
moderna, etiquetas. Como dice el Dr. Gerardo Caetano “ el país necesita al
batllismo”. Es verdad.