En los países rioplatenses, en el último tercio del siglo XIX, se había afirmado una economía de base agro exportadora, fuertemente dependiente de los vaivenes del mercado mundial. Desde el Estado se había aportado el marco legal estabilizador apoyado por el monopolio de la coacción física.
Entre las tareas cumplidas figuraban la fijación de la propiedad territorial en perjuicio de los pequeños poseedores y, simultáneamente, el intento de transformarlos en fuerza de trabajo disponible.
En la crisis del orden oligárquico, fue a través d la acción estatal que se incorporaron los sectores urbanos emergentes, se complementó el papel del sector privado en aquellas actividades demasiado riesgosa o poco rentables, y se fomentó el impulso industrializador.
Los proyectos industrializadotes- que con mayor o menor intensidad impulsaron el radicalismo y el batllismo-no solo no habrían supuesto el resquebrajamiento de una economía agro-exportadora, sino que se habría apoyado en esa forma de acumulación de capital.
La política agraria.
En el proyecto de modernización batllista de corte urbano industrial, el tema del agro no era un tema menor.
Asociar la agricultura a la ganadería, mejorar las técnicas aplicadas, subdividir la gran propiedad, contribuirán a la consolidación del mercado interno, base indispensable para un desarrollo industrial.
Eliminar el predominio ganadero extensivo suponía generar condiciones para el afincamiento en el país de la corriente inmigratoria, que año tras año arribaba al Río de la Plata en busca de trabajo. Incluso esa podía ser una de las razones por las cuales las medidas planteadas por el batllismo fueron más radicales que la Argentina: se competía por la atracción de inmigrantes.
Extender la agricultura era sinónimo, además, de pacificar la campaña. La Guerra Civil de 1904 había sido la expresión de los efectos del predominio del latifundio ganadero, con su corolario de desocupación y miseria en el medio rural.
El desarrollo agrícola también se articulaba con la concepción de un Estado “arbitro” del conflicto social. Podía contribuir a la creación de un grupo de medianos y pequeños productores rurales que sirviera de contrapeso a las posturas más reaccionarias de los grandes estancieros, y a aliviar las tensiones sociales de la campaña, donde el problema de los rancheríos y los cinturones de miseria presentaban ribetes cada vez más preocupantes.
La formulación de medidas para el agro permite identificar una secuencia:
1- Crisis del sistema pecuario, la propuesta reformista se enmarcó en el proceso de crisis de la industria del tasajo y lkas dificultades para un funcionamiento a pleno de establecimientos frigoríficos.
2- El proyecto industrializador reconocía sus bases en el modelo agroexportador, esto significa que los excedentes ganaderos volcados a la exportación financiaban-al equilibrar la balanza comercial- las necesarias importaciones para el crecimiento del sector secundario: maquinarias, combustibles e incluso materias primas. Esto marca límites muy precisos a las reformas del agro: no se podía actuar en contra del modelo agroexportdor; a lo sumo, tratar de equilibrar sus desajustes más notorios(aquellos que incluso afectaban a los propios estancieros como, por ejemplo, la temática de la comercialización y procesamiento de la carne)
Esto ocurría aún en aquellas instancias en que la elite ganadera no controlaba al gobierno, es decir,, cuando no había coincidencia entre la elite económica y la elite política, sino que esta ultima parecía estar actuando en contra de los intereses de los estancieros.
La segunda administración de José Batlle y Ordóñez es un ejemplo: entre 1913 y 1915 se efectuaron los planteos más radicales en torno a la recuperación de las tierras fiscales, a la eliminación paulatina del latifundio por la vía impositiva y a la colonización agrícola. Coincidía con ello el hecho de que el elenco político batllista contaba con un escaso 20% de estancieros, industriales, comerciantes, banqueros y/o abogados de empresas extranjeras. El sector ganadero tenía mayor peso en el grupo que se constituía como Partido Colorado “Gral. F. Rivera” liderado por Pedro Manini Ríos y en la fracción de Luis A. de Herrera en el Partido Nacional.
Discurso Eliminación progresiva del latifundio improductivo. El impuesto como vía para devolver a la sociedad la valorización de la tierra. Recuperación de las tierras fiscales. Modificación del Sistema de tenencia de la tierra | Proyectos 1911. Elevación de los aforos hasta llegar al aforo individual de la propiedad territorial 1914 Contribución inmobiliaria para Montevideo: grava la tierra excluida las mejoras y aumenta la tasa del 6,5% al 10% 1913 Recuperación de tierras públicas poseídas por particulares con posterioridad a 1795. Tres meses de plazo para adquirirlas abonando un 80% de su valor por tasación. 1913 emprestito de colonización 1921 Banco Hipotecario otorga prestamos hasta el 85% del valor de la tierra | Medidas Aforos más realistas. El Poder Ejecutivo lo deroga. La tasa se baja del 4% si el aforo supera los $ 2.500 Encarpetado Aprobado. Monto $500.000 Aprobado | Aplicación Aumenta un 58.5% la recaudación(7.3% de rentas generales) Aumenta un 10.7% la recaudación(8,6% de rentas generales) No hubo fondos. 16.569 hás. Colonizadas a 1937. En 1929 se amplía el capital a 5.000.000 |
Podemos apreciar en el cuadro anterior, que los escasos proyectos que se concretaron en leyes, o bien fueron desvirtuados por nuevas disposiciones o simplemente no fueron aplicados. Es que independientemente de quién ejerciera el gobierno, el impulso suponía un freno: el derivado de las condiciones para la reproducción del modelo económico vigente y de las relaciones sociales que engendraba. El sector ganadero conservaba la llave de las exportaciones y, con ello, una base firme de poder. La explotación pecuaria dependía de los precios internacionales, pero también de la conservación de índices muy bajos de inversión. El partido del Estado se planteaban medidas que afectaban intereses inmediatos de los ganaderos, esto se debían a un efectivo debilitamiento de dicho grupo económico. Sostener el proyecto “agroexportador” a ultranza, desconocía los cambios que se habían operado en el Uruguay del Novecientos.
Planteos como el que formulara el Doctor Luis A. de Herrera en el Parlamento, con motivo de la discusión de un proyecto de contrición Inmobiliaria iban, en el mediano y largo plazo, en contra de la actividad misma. Decía Herrera: “La solución de nuestros problemas y el avance intenso del país hacia su porvenir, esta en los campos, que hay que poblarlos con muchas reses y con muchas ovejas y dejarlas ahí para que, bajo el cuidado vigilante de sus dueños, prosperen”
Las insuficiencias del proceso de mestización del ganado dificultaban su colocación en los frigoríficos; el descuido de los cultivos forrajeros ponía un techo al crecimiento del stock pecuario; la expulsión de brazos del medio rural imponía un crecimiento, aun a costa de aumentar los costos del Estado, de las ocupaciones urbanas.
Las propuestas del batllismo eran: “las que forman parte de una acción negociada entre los distintos actores sociales, para modificar las reglas de funcionamiento de la estructura latifundista, sin alterar la sociedad tradicional y encauzando la reforma unilateralmente, como producto de una política de modernización”.
Las acciones desplegadas desde el aparato estatal aportaban el marco legal para el desenvolvimiento económico. Respecto al latifundio no se lo atacaba en si mismo sino cuando coincidía con formas de explotación de bajos niveles de productividad:
“ En vez de estancias de millares de hectáreas- se escribía en El Día-donde un vacuno necesita, en campo bueno, más de una hectárea, queremos estancias chicas, donde el ganado se alimente buena parte del año, en praderas artificiales. Si condenamos la ganadería extensiva, combatimos también la agricultura que serealiza bajo el mismo modesto programa. Los cultivos de trigo y de maíz que dan menos de 900Kg. Por hectárea, no son beneficiosos para la República”
El batllismo buscaba potenciar las actividades de los estancieros progresistas y desestimular a aquellos que continuaban las prácticas tradicionales de explotación. Esto no omite el hecho de que no fuera percibido así por quienes eran los destinatarios de su política, y que tanto aquellos como incluso los chacareros, reaccionaban contra lo que entendían era un menoscabo al derecho de propiedad.
El impulso reformista para el agro no se asoció a una movilización popular originada por hambre de tierras. Solo podía darse en departamentos agrícolas como Colonia. La agricultura era presentada como la “industria pobladora y civilizadora por excelencia”. Pese a ellos debe señalarse que el mayor contingente de extranjeros que arribó al país, no solo no tenía como actividad previa la agrícola sino que buscó colocaciones en el medio urbano. La población marginada por el alumbramiento de los campos, parecía no tener otro destino que satisfacer las demandas zafrales de mano de obra, emigrar a los suburbios de las poblaciones del interior o de la capital o situarse al margen de la ley.
La debilidad de los agricultores como apoyo al proyecto reformista también era un hecho. El aislamiento en que vivían, su particular situación con referencia a la tenencia de la tierra, su desconfianza hacia los sectores urbanos, su poca incidencia económica, fueron alguno d elos elementos que conspiraron contra la elaboración de una conciencia solidaria en las producciones agrícolas. El batllismo perdió en los departamentos predominantemente agrícolas en 1916. Entre los factores que habían influído Barran y Nahum señalan que: “el radicalismo social, moral, anticlerical, divorcista, internacionalista y fiscal, también disgustó a los agricultores pobres y a la clase rural agrícola o ganadera y las volcó al campo conservador”
Desde una perspectiva comparada con la Argentina radical puede afirmarse que la reforma rural impulsada por el batllismo, suponía transformaciones más profundas, ala vez que adjudicaba al Estado un papel más importan para su concreción.
La Política frente al capital extranjero
En las últimas décadas del Siglo XIX tanto Argentina como Uruguay estuvieron sometidas a la penetración del capital extranjero, especialmente británico. Este se volcó a la inversión directa en sectores claves de la economía (servicios públicos, banca, ferrocarriles) y fue percibida por los dirigentes locales como un símbolo de progreso que permitiría nivelar las abismales diferencias existentes con los centros desarrollados.
El mercado británico necesitaba alimentos y los países platenses necesitan acumular capitales a través de la expansión del modelo agroexportador. Este marco de relaciones centro-periferia generó políticas gubernamentales tendientes a perfeccionar la concordancia bilateral. El Estado en los países de la periferia capitalista cumplió funciones ordenadoras del mercado nacional. Favoreció las exportaciones primarias, clave del crecimiento hacia fuera; atrajo las inversiones extranjeras a través de concesiones, garantías u otro tipo de incentivos que asegurasen altas tasas de rentabilidad a las mismas; organizó la explotación del espacio interior; perfeccionó el aparato administrativo. No obstante, ese espacio económico nacional era solo una parte de un todo económico: “…cuyos elementos más decisivos en cuanto a determinantes económicos se encuentran fuera de este espacio”. Los centros de decisión en materia económica se ubicaban en las metrópolis y desde allí se implementaban los mecanismos necesarios para la articulación de las economías periféricas.
En el siglo XX, el Estado sufre cambios importantes:
1- Participación de los sectores medios a través del sufragio.
2- Se desarrolla la redistribución de los ingresos del Estado.
3- Mayor intervencionismo estatal en el campo económico
4- Los servicios públicos en manos extranjeras comienzan a ser cuestionados.
En el batllismo las críticas se estructuraron en un discurso racional, que distinguía entre el capital que debía ser recibido con los brazos abiertos porque se afincaba en el país vivificando con su aporte la economía nacional, y aquel que, por el contrario, se invertía con el propósito de extraer utilidades que se remitían al extranjero. El batllismo consideraba que el Uruguay como país nuevo necesitaba capitales, pero los mismos debía ser administrados internamente como forma de generar recursos suficientes para el desarrollo económico nacional.
Entre Gran Bretaña y Estados Unidos.
Las inversiones inglesas en América Latina fueron hegemónicas hasta la Primera Guerra Mundial. Ya desde comienzos del siglo XX la competencia del capital norteamericano se hizo presente en ambas márgenes del Plata, fundamentalmente en el área de las empresas frigoríficas. En la década de 1920, las inversiones directas de Estados Unidos se multiplicaron, expandiendose fundamentalmente en minería, petróleo, industria automotriz, manufacturas. Uruguay sustituye sus fuentes de finaciamiento hacia Wall Street.
El batllismo para quebrar el predominio inglés buscó nuevas fuentes de financiamiento, francesa, belgas e incluso norteamericanas que le permitieran obtener los recursos necesarios para implementar las reformas, permitió la penetración del capital norteamericanos allí donde el casi monopolio inglés dejaba al descubierto las formas más flagrantes de la dependencia económica, por ejemplo la Industria Frigorífica. La diferencia entre Estados Unidos e Inglaterra era que aquel tenía un gran desarrollo agrícola que iba a pesar en el comercio de la carne cuando Inglaterra perdiera su rol protagónico. Las políticas llevadas adelante por Argentina fue de acercamiento paulatino a Inglaterra. En agosto de 1929 se firma el compromiso por el cual Inglaterra compra cereales y carne a cambio de material ferroviario. El golpe de Estado de 1930 impide cumplir dicho acuerdo. En setiembre de 1929 la misión comercial inglesa llegaba a Montevideo Lord D´Abernon declaró: “La disminución de las exportaciones británicas para el Uruguay puede atribuirse a las excesivamente elevadas tarifas aduaneras del Uruguay” El ministro de Industrias uruguayo, Javier Mendivil, respondió tajantemente que la política económica más conveniente para el país era aquella basada en la defensa y el fomento de sus industrias. La postura inglesa tenía una velada amenaza: La independencia comercial no es más que una frase. Puede concebirse la posibilidad de su éxito en comunidades homogéneas como lo son los Estados Unidos de Norteamérica o en una vasta asociación política como lo es el Imperio Británico, pero para una comunidad menor, la idea es irrealizable. Más aún: por los elevados derechos aduaneros… se elevaría el costo de la vida en nuestro país, y para los productos nacionales sería imposible cualquier competencia en los mercados de ultramar. Aún más: esos mercados no encontraríanse dispuestos en aceptar vuestros productos.(…) Es un instinto hondamente arraigado en todo ser humano el otorgar a otros el mismo tratamiento que se reciba de ellos y el de tomar represalias cuando existiera una denegación de lo que es el fair play”
El modelo de industrialización propuesto por el batllismo no era bien visto por los ingleses.
Las exportaciones de carnes del área platense sufrieron un rudo golpe con la firma de los convenios de Ottawa 1932. En adelante el mercado británico sería abastecido preferentemente por los productores de sus propios dominios. Tanto Argentina como Uruguay trataron de que se reconsiderara tal medida, a través de los tratado Roca-Runciman(1933) y Cosio-Runciman(1935). Uruguay se compromete a no aumentar los impuestos de importación al carbón, cumplir con servicio de la deuda a cambio del mercado carnico.
La Industria frigorífica.
Los primeros frigoríficos que aparecieron pertenecieron a capitales nacionales o a la combinación de estos con los capitales ingleses. Sin embargo, esta situación cambia cunado desaparecen los capitales nacionales y se produce un pugna entre los capitales norteamericanos y británicos. Ya desde las últimas décadas del siglo XIX se fue conformando en los Estados Unidos el llamado beef –trust que se formalizó en 1909 impulsado por las empresas Armour, Swift, Hammond y Morris que dueñas de grandes capitales, cámaras y vagones frigoríficos dominaron el comercio de carnes, concentrando en Chicago los resortes de su poder. El trust estadounidense se constituyó en proveedor del mercado británico. En pos de mantener su influencia en el mismo, asegurarse el mantenimiento del abastecimiento de la materia prima y abaratar costos de mano de obra se lanzó a la conquista de un peligroso competidor en el Atlántico Sur. El dominio del mercado platense lo pondrían a resguardo de bruscas fluctuaciones en el abastecimiento de carnes en su país de origen. Esta iniciativa fue alentada por el surgimiento de políticas antitrust en Estados Unidos.
En Argentina los capitales norteamericanos se instalan en 1907. L acompañía Armour compró el frigorífico La Blanca y la Swift la Plate Colds Storage; en Uruguay en 1912, instalaron el Montevideo.
Los frigoríficos británicos sufrieron el impacto de los recién llegados que los aventajaban en desarrollo tecnológico y concentración de capitales. En relación al primer aspecto, los frigoríficos norteamericanos impulsan el enfriado que contaron con la aceptación del mercado inglés desplazando a las carnes congeladas de inferior calidad. Luego de finalizada la Primera Guerra Mundial se produce la caída del congelado y el ascenso del enfriado. Este tipo de producto aseguró el predominio de las carnes rioplatenses frente a las de Nueva Zelanda. La mayor distancia de esta con Inglaterra impidió que pudiera abastecer el mercado británico, mientras que los embarques provenientes de Argentina y Uruguay aprovecharían la ventaja.
La gran capacidad financiera de los norteamericanos quedó demostrada cuando en 1909 el beef.trust pasó a controlar el Nacional City Bank.
Los hacendados nacionales y el trust
La pugna planteada entre los frigoríficos norteamericanos y los ingleses permitió a los ganaderos lucrar con la misma. Así, por ejemplo, en Uruguay en 1911, los accionistas de la Frigorífica Uruguaya(primero instalada en el país con capitales nacionales), lograron beneficios no esperados ante la puja planeada por su compra entre las firmas Swift y Sansinema. También pudieron conseguir mejores precios por sus haciendas. Pero a medida que el control del mercado se definía a favor de las empresas estadounidenses y que las condiciones excepcionales derivadas de la Gran Guerra desaparecieron, comenzó a perfilarse un cambio de actitud. En 1923, en un congreso de la Federación Rural, uno de los más conspicuos representantes de los ganaderos uruguayos, el Dr. Irureta Goyena afirmaba:
“Tenemos que rescatar poco a poco la industria frigorífica nacional, sino queremos vivir como estamos viviendo ahora, de los sobrantes de un festín luculiano costeado por nosotros mismos. Los ganaderos se arruinan y el país se arruina con ellos, mientras las fábricas cada vez más poderosas organizan verdaderos tesoros de guerra para aniquilar toda competencia futura con el fruto del empobrecimiento nacional(…) los ganaderos producen la carne. Pues bien que sean ellos quienes las elaboren y quienes las expendan(…)No intento con esto mostrarme contraria a la colaboración económica extranjera: los extranjeros nos enseñaron a trabajar y nos aportaron el dinero que dinamiza el trabajo; pretendo solo sugerir que si en vez de enriquecerse con nosotros se enriquecen contra nosotros(…) entonces debemos poco a poco cobrar el espacio que ellos ocupan y que nosotros necesitamos para librarnos de la asfixia mortal(…) solo el Estado puede lograr el objetivo enunciado, haciendo que el dinero de cada uno se consolide en un fondo común para la liberación económica de todos. A esto, solo a esto, limitaría yo la intervención del Estado”
Tanto los productores rurales como los frigoríficos coincidían en la defensa de un objetivo que les era vital a ambos: el abastecimiento del mercado inglés, base de su bienestar.
El papel del Estado
En mayo de 1911, el batllismo presentó un proyecto de ley de creación de un Frigorífico Nacional de carácter mixto, cuyo capital estaría integrado mayoritariamente por el Estado. La instalación del frigorífico Montevideo de capitales norteamericanos y la oposición de sectores representativos de los hacendados a la intervención del estado en la economía, quitó bases al intento oficial. El propio gobierno demostró entusiasmo ante las propuestas norteamericanas ampliando las franquicias otorgadas en materia impositiva a la industria cárnica. Al ampara de esta legislación proteccionista apareció en 1917 un nuevo establecimiento de capitales norteamericanos: el frigorífico Artigas. Los capitales extranjeros continuaron sin mayores sobresaltos el control del mercado nacional mientras la situación de bonanza derivada de la guerra se mantuvo. Finalizada esta, la caída de precios a nivel internacional afectó gravemente a los ganaderos, a la vez que se producía el desplazamiento de la carne congelada por la enfriada.
En 1925 el batllismo volvió a presentar su proyecto de Frigorífico Nacional que largamente debatido en Cámaras, sufrió la oposición de los ganaderos que buscaban reformularlo de acuerdo a sus aspiraciones. Si bien admitían la creación del organismo con el apoyo estatal, exigían la representación preponderante de los hacendados exigida a cambio de acciones nominales a favor del productor. Choca la aspiración del batllismo, promotor de un frigorífico del Estado, cuyo directorio fuera integrado por el poder político y la de los hacendados que aspiraban crear un organismo de base cooperativa con participación de ganancias del mismo y con una dirección nombrada por y entre los ganaderos. En la Comisión Parlamentaria se afirmaba:”La crisis ganadera originó un largo clamor nacional para que los poderes públicos intervinieran en defensa de la ganadería con medidas ponderadas y enérgicas(…)La convicción profunda de que los frigoríficos extranjeros no pagan por la producción pecuaria de la república el justo precio, es razón primaria que debe gravitar sobre el espíritu del legislador en el sentido de la creación inmediata del frigorífico(…) El interés de lucro excesivo de aquellas empresas está en razón inversa del interés económico del país(…) Y el trabajo nacional y el capital mayor del país sufren desde 1920 paralización y empobrecimiento.”
En 1928 se llega a aprobar el proyecto, que luego de dilatado transito por las cámaras, había sufrido variaciones importantes de su contenido original. Un diputado batllista señalaba: El batllismo entiende que no pueden entregarse funciones que son de índole eminentemente pública, como por ejemplo, la faena del abasto y el abasto mismo, a sociedades particulares, Entiende, además que el Estado no puede entregar varios millones de pesos para que lo administre, sin contralor oficial, una sociedad particular, y menos si es de estancieros, podrá defender la ganadería nacional, en su lucha contra el trust de la carne(…) por estas razones, el batllismo se opone a esta formula de Frigorífico Nacional, que no es, en realidad, un Frigorífico Nacional, sino una cooperativa particular como cualquier otra, aunque garantizada por el Estado(…) Los estancieros nunca podrán hacer frente al trust frigorífico, dependen de éste de una manera tan directa y concreta, que no pueden discutirle absolutamente nada”
La creación del nuevo organismo sobre estas bases marcó el triunfo de los ganaderos, al serles reconocidas sus aspiraciones en cuanto al régimen de cooperativa y a la integración mayoritaria de ellos en su dirección. Pero el Frigorífico Nacional no pudo remontar las dificultades que el trust puso en su camino. Los inmensos capitales que este tenía a su disposición para ejercer todo tipo de presiones, contrataban con los pocos recursos del organismo nacional, obtenidos casi exclusivamente por el apoyo del Estado, pues los privados no quisieron arriesgar su capital. También al no contar con una planta industrializadota acorde con las necesidades del momento, se arrendó el viejo establecimiento de la Frigorífica Uruguaya, fue otro factor perjudicial. La Conferencia de Fletes impidió utilizando el acaparamiento de bodegas, la competencia del Frigorífico Nacional en el exterior, restringiendo su accionar al abasto de Montevideo.
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