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domingo, 21 de junio de 2020

La FEUU en los años 60.


La FEUU en los 60 y la Ley Orgánica de la Universidad tomado de:
*Van Aken, Mark: “Los militantes. Una historia del movimiento
estudiantil uruguayo desde sus orígenes hasta 1966”.
FCU, 1990. págs. 275-283


Los Estudiantes y la Sociedad
La Reforma Universitaria, especialmente después del estallido de Córdoba de 1918, no era un movimiento confinado dentro de los claustros universitarios. Como ya vimos, los reformistas apuntaban a transformar no sólo la Universidad sino también la sociedad. Debe recordarse que en los años 20 y 30 el Centro de Estudiantes Ariel había establecido un programa de extensión universitaria y una cadena de universidades populares que llegó a miles de uruguayos de las clases bajas que tenían escasa posibilidad de acceder a la educaciónformal. La “misión social” de la Reforma incluía también el concepto de colaboración con los sindicatos de trabajadores. Los militantes uruguayos compartían con otros reformistasde América Latina ese deseo de convertir la Universidad en un agente de cambio social.
La Ley Orgánica de 1958 no respaldó específicamente los conceptos de extensión universitaria o de solidaridad con el movimiento obrero militante, pero sí declaraba que la Universidad debía “difundir y defender la cultura” y “defender los valores morales y los principios de justicia, libertad, bienestar social...”. A juicio de los militantes de la FEUU estas palabras establecían la base legal para la misión social de la institución.
Poco después de la promulgación de la Ley Orgánica, Luis Echave -destacado dirigente estudiantil- dejaba bien en claro que la “Universidad Nueva” iba a estar comprometida con la lucha por la revolución social, al declarar que la educación superior debía ser “combativa”,  “humanista”, y estar estrechamente unida con “el pueblo”. La “Universidad Progresista” - afirmaba- debe dejar de lado todo pensamiento “oligárquico, burgués, liberal”, y orientarse hacia la lucha por la reforma agraria y la reestructura de la sociedad. Al postular estos objetivos revolucionarios de la Universidad reformada, Luis Echave hablaba en nombre de la gran mayoría de los dirigentes de la Federación.
Como pasaron ocho años desde esta enunciación de los objetivos sociales de la “Universidad
Nueva”, ya es posible evaluar algunos de los resultados alcanzados.Uno de los campos principales de la acción social estudiantil ha sido la extensión universitaria. En 1959 el Consejo Directivo Central aprobó la creación de un nuevo Departamento de Extensión Universitaria, asignándole una pequeña partida presupuestal suficiente para dotarlo de ocho funcionarios, entre los cuales las autoridades tuvieron buen cuidado de incluir a algunos militantes izquierdistas de la Federación. Después de tres años de operaciones, los estudiantes funcionarios del Departamento informaron que cien profesores
y estudiantes habían tomado parte en un programa que había llegado a los grupos más pobres de la sociedad uruguaya, en tres ubicaciones: Barrio Sur, casi en el centro de Montevideo Barrio Instrucciones, en los suburbios; y Pueblo Pintos, en el interior del país pero cerca de la capital.
Durante este primer estallido de actividad, el Departamento suministraba a quienes carecían de recursos una asistencia médica limitada, y los estudiantes de Servicio Social visitaban a los vecinos. También se llevó a cabo un censo en las áreas donde se trabajaba. Sus resultados pusieron de manifiesto condiciones de vida por debajo de los niveles mínimos aceptables, y sirvieron como propaganda para la causa de la revolución proletaria.  Se compró un local para establecer un “Centro de Barrio” donde se pensaba organizar diversiones para los niños, obras de teatro y otros servicios. Pero poco o nada resultó del Centro, cuyo Director -según informaron en 1964 los estudiantes funcionarios del Departamento- tenía problemas de salud, lo que había obligado a “suspender” las actividades. Era tan poco el interés por la extensión universitaria que no hubo un estudiante que se ofreciera como voluntario para mantener el funcionamiento del Centro. A mediados de 1960 el presupuesto del Departamento había sido reducido y los funcionarios eran sólo cinco. Los estudiantes consideraban los cargos en el Departamento como sinecuras, y cuando un militante propuso
que todos los estudiantes tuvieran la obligación de tomar parte en las tareas como parte de
su programa de estudios, la Federación permaneció indiferente.  Aparentemente la burocratización del trabajo de extensión universitaria llevada a cabo por las autoridades produjo en la FEUU un abandono de las actividades, excepto por las oportunidades de empleo que proporcionaban.
De la misma índole que la extensión universitaria era el Consultorio Jurídico, un servicio
gratuito de asesoramiento legal establecido por la Facultad de Derecho en 1950. Este Consultorio permitía a los estudiantes hacer práctica forense bajo la supervisión de profesores, y proporcionaba ayuda vital a veces a quienes necesitaban consejo legal y carecían de recursos. Algunos dirigentes y profesores afirmaban que el Consultorio tenía escaso valor, pero un artículo en el órgano oficial de la Universidad encarecía el éxito que su funcionamiento significaba.  Aún cuando el servicio de asistencia jurídica no llegó a ser tan importante como sus fundadores esperaban, no hay duda de que resultó más importante y más útil que el letárgico Departamento de Extensión Universitaria.
Los estudiantes y profesores de la Escuela de Bellas Artes intentaron llegar “al pueblo”por medio de ventas periódicas de la producción artística de la institución en barrios pobres de Montevideo y en el interior. Además de exhibir sus trabajos y venderlos a precios bajos, los estudiantes demostraban a los espectadores las técnicas de cerámica y joyería. El propósito de estas “ventas populares” era despertar el interés del pueblo en las artes y artesanías.
Los estudiantes de agronomía trataron de lograr un contacto más amplio con la población rural y sus problemas, convenciendo al Consejo de la Facultad de la necesidad de aprobar un plan para que los estudiantes realizaran un año de sus estudios en la Estación Experimental de Paysandú, en el interior del país. (Cinco profesores que se oponían al planteo estudiantil no fueron luego confirmados en sus cargos docentes.) Pese a que la Estación Experimental carecía de una biblioteca adecuada, y los profesores no estaban muy inclinados a abandonar las comodidades urbanas de Montevideo, los estudiantes informaron más tarde que la experiencia de vivir los problemas agrícolas y sociales del campo les había resultado invalorable.
 Puesto que la mayoría de los estudiantes de agronomía tienen poca o ninguna relación con la vida rural, no cabe duda de que la adopción del Plan Paysandú era un paso altamente criterioso y práctico desde el punto de vista pedagógico. Sin embargo no parecía que fuera a redundar en ventajas apreciables para los peones y granjeros menos privilegiados del interior, puesto que la Universidad presta muy pocos servicios a la población rural. Esta no va a obtener lo que espera y merece, hasta que el gobierno nacional no resuelva el problema de la deserción en enseñanza secundaria y establezca ramas de la Universidad, o nuevas universidades, en las capitales departamentales. Los estudiantes de la FEUU no han mostrado hasta ahora ningún interés por el problema.
En general puede afirmarse que los intentos estudiantiles de convertir a la Universidad en un agente del cambio revolucionario a través del trabajo de extensión, el consultorio jurídico y las ventas populares de cerámica, han resultado ineficaces. Este podría en parte atribuirse a que la Universidad carecía de medios suficientes para emprender un programa en gran escala. Pero aun si pudiera obtenerlos, sería tal vez difícil que el movimiento estudiantil organizado lograra aprovechar la oportunidad, porque la FEUU no parecía interesada en proyectos que requirieran esfuerzos sostenidos y que no tuvieran conexión directa con la “lucha de clases” por una sociedad nueva.
Los problemas sociales monopolizaban el interés de la Federación de Estudiantes, interés que nacía de su colaboración orgánica con los sindicatos militantes. El apoyo de la FEUU a los sindicatos aparece ya en sus primeros años de existencia, y puede seguirse sin interrupciones hasta el presente. Los dirigentes estudiantiles han sido paladines consecuentes de todas las causas proletarias y han proclamado su solidaridad con las organizaciones obreras en conflicto. En los primeros años no existían vínculos formales entre los dirigentes sindicales y los estudiantes. La colaboración obrero-estudiantil se organizaba sobre la marcha, por lo común después que había estallado un conflicto. Pero en los últimos años la FEUU estableció formalmente esos vínculos a través del Plenario Obrero-Estudiantil, integrado por el Secretario de Relaciones Sindicales de la Federación y delegados de la C.T.U. y principales sindicatos independientes. El papel de los estudiantes ha sido atraer a los dirigentes sindicales hacia políticas más combativas en la lucha de clases, en tanto que los delegados
sindicales aparecen como más conservadores, temerosos de las consecuencias de la violencia sindical. El radicalismo estudiantil les resultaba a menudo irritante, porque llegado el momento del conflicto, arriesgaban mucho más que sus compañeros de ruta. Conviene decir -en beneficio de los militantes- que con frecuencia estaban listos a ofrecer a los dirigentes obreros la Universidad como santuario, y decididos a trabajar arduamente y a asumir riesgos en apoyo de los huelguistas. El efecto general de la actividad estudiantil ha sido la intensificación y radicalización del esfuerzo revolucionario del movimiento obrero del Uruguay.
Antes de 1960 la Federación evitaba, por decisión política, toda colaboración con los sindicatos dominados por los comunistas, pero la creación de la C.T.U. hace algunos años la puso frente a un dilema, porque también la confederación estaba bajo control comunista. Los dirigentes anarquistas de la Federación de Estudiantes propusieron romper con el Plenario Obrero-Estudiantil ya que en él participaban los “totalitarios” de izquierda, pero la FEUU resolvió mantener su participación, básicamente porque la C.T.U. incluía a casi todas las principales organizaciones obreras del país. Con la elección de un comunista para el cargo de Secretario de Relaciones Sindicales, en 1964, los estudiantes dejaron el camino expedito para una colaboración más estrecha con la C.T.U. y con el Partido Comunista delUruguay.
La importante influencia de los partidos políticos de izquierda en la Federación de Estudiantes ya se ha comentado en un capítulo previo. Pero hay que agregar, en lo que respecta al papel de los estudiantes en la sociedad, que éstos ejercían una cierta influencia sobre los líderes partidarios. Mientras que los partidos de izquierda trataban de utilizar a la FEUÜ como instrumento de su política, el ala estudiantil de esos mismos partidos, basada fundamentalmente en la Universidad, presionaba a los dirigentes para que adoptaran tácticas más radicales y combativas. Para demostrar que las organizaciones políticas de izquierda estaban también dedicadas a la lucha revolucionaria, las jerarquías partidarias cedían a veces frente a los reclamos estudiantiles. En general, los estudiantes parecían creer que había llegado el momento para un levantamiento armado, mientras que los dirigentes adultos se mostraban bastante más pesimistas con respecto a la existencia de las “condiciones objetivas” necesarias para la revolución. La posición de extrema izquierda de los militantes hacía imposible que pudieran influir sobre los partidos tradicionales del Uruguay.
Pero no siempre la FEUU confió en sindicatos y partidos de izquierda como medios exclusivos para luchar por una sociedad mejor. Mediante una sucesión de huelgas, demostraciones y manifiestos, efectuaba directamente una incesante campaña contra el gobierno del Uruguay. Es claro que los militantes encontraban muchos y diversos motivos para declararse en huelga, pero el más importante y raíz de los conflictos más prolongados, era el presupuesto universitario. Las huelgas de estudiantes con motivo del presupuesto se habían convertido en una especie de fiesta anual para la FEUU. El ritual era familiar para todos: el Rector presentaba el proyecto de presupuesto; los legisladores lo criticaban y dilataban su aprobación; los estudiantes denunciaban al gobierno por “poner en peligro la
cultura”; y los legisladores, con muchas vacilaciones, concedían la mayoría de los fondos solicitado. Era frecuente que el Ministro de Instrucción Pública o el de Economía aceptaran conversar con el alto comando de la Federación antes de llegar a cualquier tipo de transacción con las autoridades universitarias.
Es difícil evaluar cuál era la importancia real de la FEUU en las negociaciones, ya que probablemente el gobierno habría mostrado mejor disposición hacia la Universidad y sus problemas presupuestales si no hubiera tenido que soportar la permanente agitación política de la Federación de Estudiantes. El hecho de que el porcentaje del presupuesto nacional que se adjudica a la educación superior haya crecido sostenidamente desde 1949 hasta 1959 (esto es, antes del cogobierno), y haya empezado a declinar después de esa fecha, puede ser interpretado como prueba de la animosidad del gobierno hacia la Universidad cogobernada.  Por otro lado, se puede también aducir que si los estudiantes no estuvieran presionando al gobierno para que otorgara más fondos, éstos habrían sido todavía más
reducidos.
La relación entre el movimiento estudiantil y los problemas sociales se reflejaba también en la política de la FEUU con respecto al desarrollo económico del Uruguay. La Universidad tiene y tendrá crucial importancia para el progreso económico, porque prácticamente todos los expertos uruguayos en las áreas de ingeniería, agricultura, veterinaria, salud pública, servicio social y economía, salen de sus aulas. Los profesores y los egresados constituyen una gran reserva técnica del país, y la Universidad -según el papel que opte por desempeñar- podría hacer mucho o muy poco para acelerar el desarrollo económico y social. Puesto que la política universitaria se establecía en gran medida por los estudiantes, las actitudes de los militantes de la FEUU debían ser tenidas en cuenta.En los últimos seis años (antes de 1965) los dirigentes estudiantiles habían tenido dificultades para tomar decisiones sobre el tema del desarrollo económico y, como resultado, no habían logrado establecer una política coherente al respecto. Muchos estudiantes, movidos por un fuerte nacionalismo, estaban de acuerdo con apoyar el desarrollo económico, pero ese mismo sentimiento nacionalista los llevaba a oponerse a recibir ayuda económica de la Alianza para el Progreso, debido a sus conexiones con el “imperialismo”. Además de los conocidos argumentos anti-imperialistas, algunos militantes se oponían al desarrollo económico del Uruguay mientras el país siguiera teniendo un régimen capitalista, sosteniendo que promover mejoras económicas bajo ese sistema simplemente pospondría el advenimiento de la revolución social. Afirmaban que el progreso tecnológico mejoraría superficialmente los problemas sociales y económicos, pero no los resolvería. En general la actitud de la dirigencia estudiantil era más bien de hostilidad que de simpatía con respecto a promover
el desarrollo económico. Para ilustrar esa actitud de la FEUU, puede citarse el caso de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (C.I.D.E.), creada por el gobierno en 1960 como parte de un esfuerzo para analizar los problemas de la producción y preparar un programa de desarrollo. Sospechando que la C.I.D.E. estaba conectada de alguna manera con la política de ayuda de los Estados Unidos, los militantes estudiantiles denunciaron a la Comisión y previnieron a los profesores universitarios que no debían colaborar con esa nueva oficina del imperialismo yanqui. La C.I.D.E. demostró más tarde su utilidad para el país, publicando un informe exhaustivo y profundo sobre la economía nacional, que señalaba los diversos defectos de sus estructuras de producción y distribución. Los oradores de la izquierda se habituaron rápidamente a citar el informe de la Comisión, pero la Federación nunca declaró estar de acuerdo con ella. En lo que respecta a la ayuda económica de los Estados Unidos a la Universidad, el movimiento estudiantil siguió un curso errático y contradictorio. Todo proyecto de asistencia era considerado automáticamente como sospechoso, pero los centros estudiantiles aprobaron muchos programas porque veían en ellos más ventajas que inconvenientes. Un acuerdo entre la Facultad de Agronomía y la State University de lowa para modernizar el programa uruguayo de enseñanza de agricultura, dio un ejemplo destacado de cómo un proyecto podía ganar la aprobación estudiantil, aunque el hecho de que el Centro de Estudiantes de Agronomía estuviera controlado por demócratas no izquierdistas, seguramente haya sido gravitante en este caso. Los estudiantes de la Escuela de Servicio Social (centro controlado por los unitarios) impidieron que un profesor visitante dictara conferencias, porque se trataba de un ciudadano de los Estados Unidos, y católico por añadidura. Por el contrario, los estudiantes de la Facultad de Humanidades (terceristas) permitieron que dos arqueólogos de la misma nacionalidad dictaran cursos de manera regular en la institución. Hacia 1964, el Programa de la Alianza para el Progreso había alcanzado gran desarrollo, y se canalizaba en gran parte a través de la Universidad, que disponía de los técnicos necesarios para manejar los proyectos. La creciente importancia de la ayuda “imperialista” llevó a la FEUU a adoptar una nueva política, que ponía en manos de la Federación -ya no de los centros estudiantiles- la capacidad para decidir en definitiva sobre toda propuesta de ayuda. Además, la FEUU declaró que la Universidad debía diversificar los orígenes de la ayuda que aceptara, a fin de evitar la dependencia de un solo país (ejemplo, los Estados Unidos). Pese a esta nueva política, y sin que hubiera un incremento apreciable de la ayuda proveniente de países europeos, la Facultad de Ciencias Económicas llegó a un acuerdo con funcionarios norteamericanos para traer un grupo de expertos chilenos al país. Durante 1965, la escalada en la guerra de Vietnam y la ocupación de la República Dominicana por los Estados Unidos provocaron un nuevo estallido antiyanqui, dando lugar a una vigorosa reacción estudiantil contra los diversos programas de ayuda financiera norteamericana a la Universidad. Los estudiantes de Humanidades propusieron eliminar
todos los programas de ese origen de la Universidad. Esta moción no prosperó, pero significó una advertencia seria de que los estudiantes podrían -si así lo desearan- terminar con todos los esfuerzos de los Estados Unidos para promover el desarrollo de la economía y la educación a través de la Universidad. Para los estudiantes de izquierda había algo todavía más detestable que el gobierno de
los Estados Unidos: era la Organización de los Estados Americanos (OEA), a la que consideraban
una asociación latinoamericana de lacayos del imperialismo. En 1964 y 1965 la OEA estableció en Montevideo el Programa Interamericano para la Mejora de la Enseñanza de las Ciencias Básicas. Para obtener aulas adecuadas donde dictar sus cursos, los funcionarios del program-apresuradamente- alquilaron el último piso de la Facultad de Ingeniería. A pesar de que el programa no se relacionaba en manera alguna con la Universidad, los cursos se llevaban a cabo dentro de un edificio de la institución. Para empeorar las cosas, los cursos empezaron casi simultáneamente con la asunción por parte de la OEA de la responsabilidad por la ocupación de la República Dominicana. Como consecuencia a nadie sorprendió que la Asociación de Estudiantes de Ingeniería atacara el nuevo centro instalado en la Facultad como instrumento del imperialismo, clausurara ésta por algunos días a modo de protesta, y destacara estudiantes en los salones de clase para denunciar a la OEA. Como estas medidas no tuvieron éxito, los militantes de Ingeniería llevaron el asunto a la FEUU, y reclamaron al Consejo Directivo Central que expulsara a la OEA de la Universidad. Los estudiantes afirmaban que el programa de ciencias básicas era parte de un “complot imperialista para disminuir el nivel cultural del Uruguay y de América Latina”. Si la actitud de la FEUU era perfectamente predecible, la que adoptaron el Rector y algunos decanos fue inesperada. El Rector Crottogini defendió el programa de la OEA y obtuvo el apoyo del número suficiente de decanos para votar
negativamente la moción de la Federación. Esta victoria tuvo su precio, sin embargo, porque llevó al Rector a un enfrentamiento con la FEUU que provocó su renuncia pocas semanas después.
Si bien la política de la FEUU con respecto al desarrollo económico fuera ambigua, su influencia política sobre los estudiantes universitarios era clara y concreta. Los militantes de la Federación trabajaban arduamente haciendo propaganda en apoyo de sus ideologías
izquierdistas. El drástico cambio que experimentaban las opiniones políticas de los estudiantes durante los dos primeros años de facultad debe atribuirse, aunque sea parcialmente, a la efectividad de la FEUU. El programa de orientación para alumnos de primer año que desarrollaban los centros estudiantiles, estaba sobrecargado de alocuciones izquierdistas  cargo de militantes. Los centros auspiciaban programas diversos, de cine (a menudo sobre la revolución cubana), conferencias y debates sobre problemas sociales, y además mitines políticos. Como regla general, solo los izquierdistas estaban autorizados a hacer uso de la palabra en la Universidad. La mayoría de los jóvenes interesados en política estudiantil comprendía en seguida que para tener éxito había que ser izquierdista.Algunos estudiantes reaccionaban de manera muy negativa a esa experiencia política
vivida en la Universidad, pero muchos aceptaban por lo menos algunos de los puntos de vista sustentados por los militantes, especialmente las tesis anti-imperialistas que resultabanprofundamente atractivas para el nacionalismo uruguayo. Aunque es imposible evaluar cuantitativamente el impacto de la FEUU sobre los estudiantes, no es arriesgado afirmar que el evangelio izquierdista de la Federación lograba un éxito por lo menos moderado entre gran número de estudiantes. Si como muchos observadores consideran, la intelectualidad uruguaya se estaba desplazando cada vez más hacia la izquierda a mediados de los años 60, entonces debe reconocerse que la FEUU desempeñó un papel principal en este proceso de radicalización. Sin duda muchos de los estudiantes izquierdistas abandonarían sus creencias revolucionarias en años posteriores, pero un número significativo de militantes conservaría los conceptos políticos adquiridos en la FEUU y en la Universidad. Quienes
piensan que la mayoría de los militantes uruguayos adoptan rápidamente actitudes conservadoras después de salir de la Universidad, están muy equivocados. El esfuerzo de la FEUU para radicalizar las opiniones estudiantiles debe considerarse como moderadamente exitoso.

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