Sin darnos cuenta vivimos el fin del batllismo a mediados de
la década de 1950. Posteriormente se produjo un desarrollo de interpretaciones
más o menos respetuosas de los principios batllistas hasta llegar a la
implosión de esta corriente de ideas en una estructura conservadora, primero,
macartista después y autoritaria
finalmente, Esto también definió el final de la tolerancia política y en
definitiva una pérdida de valores democráticos que nos llevó en la década del
70 al advenimiento del factor militar y posteriormente la responsabilidad de la
salida democrática apelando a una entereza y racionalidad aun no valorada como
corresponde. La realidad es que, viendo hoy la realidad del batllismo, honrar
principios básicos del batllismo no parece afirmarse en los liderazgos
partidarios. Por otra parte se afirma que sus principios están en otras tiendas
o que son el ADN político del Uruguay. Las encuestas marcan un total
descreimiento de las posturas batllistas porque la gente no puede corporizar
ese ADN en candidatos partidarios que representan una visión de vida lejana a
las clases media, a los sectores populares y que, según la voz del pueblo, se
enriquecieron en forma desproporcionada. Son imágenes, pero es real que la
mayoría de los compatriotas festejaron que no se otorgara una venia diplomática
a un dirigente de primer nivel el Partido Colorado. Así las cosas, continúo, en una suerte de
Grasmcismo al revés tratando de ver las culpas y los merecimientos que de ellas
tenemos.
Entre 1955 y 1959 el batllismo colapsó y me atrevo a afirmar
que nunca más tuvo una recuperación plena tanto en lo ideológico con en los
liderazgos. Sobretodo si tenemos en cuenta el fallecimiento de los principales
líderes, por biología nomás, y algunos sustitutos que se vieron obligados a
tomar caminos separados dentro del Partido Colorado,y que incluso colaboraron a
formar utopías de izquierda encarnadas finalmente en la fundación del Frente
Amplio. El fracaso del neobatllismo hizo fracasar también al proyecto de
vanguardia que se había iniciado medio siglo antes. Incluso culminó con la
hegemonía de casi un siglo de gobiernos colorados y si bien son siempre
injustas y subjetivas es importante mencionar algunos aspectos del período:
Se produjo una pérdida paulatina pero permanente del liderazgo
de Luis Batlle Berres, simultaneamente a un crecimiento en las políticas de
reunificación del Partido Nacional que mediante algunas alianzas sui generis
llegará al poder en 1958. El viejo partido de ideas, referente intelectual de
varias generaciones como lo era el Partido Socialista comienza a cambiar sus
posturas que podríamos definirlas como socialdemócratas a definiciones revolucionarias contemporáneas a
la Guerra Fría y a la realidad latinoamericana de ese momento. En el Partido
Comunista comienza a brillar la estrella de Rodney Arismendi y que siguiendo
las directivas de Moscú, y tratando de disciplinar a los revoltosos
guerrilleros latinoamericanos intentará y logrará posteriormente crear la
cultura de los Frentes Populares para pelearle a la burguesía el liderazgo
desde el sistema electoral. Con estos antecedentes no podemos obviar al
movimiento sindical que va lentamente limando diferencias y según el viejo
principio marxista con su arenga de “proletarios del mundo, uníos” avanza hacia
la unidad sindical. Ninguna teoría prende en las masas en términos de bonanza
económica, pues bien, estamos en el escenario de la tormenta perfecta puesto
que a partir de 1956 comienza una crisis económica profunda originada tanto por
factores nacionales como externos y frente a los cuales el neobatllismo
enfrascado en una lucha por obtener el capital del desarrollo indutrial no tuvo
respuestas. Sobre el final del período la discusión sobre la Reforma
Universitaria en la cual las calles de Montevideo se convirtieron en el
escenario de un debate más de prepotencia que de reflexión académica y si bien
se logró todo lo que pedían los estudiantes a los ojos de la intelectualidad
quedó marcado en camino gramsciano que la izquierda tomará desde allí hasta
controlar todos los resortes culturales. La política internacional del
neobatllismo fue independiente, tolerante y respetuosa, sin embargo era
inocultable un alineamiento político con los Estados Unidos en el marco de la
Guerra Fría pero no en el económico rechazando una y otra vez las injerencias y
las presiones del Fondo Monetario Internacional.
El final del batllismo lo podemos avizorar cuando en dos
discursos Luis Batlle define la política económica y redefine los mecanismos
para hacer frente al déficit fiscal que se agrandaba día a día: “ El
capitalista tiene el derecho a los
beneficios de su capital invertido, pero el obrero tiene el derecho de su
capital-trabajo, que es igualmente o más respetable que el capital-dinero,
porque al fin capital-trabajo es sudor, es desgaste, es esfuerzo personal y
permanente y es lo único que tiene los hombres para poder ir atendiendo y
resolviendo sus problemas diarios...” Pero luego agregaba Luis Batlle: “ En
materia de seguridad social también nos encontramos con el déficit y con la crisis,
perturbando y poniendo en peligro servicios de interés general que afectan de
manera profunda y directa a la sociedad y especialmente a sus clases
laboriosas(...) nos embarcaremos en el desarrollo y en la ampliación de nuevos
beneficios en el orden de la pasividad hasta que(...) los patrimonios y las
rentas han recuperados los niveles adecuados” En realidad nunca más recuperaron
sus niveles adecuados y 60 años después
podemos decir que el batllismo en ese rubro finalizo en aquél período.
Dentro del Partido Colorado la división entre la 14 y la 15
se fue radicalizando. Desde el diario “El Día” la postura opositora entre
batllistas crecía y crecía al punto de que si se observa la prensa de la época
no hay diferencias con los diarios opositores como “El País” o “El Debate” y además dentro del propio
Consejo Nacional de Gobierno la figura opositora de Luis Alberto de Herrera era
permanente, desgastante e insoportable. Conviene recordar la definicón de
Herrera, hoy que tenemos tantos romances con el herrerismo, que realizó en 1984
Manuel Flores Mora “Maneco” sobre el caudillo blanco: “ Con ochenta y pico de
años de edad, Herrera, vencido 50 años por el batllismo, se sentó en el Consejo
en 1955 para reparar el fiasco de su vida aniquilando en vendavales toda
posibilidad de gobierno. Nombrar a un portero podía dar lugar a un escándalo.
La táctica del vendaval, ensayada ya eficazmente contra el presidente Amézaga
fue llevada esta vez a limites de orgía. Sintaxis, coherencia, sombrero y
escrúpulos los colgaba en el perchero antes de cada sesión(...)”. En
definitiva, si le sumamos el debate por la reforma Constitucional, y el
abandono de lideres jovenes en en período posterior menor a 5 años, podemos
decir el comienzo del final del batllismo como tal fue en esa década que va
desde 1955 a 1966.