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lunes, 23 de julio de 2012


BATLLE, LA CUESTION DE LA TIERRA Y LA INFLUENCIA DE HENRY GEORGE

 DEL LIBRO IDEOLOGIA BATLLISTA, Componentes y Modelo
 De Daniel Peluas y Alfredo Piffaretti

ANTECEDENTES

     Henry George (1839-1897) baso su teoría en la de Ricardo sobre la renta, la considera como un  sobrante que va a parar al terrateniente, sin que éste haya prestado por su parte ningún servicio debido al aumento de la población y de la demanda.
No establece diferencia entre el trabajo y el capital, considerando a los propietarios de estos dos factores de la producción como acreedores a una retribución y los agrupaba juntos como víctimas de la explotación que realizan los monopolistas de la tierra.
Afirmaba que si la renta económica iba a parar al Estado como representante de todo el pueblo, no sería necesario ningún otro impuesto, de aquí la explicación «impuesto único», que empleó más tarde al exponer su propuesta. Siempre habrá tierra a disposición de los que pudiesen, y estuviesen dispues­tos a ofrecer la renta más alta. Ya no se daría el caso de que hubiese tierras sin explotación, porque su dueño prefiera gozar de ella sin que produjera, o esperar hasta que pudiese obtener una renta o un precio de venta mayor. Desaparecerían todas las restricciones que los propietarios de la tierra imponen a la producción, y se acabaría con todas las barreras que impiden llegar al máximo de ella.
El georgismo hace volver a la sociedad la tierra, gravándola progresivamente, vale decir, buscando su transformación mediante leyes graduales y no por cambios radicales.
El impuesto progresivo a la tierra es un medio de control estatal, y un incentivo para hacerla pro­ductiva, a la par que cumple una finalidad social.
Los abanderados de la postura georgista en nuestro país en una forma ortodoxa son: Manuel Herréra y Reissig, Mateo Magariño Veira, Almada, César Miranda, desde el ámbito académico es clave La figura de Carlos María de Pena: «...En el programa del primer año del Curso de Economía Política Finanzas del año 1887 el Dr. de Pena incluye una serie de temas que guardan una estrecha relación con los postulados de George».
Por su parte Manuel Herrera y Reissig publica en la prensa todo el problema de Inglaterra sobre este tema, pero establece que ya Andrés Lamas consideraba el mismo con preocupación: «...Lamas, como George, veía que el aumento incesante de la renta económica, como consecuencia del crecimien­to de la población y demás factores que impulsaban el desenvolvimiento progresivo de la Sociedad, obrará a la manera de un drenaje creciente ejercido sobre el capital y el trabajo de cada localidad, que a la larga debe producir, y produce fatalmente, un desarrollo constante y cada vez mayor, en la distri­bución de la riqueza -siendo éste la causa única de todas las perturbaciones y males que aquejan a las sociedades.
Estos males, dice Lamas, tienen su causa originaria en la apropiación individual del suelo, que es el vicio orgánico, el germen mórbido que llevan en su seno los países de Europa, organizándose sobre esa base...
...decía Lamas, es seguir el ejemplo de Australia y Nueva Zelandia, es prohibir en adelante la venta de la tierra pública y concederla en enfiteusis, a plazos largos e incesantemente renovables, inaugu­rando así un sistema que suprime todos los inconveniente de la propiedad perpetua, conservando sus ventajas, y estableciendo el impuesto único sobre el valor de toda la tierra y acompañar esta reforma, paralelamente, con la supresión de toda esa variedad de impuestos que son acompañados de tantas vejaciones y de tantos desperdicios de fuerza social».

BATLLE Y ORDOÑEZ BUSCA ADAPTAR EL
GEORGISMO A LAS PARTICULARIDADES DEL URUGUAY

    Los proyectos propuestos no pueden ser considerados como georgismo puro, Batlle mismo recalcó que lo que buscaba era adaptar dicha teoría a las condiciones particulares existentes en el Uruguay. En primer lugar, deseaba introducir otros impuestos además de los impuestos a la tierra, y en segun­do término quería que los impuestos sobre la propiedad fueran progresivos y no proporcionales como preconizaba George. Recordemos que Gabriel Terra será el autor del impuesto progresivo sobre la herencia durante la primera presidencia de Batlle.
En la obra Sobre la propiedad de la tierra de Carlos Vaz Ferreira, podemos ver el tratamiento que hace el autor sobre el georgismo.
«Y bien, dice George: el error fundamental sería el de considerar la tierra como propiedad privada.


La propiedad privada es esencialmente legítima, la más legítima y la más justa de las instituciones: representa la consagración del derecho de disponer de lo que es producto de nuestro trabajo, de ' nuestra actividad, de nuestro esfuerzo. La propiedad privada es en sí legítima; pero la tierra no es, por su naturaleza, un sujeto de propiedad privada. La tierra difiere en todo de los objetos naturales de la propiedad privada. Estos son hechos por los hombres; la tierra, por el Hacedor. Estos son ilimitados, no tiene más limitación que las posibilidades prácticas de fabricarlos; la tierra es limitada. Los objetos se crean y se consumen o desaparecen con el tiempo; la tierra estaba y estará y persiste en el vaivén de las generaciones. Y, en el vaivén de las generaciones, el planeta es y debe ser de los que están en él en un momento dado. Y en un momento dado todos los que están sobre la tierra tienen sobre ella un derecho igual. ¿Por qué? Porque la tierra es un medio natural, como lo son el agua y el aire. Así como por su constitución el hombre necesita respirar, así también, por su constitución, necesita esencialmente del medio natural tierra. El hombre es un animal terrestre: en la tierra ha de vivir, y de la tierra ha de sacar su alimento; de la tierra se fabrican, directa o indirectamente, todas las formas de riqueza. Ahora bien: la propiedad, el derecho de disponibilidad, debe aplicarse a lo que se saca de la tierra, no a la tierra misma. El que saca del agua un pez, es dueño del pez; pero no del océano, ni de un pedazo del océano. El que instala un molino y trabaja con él, es dueño del molino y de la harina que produce; pero no del viento. El que hace producir cereales a la tierra, es dueño del grano; pero no de la tierra de donde lo saca...La verdadera solución sería, entonces, sustraer a la propiedad privada lo que no es, ni debe, ni puede ser de propiedad privada.
De modo que, siendo la tierra de todos, lo que correspondería teóricamente, sería que la tomara el Estado, y la administrara (por ejemplo, arrendándola). Tal sería la solución teórica. Pero no es eso lo más práctico, ni lo más hacedero, ni lo más sencillo. En lugar de esa solución que sería la justa teórica­mente, hay dentro de la doctrina, un sustitutivo; y aquí entramos al georgismo práctico. 
El sustitutivo sería: en lugar de tomar la tierra, tomar su renta, total o casi totalmente. Extraer la renta por un impuesto. Dejar la tierra en posesión privada; pero extraer la renta por medio de un impuesto sobre ella, que sería impuesto único, y que produciría, según George, dos grandes categorías de bienes. Por un lado, utilizar en provecho, en provecho general, lo que es de la sociedad. Y, por otro, liberar al trabajo y al capital de todas las otras categorías de impuestos, que, constitu­yendo trabas o dificultades para el trabajo o para su constitución en capital, son globalmente malos. Hay que comprender bien lo que se entiende por «renta» en estos casos. 
La renta es aquella parte del producto de la tierra que resulta, no de los hechos de su propietario, sino del hecho social. Si un terreno da más que otro porque su propietario trabaja en él, esto no es renta en nuestro sentido técnico: la renta que debe extraerse, la renta que debe volver al dominio común, es según estas doctrinas, la que resulta del hecho social. Progresa un país porque trabajan todos o muchos de sus habitantes, y el valor de la tierra sube: sube lo mismo para el que trabaja, como para el que no trabaja (caso del propietario territorial que pasará su vida en el lecho mientras sus tierras suben de precio)... 
Se combatirían así dos enemigos de la civilización moderna: la ciudad monstruosa, la «ville tentaculake» de Veraheren, y el latifundio, las grandes extensiones despobladas o mal pobladas a consecuencia del acaparamiento por los propietarios individuales...». 
Igual que en otros temas, Batlle contó con aliados muy destacados para defender sus ideas. Veamos algunos casos. 
Los impuestos al consumo que pagaban las clases populares no debían ser la gran fuente de recur­sos del Estado. Por el contrario, la intención del batllismo es gravar a los grupos sociales privilegia­dos, destacándose entre ellos a los propietarios rurales. 
El Ministro de Hacienda, José Serrato, trabajará para lograr una redistribución más justa para toda la sociedad. 
«...la mejora de las vías de comunicación, la seguridad personal y los demás elementos de progreso de un pueblo, es lo que constituye en primer término la valorización de la tierra. Justo es, por consi­guiente, que aquellos que reciben mayores ventajas de ese esfuerzo colosal, es decir que aquellos que poseen grandes extensiones de terreno, donde a veces no se ve ni vestigios de vida humana, sean los que en mayor proporción contribuyan a los gastos del Estado... Voy más adelante en mis aspiraciones de mejoramiento social. Entiendo que el principio progresivo, la más grande y hermosa conquista tributaria, debe ser aplicada con más extensión entre nosotros... ese... principio se tendrá que estable­cer para acentuar la contribución territorial... El impuesto sobre la renta no es, en mi concepto, facti­ble por el momento entre nosotros; pero lo es el de la graduación progresiva sobre la tierra, fuente originaria de toda riqueza...»

Es importante ver que este planteo del batllismo tuvo su respuesta desde tiendas católicas, es así que Juan Zorrilla de San Martín y Raúl Montero Bustamante escriben artículos al respecto en los que, este último establecía: «...el Ministro no está solo. El espíritu de George preside en estos momentos la acción oscura de un grupo de hombres de buena voluntad que han creído ver en la doctrina del maestro el ideal social contemporáneo. La escuela todos los días gana nuevos adeptos ... La acción ministerial es un primer triunfo...»
Por su parte Batlle creía: «...de acuerdo con George que la sociedad, no el individuo, era responsa­ble de la elevación del valor de la tierra, y que el poder impositivo debía utilizarse para obligar al uso productivo de la tierra»
Para Zorrilla de San Martín en el decreto del 29 de marzo de 1905, realizado por Batlle y Serrato, se reflejaba la presencia georgista.
Con el tiempo, el batllismo mantendrá su postura recordando la transcripción hecha por Zorrilla dé San Martín de un fragmento de la obra de George.
«El valor de la tierra -dice George- no expresa la recompensación de la producción, como el valor de la cosecha, del ganado, de los edificios o de cualquier otra de las cosas que se llaman bienes mue­bles y mejoradas: expresa el valor del monopolio. En ningún caso lo crea la persona que posee la tierra; lo crea el progreso del país. Por eso, el pueblo tiene derecho a tomarlo enteramente, sin dismi­nuir en modo alguno el incremento a las mejores, ni mermar en lo más mínimo la producción de riqueza. Se pueden establecer impuestos sobre el valor de la tierra, hasta que toda la renta sea tomada por el Estado, sin aumentar el precio de ninguna mercancía, ni hacer la producción de ninguna mane­ra más difícil. Hay más aún. El impuesto sobre el valor de la tierra no solamente no frena la produc­ción, como lo hacen la mayor parte de los demás impuestos, sino que tiende a aumentarla por la destrucción de la renta especulativa».
Por su parte Julio María Sosa también enarbola la bandera georgista: «La tierra acaparada por unos pocos que arrojan de ella a los más, se convierte en sostenedora de parásitos, por medio de la renta; parásitos que hacen al organismo político-social lo que la trichina al organismo humano: roerle las entrañas... La renta de la tierra que va creciendo a medida que se condensa la colmena humana, entra como una cuña entre el capital y el trabajo, disminuyendo el beneficio de aquél, que se retrae, bajando el salario de éste que se aniquila. La renta de la tierra separa al capitalismo del obrero, poniéndolos frente a frente en lucha despiadada; aquél se resiste a pagar más de lo estrictamente necesario para que el obrero no muera, pues si da más sus capitales no producen, y el obrero pide más, porque se revuelca en la miseria con sus hijos, siéndole insoportable la vida... Matar la hiedra de la discordia, es decir la renta de la tierra, por medio de impuesto progresivo y continuo, de manera que el Estado viva y ahorre, para devolver lo que sobre de ese solo impuesto, haciendo desaparecer todos los demás. Este impuesto único destruirá los latifundios entregando la tierra a todas las actividades humanas».
Se ve en Sosa a un ferviente partidario del georgismo, postulando y promoviendo la creación de un impuesto progresivo y gradual a través del cual el estado lograría instrumentar una justa distribución de las tierras.
«Es necesario que el Estado, representante de la sociedad, pues es una síntesis y en él descansan sus derechos, tome la iniciativa, y por una ley sabia y única recupere para esa sociedad lo que se le ha quitado, trayendo sin miedos, pero paulatinamente, la verdadera y justa distribución de la riqueza, dejando a todos la mayor libertad en sus iniciativas y gozando del honrado fruto del trabajo ... La solución que pregonamos es el impuesto progresivo gradual y continuo sobre el valor de la tierra, impuesto que llenará todas nuestra necesidades sociales, aminorará sus gastos actuales, y dará un sobrante enorme para ayudar a esa misma tierra, obligándola a producir tanto como crezcan las nece­sidades ... todas coadyuvarán al mismo fin y unidos capital y trabajo, se afanarán porque la produc­ción se eleve, pues, cuando más se obtenga, más interés tendrán el capital, más alto será el salario ... pues el rico, si quiere conservar su capital, tendrá que trabajar y preocuparse por el bienestar general, no como actualmente, que las grandes fortunas de los que nada producen pero consumen, crecen cuanto más catástrofes afligen a la humanidad...».
De esta manera los grandes propietarios de tierras «...no podrán resistir ese impuesto, que les ab­sorberá toda la renta, cuanto más tierra tenga, viéndose en la necesidad imprescindible de vender parte de sus latifundios, empleando el capital adquirido de esa manera en mejorar sus predios restan­tes, haciéndolos más productivos, de modo que el interés que antes sacaban como renta de las gran­des extensiones acaparadas, en insaciable avaricia tratarán de sacarlo de las que les quedan. Los que a ellos les compren harán lo mismo a su vez, y véase cómo, sin discursos, sin congresos, sin exposicio­nes, se formarán en nuestro país, las industrias intensivas, que acapararán grandes cantidades de familias laboriosas».
Debemos de recordar que entre 1905 y 1906 se registra el segundo gran avance reformista en mate­ria de Contribución Inmobiliaria. Desde las columnas de El Día se difundirán tales ideas.
En un primer momento se pretendía que se pagase el impuesto sobre el valor real de las propieda­des, debido a que los propietarios rurales desde hacía tiempo estaban pagando mucho menos im­puestos de lo que en realidad debían de abonar. La Comisión de Hacienda, conjuntamente con el Ministro respectivo llegaron a la siguiente solución «...que los aumentos de los nuevos aforos nunca pasasen del cincuenta por ciento, alegándose que resultaba un poco violento imponerle a un contri­buyente que de un año para otro duplicara su cuota... Conviene advertir que el aumento de los aforos de los campos no responde a ningún plan arbitrario, si no a un trabajo paciente y concienzudo realizado por el señor Señen Rodríguez, competente técnico del Departamento de Ingenieros, que tiene una práctica especial para la tarea de tasar propiedades ... formuló promedios que han servido de base para el aforo, previa una deducción del diez por ciento. El procedimiento, pues, si no es el estrictamente científico, -ya que ese sólo se podría obtener con la tasa­ción individual de cada propiedad, o sea con el catastro-, se aproxima bastante a la realidad».[1]
Se buscaba con lo recaudado del aumento de dicho impuesto volcarlo para el incremento de las asignaciones de los funcionarios meritorios, que ganaban remuneraciones mezquinas, o de ciertos maestros, e incrementar el número de policía tanto en la capital como en la campaña.
La insistencia sobre este tema por parte del batllismo no era capricho, sino simple justicia: «No hay que olvidar aunque ya se haya dicho muchas veces, que la nueva ley de Contribución Inmobiliaria no solo encierra una cuestión de interés fiscal, sino que encierra también una doble cuestión de justicia. Es justa porque tiende a que el impuesto inmobiliario se pague sobre lo que realmente se tiene y de una manera uniforme en todo el territorio de la República, concluyendo con las irritantes anomalías de que unos paguen el dos por mil cuando otros pagan el seis y hasta más del seis; y es justo también porque el importe del aumento que recarga de una manera poco sensible a un sinnúmero de personas más o menos pudientes, está destinado íntegramente a la supresión de los descuentos del 10 y del 5 por ciento sobre los sueldos de los pequeños empleados, gabela enorme que si han podido justificar las angustias económicas que ha sufrido el país, se impone levantar dentro del más corto término, empezando por aquellos a quienes una estrecha asignación les hace más difícil atender a las necesidades más primordiales de la vida».[2] También en la presidencia de Williman se sigue esta temática. Se ve en la propiedad una idea social: «A la idea de la propiedad individualista, se ha sustituido ya en el hecho por la idea social de la propiedad, la idea social que hace que el individuo tenga en la sociedad moderna, no la libertad como derecho, sino la libertad como función, para llenar una misión, un fin más o menos importante en la vida... Y que la propiedad también ha sufrido restricciones, la va a ver enseguida la Cámara. ¿Fundado en qué principio individualista de la propiedad sería posible impo­ner con una contribución diferencial superior a un terreno baldío dentro de la ciudad de Montevideo? ... Es fundado en la idea social de la propiedad, que el Estado obligó al pago de una contribución mayor, a veces aparentemente injusta y violenta, para obtener que ese baldío desaparezca».[3]
El Poder Ejecutivo nuevamente en 1911 enviará a la Asamblea General un proyecto relativo a la contribución inmobiliaria para los departamentos de la campaña, el cual tiene importantes modifica­ciones respecto a su anterior proyecto. Se imponía la adopción de una fórmula que diese una mejor instrumentación de ese impuesto a la proporción de los valores actuales.
De la información que brindó la Dirección de Avaluaciones, se proponía el establecimiento de un solo impuesto de los tres que regían en ese momento. Ellos eran el 6 y medio por mil de contribución general, 1/2 por mil para servicio del empréstito de vialidad y obras públicas y 1/2 por mil para fondo de defensa agrícola.
Para estas propiedades rurales se dispondría la aplicación de un único impuesto de 7 y medio por mil solamente sobre el capital- tierra, y sobre aforos por zonas en las cuales se fijaran como valores para calcu­lar la contribución los que resultan del promedio de ventas de los años 1906-1910, reducidos en un 40%.
En síntesis los aforos resultantes representan el 40% del valor que se cotizan los respectivos campos en 1911. Del aforo que se estaba aplicando, el máximo es de $ 18.00 y el mínimo de $ 5.50. El término medio del aforo proyectado puede fijarse en 13 y los valores reales son: máximo 70 y mínimo 20 por hectárea.
En reportaje realizado por El Día al nuevo representante el Dr. Simón, éste establecía: «...Pienso que se debe ir aplicando gradualmente la teoría de Stuart Mili, según la cual, como saben muchos, la valorización de la propiedad raíz, cuando no es consecuencia del esfuerzo del propietario, debe que­dar a beneficio de la sociedad....También creo que conviene acentuar el impuesto progresivo sobre las herencias y otras formas del capital, a fin de contenerlo a esto en un límite razonable.
Desaparecería, en gran parte, esa enorme diferencia de medios de lucha que da lugar a que vivan miserablemente muchos hombres aptos, y en la más irritante opulencia otros que no sirven para nada».218
En el mes de junio la Convención del Partido Colorado aborda el tema de la propiedad, siendo discutido largamente. Varios son los convencionales que participan en la misma. Batlle reconocía que en la propiedad hay muchas partes que no pertenecen precisamente al dueño, reconociendo además que la misma ha sido primitivamente de la sociedad y debe volver a ella. Para ello se debía de instrumen­tar un impuesto, el que se aplicaría de forma progresiva, a la propiedad, con lo cual nadie se vería perjudicado. Ya el Estado o la Sociedad se ha hecho dueña de la tierra, debido a la contribución directa, conside­rándose como un arrendamiento que todo aquel que posee tierras paga al Estado. En reportaje realizado por El Día al nuevo representante el Dr. Simón, éste establecía: «...Pienso que se debe ir aplicando gradualmente la teoría de Stuart Mill, según la cual, como saben muchos, la valorización de la propiedad raíz, cuando no es consecuencia del esfuerzo del propietario, debe que­dar a beneficio de la sociedad...También creo que conviene acentuar el impuesto progresivo sobre las herencias y otras formas del capital, a fin de contenerlo a esto en un límite razonable.
Desaparecería, en gran parte, esa enorme diferencia de medios de lucha que da lugar a que vivan miserablemente muchos hombres aptos, y en la más irritante opulencia otros que no sirven para nada».218
En el mes de junio la Convención del Partido Colorado aborda el tema de la propiedad, siendo discutido largamente. Varios son los convencionales que participan en la misma. Batlle reconocía que en la propiedad hay muchas partes que no pertenecen precisamente al dueño, reconociendo además que la misma ha sido primitivamente de la sociedad y debe volver a ella. Para ello se debía de instrumen­tar un impuesto, el que se aplicaría de forma progresiva, a la propiedad, con lo cual nadie se vería perjudicado. Por lo cual el Estado sería entonces «...un propietario muy condescendiente, muy benévolo, poco cuidadoso de sus intereses, que cobraría muy poca cosa por sus propiedades; y la tendencia de lo que yo propongo es que, poco a poco, sin sacrificar a nadie, -porque hay muchos que han comprado esas propiedades a alto precio, precisamente porque el arrendamiento que por ellas cobra el Estado no es alto- que poco a poco, sin perjudicar a nadie, el Estado fuese subiendo el valor del arrendamiento.
Cuando llegue el día en que el Estado cobre el arrendamiento que tenga interés en pagar todo el que necesita una porción de tierra, se podrá decir que la Sociedad, el Estado se habrá hecho dueño de la propiedad. Esta evolución a mí me parece que puede producirse sin grandes transformaciones y sin perjudicar mucho a nadie.
No creo que tampoco sean necesarios muchos años, porque la propiedad territorial se puede seguir gravando cada vez más en razón de que el Estado puede exigir contribuciones de los miembros de la sociedad y hacer pesar esas contribuciones sobre los objetos que él crea que es más conveniente gravar.
Poco a poco, la propiedad llegará a ser del Estado y los propietarios en el transcurso de los años -no sé cuántos, 25,30 o 50 años- se irán arreglando, pasando sus propiedades a otras manos, disminuyen­do un poco el precio para hacer la venta y sin perder mucho...».219
Dentro de la Convención no había una postura homogénea referente a la implementación del georgismo, pero Batlle constantemente intervendrá para aclarar y profundizar su pensamiento: «Para George una de las ventajas, la gran ventaja de la expropiación de la tierra debía consistir en que todo el mayor valor de la tierra pertenecería en lo sucesivo a la Sociedad o al Estado y no a los particulares.
En su concepto lo que hace la enorme división que existe en el seno de las sociedades entre la riqueza y la miseria, es la propiedad. Los que la tienen van enriqueciéndose constantemente, o los que tienen el medio de adquirirla van enriqueciéndose constantemente, porque a medida que la tierra se puebla o que se puebla un país, la propiedad es más necesaria. De eso resulta que valga más; y ese mayor valor de la propiedad, en lugar de pertenecer a la Comunidad, a la Sociedad, pertenece a un pequeño grupo en relación a los demás pobladores del país, a un pequeño grupo de propietarios que se enriquecen enormemente, mientras que los que no tienen propiedad tienen que pagar cada vez más para servirse de ella».220
En la última Convención de julio de 1925 Batlle dejará asentada cuál es la tesis de George: «La tierra tiene que seguir la ley de todas las cosas, de todos los objetos que tienen un valor; a medida que es más necesaria y más escasa vale más; y, cuando la tierra aumenta de valor, aumenta por un lado la riqueza, si el régimen económico de la sociedad no ha variado, y, por otro, la miseria, porque se ofrecerá a precios mucho más altos al trabajo sin que aumente el valor de los productos de éste. Tal es la tesis de Henry George.
Pero yo no había propuesto que se aplicase el impuesto a la tierra, por ser un agente natural de producción, sino porque la tierra pertenece a todos los que viven en ella, y porque cuando alguien la usa, no pagando por ese servicio que ella le presta lo que debe pagar, usa una cosa de los demás perjudicándolos».221
La aspiración del batllismo referente a este tema la podemos sintetizar de la siguiente manera: «El derecho de propiedad de la tierra debe sufrir limitaciones, en bien de la comunidad.
Son pocos ya los que sostienen a este respecto el concepto amplio y sin trabas del dominio. El derecho de gozar y disponer libremente de la tierra está subordinado al buen uso que de ella se haga.
...La tierra es un agente natural indispensable para la vida del hombre. Y ella se encuentra reparti­da en el mundo en cantidad limitada. Así, si un propietario abandonado y negligente, no se preocupa de explotar su predio agrícola y lo conserva rústico o si en un ambiente poblado, el dueño de un terreno baldío lo deja improductivo, ese hombre abusa de su derecho y priva a la sociedad de los frutos que pudieran brindar esas tierras bien administradas.
...El hombre forma parte de la colectividad y sus actitudes repercuten sobre los demás...
Y el Estado que vela por el desenvolvimiento de los valores nacionales y por consiguiente el bien­estar del mayor número, no puede permanecer cruzado de brazos, frente a los hombres ociosos que malgastan su riqueza, porque la conducta estéril de estas personas proyecta sombras sobre la econo­mía nacional.
La nueva Constitución alemana consagra, así, un principio que debió parecer revolucionario hace pocos años y que hoy, sin embargo, no levanta suspicacias ni resistencias. «La propiedad obliga; su uso tiene que ser al mismo tiempo servicio de bien común». Esta declaración constituye la suprema conquista del derecho social.
Ya no prima, pues, el concepto de la propiedad de la tierra absoluta e inviolable. Una nueva comprensión abre camino a los juristas, después de tantísimos años de experiencia. Una claridad radiante y no sospe­chada ilumina el campo de las leyes modernas. Se transforman las ideas antiguas y se levantan es­pléndidos conceptos.
...El derecho de propiedad de la tierra se abate ante el interés colectivo. Ya antes, se reconocía a favor del Estado el derecho de explotación por causa de utilidad pública. Y bien: la utilidad pública debe tener un alcance extraordinario. Debe llegar hasta despojar al propietario de tierras que no aporta un con­curso eficiente al progreso del país. Y los Poderes Públicos tienen un excelente medio para repartir la tierra entre los hombres sanos y trabajadores. Todo, sin lesionar derechos sin despojar a nadie de facultades. Puede el Estado cobrar o expropiar tierras para constituir un dominio territorial considerable. Y esas tierras fiscales serían lue­go dadas en enfiteusis, a plazos muy extensos, a todos los hombres de aptitudes y buena voluntad que quieran explotarlas.
Si esta política hace camino en el porvenir, el lote de nuestras tierras públicas será inmenso. El Estado, que es el propietario de la Nación, será el único administrador de esas grandes superficies. Pero la explotación correrá por cuenta de los arrendatarios, y éstos gozarán de esa tierra durante toda su vida, alcanzando los beneficios del contrato también a los hijos... Pero con una condición, sin embargo: que la tierra se explote bien; que no se abandone, que se realice en ella un esfuerzo intensivo, bajo la dirección de los técnicos oficiales que darán a los agricultores los mejores consejos para la obtención de mayores beneficios económicos. Porque si fracasara el arrendatario, por su negligencia o falta de comprensión, el Estado anulará el contrato y entregará esas tierras a personas más diligentes y aptas.
Tal es la aspiración del Partido Batllista, que está consagrada en nuestro programa de principios, y que llevaremos muy pronto a los debates del Parlamento Nacional».

Colección Solaris de Editorial Arca


lunes, 16 de julio de 2012

biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/redposgrados/op-TiradoSanchez.pdf

biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/redposgrados/op-TiradoSanchez.pdf
La utopía nuestramericana  y bolivariana: una  aproximación a las 
proyecciones externas de  la Revolución cubana y  
de la Revolución bolivariana  de Venezuela
Aránzazu Tirado Sánchez

martes, 10 de julio de 2012

Inglaterra | La Factoria Historica El fósil más antiguo...

Inglaterra | La Factoria Historica

La nación Española en el siglo XII: una construcción discursiva a través de la Historia Compostelana. « Revista Electrónica Historias del Orbis Terrarum

La nación Española en el siglo XII: una construcción discursiva a través de la Historia Compostelana. « Revista Electrónica Historias del Orbis Terrarum

Domingo Arena: Nuevas reflexiones sobre su vida y sus ideas. Apuntes del Prof. Miguel Lagrotta.













Domingo Arena: nuevas reflexiones sobre sus ideas.


Con motivo de una invitación recibida por parte de Miriam Divenuto para hablar con sus alumnos sobre Domingo Arena, comencé por preguntarme cosas sobre sus realidades y utopías a dos años de la publicación de mi trabajo sobre su figura.

Aquí vamos:
Resulta muy difícil en el Uruguay hacer la Historia del siglo XX sin hablar de Batlle y el batllismo. Resulta muy difícil además, hablar de la evolución ideológica y política de nuestro país sin mencionar los últimos treinta años del siglo XIX. Finalmente es muy difícil ocuparnos de la efervescencia revolucionaria en ideas, pensamiento y acción del primer batllismo sin, entre otros, ubicar a Domingo Arena como primera figura del entorno de José Batlle y Ordóñez. Es difícil encontrar una lealtad tan duradera y fuerte como la ocurrida entre estos dos personajes de nuestra historia. En cada proyecto, en cada debate, en cada fracaso, en cada vuelta a empezar, en el último día de la vida de Don Pepe, Domingo Arena estuvo junto a él.
Resulta muy difícil, también, encontrar una persona que no fue deslumbrada por el triunfo personal, que jamás olvidó su origen y que finalmente trató por todos los medios de buscar consensos con la simpatía necesaria para lograr el debate. ¿ Quién no quería a Domingo Arena?.
La herencia política del primer batllismo no solo fueron sus grandes realizaciones en muchos campos de acción que dieron forma al Uruguay moderno, también fue la formación política de toda una generación de hombres que creyeron en el proyecto y lo llevaron adelante, hasta que el pragmatismo mató a las utopías y por consecuencia inmediata los sueños que son imprescindibles para lograr realidades entraron en una lógica que la sociedad no supo entender. El mejor intérprete del proyecto batllista  fue Arena. No solo ayudando a humanizar lo radical del proceso reformista, sino que también difundiendo en cada evento posible, desde la tribuna, casas de familia o de las páginas periodísticas a su alcance.



Época fermental
La facilidad de Arena para sensibilizarse de los problemas y reclamos populares y su defensa permanente y persistente en defensa de los que menos tenías, la debemos ubicar en sus orígenes. Proviene de una de las zonas más castigadas en Italia de fines del Siglo XIX, el sur. Curiosamente ese sur sigue siendo castigados por la pedantería de los Italianos más allá de Roma hacia el norte. Arena con su facilidad para hacer respuestas ingeniosas a plateos muy hirientes sostenía: “en el sur somos italianos, en el norte se creen europeos, en definitiva somos compatriotas.” Arena nace el 7 de abril de 1870 en Calabria y fallece el 3 de mayo de 1939 en Montevideo. En esa época Italia luchaba por conciliar su unificación, insertarse en sistema capitalista imperante en la segunda fase de la Revolución industrial, y desde el punto de vista ideológico el socialismo, el liberalismo, el nacionalismo, el catolicismo y los anarquistas tenían una gran lucha que a menudo pasaba del pensamiento a la acción, generalmente muy violenta. Si además sumamos a esto las propias características de la región sureña de Italia, tierra pobre, aspereza para roturar, y dificultades para el desarrollo económico, llevan a esta zona a convertirse en expulsores de sus habitantes buscando la sonrisa de la fortuna en otros sitios. En 1876, Arena y su familia arriban a Montevideo, donde los inicios fueron duros, se trasladan al interior, allí cumple infinidad de tareas, tropero, asistente de farmacia. Su propia inquietud lo lleva a vincularse y generar una amistad en base a lealtad y comprensión con el cura del pueblo, con los maestros de primeras letras y consigue, estudiando el papel que lo habilita a seguir estudios superiores en Montevideo. Cursa estudios universitarios y se gradúa primero como farmacéutico y luego como abogado.
Un romántico soñador Arena quiere ser escritor, logra muy buenas piezas sobre temática del campo y también sobre la dictadura del Coronel Lorenzo Latorre. Últimamente se ha reeditado este material con prologo del Dr. Julio María Sanguinetti. El debate educativo actual sobre lo científico por encima de lo social, Arena lo había resuelto en forma empírica. A su capacidad de narrador, a su romanticismo natural, a su anarquismo pacífico y romántico, le agrega su conocimiento científico, comenzado en Tacuarembó observado como realizaban las recetas en la farmacia y a sus estudios de química en Montevideo. Racionalidad, idealismo, utopía y sensibilidad social se conjugan el  joven Arena.
Es imposible el análisis de Arena, sin mencionar a don Pepe, también es muy difícil hacer juicios no muy temerarios sin analizar la historia política del periodo para poder vincular sus sentimientos, sus vivencias con la encarnación de un proyecto que será seguido por corrientes de pensamiento generando un fervor social que se llamará posteriormente batllismo.
En la facultad de derecho tenía compañeros de curso que también trascenderían en la Historia posterior de nuestro país, por diversos caminos pero con una riqueza conceptual muy grande: Pedro Manini Ríos, Carlos Vaz Ferreira, Luis Alberto de Herrera, entre otros. Como veremos, Arena se enfrento conceptualmente en un debate de ideas y posiciones filosófico-políticas con todos ellos, sin embargo con ninguno dejó de tener un trato y un respeto intelectual y humano de por vida. La concordia, la conciliación, el respeto y la tolerancia podrían definir la praxis de Arena de su visión teórica de anarquista romántico.
La concepción de Arena sobre la sociedad, entre otros, podemos encontrala en el pensamiento del italiano Errico Malatesta, que al enlazar el pensamiento europeo entre los siglos XIX y XX sostenía: “(…)nuestra creencia es que la única vía de emancipación y de progreso consiste en que todos tengan la libertad y los medios para defender sus ideas, es decir, la anarquía. De este modo las minorías más avanzadas persuadirán y arrastrarán por la fuerza de la razón y del ejemplo” Según Hierro Gambardella Arena “tenía la religión del hombre, del ser humano, la vida humana como cosa sagrada y definitiva, destino fundamental de las cosas del universo” Imaginamos entonces diálogos y debates muy profundos con Don Pepe, en El Día, en caminatas, en reuniones, el resultado fueron grandes leyes con gran impacto social: derecho de huelga, la ley de 8 horas, la defensa de los hijos naturales, la voluntad de la mujer para divorciarse y estudiar y luego votar, el colegiado, en definitiva la construcción de ese pequeño país modelo que soñaba Batlle y que disfrutamos hoy.
Anarquismo, Arena y la defensa de los desposeídos.

Es inevitable que surjan sentimientos encontrados en el espíritu humano en relación a la autoridad, lógicamente el deseo de ejercerla para disfrutar de los privilegios que se derivan o la resistencia más o menos consciente cuando la ejercen los demás. En las sociedades superiores el gobierno se debe ejercer con el objetivo del interés común, es allí cuando los individuos renunciamos con agrado a nuestra prerrogativas, a cambio de beneficios recibidos como efecto de las limitaciones impuestas a los demás.
Arena va a reclamar la integración de los trabajadores a la nación, procurando que tengan las armas legales, ideológicas y culturales para enfrentarse con los sectores conservadores terratenientes y comerciantes de la sociedad montevideana de comienzos del siglo XX. No como un planteo de lucha de clases, sino de reformismo ideológico y legal con el objetivo de lograr la igualdad social.
Sostenía Arena: “ Mis hermanos de ayer, mis protegidos de hoy” que enseñanza en una sola frase para tantos jóvenes políticos actuales.
El accionar batllista, respecto del movimiento obrero es la clave del apoyo que los sectores populares y obrero prestan a Batlle. Los artículos del diario El Día, los discursos parlamentarios de Domingo Arena, están condensados en una serie de publicaciones como “Batlle y los problemas sociales en el Uruguay” sobre el mismo dice Domingo Arena: “ Los artículos son un caso típico de la colaboración de dos: inspirados por Batlle, escritos por mi, corregidos por él. De los discursos puede decirse substancialmente lo mismo.  En 1913 Batlle había vinculado la campaña en favor de sus apuntes colegialistas con el voto pro-colegiado de los obreros, y su argumento era que los que eran socialistas en otros países debían ser  colorados en Uruguay. Era, según Batlle, el único partido que podía realizar las mejoras de la calidad de vida del trabajador y que la postura socialista era utópica y soñadora. Ante la pregunta de Pedro Manini Ríos de " ¿Somos colorados o somos socialistas?" Domingo Arena, en una entrevista realizada por el Diario Socialista "La Vanguardia", sostuvo que "somos socialistas sin programa". Luego en El Día sostuvo que no había entre colorados y socialistas una oposición frontal de principios debido a que el Partido Colorado realizaba lo que los socialistas programaban.
A modo de conclusión
Domingo Arena estará inserto dentro de las concepciones del anarquismo
pacifista. Tanto para Tolstoi como para Gandhi, la violencia genera
violencia. Del callejón sin salida de la violencia solo se puede escapar
con el triunfo de la conciencia, con la liberación de la propensión natural
de la gente a la cooperación y el amor mutuo. En “ La Ciencia Moderna y
la Anarquía” el príncipe Kropotkin define al universo como materia en
perpetua y libre evolución. Arena le exigía al Partido Colorado una
constante captación de los nuevos fenómenos ideológicos, reclama la
comprensión de sus correligionarios más conservadores afirmando que el
futuro del partido está en el contacto y la vivencia de las ideas avanzadas,
el que mejor las comprendiera tendría una ventaja de años sobre sus
oponentes. Significaba, entonces, un partido en constante evolución. No
renegaba Arena de las tradiciones partidarias, la justicia, la solidaridad y
la concepción liberal que marcan al Partido colorado, pero entendía que
todo lo concreto y aplicable de las corrientes ideológicas reformistas
debía ser tomado:
“ El Partido Colorado tiene una magnífica tradición, pero eso no basta. El Partido que se fía demasiado en su tradición puede correr la suerte de esos nobles que fían demasiado en sus pergaminos. El escenario de la democracia se ensancha día a día. Día a día entran en juegofuerzas nuevas, aspiraciones nuevas. Satisfechas las ansias de libertad e igualdad empiezan a dar su nota dominante las ansias de mejoramiento (...) De ahí nuevos horizontes que es necesario escudriñar si no queremos extraviarnos; de ahí nuevas etapas que es necesario correr y correr de prisa si no quedarnos rezagados. ¡ La política como la ciencia, debe de estar en perpetuo movimiento si quiere responder a las necesidades de todos los momentos, y el Partido Colorado que no debe dejarse vencer(...) tiene que estar constantemente alerta, en perpetua vibración(...) Su programa tiene que ser vivo(...) Y si quieren no crean que a su costa el partido liberal y el partido socialista, debe ser tan liberal como el partido liberal y asimilarse todo lo humano, todo lo práctico, todo lo realizable, todo lo que no sea una utopía del partido socialista.”
Esa conjunción de los principios tradicionales, éticos e ideológicos del
Partido Colorado más las nuevas corrientes aplicadas a nuestra sociedad,
producen un desbloqueo político trascendente dando origen al Uruguay
batllista. El Uruguay emergente de estas ideas va ser reformista social
con eje en el estado. Esa concepción podría definirse como liberal-social
y modernamente en nuestro país como batllismo.
Centenares de militantes, incluso de primera línea del sindicalismo, el socialismo y especialmente el anarquismo se incorporaron a los partidarios de Batlle. El mérito fue apreciar tempranamente las nuevas fuerzas sociales e ideológicas que se estaban desarrollando en el país, no oponerse a ellas e incluso colaborar en su desarrollo en forma consistente.
El rol anticipador del reformismo batllista se percibe claramente en las
circunstancias sociales de comienzos de Siglo. Un reclamo socialista en
1903 va a originar una respuesta concreta del batllismo. Mientras, este
importante sector político incipiente en nuestro país aspiraba a reformas
profundas, el primer batllismo lo materializa:
“..queremos la sanción legal de la jornada de ocho horas; la responsabilidad de los patronesen los accidentes de trabajo; el reconocimiento de los derechos ciudadanos a los extranjeros que tengan dos años de residencia (...) el analfabetismo aplasta a la nacionalidad. Más de cien mil niños carecen de escuelas.”
Todos estos conceptos son peticiones del socialismo en 1905. El mismo
Arena, en un discurso en la ciudad de Florida, aclaró este concepto y el
rol concreto del Partido de Batlle de concretar en la acción las
aspiraciones sociales:
“En Florida, donde tuve la desgracia de anarquizar un club con un discurso, cuando estaba en lo mejor de mi perorata, un simpático joven me atormentaba con sus gritos de ¡ Viva el Partido Socialista! ¡Viva la realización del ideal económico sin bandera política! Y yo, cuando sentí al fin que era necesario aclarar, me acerqué al joven socialista y le dije suavemente: -Mi estimado señor, si yo no estuviese en un partido político capaz de realizar las cosas que ustedes apenas programan, probablemente sería también socialista, tal vez hasta fuera anarquista”.
Finalmente tomaremos su reflexión de los logros que se realizaron durante los gobiernos de Don Pepe:
“Este país que hasta ayer era para el extranjero un simple país ganadero o cuando más un país de blancos y colorados, hoy es un país de ideas. Nuestra fronteras morales se han ensanchado, pues, enormemente. Lo que antes apenas se dibujaba en el mapa del mundo, empieza a tomar relieve. Ya no solo se habla de nosotros sino que se empieza a tomarse como ejemplo(…)”El 16 de junio de 1936 a tres años de su muerte, don Domingo concedió
El reportaje como colaboración a los festejos del cincuentenario de “El Día”. Luego de la muerte de Batlle y de muchos acontecimientos nacionales y mundiales, la gran crisis económica mundial, los fascismos, y la crisis política en nuestro país, Don Domingo se encuentra en su quinta, con sus frutales, su perro León y sus recuerdos.

Ahora los traemos de la mano de este reportaje que nos dará la última
imágen del colaborador y amigo de Don Pepe. Cuenta  sus inicios en Montevideo y  el acercamiento al periodismo, a El Día y a Don Pepe.

“...Cansado de fundirle negocios a mi pobre padre, pensé un día venirme a Montevideo, decidido a estudiar(1889). Coincidiendo con esta firme determinación mía, el gobierno dictó una ley, según la cual todo estudiante que hubiese cursado hasta séptimo año de instrucción primaria podía ingresar en la Universidad. Yo, aún cuando había ido poco a la escuela, pues lo que más sabía me lo había enseñado el cura del pueblo, decidí, sin embargo acogerme a la salvadora ley, y para conseguirlo le eché el ojo a un viejo y buen maestro que había en Tacuarembó. De inmediato me di a cultivarlo, abrumándolo con atenciones y regalos, pues proveyéndome de botines en la zapatería de mi padre, calcé gratis al maestro, a su mujer e hijos, con tal prodigalidad que, a los pocos meses, partía yo para Montevideo dueño del certificado salvador!...

Fue entonces que conocí a Carlos Travieso, por cuyo intermedio me hice amigo de Santa Ana. Con frecuencia iba, pues, a la imprenta a visitarlos, que entonces estaba instalada en la Plaza Independencia más o menos a la altura de donde es hoy lo de Zito. Mis recuerdos de esa época son algo vagos. Los evoco como a través de una niebla. El Día ocupaba un local largo y oscuro. Entrando, a la derecha, estaba la redacción con tres o cuatro mesas en las que se escribía...A la izquierda trabajaban los tipógrafos y allá, al fondo, se veía a don Fermín Silveyra, el administrador.

Travieso me animaba con calor para que me iniciase escribiendo, pero yo me resistía enérgicamente, pues estaba seguro de no tener condiciones para ello(...)
Sin embargo tanto insistió Travieso que un día hice una croniquilla de teatro que no me salió del todo mal y luego escribí sobre un crimen que vi cometer en la esquina de la casa en que entonces yo vivía. Recuerdo que era una cónica larga, abundante en detalles y que les gustó mucho a Travieso y a Santa Ana. Pero allí quedaron en absoluto suspendidas mis funciones periodísticas. Continué con mis visitas bastante asiduas, pero para marcharme luego, dedicado de firme al estudio...”
Esta primera etapa de Arena, de forma casi imperceptible se va vinculando al diario y a Batlle y a su equipo. Su oportunidad surge circunstancialmente cuando a raíz de una huelga se divide la empresa y Batlle se queda solo con Travieso y con Santa Ana:
 “...Yo continuaba mis visitas esporádicas ,pero ya nadie me hablaba de entrar al diario, hasta que un día los redactores le hicieron una huelga a Batlle, yéndose con Arturo Brizuela, que era propietario de La Tarde. Don Pepe se quedó solo, sin más que Travieso y Santa Ana en la redacción, pero consiguieron de inmediato el concurso de Fernández y Medina, secretario entonces de El Bien.
Travieso acordándose de mis croniquillas, me mandó buscar enseguida ,accediendo yo entonces a ayudarlos. Me inicié arreglando algunos
sueltos; a veces me mandaban en busca de noticias. La imprenta en la mudanza, había tomado una fisonomía distinta. En la redacción, las cuatro o cinco mesitas habían sido sustituidas por una grandota, muy larga donde escribíamos todos. Después había un escritorio chico y por último el de don Pepe, de muebles inverosímiles, pues eran unos presuntuosos sillones de extraños tapices, destartalados, en los que se iban amontonando el polvo de los años.(...)El personal se pagaba mal y cuando se podía. Los más modestos de los empleados tenían fuertes créditos en la casa.(...) Hacíamos intensa vida bohemia. El primer problema de la redacción era el desayuno, pues no teníamos seguro más que el mate amargo. Cuando podíamos se mandaba por café a lo Marini,que estaba en la esquina. El café lo proporcionaba Marella. Pepe Ríos Silva, un gran cronista policial, agregó el medio pan francés untado con manteca y espolvoreado con azúcar, que nos salía a un vintén por cabeza.
Los cigarros los costeaba, algo inconscientemente, don Pepe, que era gran fumador entonces...Llegaba Batlle ,ponía un atado arriba de la mesa y se distraía con cualquier motivo que aprovechábamos para fumárselos...el un poco extrañado de haber fumado tanto, mandaba a buscar otra cajilla. Tomábamos también, caña con tangerina, que resultaba riquísima pero apenas nos daban como para llenar un dedal con un vintén. En los raros días de abundancia o cuando aparecía algún voluntario generoso, nos embuchábamos en el almacén de la esquina con un chorizo con huevo(...)don Pepe, fue para mí, durante mucho tiempo,algo así como un personaje misterioso, No misterioso, simbólico. Me producía una impresión extraña, que no acertaba a definir bien y eso me inspiraba gran respeto.(...)Ya más en contacto con él, la levita había desaparecido; era entonces el hombre de trabajo que usaba un jacket amplio, desabotonado y que en los días de frío se envolvía en un gran sobretodo que le llegaba hasta los pies(...) Batlle era un artista del suelto corto. Por regla general cuando iniciaba sus famosas polémicas, lo hacía en forma enérgica, pero sin recurrir a la violencia. Trabada la discusión sentía la necesidad de superar al adversario(...)Batlle tenía dos aspectos, como escritor bien definidos: cuando escribía en frío cuestiones doctrinarias, resultaba extraordinariamente lento. Ponía grandes intervalos entre palabra y palabra(...)pero cuando lo aguijoneaba la pasión o lo apremiaba el tiempo se transformaba. Uno de los que llegó a engrosar el personal de redactores fue Héctor Volo. Cuando apareció en El Día venía de Italia, su país natal, donde se decía que llevó una agitada vida de conspirador...Como buen carbonario resultaba Volo un hombre desconfiado. Tenía siempre un aire de misterio, sobretodo gracias a sus inseparables gafas negras., por regla general hablaba despacio y en cuanto llegaba Batlle se iba a cuchichear con él(...)Llegó Roberto  de las Carreras, alto, elegante, muy fino, vestido a lo poeta, con traje claro, corbata grande de moño y gacho de anchas alas. Después llegó Figari, el glorioso pintor, de un tesón extraordinario; se convirtió en gran compañero nuestro. En forma comunicativa nos embarcó a todos en la defensa del caso Almeida(1)(...)
Tuvimos también en El Día a Samuel Blixen, que desde el punto de vistade la crónica literaria, fue uno de los tres portentos que pasaron por el diario: Bernárdez, Lasso de la Vega y Blixen. Era Samuel de una fecundidad despampanante. Llegaba siempre tarde y apurado. Se sentaba lo más lejos posible de nosotros y comenzaba a escribir con su letra menuda, sin levantar la pluma jamás, sin una enmendadura, y,cuando quería acordar, estaba la crónica de una columna siempre conceptuosa y brillante. Lasso era el periodista que abarcaba las formas periodísticas más diversas. Era ell más fecundo. Servía lo mismo para contestar un suelto político que para una cuestión personal, y cuando nos faltaba tema hacía en un periquete, uno de sus famosos salpicones.(...)Fueron mis primeras crónicas las que me aproximaron a don Pepe. Una sobre romerías españolas que se realizaban en el campo Eúskaro que a él le gustó mucho).

En forma contemporánea a la entrevista mencionada anteriormente, Domingo Arena publica un artículo el 16 de junio de 1936 sobre su relación con Batlle como director del diario y todo el entusiasmo del equipo para lograr que fuese una gran empresa:

Sería abocarse a la realidad de una manera imperfecta, si se considerase a Batlle como un director de diario corriente. El fue mucho más que eso desde el principio hasta el fin. Fue el creador, el sostenedor, el propulsor de su diario en todos sus aspectos haciendo imperar su voluntad en la administración, en los talleres, hasta en la venta.(...)Al lector, decía, hay que darle noticias y no papel impreso con affiches.(...)Le daba gran importancia a la corrección. Creía que los errores y sobre todos las trasposiciones desacreditaban y luchaba encarnizadamente por remediar el mal. Viendo que las advertencias reiteradas no surtían efecto, recurrió al sistema de las multas. El que se equivocaba, fuese corrector o cajista, la pagaba de acuerdo a una tarifa de centésimos cuidadosamente escalonada en beneficio del fiscal. La medida levantó resistencias porque a veces resultaba pesada, pero la mantuvo inflexible durante mucho, alegando que no había nada mejor que tocar el bolsillo para avivar la atención(...)Su afanosa persecución de los errores me contó a mí mismo veinte pesos. Me llamó por teléfono para decirme:
- En su artículo de ayer, que sin duda usted mismo ha corregido apareció tres veces respecto por respeto.
- No puede ser!, le contesté indignado.
- Tan puede ser que si quiere, le apuesto veinte pesos.
- ¡aceptado!, le contesté, pasando de la indignación al alborozo
pareciéndome imposible que por tres veces se hubiese repetido el disparate.
Desgraciadamente se repitió y Barrandeguy tuvo que entregarle el importe de la apuesta cargándola a mi cuenta...”

Como sostiene Francisco R. Pintos, Domingo Arena no cayó como Baltasar Brum o Grauert, envuelto en sangre buscando la libertad, pero consumió su vida en largos años de trabajo y lucha buscando los ideales de igualdad y democracia  que nos identifican.

Don Domingo Arena, solo es recordado por una Escuela Técnica del CETP donde fuera su casa-quinta, un camino que lleva su nombre, hoy dominado por malvivientes, por una cárcel que alberga tristes recuerdos de la historia del pasado reciente y por la enseñanza que ha dejado a las nuevas generaciones de un Partido Colorado actualmente deprimido. El sistema político uruguayo se sostuvo en el contacto directo entre los líderes y su pueblo. En el Siglo XXI se mantienen esas características que dieron al Uruguay las más altas calificaciones de civismo y democracia.
Prof. Miguel Lagrotta (IPA-Claeh)

                        (1)Es un largo proceso que tiene al Dr. Figari como abogado defensor del Alférez Almeida Acusado de matar a Tomás Butler tesorero de un Club del Partido Nacional. El proceso se inicia el 14 de octubre de 1895, el 12 de junio de 1899 se publica en El Día una crónica con retrato del Dr. Pedro Figari y Enrique Almeida. El proceso toma forma de folletín y recién va a culminar con el reconocimiento de la inocencia de Almeida, probada por Figari en 1899, en 1925.
Bibliografía
Ver:
Arena, Domingo. Batlle y los problemas sociales en el Uruguay.Biblioteca Rodó. Número 41-42. Montevideo. 1939
Buscio, Jorge. José Batlle y Ordóñez. Uruguay a la vanguardia del Mundo. Fin de Siglo. Montevideo.2009.
Lagrotta, Miguel. Domingo Arena, realidades y utopías. Arca. Montevideo 2010.
Louis, Julio, Batlle y Ordóñez: apogeo de la democracia burguesa…Arca. 2011
Suplemento. El Día. Junio de 1986. 100 años.













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domingo, 8 de julio de 2012

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