Vida intelectual de la Argentina de fines del
siglo XIX y comienzos del XX.
Un balance historiográfico
•♦
Paula Bruno*historiapolitica.com/datos/boletin/Polhis9_BRUNO.pdf
martes, 30 de octubre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
sábado, 27 de octubre de 2012
"Escribía en abril de 1950 Enrique Rodríguez Fabregat hijo, durante el gobierno de Francisco Vidal ante el pasaje de los restos del Libertador San Martín lo siguiente:
“MI país la República Oriental del Uruguay ha tenido siempre especial veneración por la figura del Libertador San Martín. Veneración que este año se traducirá seguramente, en forma expresiva, al cumplirse el primer centenario de su tránsito definitivo.
Como pruebas materiales de lo que afirmamos, tenemos que una larga avenida montevideana lleva su nombre preclaro; también lo luce una escuela pública, y dentro de pocos meses será inaugurado con toda solemnidad el monumento que perpetuará en el espíritu de los orientales las legendarias hazañas del vencedor de Maipo y San Lorenzo.
No fue el Libertador soldado del ejército del Uruguay; pero lo fue, infatigable del ejército de las libertades, y en sus filas no se conocen fronteras.
Además muchos hombres nacidos en mi patria lucharon y padecieron junto a él en sus eternos sueños emancipadores, motivo éste que obligaría, de por sí, a la admiración del Héroe. Recordemos al pasar, encabezando esa legión, a Enrique Martínez, Ventura Alegre, Ramón Anador, Hilarión de la Quintana, y Eugenio Garzón.
Del cancionero del Libertador San Martín, recordamos algunas coplas.
COPLAS
Al sonido del clarín,Relumbraron los aceros:Nos hicimos granaderosDe José de San Martín.
EPITAFIO A LOS VENCEDORES DE MAIPO
No es aquí donde yacen las cenizasDe los héroes chilenos y argentinosAquí viven gloriosas veneradasProduciendo el honor y el heroísmo.Nunca mueren los héroes, siempre viven.Sus hechos duran mientras hayan siglos.
DESPEDIDAS DE LAS CHILENAS AL EJERCITO LIBERTADOR
Ciudadanos ¿Qué os falta?Por nuestra parte nada,No hay cosa reservaday tan bizarra acción Las joyas los adornos Y el anillo querido De todo desprendido Se encuentra el corazón Si, patriota marchad...
Hermosuras de Lima Nobles y generosas Recibid obsequiosas A los hijos del valor Otro mérito no hallen Ante esos ojos bellos Que el que se ganen ellos Venciendo al opresor.Si valientes... ¡marchad!
Mil millones de pueblos Que se irán sucediendo Y los que están oyendo Este tan tierno adiós Tienen fijos los ojos En los libertadores:Id pues y vencedores Ganad mi admiración.¡Adiós!... ¡adiós!... ¡Marchad!
CIELITO DE MAIPO
El cielo de las victoriasVamos al cielo paisanos Porque cantando el cielitoSomos más americanos.
CIELITO DE MAIPÚ
Cielito, cielo que sí Americanos, unión y díganle al rey Fernando que mande otra expedición.
¡Viva nuestra Libertad Y el general San Martín Y publíquelo la fama Con su sonoro clarín!
El himno argentino también guarda en sus estrofas la gesta emancipadora, donde se exaltan los triunfos orientales.
“El valiente argentino a las armas Corre ardiente con brío y valo rEl clarín de la guerra cual truen oEn los campos del Sud resonó Buenos Aires se pone a la frente De los pueblos de incita Unión,Y con brazos robustos desgarran Al Ibérico altivo león.
Sean eternos los laureles Que supimos conseguir Coronados de gloria vivamos O juremos con gloria morir.
San José, San Lorenzo, Suipacha,Ambas Piedras, Salta Tucumán,La Colonia y las mismas murallas Del tirano en la Banda Oriental,Son letreros eternos que dicen:Aquí el brazo argentino triunfó Aquí el fiero opresor de la Patria Su cerviz orgullosa dobló."
miércoles, 24 de octubre de 2012
Dignidad en medio de la Infamia:Lisandro de la Torre
Por Felipe Pigna
No todo era infamia en aquella década del 30. Hubo quienes se opusieron decididamente a que la historia diga que nadie levantó la voz, que todos toleraron por igual aquel régimen fraudulento, represivo y corrupto inaugurado por el golpe de Uriburu y continuado por su colega el general Agustín P. Justo. Hubo quienes, a riesgo de su vida denunciaron valientemente lo que se estaba haciendo con el país, cómo se lo estaba hipotecando y cómo se le estaba marcando un rumbo dependiente y servil en beneficio de los intereses extranjeros asociados a una ínfima minoría y detrimento del resto. En aquella época de miseria, desocupación, de ninguneo del pueblo y de “fraude patriótico” como llamaban los dueños del poder a su persistente práctica electoral, argumentando que trampeaban las elecciones para salvar a la patria de la chusma radical o socialista, hubo un movimiento obrero combativo que comenzó a recuperarse y a combatir el modelo económico y social vigente y hubo personalidades políticas de la talla de don Lisandro de la Torre que desde el Senado de la Nación denunció al riñón del poder dejando a la luz sus negociados más escandalosos. La piedra de toque fue el Pacto Roca Runciman, firmado por el vicepresidente argentino, el hijo del “conquistador del desierto” en Londres el 1 de mayo de 1933. La histeria que había dominado a la clase dirigente argentina tras la firma del Pacto de Otawa entre Gran Bretaña, sus colonia y ex colonias, que reducía notablemente la cuota de compra de carne argentina, la llevó a aceptar concesiones lindante con la deshonra y transmitir a la sociedad de la época y la historia la inexacta versión de que no había otra alternativa que someterse a los designios de su Graciosa Majestad. De la Torre denunció el Pacto en estos términos:"El gobierno inglés le dice al gobierno argentino no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tiene cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. " .
Un notable historiador inglés señala el perjuicio causado a la Argentina por la firma del pacto del coloniaje como lo llamó Jauretche: “Hasta la firma del pacto Roca-Runciman, la industria argentina de alimentos y materias primas era la más competitiva del mundo. Había demostrado repetidamente su capacidad para superar todas las grandes crisis mediante el aumento de la producción. Pero en 1932 Inglaterra siguió por un camino equivocado y la Argentina se prestó a ello. (…) No es cierto que la Argentina no tuviera alternativas. Si los intereses dominantes del país hubiesen levantado los ojos de la perspectiva inmediata, podrían haber visto las alternativas a lo que de hecho hicieron: una campaña en pos de nuevos mercados; un esfuerzo decidido para atraer capitales a la industria y para mejorar la infraestructura, con miras a reducir sus costos de producción y abrir el camino a nuevos mercados.”
Nada de esto se hizo y el pacto benefició a un pequeñísimo grupo de criadores invernadores vinculados al gobierno y a unos pocos frigoríficos extranjeros y perjudicó notablemente a miles de pequeños y medianos productores agropecuarios y los frigoríficos de capital nacional.
Lisandro, tomando las demandas de estos sectores y en defensa de los intereses nacionales comenzó una prolija investigación sobre el negocio de la carne en nuestro país y comenzó a denunciar en el Senado al frigorífico Anglo por evasión impositiva y explicarle al país el entramado de la corrupción que implicaba directamente a funcionarios del presidente Justo. “Si en Estados Unidos, en Australia o en África del Sur, empresas extranjeras monopolizaran el comercio de carnes en esta forma, y despojaran a los productores de la mayor parte del fruto de su trabajo, creo, sin temor de exagerar, que verían muy pronto sus establecimientos destruidos. Y en cualquiera de esos países, si un ministro de Agricultura hiciera lo que hace el ministro nacionalista señor Duhau: entregar a los frigoríficos clandestinamente la cuota que por un tratado internacional estaba destinada a los ganaderos argentinos, y mantener esa situación meses y meses, correría serios peligros personales..”
Tras una minuciosa investigación De la Torre había llegado a la conclusión de que el Frigorífico Anglo había incurrido en delitos contra el Estado, concretamente fraude y evasión impositiva, y que esa irregularidad había sido tolerada por los ministros Federico Pinedo de Hacienda y Luis Duhau de Agricultura que concurrieron al Senado ante el requerimiento del senador santafecino. Las barras estaban llenas de gentes del pueblo que iban a apoyar al valiente democrata-progresista. En plena sesión el ministro Duhau amenazó públicamente a De la Torre diciéndole: “¡Ya pagará todo esto el señor senador punto por punto!... ¡Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho!” . Pero lo increíble, lo que nunca se había visto en el recinto de ningún senado del mundo estaba por llegar. El 23 de julio de 1935, mientras Lisandro seguía despejando todas las dudas sobre la complicidad del gobierno en general y los ministros en particular con el negociado de las carnes cuando, según el relato del diario La Prensa, en un momento de su alocución Lisandro fue empujado por el ministro Duhau y cayó al piso al ver lo que había provocado escapó de la escena cayendo él también al piso. Se produjo un griterío y que fue acallado de pronto por el sonido de disparos que dieron de pleno en Enzo Bordabehere el compañero de De la Torre, el senador electo por Santa Fe, quien había tratado de interponerse entre don Lisandro y su atacante.
El atacante comenzó a huir pero fue detenido por el agente de policía Cofone quien lo entregó al subcomisario Florio que dispuso su inmediato traslado al departamento central de Policía. Allí fue reconocido inmediatamente por los Palacios y Cantón, y se pudo entonces identificarlo: su nombre era Ramón Valdéz Cora, tenía 42 años y había sido comisario de Vicente López. Su foja de servicios no lo dejaba muy bien parado: había sido procesado por estafas reiteradas, extorsión a prostitutas y falsificación de documentos. Era “mano de obra ocupada” por el Partido Demócrata (que era el curioso nombre que se daba entre nosotros el partido conservador), y un hombre de confianza del señor ministro de Agricultura Luis Duhau.
Al prestar declaración ante el Juez Miguel Jantus, Valdez Cora reconoció la autoría del atentado que le costó la vida e Enzo Bordabehere. Nada dijo de los autores intelectuales del crimen, pero señaló que actuó al ver que eran agredidos “sus amigos políticos”.Fue condenado a 20 años de prisión pero quedó en libertad en 1953 por “buena conducta”. Los instigadores y responsables directos del crimen, como correspondía a gente de su “alcurnia y prestigio” gozaron de la más absoluta impunidad judicial y gozan de cierta impunidad histórica otorgada por aquellos que necesitan que olvidemos el episodio porque es una foto nítida de aquella desgraciada década infame y de aquella clase dirigente argentina.
Al mediodía del 5 de enero de 1939, dos años después de haber renunciado a su banca de senador, quizás recordando a su admirado Leandro Alem, puso fin a su vida disparándose un balazo al corazón.
Por Felipe Pigna
No todo era infamia en aquella década del 30. Hubo quienes se opusieron decididamente a que la historia diga que nadie levantó la voz, que todos toleraron por igual aquel régimen fraudulento, represivo y corrupto inaugurado por el golpe de Uriburu y continuado por su colega el general Agustín P. Justo. Hubo quienes, a riesgo de su vida denunciaron valientemente lo que se estaba haciendo con el país, cómo se lo estaba hipotecando y cómo se le estaba marcando un rumbo dependiente y servil en beneficio de los intereses extranjeros asociados a una ínfima minoría y detrimento del resto. En aquella época de miseria, desocupación, de ninguneo del pueblo y de “fraude patriótico” como llamaban los dueños del poder a su persistente práctica electoral, argumentando que trampeaban las elecciones para salvar a la patria de la chusma radical o socialista, hubo un movimiento obrero combativo que comenzó a recuperarse y a combatir el modelo económico y social vigente y hubo personalidades políticas de la talla de don Lisandro de la Torre que desde el Senado de la Nación denunció al riñón del poder dejando a la luz sus negociados más escandalosos. La piedra de toque fue el Pacto Roca Runciman, firmado por el vicepresidente argentino, el hijo del “conquistador del desierto” en Londres el 1 de mayo de 1933. La histeria que había dominado a la clase dirigente argentina tras la firma del Pacto de Otawa entre Gran Bretaña, sus colonia y ex colonias, que reducía notablemente la cuota de compra de carne argentina, la llevó a aceptar concesiones lindante con la deshonra y transmitir a la sociedad de la época y la historia la inexacta versión de que no había otra alternativa que someterse a los designios de su Graciosa Majestad. De la Torre denunció el Pacto en estos términos:"El gobierno inglés le dice al gobierno argentino no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tiene cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. " .
Un notable historiador inglés señala el perjuicio causado a la Argentina por la firma del pacto del coloniaje como lo llamó Jauretche: “Hasta la firma del pacto Roca-Runciman, la industria argentina de alimentos y materias primas era la más competitiva del mundo. Había demostrado repetidamente su capacidad para superar todas las grandes crisis mediante el aumento de la producción. Pero en 1932 Inglaterra siguió por un camino equivocado y la Argentina se prestó a ello. (…) No es cierto que la Argentina no tuviera alternativas. Si los intereses dominantes del país hubiesen levantado los ojos de la perspectiva inmediata, podrían haber visto las alternativas a lo que de hecho hicieron: una campaña en pos de nuevos mercados; un esfuerzo decidido para atraer capitales a la industria y para mejorar la infraestructura, con miras a reducir sus costos de producción y abrir el camino a nuevos mercados.”
Nada de esto se hizo y el pacto benefició a un pequeñísimo grupo de criadores invernadores vinculados al gobierno y a unos pocos frigoríficos extranjeros y perjudicó notablemente a miles de pequeños y medianos productores agropecuarios y los frigoríficos de capital nacional.
Lisandro, tomando las demandas de estos sectores y en defensa de los intereses nacionales comenzó una prolija investigación sobre el negocio de la carne en nuestro país y comenzó a denunciar en el Senado al frigorífico Anglo por evasión impositiva y explicarle al país el entramado de la corrupción que implicaba directamente a funcionarios del presidente Justo. “Si en Estados Unidos, en Australia o en África del Sur, empresas extranjeras monopolizaran el comercio de carnes en esta forma, y despojaran a los productores de la mayor parte del fruto de su trabajo, creo, sin temor de exagerar, que verían muy pronto sus establecimientos destruidos. Y en cualquiera de esos países, si un ministro de Agricultura hiciera lo que hace el ministro nacionalista señor Duhau: entregar a los frigoríficos clandestinamente la cuota que por un tratado internacional estaba destinada a los ganaderos argentinos, y mantener esa situación meses y meses, correría serios peligros personales..”
Tras una minuciosa investigación De la Torre había llegado a la conclusión de que el Frigorífico Anglo había incurrido en delitos contra el Estado, concretamente fraude y evasión impositiva, y que esa irregularidad había sido tolerada por los ministros Federico Pinedo de Hacienda y Luis Duhau de Agricultura que concurrieron al Senado ante el requerimiento del senador santafecino. Las barras estaban llenas de gentes del pueblo que iban a apoyar al valiente democrata-progresista. En plena sesión el ministro Duhau amenazó públicamente a De la Torre diciéndole: “¡Ya pagará todo esto el señor senador punto por punto!... ¡Ya pagará bien caro todas las afirmaciones que ha hecho!” . Pero lo increíble, lo que nunca se había visto en el recinto de ningún senado del mundo estaba por llegar. El 23 de julio de 1935, mientras Lisandro seguía despejando todas las dudas sobre la complicidad del gobierno en general y los ministros en particular con el negociado de las carnes cuando, según el relato del diario La Prensa, en un momento de su alocución Lisandro fue empujado por el ministro Duhau y cayó al piso al ver lo que había provocado escapó de la escena cayendo él también al piso. Se produjo un griterío y que fue acallado de pronto por el sonido de disparos que dieron de pleno en Enzo Bordabehere el compañero de De la Torre, el senador electo por Santa Fe, quien había tratado de interponerse entre don Lisandro y su atacante.
El atacante comenzó a huir pero fue detenido por el agente de policía Cofone quien lo entregó al subcomisario Florio que dispuso su inmediato traslado al departamento central de Policía. Allí fue reconocido inmediatamente por los Palacios y Cantón, y se pudo entonces identificarlo: su nombre era Ramón Valdéz Cora, tenía 42 años y había sido comisario de Vicente López. Su foja de servicios no lo dejaba muy bien parado: había sido procesado por estafas reiteradas, extorsión a prostitutas y falsificación de documentos. Era “mano de obra ocupada” por el Partido Demócrata (que era el curioso nombre que se daba entre nosotros el partido conservador), y un hombre de confianza del señor ministro de Agricultura Luis Duhau.
Al prestar declaración ante el Juez Miguel Jantus, Valdez Cora reconoció la autoría del atentado que le costó la vida e Enzo Bordabehere. Nada dijo de los autores intelectuales del crimen, pero señaló que actuó al ver que eran agredidos “sus amigos políticos”.Fue condenado a 20 años de prisión pero quedó en libertad en 1953 por “buena conducta”. Los instigadores y responsables directos del crimen, como correspondía a gente de su “alcurnia y prestigio” gozaron de la más absoluta impunidad judicial y gozan de cierta impunidad histórica otorgada por aquellos que necesitan que olvidemos el episodio porque es una foto nítida de aquella desgraciada década infame y de aquella clase dirigente argentina.
Al mediodía del 5 de enero de 1939, dos años después de haber renunciado a su banca de senador, quizás recordando a su admirado Leandro Alem, puso fin a su vida disparándose un balazo al corazón.
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