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lunes, 13 de diciembre de 2010

Aproximación a la figura del Dr. Julio Herrera y Obes mediante la excelente pluma de Manuel Flores Mora (Maneco)


El duelo entre E. Acevedo Díaz y J. Herrera y Obes





Hace unos días, al escribir para el centenario del nacimiento de Acevedo Díaz, omití, deliberadamente, toda alusión a su nunca realizado duelo con Julio Herrera y Obes. Pensaba que valía el lance una nota especial ... Al escribirla ahora, sin embargo, se me ocurre que habría que pedir perdón por ponerme a hacerlo en este mundo de nacionalizaciones de petróleo persa y generales norteamericanos destituidos, con referéndum a la vista, subterráneo a flor de tierra, y amenazas de muerte personales, colectivas y hasta universales desde las cuatro esquinas del planeta.
Abandonándome a esa exageración sin límites que suele llevarnos tantas veces al corazón de las verdades mayores, muchas veces he creído ver en ese duelo que ni siquiera fue, uno de los capítulos fundamentales de la historia espiritual de nuestra patria: la simbolización viva y trágica —y tragicómica—, casi, de ese país que fuimos y somos y seremos, por desgracia y por suerte...
Si alguna de las muchas cosas inexplicables que me llevan a pensar así, quedarse, por lo menos, sugerida en las líneas que siguen, me consideraría mas que cumplido con todos. Hasta con el mismo Julio Herrera y Obes.
Las habas se cuecen en todas partes, y también la Historia entre nosotros ha padecido y padece esas grandes viruelas que son la erudición y la "seriedad”. La cantidad de datos y detalles "históricos" exactos que un cristiano es capaz de recordar en un momento dado; la cantidad de archivos en los que ha ido a averiguarlos, y la cantidad de libros en que no ha tenido mas remedio que escribirlos, cuando ya el olvido y los limites de la memoria amenazaban con borrárselos de una sola plumada si se atrevía a dejar transcurrir una semana mas sin escribirlos, suelen ser entre nosotros la medida con la que invariablemente se mide la autoridad (la tontería, digamos.. . ) de un historiador. Ya Cristo dijo que primero pasaría un camello por el ojo de una aguja que un erudito por las puertas del reino del espíritu. Y sin embargo, con la misma facilidad casi que cracks de foot-ball, seguimos produciendo año a año, en esta tierra, promociones de eruditos que amenazan con convertirnos de verdad (y que Dios nos salve!) en Atenas de América...
<span>Nos hemos enterado así (y si no lo hemos hecho, libros hay al alcance de la mano) de la fecha de todos nuestros golpes de Estado, desde el de nuestro Cabildo colonial hasta el presente. No hay nombre que se nos haya escapado, ni parentesco, ni batalla, ni epístola a la señora del general que tramaba el motín o al plenipotenciario que gestionaba la alianza. Sabemos las palabras que escribía Monterroso con faltas, los lugares donde churrasqueó Rivera y el pelo del caballo del gaucho que trajo a Montevideo el parte de Cagancha (1). La mirada panorámica, la historia sintética y trascendida de alma, en cambio, está esperando no ya que la escriban, sino que la lean siquiera.. .
Pero entremos de una buena vez al duelo que nos preocupa, y que se nos antoja que resume, mejor que otros hechos, esa historia espiritual de que hablamos.
Las espadas

El tirio en este duelo es D. Julio Herrera y Obes, uno de los personajes más notables (en el sentido amplio del término) que hayan existido sobre este suelo. Hijo notable de una familia pródiga en hijos notables, Don Julio Herrera y Obes representa por sí solo la mitad del alma nacional. El es la concreción máxima, en efecto, de esa porción de entreala gambetero en ciernes que todos los orientales traemos al nacer, como marca de fábrica. Julio Herrera le puso nombre al jopo, jopo que peinó como ningún antiguo, y que introdujo, como ninguno también, en el oscuro de las mejores perfumadas alcobas. Descendía de aquel famoso Nicolás de Herrera (hijo de Cristóbal, me parece) que jugó, entre otros papeles, mejor que el mismo Fouché, el papel de Fouché en los días iniciales de la revolución americana. Y que declaró en histórica epístola, que el primer deber del hombre era ''asegurarse la fariña".. . Don Julio Herrera y Obes, tío de nuestro poeta más grande, fue de todo en este mundo: secretario de Venancio Flores en la guerra del Paraguay; deportado a La Habana en 1875, en la famosa barca Puig; novio de Doña Elvirita Reyes, complicado sentimental en el famoso "affaire" del Alférez Almeida, "Dreyfus" uruguayo, por el crimen de la calle Chaná; Presídente de la República y expositor de la teoría de la "influencia directriz", que puso en práctica con más maestría que Anselmo. Hasta ahora se comentan en Montevideo sus contestaciones tajantes, sus bromas, su descaro, su elegancia. Soltero empedernido, su madre, que quería verlo casado, le preguntó, la noche en que lo eligieron Presidente: ¿"Dónde has visto, Julio, un Presidente soltero? —¿Y usted mamá — repuso —cuando ha visto el casamiento de un Presidente?"

Prototipo universal de la elegancia del espíritu, con esa inteligencia chisporrateante que ha sido privilegio de todos los Herrera desde Cristóbal hasta hoy, Julio Herrera y Obes es capaz de tornar al más severo historiador en un simple cronista social, a poco que se descuide al manejar su impagable figura. Al trazar su retrato hay que tener cuidado de decirlo todo sin decir nada, porque donde se diga algo concreto, se equivoca uno en fija. Su mirada de "cachador" puede más que su jopo de romántico, y parece decirnos desde los inumerables retratos suyos que hay colgados en las casas de Montevideo: "Esa pavada que tengo encima de la frente, la uso no porque me guste a mí sino porque le gusta a las mujeres..." Algunos dicen pestes de Don Julio Herrera y Obes. Pero es en vano: él sigue sobrándolos desde la eternidad y matándose de risa. Hermano de Bernard Shaw, de Rasputín y de Mirabeau, yo no puedo imaginármelo en el otro mundo de otra manera que enseñándoles a los otros tres, cómo se pasan las horas con el truco de cuatro...

Frente a él, la talla de Eduardo Acevedo Díaz, viniendo desde otro lado, y marchando inalterablemente hacia otra región más pura y más austera de la gloria, parece hacerse más inocente, más poderosa y más conmovedora todavía de lo que en vida fue.
Acevedo Díaz no entendía ciertas bromas, ni ciertas vidas, ni ciertas actitudes. Con ese aire de "extranjería en la tierra", como diría Alarcón, que conservó siempre a despecho de todas sus luchas y de toda su inflamada manera de entreverarse a brazo partido con las miserias, Acevedo Díaz perdió el ferrocarril con Julio Herrera y Obes. Quiso agarrarlo con uno de sus manotones de arcángel, quiso quemarlo con su espada de fuego. Y Julio Herrera y Obes se le escapó de entre los dedos poderosos. Achicándose y agrandándose, gritándole desde lejos y haciédosele humo cuando lo creía a su alcance. Julio Herrera y Obes fue la perdiz que Acevedo Díaz no pudo cazar.
Nieto del General Antonio Díaz, el Ministro y amigo íntimo de Manuel Oribe; sobrino del General César Díaz, el Jefe de la División Oriental en Caseros y víctima principal del drama de Quinteros, Eduardo Acevedo Díaz traía en sí lo mejor de les blancos y lo mejor de los colorados. Más atrás, con el Francisco Díaz que cruzó los Andes con el Ejército de San Martín, y con el ejemplar Consejero de Indias, Acevedo, que propuso crear el Virreinato del Plata, tenía la independencia en la colonia, con figuras que supieron ser de las más puras a través de todos los tiempos y partidos. Hijo de una raza a un tiempo desaforada y melancólica, hecha para la seriedad solemne y el sacrificio total, Acevedo Díaz es esa otra mitad dura y callada del alma nacional; esa mitad de piedra, casi siempre invisible, sobre la que Artigas fundó su Iglesia, y que sirve de soporte y de remedio permanentes a nuestro juego, a nuestra cachada, a nuestra inconciencia. Para entenderlo hay que rastrear por Antonio Díaz, el amigo íntimo de Oribe.No sé nada de las relaciones juveniles entre Eduardo Acevedo Díaz y Julio Herrera y Obes. La peculiar naturaleza espiritual y moral de cada uno estaba cantando, sin embargo, las modalidades de sus respectivas carreras políticas. Cuando el año 75 vio el motín que depuso a Ellauri, inició Acevedo Díaz sus violencias contra la dictadura y escribió aquel artículo que casi le cuesta la vida y que hemos visto en una crónica anterior. Herrera, en cambio, cayó desde el primer momento entre la muchachada que la tiranía arrojó del país, deportándola a La Habana en la famosa barca Puig. De la pluma del propio Herrera nos ha quedado el relato de aquella deportación, y de los porotos que hubo que comer y de la casualidad de llegar a La Habana, cuando se creyó terminar antes en naufragio. El gobierno de Cuba (español) les negó el desembarco, desatendiendo una solicitud que firmaron todos los deportados, sin más excepción que la de Fortunato Flores. Este último se negó a firmar porque dijo que, para él, no había en Cuba más autoridad legítima que la de Céspedes, el caudillo independiente que peleaba sus últimos cartuchos por entonces, acorralado en el otro extremo de la isla. Nos imaginamos en aquel romanticismo de locos de la barca naufragante, los milagros que habrá conseguido la voz de Julio Herrera. A la vuelta compró Herrera un bonete de piel de mono en un puerto de Brasil. Cuando el barco que traía a los desterrados desde los Estados Unidos tocó el puerto de Buenos Aires, fue Julio Herrera el primero en sacarse aquel bonete para pronunciar un discurso inflamado, incitando a la santa rebelión contra el tirano uruguayo, y convidando a quienes lo oían para el sacrificio supremo. Acevedo Díaz dijo, después de este discurso:"Muchos de aquellos hombres, oída la proclama, corrieron a la lucha, donde no pocos rindieron la vida. Julio Herrera, sin embargo, se quedó en Buenos Aires haciendo el amor a las muchachas.. .".
La gran pelea entre aquellos dos hombres nacidos para no entenderse, ocurrió recién a fines del 80, a raíz de una polémica periodística.
Acevedo Díaz, desde "EL PLATA" y Herrera, desde "EL DIARIO DEL COMERCIO", van subiendo el tono. La llamarada surgirá, sin embargo, porque Acevedo Díaz no puede tolerar la payasada continua de Herrera, su broma permanente, su abrirle a todas las cosas una ventana hacia el ridículo.
<span>El 18 de noviembre de 1880, por fin, Herrera publica a un tiempo la cortísima carta en que Acevedo Díaz lo desafía; a renglón seguido publica la suya, también cortísima, de respuesta. Honran a cualquier literatura estas cartas. Y en todo caso nos resumen como país, más que la más extensa de las descripciones. Son la sístole y la diástole del alma nacional. Son las dos mitades espirituales enfrentadas. Dicen así:"Señor don Julio Herrera y Obes:Las injurias y ofensas que me prodiga usted en el "Diario del Comercio" de ayer, no merecen otra contestación que un latigazo en el rostro, que le daría a usted si lo tuviera a mi alcance. Pero basta la intención, y délo usted por recibido de mi mano. EDUARDO ACEVEDO DÍAZ"."Señor Don Edgard el Romántico:Los latigazos en el rostro se devuelven con un balazo en la frente; déselo usted por pegado de mi mano. A los zonzos de su clase que andan a pesca de escenario para exhibirse en traje de matón de zarzuela, se les mata con el desprecio; téngase usted por muerto. JULIO HERRERA "Y OBES".Las cartas, digo, aparecieron el día 18. El 17 de noche ya Julio Herrera y Obes había puesto tierra de por medio, embarcándose para Buenos Aires. El 18 no había barco. El 19 salió tras suyo Acevedo Díaz. El mismo día que Acevedo Díaz llegó a Buenos Aires por la tarde, Julio Herrera había emprendido nueva etapa de viaje hacia Rosario por la mañana.Tardaron cuatro años en volverse a encontrar. Fue en setiembre de 1884, en casa del Dr. Santiago Luro, en Buenos Aires. "El Nacional" de Buenos Aires de la fecha, publica, como todos los diarios del Plata, las versiones de aquel encuentro en el patio de Luro, donde Herrera y Obes se metió sin saberlo. Y donde Acevedo Díaz le dijo, entre otros muchos insultos, el gravísimo de "gallina con cresta"...El Dr. Carlos Lerena y Segundo Flores fueron los padrinos que Herrera le mandó a Acevedo Díaz. Y los doctores Dupuis y Palomeque, los de éste.. El lance, sin embargo, no llegó a efectuarse, porque Lerena exhibió a Acevedo Díaz un acta levantada cuatro años antes en Montevideo, entre un grupo de preocupados amigos comunes de ambos, donde se resolvía que los dos honores quedaban sanos y que no daba para matarse. Pero vuelto Herrera a Montevideo, volvió a las andadas, toreando desde la prensa a Acevedo Díaz. Este contestó desde el pueblo de la provincia de Buenos Aires donde vivía, y la prensa de las dos orillas del río se hizo eco del deseo de Acevedo de batirse. Herrera, más tranquilo, aducía que si su contrincante no había aprovechado la oportunidad de batirse por él brindada, no estaba él dispuesto a repetirla.Tuvo, pues, que conformarse Acevedo Díaz con manifestar, años después, en ocasión de su duelo con Pelayo, jefe político de Colonia partidario de Herrera, y en el momento inmediatamente anterior a los disparos: "Conste que me bato con este hombre, porque ha demostrado tener más vergüenza que Julio Herrera..."El lance entre Herrera y Acevedo Díaz, creyeron muchos, no se había producido. Resulta transparente, sin embargo, hoy, mirándole en el tiempo, que el duelo fue.La venganza, no obstante, la verdadera venganza de Don Eduardo contra Don Julio tiene que esperar 10 años. Un fenómeno de justicia poética la consuma.El temor a un nuevo encuentro induce a Herrera a comprarse un revólver. En pleno teatro, al salir de un palco, en agosto de 1895, el revólver se le cayó a Don Julio del bolsillo. Y el tiro que se le escapa, le da en una pierna.Con el pseudónimo de "Fibradura", Don Eduardo se ríe a sus anchas del hecho, desde "El Nacional". El día que dan de alta a Herrera, Don Eduardo comenta:"Don Julio ha recuperado ya su derecho de pernada"."Hetairas soñadoras que no halláis consuelo para la honda desventura del vacío que os rodea: respirad todas, estremeceos de júbilo. Vuestro prometido ha resurgido del fondo de sus años"
(1) Un overo rosado, creo..

Flores MoraParlamentario, Periodista, Escritor, Historiador, Critico Literario

 El Dr. Julio Herrera y Obes.

domingo, 12 de diciembre de 2010

La posición del jóven Batlle y Ordóñez frente al surgimiento del Partido Constitucional: 1880.

La posición del jóven Batlle y Ordóñez frente al surgimiento del Partido Constitucional: 1880.


Esta nota es continuación de la que explica el proceso de fundación del Partido Constitucional y el rol que tuvieron en esa circunstancia los universitarios liberales. El periodista y estudiante Batlle y Ordóñez va a iniciar una serie de debates en distintos medios, canalizando su prédica desde el Diario El Día luego de su fundación el 16 de junio de 1886, dos meses y medio después de vencida la "Revolución del Quebracho". El propio Batlle en un artículo publicado en 1911 explica la razón de este proceso periodístico " Fundose por primea vez en 1886, con escasos recursos y con una perspectiva de vida de dos meses con un presupuesto ajustado, al mes ya andaba de mano en mano y era el diario preferido de la opinión"(...)"Un año más tarde creyó de su deber contrariar tendencias que consideraba malas(las constitucionalistas sobretodo, que con su visión sobre el olvido predicaban la abolición de los partidos tradicionales) pero que prevalecían entonces(...)" .No nace El Día como un periódico de partido pero en sus editoriales recalcaba ."Venimos a contribuir en la medida de nuestras fuerzas, a la reorganización de la colectividad política que formamos parte, recordando cotidianamente la presencia del mal en las alturas y la necesidad de unirse fuertemente para combatirlo" En realidad su postura era firme contra el constitucionalismo porque postulaba el fin de los partidos tradicionales a los que José Batlle y Ordóñez consideraba fuerzas cívicas importantes que había que orientar mejor, pero de ninguna manera destruir. Esta misma postura la tuvo con la coparticipación que con el objetivo de eliminar oposiciones confundía a los partidos con el gobierno y cuya consecuencia era la imposibilidad de que ninguno, el gobierno y los partidos pudiera llevar a cabo un programa coherente en sus ideas y su aplicación. Con referencia concreta al Partido Constitucional Batlle enfrentaba su lucha "contra las concepciones abstractas de los constitucionalistas, de los doctrinarios de la escuela liberal; hoy podría presentarse entre las corrientes que toman el contenido emocional y las particularidades de la mentalidad o de los problemas nacionales, frente a la aplicación integral de doctrinas económicas, políticas o sociales, o el deseo de resolver problemas nuestros con formulas presentadas en otros momentos y en otras circunstancias, o con la concepción de los intelectuales que tiende a la explicación racionalista universalista de la evolución histórica." Por los tanto Batlle maneja criterios de oportunidad en idea de Partido, colocando siempre ideas nuevas, soluciones originales, mecanismos de transformación vinculando las viejas mentalidades con la necesidad de mejoras. Como dice Grompone "Es la aceptación de la influencia histórica en la concepción de las ideas de organización social, desechando las utopías por más seductoras que pudieran presentarse". Sin embargo esta visión ha sido vista como exagerada por Delio Machado que sostiene que la postura firme de Batlle frente al Partido Constitucional se debió a la gravitación de su padre Lorenzo, hombre de Partido. Esa política no la abandonará jamás.
Si el partido Constitucional negaba la vigencia de los Partidos Tradicionales, esta postura era predominante en la Facultad de Derecho. Arechaga reclamaba la vigencia de la representación proporcional con el objetivo de democratizar el país. Un estudiante de derecho de apellido Arias en su tesis de grado sostenía en 1884 "Los gobiernos que excluyan a los Partidos de la Representación Nacional, no solamente estrangulan la soberanía del pueblo, sino que provocan a la guerra civil"
Una vez  Establecido el Partido Constitucional, su acto más comprometido fue la Revolución del Quebracho que tuvo una influencia universitaria importante. Los constitucionalista se transforman en revolucionarios durante el gobierno del General Máximo Santos. Según Luis Melián Lafinur "El Partido Constitucional se había creado para la paz, pero tuvo que convertirse para la guerra(...) se consultó al Dr. García Lagos sobre esta situación y su reflexión  determino el futuro" Saben Ustedes que por punto general soy enemigo de los medios violentos; pero la humillación de la patria es tan grande que si hay elementos para una reacción armada debe irse inmediatamente a ella(...), y consecuente con estas ideas el Partido Constitucionalista fue el primero  en contribuir al tesoro revolucionario"
La Revolución del Quebracho fue una desigual batalla que se produjo en Uruguay entre el 30 y 31 de marzo de 1886, al enfrentarse las fuerzas revolucionarias que nucleaban a partidarios blancos y colorados, al mando de José Miguel Arredondo y Enrique Castro, con las fuerzas del gobierno de Máximo Santos
 El enfrentamiento fue llegando de manera cada vez más inevitable. Por un bando estaban Francisco Antonio Vidal, nuevo senador del artificialmente creado departamento de Flores, preparando sin pudores la continuidad de Santos. Por otro lado, la Junta Revolucionaria actuando en Buenos Aires con representantes de los tres partidos a su frente: con el colorado Lorenzo Batlle, con los blancos Juan José de Herrera y Martín Aguirre, con el constitucionalista Gonzalo Ramírez y con presencia del Coronel Gaudencio, Jefe político montevideano dePedro Varela en los primeros años del proceso dictatorial. Entre el 30 y el 31 de marzo se llevó a cabo la batalla, por unos denominada del Quebracho, y por otros de Punta de Soto. Cuando cesó el fuego, los revolucionarios tenían más de 200 muertos y más de 600 prisioneros.
A pesar de la derrota, otros vientos comenzaban a soplar y no era ajeno a ellos el estado de opinión que se iba formando en el país y que el acto de los revolucionarios contribuyó a exaltar. Máximo Tajes, general al mando de las fuerzas de Santos, perdonó a los prisioneros, por orden de Santos, y heridos, hombres de los tres partidos, entre los que figuraba un distinguido conjunto de personalidades destinadas con el tiempo a ocupar la presidencia, como José Batlle y Ordóñez y Juan Campisteguy.
Si bien se perdió la batalla, el pueblo no se sintió vencido; todo lo contrario. Cada vez, en el ánimo popular, Santos caía en mayor desprestigio. El 17 de agosto de 1886 fue invitado a una función de gala por la artista lírica Eva Tetrazzini, que protagonizaba la ópera "La Gioconda". Cuando Santos iba a ingresar en el teatro, el teniente Gregorio Ortiz le disparó un tiro a quemarropa, destrozándole el rostro, pero salvó su vida. Ortiz intentó huir a pie pero, a las pocas cuadras, ante la evidencia de que iba a ser alcanzado, se suicidó pegándose un tiro en la cabeza. Esta muerte precipitó aún más los acontecimientos.
En el año 1886 Vidal es electo y nuevamente renuncia, volviendo Santos a ocupar la Presidencia de la República. Sin embargo duró poco tiempo en el desempeño de ese cargo porque, a fines de ese año, luego del balazo de Ortiz, con su salud quebrantada, emprende un viaje a Europa con el objeto de encontrar alivio a sus dolencias.
La participación del Constitucionalismo en la Revolución es innegable, pero no solo en la preparación y acción de la misma, también en el desenlace que tuvo el régimen santista y en la transición al civilismo. Después de la Revolución del Quebracho Santos buscó el apoyo del Partido Constitucional y según Juan Andrés Ramírez "llegaba el tiempo de la revancha principista. José Pedro Ramirez condicionó su aceptación: libertad de prensa, elecciones presidenciales el 1 de marzo de 1887, reorganización de la hacienda pública, cambios en el personal de las Jefaturas Políticas. Santos claudicó. Se formó el llamado ministerio de la conciliación integrado por José Pedro Ramírez, Juan Carlos Blanco y Aureliano Rodríguez Larreta. Asumieron el 4 de noviembre. El 18 renunció Santos. Los principistas volvían al poder.."  El debate futuro sera entre las visiones encontradas del futuro político entre el Dr. Julio Herrera y Obes y su opositor José Batlle y Ordóñez: La influencia Directriz y los clubes políticos, la cúpula o las bases. Esa será lo próxima nota.

Ver: Batlle y El Día 1886- 1903, Fundación Prudencio Vazquez y Vega
       Nuevo enfoque sobre los orígenes intelectuales del batllismo, Luis María Delio Machado.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Los Clubes Politicos en el último tercio del Siglo XIX uruguayo: La fundación del Partido Constitucional.

Los Clubes políticos en el último tercio del Siglo XIX uruguayo: La fundación del Partido Constitucional.

de Miguel Lagrotta, el jueves, 09 de diciembre de 2010 a las 22:50
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La Historia política nacional del siglo XIX tenía como característica el predominio absoluto de actores partidarios, colectividades que conforman los partidos tradicionales, y la disputa entre el gobierno y el poder desde 1830 hasta finales del siglo,  llamada simplemente lucha entre caudillos y doctores. Según Barrán y Nahum "en el último tercio del siglo XIX la vida política uruguaya había cristalizado en torno a ciertos rasgos. a) bipartidismo, es decir, el primado absoluto de los dos bandos tradicionales blanco y colorado, sobre cualquier formación política; b) la tradición histórica como fundamento de esos bandos, divisas o partidos; c) la centralización de la disputa política en torno a la cuota de poder que correspondía a la oposición, rol que se hallaba cristalizado desde 1865, cuando comenzó el monopolio colorado del gobierno y los blancos tuvieron que identificarse con la revolución; y d) el policlasismo en ambos bandos" A partir de la década de 1950 y con la influencia de Duverger, se comienza a investigar la relación que existía entre esta conformación política y el sistema electoral. Recordemos que para Maurice Duverger "los sistemas de partidos son el resultado de numerosos y complejos factores que son algunos porpios a cada país y otras corresponden a la generalidad política como lo son la tradición y la Historia, las estructuras económicas y sociales, las creencias religiosas, la composición étnica, los nacionalismos, etc." Varios politólogos han llegado a la conclusión de que el bipartidismo se encontraba instalado como una tendencia en el sistema político nacional en el siglo XIX y va a influir hasta fines del siglo XX. La Constitución de 1830 estuvo vigente hasta 1919, llama la atención el silencio que generó respecto a los partidos políticos. La Constitución de 1830 no muestra mención alguna a los partidos políticos, sin embargo cinco años después o poco más surgen las divisas partidarias tradicionales. Luego de concluida  la primera presidencia constitucional bajo la conducción del Gral. Fructuoso Rivera(1830-1834) los bandos organizados continúan gravitando bajo la órbita de sus jefes militares, sin ningún lazo al poder político legal. Durante el Gobierno de Manuel Oribe se produce el nacimiento de las divisas, etapa fundacional que tenía más contenido épico-militar que ideológico, programático o político. A partir de allí se van a producir una serie de enfrentamientos o confrontaciones de agrupamientos partidario como resultado de una falta absoluta de coparticipación según los lineamientos constitucionales de 1830. Un poco antes de finalizar la Guerra Grande, Andrés Lamas, fundaba "La Nueva Era" donde reclamaba la renovación de la política nacional al margen de los partidos políticos existentes. Poco despues de lograda la paz del 8 de Octubre con la concluye la Guerra Grande, Joaquín Suárez decretaba la prohibición de las divisas y distintivos partidarios. Los sectores universitarios se pliegan al rechazo de las divisas. Esta situación va a estimular emprendimientos intelectuales de jóvenes universitarios que van a conformar el movimiento de clubes de espiritu pricipista. Esta juventud principista adhiere a los principios de un liberalismo clásico y legalista. Uno de los ejemplos será el Club Libertad, fundadoen 20 de mayo de 1872, que va a nuclear a miembros de anterior filiación colorada como José Cándido Bustamante, José Pedro Ramírez y Julio Herrera y Obes. No todos los colorados se incorporan al Club Libertad; no se integran el sector católico que termian fundando  el Club Colorado.
El más critico fue el Club Radical, también liberal y estaba dirigido por el Dr. Carlos María Ramirez y José Pedro Varela, los cuales provenían del partido colorado conservador. Ambos dirigentes tenían su publicación: La Bandera Radical y La Paz, desde cuyas páginas propugnan la pacificación de la campaña y la conmistión de los partidos. Pero cuando ve la luz el programa del Club Radical, su desvinculación de los partidos tradicionales es ya un hecho consumado. El Club Radical es una asociación nueva, independiente que no reconoce solidaridad con ninguno de los partidos del pasado. Esto es debido a la capacidad y densidad doctrinaria del Dr. Carlos María Ramírez, que era , a su vez, catedrático de Derecho Constitucional. Este proyecto lo venía desarrollando desde la Revolución de las Lanzas. En efecto en 1871, desde las páginas de La Bandera Radical, se realiza un profundo análisis de la realidad nacional, de la guerra y de sus consecuencias. La guerra frenaba el desarrollo industrial y productivo violando el "sagrado derecho de la propiedad" tan arraigado en el liberalismo de 1870, para luego exigir la extinción de los Partidos Tradicionales argumentando: "Fuera de su tiempo, de los sucesos que les dieron vida, de los errores que los hicieron necesarios, los partidos actuales son inconciliables con los primordiales elementos de la sociedad y del Estado. Inconciliables con el espíritu de las instituciones democráticas. Inconciliables con las formas cultas de la sociabilidad. Inconciliables con la estabilidad del orden público. Inconciliables con el principio de la nacionalidad.(...) es necesario fundar un partido nuevo, porque en el presente o el porvenir la bandera del Partido Nuevo, será la única que puede dar a la República organización, libertad y progreso".
Esto constituye el antecedente de la fundación del Partido Constitucional, que será uno de nuestros primeros partidos de ideas, de corta vida pero de grandes aportes al decir de Real de Azúa: "su programa político consistía nada más y nada menos que en el más puntual cumplimiento de todas y cada una de las disposiciones de nuestra primera carta constitucional. Si se piensa que ello involucraba no solo el pleno funcionamiento de las instituciones que cuando accediera a la letra del texto legal mayor estaban respaldadas únicamente por una nebulosa efectividad en lo referente a los capítulos de derechos y  garantías individuales". El 16 de mayo de 1880 se presentaban las bases del Partido Constitucional como "El Gran Partido de las Instituciones libres" contando con su propio medio "El Plata" fundado por Carlos María Ramírez y José M. Carranza. En el acto de designación partidaria asistieron 683 ciudadanos. La Comisión provisoria estaba integrada por Luis Piñeyro, Constancio C. Vigil, A. Dufort y Alvarez, Carlos Barros, Daniel Muñoz, todos hombres de Derecho y vinculados al Ateneo. La Comisión Directiva la presidía Domingo Aramburú que había inaugurado los cursos de la Universidad Libre y  Facultad de Derecho establecidas por El Ateneo, encargandose de la cátedra de Derecho Civil desde 1878. La reacció no se hizo esperar y Máximo Santos calificaba al nuevo grupo como:"semipartido o circulo lírico-aristocrático"  Prudencio Vazquez y Vega adhiere pero con gran escepticismo, porque el programa de principios excluía el derecho de insurrección ante los gobiernos autoritarios. José Batlle y Ordóñez partidario del derecho de rebelión ante todo régimen autocrático se coloca decididamente en la oposición. Este punto será la proxima nota.

Ver: Nuevo enfoque sobre los orígenes intelectuales del Batllismo, Luis María Delio Machado. Pp 129-145.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El último cuarto de siglo fue uno de los más revolucionario de la historia uruguaya

El último cuarto de siglo fue uno de los más revolucionario de la historia uruguaya

El último cuarto de siglo fue uno de los más revolucionario de la historia uruguaya

de Semanario Busqueda, el miércoles, 01 de diciembre de 2010 a las 21:47
El sábado 27 se cumplieron 27 años del multitudinario Acto del Obelisco; tres días después, 30 años del plebiscito de 1980 cuando el gobierno dictatorial  puso a consideración de la población un proyecto de reforma constitucional que, según la oposición de los partidos políticos, perpetuaba el papel protagónico de las Fuerzas Armadas en las decisiones de gobierno.
Sin esos dos acontecimientos, Uruguay este año no estaría cumpliendo 25 años de vida democrática.
El jueves 11 de noviembre, Búsqueda publicó una edición especial sobre el proceso democrático desde 1985 al presente. 
A continuación se reproduce un artículo sobre los cambios en la política y en los partidos en los últimos 25 años, según las opiniones de diversos expertos.


Partidos moderados y agrupados en dos bloques compiten por el
voto de un electorado más izquierdista que el que surgió de la dictadura


escribe Christian Müller 
En marzo de 1985 los tupamaros que estaban presos salieron de la cárcel amnistiados por el nuevo Parlamento. Uno de ellos, José Mujica, apenas había pisado la calle cuando se puso a trabajar para conseguir un salón donde brindar una conferencia de prensa con sus compañeros de armas, que todavía no tenían claro su futuro político. 
“Yo a la media hora estaba militando. Lo primero que debíamos hacer era juntarnos todos. Tuvimos una discusión muy grande: si volver a la militancia legal o mantenerse sucuchado. Había mucho miedo de la gente que nos rodeaba. Muchos pensaban que podía volver la dictadura”, recuerda hoy. 
Casi 25 años habían pasado cuando Mujica fue investido en el cargo de presidente de la República por su esposa —otra ex guerrillera— en el centro de la Asamblea General. De traje oscuro, el nuevo jefe de Estado leyó a través de los lentes que acomodaba cada tanto con su dedo índice el discurso que inauguraba el sexto gobierno desde el retorno de la democracia. 
“Me gustaría creer que ésta es la sesión inaugural de un gobierno de 30 años. No míos, por supuesto, ni tampoco del Frente Amplio, sino de un sistema de partidos tan sabio y tan potente que es capaz de generar túneles herméticos que atraviesan las distintas presidencias de los distintos partidos y que por allí, por esos túneles, corren intocadas las grandes líneas estratégicas de los grandes asuntos”, afirmó.
Quien una vez peleó contra la “democracia burguesa” es ahora su máximo jerarca. Entre tanto el sistema político, desde que fue restablecido como tal, dio un vuelco lento pero certero: cada vez más gente se identificó con la izquierda, los partidos tradicionales quedaron relegados a pelear por el segundo lugar, el Frente Amplio pasó a ser dominante, ganó la Presidencia por primera vez y hoy quien gobierna el país es alguien que hasta hace 25 años purgaba sus culpas en una celda. Al mismo tiempo, el sistema limó sus extremos, moderó sus posturas y desató una competencia por ganar el “centro” de la opinión pública. 
“Hubo un leve movimiento hacia la izquierda del electorado y una moderación del sistema político. Para la gente izquierda y derecha tienen un significado diferente del que tenían”, explica el politólogo Ignacio Zuasnábar, director de Opinión Pública de Equipos Mori. 
La tendencia de los ciudadanos a apostar por la alternancia en el poder no es nueva. Desde mediados de los ’50 en adelante los uruguayos nunca eligieron la continuidad del gobierno, aunque fuera votando a la fracción rival del mismo partido. Sin embargo, la profundidad de esas transformaciones en el último período tiene pocos puntos de comparación. Es “uno de los períodos de cambios más radicales en la historia política uruguaya de todos los tiempos”, escribió el politólogo Gerardo Caetano en el 2005, en su artículo del libro “20 años de democracia”, cuando recién había asumido Tabaré Vázquez y la mayoría de los actores políticos no imaginaban que Mujica iba a sucederlo. 
El mapa político uruguayo se dio vuelta en un cuarto de siglo y rompió con el bipartidismo que imperaba desde el nacimiento del país. Sin embargo la caída en la votación del Frente Amplio y el cese de la izquierdización de la opinión pública mantienen el fiel de la balanza oscilando en el límite entre dos bloques que cada vez se diferencian menos y competirán por gobernar el país en el futuro cercano. Temas de agenda como la educación o la “ley de caducidad” siguen representando desafíos para el sistema político y la estrategia que adoptarán los desplazados partidos tradicionales para volver a la Presidencia es una de las principales incógnitas hacia las próximas elecciones. 
La salida democrática 
 El 1º de marzo de 1985 quien asumía como presidente era el colorado Julio María Sanguinetti. Aquella vez, hace un cuarto de siglo, Mujica todavía estaba en la cárcel. El Partido Colorado había ganado las elecciones y el Frente Amplio —entre cuyos integrantes no estaba el Movimiento de Liberación Nacional— era el tercer partido más votado. La Unión Soviética se dirigía a su colapso, arrastrando a una crisis a los partidos comunistas de todo el mundo, entre ellos el uruguayo. En el país pocos conocían a un exitoso médico de La Teja, Tabaré Vázquez, quien entonces presidía la Liga Universitaria de Fútbol, que ese año lograría el segundo puesto en las Universíadas de Kobe. 
“La dictadura destruyó las estructuras de contacto de los partidos tradicionales con la ciudadanía. Donde antes había agrupaciones, comités y clubes aparecieron los comité de base, que los sustituyeron en el contacto territorial y próximo”, recuerda el ex presidente Luis Alberto Lacalle. 
Si bien el mapa político era “similar” al de antes de la dictadura, “los sectores que habían estado más cerca del gobierno militar perdieron peso”, explica Zuasnábar. 
“Además, durante la dictadura se consolida la ‘identidad frentista’ y su repercusión interfamiliar es mucho mayor que la de los partidos tradicionales. Esa es una de las explicaciones del cambio de largo plazo en el sistema de partidos: el Frente Amplio captó muchos más electores nuevos, mientras que la mayor parte de los que van muriendo son blancos y colorados”, dice. 
Los colorados habían obtenido 41% de los votos en las elecciones y los frentistas 21%. El gobierno, respaldado por la promesa de “gobernabilidad” del líder blanco Wilson Ferreira Aldunate, se puso a lidiar con el primer tema de la agenda política: las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. 
Tras negociar con los demás partidos, Sanguinetti impulsó el “cambio en paz”: logró que se aprobaran la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, la Ley de Amnistía y la restitución de funcionarios públicos a sus cargos, medidas que marcaron todo el período. En 1989, 55,4% de la ciudadanía votó para mantener la “ley de caducidad”. Muchos pensaron, equivocados, que el tema se estaba cerrando. 
En 1988 murió Ferreira y Lacalle tomó el liderazgo de su partido. Un año después iba a ganar la Presidencia. El 6 de abril de 1989 varios tupamaros reorganizados presentaron su organización política: el Movimiento de Participación Popular (MPP). Mientras, el Partido Comunista entró en crisis, el Partido por el Gobierno del Pueblo y el Partido Demócrata Cristiano dejaron el Frente Amplio para fundar el Nuevo Espacio —volverían una década después— y la coalición quedó debilitada. Sin embargo, ese año creció su votación en las elecciones y ganó la Intendencia de Montevideo. Tabaré Vázquez, el outsider, dejó el anonimato político. 
Intentos reformistas 
 Los años noventa se identifican en América Latina y el mundo occidental por el triunfo del libre mercado, que intentó erigir sobre los escombros del comunismo las nuevas reformas liberales. En Uruguay también se profundizó ese debate cuando el presidente Lacalle propuso abrir varios mercados a la participación del capital privado. Lo consiguió con el sistema de puertos y la desmonopolización de los seguros. Fracasó, enfrentado por la izquierda y por Sanguinetti, con la ley de empresas públicas y la reforma de la seguridad social. En 1991 Uruguay se integró al Mercosur. Más adelante la coalición se fue desmembrando y el gobierno quedó en minoría a mitad del período. 
El politólogo Adolfo Garcé, de la Facultad de Ciencias Sociales estatal, observa desde esos años “un proceso de liberalización de la ideología y de la cultura política uruguaya, una mayor confianza en el mercado”. 
Sin embargo, las reformas liberales propuestas en los noventa todavía iban “a contrapelo de la cultura política batllista”, “chocaban” con ella y con “un Frente que sabía hacer su negocio, se oponía sistemáticamente sintonizando con la cultura política de los uruguayos y además se iba moderando programáticamente”. 
Una de las principales herramientas de oposición fue la democracia directa, a la que apeló la izquierda para detener algunas iniciativas oficiales. 
La pobreza, que en 1986 estaba en 46,2% de la población, bajó en 1994 a 15,3%. En las elecciones de ese año hubo un triple empate y entre los colorados triunfadores y los frentistas, terceros, sólo 1,7% de diferencia. Mujica fue electo diputado por el MPP. En su primer día en el Parlamento dijo: “Acá me siento un florero”. 
Sanguinetti logró formar una coalición sólida y duradera con el blanco Alberto Volonté, pero éste no sacó réditos de ella y casi desapareció del mapa político en el período siguiente. El presidente, con 84 legisladores a favor, avanzó en la reforma de la seguridad social y la reforma educativa, resistidas desde la izquierda. 
En 1996 se aprobó la reforma constitucional que eliminó el doble voto simultáneo y los candidatos múltiples, creó elecciones internas y separó las departamentales de las nacionales. Para Lacalle, su primer promotor, fue “un cambio cualitativo tremendo” que “todavía no ha sido asimilado por los partidos”. 
“Siempre se dice, sobre todo por los frentistas, que se hizo para detener al Frente. Creo que puede haber habido algún ingrediente de esto. Yo tenía la idea de un presidente mayoritario”, recuerda hoy. 
Los partidos tradicionales no repararon entonces en que las candidaturas únicas obligarían a sus partidos a reducir su fraccionalización “en favor de cierta bipolaridad” para competir en las internas, mientras que en el Frente Amplio, “con tradición de candidatura única, el incremento de la fraccionalización interna mejoró su oferta”, analiza Caetano. 
El Partido Nacional perdió las elecciones de 1999 con 22% de los votos en medio de una indomable crisis interna. Gracias al balotaje creado con la reforma el colorado Jorge Batlle, que perdió la primera vuelta, logró vencer a Vázquez y fue proclamado presidente para un período que, sabría después, iba a ser un hierro hirviente que impulsaría a su partido al colapso y a la izquierda al gobierno. 
Una nueva configuración
Electo en su quinto intento, el nuevo presidente prometió importantes reformas y también armó una coalición con el Partido Nacional, que lo había apoyado en la campaña del balotaje. Pero cuando la crisis económica arreció salvaje en el año 2002, el entendimiento se rompió y Batlle quedó timoneando solo el barco averiado. 
Los sucesivos gobiernos de coalición y la necesidad de cooperación impuesta por el balotaje acercaron a los partidos tradicionales entre sí y transformaron el bipartidismo tal como se lo conocía. 
“Se pasó de una dinámica de dos partidos muy fraccionalizados a una dinámica de más de dos partidos estructurados en dos bloques: los partidos en el gobierno —colorados y blancos liderando coordinadamente las reformas— y los partidos en la oposición —donde predomina el Frente Amplio, que crece y se va volviendo más diverso”, considera Garcé. 
“Hace más de diez años que en Uruguay el electorado se estructura en dos mitades, dos mundos de percepción, definidos como derecha e izquierda, con la excepción de un grupito que se siente incómodo jugando en esas mitades”, sostiene Zuasnábar. 
No obstante, puntualiza que “la sensación de que hay un conjunto de la ciudadanía identificado con el Frente Amplio y otro al que blancos o colorados les da lo mismo es equivocada”, porque las “identidades” de los partidos tradicionales “mantienen raíces diferentes entre sí”. 
Tras el hundimiento de Argentina, Uruguay cayó arrastrado y quedó al borde del default, que evitó gracias a un préstamo de George Bush. La pobreza subió a 30,9% a fines del 2003 y llegó a 56,5% en la población de niños de entre 0 y 4 años. 
“Ante la magnitud de lo sucedido, la ciudadanía en general varió radicalmente su visión de la figura presidencial y del gobierno en general, y dio señales cada vez más contundentes de un balance crítico y un antioficialismo militante”, opina Caetano en el libro. 
Durante el período de Batlle, indica Zuasnábar, se produjo el corrimiento del electorado a la izquierda. El politólogo cita un diagnóstico de su colega Luis Eduardo González, director de Cifra, según el cual “primero creció el Frente Amplio como partido, y ese reiterado voto estimuló el crecimiento de la izquierda como orientación ideológica”. 
El referéndum contra la ley para asociar Ancap con capitales privados, con 62,3% que se manifestó a favor de derogar la norma, fue según Caetano “un plebiscito arrollador en torno a la impopularidad del gobierno y también de las figuras más connotadas de ambos partidos tradicionales, Sanguinetti y Lacalle”.
El 31 de octubre del 2004 se hizo realidad lo que las gráficas de los politólogos preveían desde hacía tiempo cuando trazaban una curva ascendente y otra descendente que se dirigían como flechas a un cruce inevitable: el Frente Amplio derrotó por primera vez a los partidos tradicionales. Aunque los blancos recuperaron votos, los colorados cayeron al casi marginal 10%. Vázquez fue electo presidente. 
La heladera 
 En febrero del 2005 Sanguinetti asumió una banca de senador en el Parlamento. Le tomó el juramento el primer legislador del gobierno, José Mujica. El MPP, que había fundado junto a otros ex guerrilleros, fue el sector más votado del Frente Amplio y sus dirigentes emergían entre los principales líderes de la izquierda. 
“A fines de los ’90 la enorme mayoría de la población ya estaba alineada en la postura de que los tupamaros son personas como cualquier otra o que al menos ya superaron sus errores”, puntualiza Zuasnábar, aunque atribuye a “la magia del personaje” de Mujica su llegada al gobierno. 
“A la larga los que apostaban a la lucha armada terminaron apostando a la acumulación y siendo jugadores muy sofisticados: los más eficientes juntadores de votos”, afirma Garcé. 
Vázquez gobernó con viento a favor desde la coyuntura internacional, tomó algunas medidas que pusieron el sello a su administración como la reforma tributaria, el “plan de emergencia”, el Plan Ceibal, la búsqueda y hallazgo de restos de algunos desaparecidos en unidades militares y el combate al tabaquismo. En esos años, según Zuasnábar, hubo “un proceso de maduración de la izquierda, que se da cuenta de lo complejo del gobierno”. 
En el 2007, el vicepresidente de Ancap, Raúl Sendic, dijo que el Frente Amplio tenía el triunfo “asegurado” en la elección siguiente aunque presentara una “heladera” como candidato. 
En los tres años siguientes el desplazamiento hacia la izquierda del electorado cesó. “Entre 1999 y 2004 el electorado uruguayo efectivamente se corrió a la izquierda: la media para todos los votantes pasó de 5,8 a 5,1. Ese corrimiento se frenó entre 2004 y 2009: la media pasó de 5,1 a 5,2”, revela González en su artículo del libro “El voto en Uruguay 2009-2010”, presentado ayer miércoles, según adelantó “El Observador” el domingo 7. 
Las estadísticas indican también que el Frente Amplio paró de crecer en ese período. Sin embargo, le alcanzó para ganar con comodidad la segunda vuelta del 2009. ¿Entonces la “teoría de la heladera” es correcta? 
“Es cierto que una parte muy importante del electorado mantiene vínculos emocionales de largo plazo con los partidos, que se parecen a una identidad deportiva, y tienen una potencia muy fuerte para determinar el voto. Eso no quiere decir que el votante frentista vaya a votar siempre a ciegas, pero algo de cierto hay en que prioriza el voto al partido”, responde Zuasnábar. 
Como candidato y más como presidente, Mujica también moderó su imagen y su discurso: aceptó a su gobierno como una continuidad del anterior en términos generales y llamó a la concordia entre los partidos políticos, que todavía no protagonizaron grandes enfrentamientos. 
Garcé remarca que “en Uruguay la mayoría de los electores son moderados y por eso los partidos tratan de dirigirse a esos electores moderados”. Los tupamaros “tuvieron que abrazar culebras, sapos, pero lo hicieron y se aproximaron al centro del electorado”, agrega Zuasnábar. 
“Hoy hay más puntos de consenso que de divergencia”, afirma el investigador de Equipos, porque “la izquierda asumió las concepciones económicas y algunas posiciones sobre la inseguridad que siempre reivindicó la derecha, que a su vez puso énfasis en temas como los derechos humanos, que eran banderas de la izquierda”.
¿Quién canaliza el desencanto?
Los tres principales partidos han estado ya en el gobierno. El electorado dejó de moverse hacia la izquierda. Los colorados recuperan posiciones y los blancos se disputan el liderazgo interno. Sin embargo, la permanencia del Frente Amplio en el gobierno no parece amenazada. ¿Cuáles son las perspectivas de la nueva configuración política hacia el futuro? 
Para Garcé uno de los grandes desafíos de los partidos políticos es cómo solucionar el problema de la “ley de caducidad”. “Los obliga a tomar riesgos. Tienen que encontrar una solución inteligente. Es un gran problema para Uruguay. ¿Vamos a mirar para otro lado?”, cuestiona. 
Además, dice, quedan pendientes temas de agenda como la educación —el “gran fracaso” del Frente Amplio— y “profundizar las reformas administrativas”. 
González pronostica en el libro presentado el miércoles que “en el futuro previsible (...) esta estructura de dos mitades probablemente seguirá vigente”. 
Zuasnábar sostiene que “una de las características del electorado uruguayo ha sido una búsqueda compulsiva del equilibrio, y ha rechazado el exceso de poder”. 
“No me imagino al Frente Amplio consolidándose sistemáticamente con niveles de votación por encima del 60%. Pero esto dependerá de qué tan exitoso sea con su gestión de gobierno y qué tan exitosa sea la oposición”, comenta. 
“Hasta ahora el desencanto se canalizaba a través de un actor político que era el Frente Amplio —apunta—. Si el desencanto se mantiene y afecta también al Frente Amplio, ¿quién lo va a canalizar? Esa es la responsabilidad que tiene la oposición: que el desencanto no se canalice fuera del sistema de partidos”. 
“Se habla de una ‘concertación republicana’ entre blancos y colorados —señala Garcé—. Tarde o temprano esa discusión se va a profundizar porque ahora que el Frente Amplio ya es la primera fuerza, blancos y colorados no tienen más remedio que cooperar para construir una alternativa. La debilidad de la alternativa al Frente Amplio no es sólo un problema de la oposición; es un problema de la democracia”.

(Más información en el semanario Búsqueda)

viernes, 19 de noviembre de 2010

El Uruguay de fines del siglo XIX desde la perspectiva del inmigrante.

Uruguay a fines del Siglo XIX  y la vinculación de Domingo Arena con esa realidad.

A partir de 1860 comienza a perfilarse un lento pero sostenido y avasallante período de laicización de la sociedad y el Estado. El gran impulso hacia las preocupaciones terrenales se debió a las corrientes inmigratorias arribadas a nuestro país luego de la Guerra Grande. Estos se sitúan en agrupaciones, sociedades y colectividades con fines diversos, de asistencia, sociales, gremiales y en órdenes masónicas. Entre los años 1860-1870, e incluso antes, tenemos las primeras asociaciones: “La Sociedad Española de Socorros Mutuos”, su similar francesa , la “Comisión de Caridad y Beneficencia”, “La Sociedad de Amigos de la Educación Popular”. Es época de retorno de las clases patricias a la escena política del país. No volvían tal cual se habían ido, por cierto, los acontecimientos anteriores como la Guerra Grande y el lento retorno a la vida política habían modificado en varios aspectos la integración del grupo en cuestión. En Montevideo existían varios grupos de presión social:
-Los empresarios, en su mayoría extranjeros, con características económicas capitalistas y decididamente comerciantes.
-Los conservadores, en oposición directa, debido más que nada a su miedo ancestral a los cambios más que a  los problemas de clases.
-La aristocracia montevideana, integrada por el sector político que ejercía el poder y era la receptora de las presiones de los grupos anteriores.
-El sector social resultante de la inmigración con una gran heterogeneidad, pero que apuntaba a configurar nuestro proletariado emergente de las escasas e incipientes industrias.
Resulta evidente la problemática social en un país en vías de modernización y que se caracterizaba por un caudillismo que impedía una normal evolución política. No es de extrañar que a partir de 1870 las organizaciones particulares destinadas a cumplir los más variados fines vieran la luz, en 1871 en el periódico dirigido por José Pedro Varela, se transcriben pasajes del manifiesto de la Asociación Internacional de Trabajadores sobre la “Guerra Civil en Francia” con reflexiones al pie del texto con este tenor: “…que los hombres de Estado no pierdan de vista la declaración que los agitadores internacionalistas lanzan a la cara de la civilización”.
Hasta la década de 1870, la prensa estuvo vinculada con el quehacer público y político, en nuestro país esta en germen el militarismo, en Europa la Guerra Franco – Prusiana, en tanto la Comuna de Paris da lugar a la III Republica Francesa.
Al avanzar la década de 1860 irrumpe en nuestra sociedad la concepción racionalista pura y absoluta, como deísmo filosófico de la religión natural. Esto quiere decir que a partir de este momento la evolución racionalista se operará dentro de coordenadas filosóficas, separadas por la religiosidad positiva. En el mes de febrero de 1865, la triunfante revolución de Flores, va a dividir en dos períodos la historia religiosa del país. El decreto del Gral. Venancio Flores, que derogaba el que anteriormente establecía la expulsión de los jesuitas, les otorgaba ahora total libertad para su retorno a nuestro territorio, marcando al mismo tiempo la derrota total del catolicismo masón que había tenido su auge bajo los Gobiernos de Pereira y Berro.
En forma paralela a este período triunfalista de la Iglesia Católica, se contrapuso el inicio de una campaña anticatólica. Los encargados de llevarla a cabo fueron los primeros militantes racionalistas que se expresaban con un lenguaje contrario al dogma religioso. Su órgano de expresión fundado el 7 de mayo de 1865 se denominaba “La Revista Literaria” y salía en forma semanal. La redacción la integran, entre otros, Julio Herrera y Obes, José Pedro Varela y José María Castellanos.
En 1871, en los salones del Club Universitario, se inicia otra etapa de nuestra vida cultural, se replantea allí nuevamente la cuestión religiosa. Este club fue el preludio del “Ateneo”, y en su momento llenó un vacío cultural importante que dio un lugar a la adormecida intelectualidad universitaria. En 1872, en el mes de junio, se crea el Club Racionalista, para luego en 1878, establecerse el Ateneo. Como ubicación histórica política, nos encontramos en pleno gobierno del Coronel. Lorenzo Latorre y que José Pedro Varela desarrolla la Reforma Escolar, entorpecido por la Iglesia Católica. Los racionalistas de la Generación del 78 van a llevar adelante una etapa de agitación profunda en diversos campos. Surgen con el fin de lleva a la realidad las nuevas posiciones filosóficas y se sostienen en una importante variedad de publicaciones anticatólicas entre las que cabe destacar: “La Razón”, “El Correo Uruguayo”, y “El Espíritu Nuevo”. Todo giraba en la impugnación filosófica del cristianismo. Tenemos entonces tres grandes problemas en el Uruguay de fines del Siglo XIX:
-Problemas sociales entre empresarios extranjeros, aristocracia criolla conservadora y un proletariado emergente.
-Una dictadura militar que impedía un normal desarrollo de la libertad de expresión.
-La captación de nuevas corrientes filosóficas y políticas y su aplicación a nuestra problemática, dificultada por el tipo de gobierno de transición hacia el civilismo.
Cada generación está integrada por la circunstancia que la rodea y por su propia potencialidad. Surge la figura de Prudencio Vázquez y Vega[1] desde su cátedra de profesor de filosofía en el Ateneo, redactor de “La Razón” y del “Espíritu Nuevo”. Fue el principal doctrinario de la promoción racionalista de 1878. Sostenía que era imposible para una persona con convicciones liberales y democráticas, colaborar con el régimen de ipso establecido en el país. Comienza así a configurarse una generación que verá la importancia de las ideas como sostén filosófico e ideológico de las acciones concretas. En general los integrantes del Ateneo rechazaron el positivismo y el realismo creyendo en la verdad absoluta de los principios racionales, sobre los cuales fundaban el orden y la conducta. Fuera del Ateneo, ciudad ofrecía un triste espectáculo, al decir de Zum Felde, dominaba el cuartel y la oposición del Club Católico. El Ateneo, aun cuando no fuera un centro de finalidad anticatólica profesaba, oficialmente, el libre examen racional como norma de todos los problemas, desarrollando una ardorosa campaña en pro de la libertad de pensamiento contra el dogmatismo de la Iglesia Católica.
En 1878 se produce una verdadera revolución en las ideas marcada por el acoso a la dictadura de Latorre por la prédica liberal punzante. Tomemos el caso del “Espíritu Nuevo” fundado el 17 de noviembre de 1878 que reunía como colaboradores entre otros a Eduardo Acevedo, Francisco Soca, P. Vázquez y Vega y José Batlle y Ordóñez. En la página editorial del primer número del “Espíritu Nuevo” se establecen las dificultades del momento:
La idea de dar a luz un periódico científico-literario ha sido puesta en marcha entre nosotros con más o menos éxito. Estas tentativas han nacido de la necesidad de estimular la inteligencia de la juventud(...)es entonces que nace, como consecuencia lógica del periódico o del diario que ha de servir de órgano a las ideas(...) Es una verdad para todo el que conozca la historia, que la revolución americana sólo se ha realizado hasta aquí en la esfera de la política. Los problemas sociales, que como consecuencia lógica nacieron con ella, están  aún por resolverse(...) La Revolución asume pues un nuevo aspecto y penetra en el terreno de las ideas(...)(y) se extenderá a todas las manifestaciones de la actividad intelectual(...) Entonces habrá llegado la hora de la transformación. Un nuevo espíritu descenderá sobre la tierra...”
En este primer número encontramos un artículo firmado por José T. Piaggio titulado: “El espiritualismo y el materialismo ante el tribunal de la conciencia” que se leyó en la Sociedad Universitaria. En la introducción sostiene: “Necesitamos fortalecer nuestras ideas, el medio más favorable a tal objeto es la discusión libre y razonada(...)bien sabemos que con la discusión se aclaran y se retemplan las ideas; se hace la luz, se progresa”. Se aprecia en el artículo de Piaggio el manejo de textos de Krause y de Ahrens. Para Krause, discípulo de Kant, el derecho es el conjunto de condiciones necesarias para que el hombre alcance el fin común. La influencia de Krause y de Ahrens en la generación de jóvenes liberales del Ateneo, se basó en que exponían en una forma sencilla las ideas de libertad, tanto en relación al estado como en relación a la Iglesia Católica. La obra de Krause la ubicamos en las primeras décadas del Siglo XIX, en una Alemania que buscaba su unidad y su identidad nacional. En la misma línea ideológica encontramos a Fichte, con sus “Discursos a la nación alemana” y al idealismo de Hegel. Los tres convergen en el estado y en su papel frente a la sociedad.
El liberalismo de Krause y de Ahrens se identifica con un humanismo tolerante y con un distanciamiento cierto de la Iglesia Católica. Es importante tomar contacto con la concepción de Ahrens sobre el Estado:
La política es, pues, la ciencia que sobre bases históricas y en proporción a las fuerzas existentes, expone el conjunto de condiciones y de los medios propios para asegurar el progreso continuo y para realizar las reformas más próximas al estado social(...) la política puede, por lo tanto, definirse como la doctrina de los principios y los medios de la reforma del Estado y de todas las relaciones de Derecho(...) es necesario que el estado se desprenda al cabo de las reformas de centralización mecánica y burocrática y se convierta en un verdadero organismo en el cual todos los órganos tengan una esfera de acción propia, gocen de una autonomía relativa...”

A partir del Gobierno de Julio Herrera y Obes el pensamiento liberal se encarna en programas concretos de gobierno y prepara el reformismo batllista del Siglo XX. La modernización del país resultó de aplicar las ideas políticas elaboradas en el Ateneo. Muchos de los integrantes de esta corriente serán colaboradores de José Batlle y Ordóñez, quién va a aplicar al pie de la letra los principios liberales y humanistas que emanaron del Ateneo y de las páginas de las publicaciones liberales.
En nuestro país, contemporáneamente al nacimiento de Domingo Arena, había en 1873 una población estimada en los 450.000 habitantes. Durante la administración del Gral. Máximo Santos, la Dirección de Estadística estimó la población en 520.536 personas. El fuerte crecimiento de la población, se debió al excedente de inmigrantes y al crecimiento vegetativo de los nacimientos. La segunda oleada inmigratoria, iniciada a fines de la década de 1860, trajo a nuestras tierras mayoritariamente italianos desocupados, marginales sin trabajo ni oficio, en tanto que la tercera oleada que se extiende hasta 1890 también incluyó mayoría de inmigrantes italianos. Entre 1884 y 1889, la población extranjera, en números redondos, pasó de 70.000 habitantes a 100.000. 

En el aspecto ideológico general del período se esta dando el pasaje de la “modernidad occidental” a las nuevas concepciones sociales y políticas que van a marcar la transición al Siglo XX. El problema concreto era, a fines del Siglo XIX, el de los nacionalismos europeos. Se sumaba a este fenómeno la búsqueda del voto universal y la solución a los problemas obreros. Si nos ubicamos en la Italia que ve nacer a Domingo Arena(1870), todas estas pautas se dirigen a la creación de un marco político que favorezca la unidad nacional, superando diferencias regionales, de idiomas y dialectos, de religión y culturales. Todo en un entorno económico, complicado por las unidades y luchas civiles, que obligaba a emigrar al norte o más allá de los mares.
También en nuestro país se vivían épocas difíciles. Una época de transición, en la cual se luchaba por poblar el territorio y configurar un Estado, lamentablemente, de acuerdo a las necesidades de un patriciado montevideano conservador. Época del Coronel Lorenzo Latorre, del General Santos y del General Tajes, por lo tanto de transición de dictaduras militares a un civilismo que dará campo político a la acción batllista.
En 1880 se crearon los departamentos de Río Negro y Rocha; en 1884 Treinta y Tres, Rivera y Artigas y en 1885 el departamento de Flores. En el campo filosófico se dieron apasionadas polémicas entre espiritualistas y positivistas, siendo los actores principales los universitarios, aunque por las características de los gobiernos militares las polémicas se desarrollaron fuera de su ambiente natural.
En el campo laboral también existían problemas, acentuados en el período militarista, pero sin embargo se producen significativos avances en la organización obrera. En 1877, por ejemplo, se reforman los estatutos de la Sociedad Tipográfica Montevideana, que ve ampliado el número de oficios comprendidos en la misma a otras especialidades de la Industria Gráfica. En este mismo año se acepta en la AIT en Suiza, la adhesión de la Federación Regional de la República Oriental del Uruguay.
En 1883 comienza a publicarse el cotidiano “El Tipógrafo”, órgano de la “Sociedad Tipográfica Montevideana”, primer ejemplo de prensa estrictamente sindical editado en nuestro país.
Dos realidades, dos influencias: la natal europea y la americana de adopción, y una respuesta clara de Domingo Arena que se traduciría en una acción marcada por la generosidad social.


[1] 1853/1883 Conductor filosófico de su generación. Dictó cursos de Filosofía en El Ateneo, articulista y polemista. Humanista colaborador en el Espirito Nuevo y en La Idea.

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