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martes, 11 de enero de 2011

LOS ACONTECIMIENTOS DE 1808 EN LA OBRA DE JUAN PIVEL DEVOTO: Dr. Tomás Sansón Corbo Universidad de la República Universidad de Montevideo:







LOS ACONTECIMIENTOS DE 1808
EN LA OBRA DE JUAN PIVEL  DEVOTO



Dr. Tomás Sansón Corbo
Universidad de la República
Universidad de Montevideo



Advertencia


     El bicentenario de los acontecimientos de 1808 permite reflexionar sobre aspectos esenciales de la configuración de los diversos relatos que contribuyeron a definir un imaginario colectivo de carácter nacionalista.

     La historiografía ha sido uno  de los discursos fundamentales para dotar a la República Oriental del Uruguay de una identidad. En esta ponencia pretendemos estudiar la forma en que Juan Pivel Devoto, uno de los máximos historiadores uruguayos, interpreta y expone esos hechos al servicio de su concepción general de la historia nacional. Centramos el análisis en uno de sus libros más significativos: Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811.



I. EL "URUGUAY FELIZ" Y EL APOGEO DE LOS MITOS FUNDACIONALES

   
            En las décadas de 1940 y 1950 Uruguay vivió el punto más alto de la autocomplacencia de su excepcionalidad. La prosperidad de la segunda postguerra generó, por lo menos en los sectores urbanos, sentimientos de seguridad y optimismo. Los referentes imaginarios -"Suiza de América", "Atenas del Plata"- evocan con nostalgia esa época de bienestar. 

            Para consolidar una utopía posible los sectores dirigentes intentaron reforzar los lazos cohesionadores del pasado mediante una conciliación partidocrática pretérita, complemento y correlato de la jurídica (Constitución de 1952). Esta tarea la cumplió la historiografía tradicional a través de la “tesis independentista clásica”.

            El Estado creó y promovió desde fines del siglo XIX las condiciones para la construcción de un imaginario nacionalista. La "escuela" fundada por Francisco Bauzá, entre otros, se transformó en versión oficial de la historia nacional. Juan Pivel Devoto fue su máximo exponente, portavoz ideal del sociolecto encrático[1] para concretar una difusión masiva de sus pareceres a través de la apelación al pasado. Intentó reconciliar la historia uruguaya y tender puentes entre blancos y colorados. Actuó como historiador conciliador, obró de acuerdo a los requerimientos de una situación de coparticipación política civilizada. 




II. JUAN PIVEL DEVOTO


2.1. BIOGRAFIA


            Pivel nació en la ciudad de Paysandú en 1910 y murió en Montevideo en 1997. Fue uno de los historiadores más importantes del siglo XX.

            Toda su actividad se caracterizó por un "nacionalismo" militante; adhirió al Partido Blanco por considerar que esta colectividad históricamente defendió los principios nacionales. Tuvo buena relación con personalidades del Partido Nacional como Luis Alberto de Herrera y Wilson Ferreira Aldunate.  Herrera lo estimuló para que priorizara la historia en lugar de hacer una carrera política.
    
            En 1923 su familia se radicó en Montevideo y concurrió al Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. Fue un alumno inconformista, por iniciativa propia estudió en las más importantes bibliotecas de la capital. Estas lecturas ampliaron su horizonte intelectual y definieron una clara vocación histórica.
       
            Comenzó a dictar clase a los 18 años en el Instituto Magisterial Gabriela Mistral. En 1936 fue designado Profesor Adjunto al Dr. Felipe Ferreiro y docente de la “Universidad de Mujeres”. Ese mismo año ganó por concurso un cargo de Profesor de Historia Nacional en la Escuela Militar. Entre 1937 y 1940 dio clases en el Liceo Francés. Su principal actividad docente la desarrolló en el Instituto de Profesores Artigas donde trabajó desde 1951 a 1982. En 1959 fue Profesor Visitante en la Universidad Nacional de La Plata y dictó un curso sobre Historia del Uruguay en los siglos XIX y XX.

            Integró varias instituciones vinculadas a la investigación.

            En 1940 falleció Daniel Martínez Vigil, Director de Museo Histórico Nacional. Un grupo de ciudadanos vinculados al mundo de la cultura, haciendo uso del derecho de petición, presentaron una nota al Presidente de la República solicitando que Pivel fuera designado para ocupar ese cargo. Los peticionantes enumeraron prolijamente sus antecedentes intelectuales y la lista de sus publicaciones.  Luis Alberto de Herrera apoyó la candidatura y el Presidente Alfredo Baldomir lo designó. Permaneció cuatro décadas en el cargo, fue su cuartel general y un verdadero centro de investigación histórica.

            Ocupó importantes cargos públicos: Consejero del Ministerio de Relaciones Exteriores (1938), miembro del Consejo Departamental de Montevideo (1955-59), Presidente del SODRE (1959-63), Ministro de Instrucción Pública y Previsión Social (1963-67), delegado oficial de Uruguay ante la UNESCO (1960 y 1964), representante de Uruguay en reuniones de OEA (1963 y 1966).

            En la etapa final de la dictadura, como Presidente del Directorio del Partido Nacional,  participó en las negociaciones con los militares. Restablecida la legalidad democrática el Presidente Julio Ma. Sanguinetti, lo designó Presidente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública (1985-1989).

            Desarrolló una intensa actividad, pero nunca abandonó su tarea docente en el IPA. Solamente delegó la dirección del Museo por un corto tiempo mientras ocupó la cartera de Instrucción Pública  ya que la tarea le absorbía demasiado tiempo.  



2.2. UN HISTORIADOR COMPLEJO Y POLIFACETICO


            El Dr. Julio Lerena Joanicó ejerció una fuerte influencia sobre Pivel; lo vinculó con intelectuales y políticos de la talla de Pablo Blanco Acevedo, Felipe Ferreiro, Mario Falcao Espalter y  Luis Alberto de Herrera.
    
            Consideró a Francisco Bauzá como maestro.  Organizó un plan de lecturas a partir de la Reseña Preliminar de la Historia de la dominación española en el Uruguay.
 
            Su producción historiográfica fue abundante y está dispersa en libros, prólogos  y artículos. Especialmente se ocupó del artiguismo, los problemas limítrofes, la historia económica y política, el proceso emancipador, la consolidación del Estado y de la nacionalidad. Abarca un período cronológico muy extenso que va desde la época colonial hasta comienzos del siglo XX. Entre sus obras más destacadas pueden citarse: Historia de los partidos políticos en Uruguay, Historia de la República Oriental del Uruguay (en coautoría con su esposa, Alcira Ranieri), Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811 y Contribución a la historia económica y financiera del Uruguay. Los bancos.

            Dedicó mucho tiempo y esfuerzo a la publicación de fuentes: el Archivo Artigas, la Colección de Clásicos Uruguayos, y la Revista Histórica. Su labor en este campo  no tiene parangón en Uruguay.












III. LA JUNTA DE 1808 EN EL CONTEXTO DE LAS Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811


3.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA OBRA


            El análisis de Raíces... debe realizarse en el marco de una tradición historiográfica de cuño nacionalista: encrática, transpartidaria y cohesionadora del imaginario colectivo.

            Pivel pretende  demostrar que "la nacionalidad uruguaya está prefigurada desde los orígenes de nuestra formación social”[2]. La obra consta de 23 capítulos y un apéndice documental; conceptualmente está estructurado en tres partes: a) la campaña y sus problemas -caps. I al XIII-; b) Montevideo y sus tensiones con Buenos Aires -XIII a XVIII-; c) situación general de la Banda Oriental en la antesala de la Revolución -XIX a XXIII-.

            Explica prolijamente la situación económica del campo y la ciudad para luego referirse al universo social generado por ella. Realiza interesantes descripciones de los tipos humanos rurales y urbanos, y procura revelar las razones de su proceder corporativo. Dedica especial atención a comerciantes y hacendados, los artífices de la pujanza de la Banda Oriental y protagonistas de sus veleidades autonomistas. Raíces... describe el mundo tardocolonial en el cual Artigas creció y maduró. Aunque explícitamente se lo mencione poco, el libro comienza y termina refiriéndose a él, su figura trasunta toda la obra.

            Es un libro profusamente documentado con un sólido respaldo bibliográfico[3] y de  fuentes[4]. Sin el aparato erudito sería ininteligible pues la narración está entretejida de citas que cumplen funciones descriptivas y probatorias. Hay un total de 288 notas que por su densidad conceptual constituyen un texto paralelo al corpus del trabajo, lo respaldan e interactúan con él.
    
            Una de las normas del "método" de Pivel, reiteradamente utilizadas cuando los documentos disponibles lo permiten, consiste en desplegar un vasto abanico de fuentes para probar una afirmación, dirimir posiciones encontradas o ilustrar al lector. Ensambla los documentos, aprovecha la información que trasmiten e incluso sus silencios.

            Elaboró una interpretación del pasado colonial que tradujo en términos profanos lo que Bauzá había formulado en clave providencialista. Identificó una serie de factores que le dieron a la Banda Oriental características particulares en el seno del Virreinato, explican su tendencia autonomista y prefiguran el sentimiento nacional. Los factores mencionados se inscriben en una arquitectura argumental armónicamente presentada en el desarrollo de la obra:






            La ganadería cumplió un rol dinamizador y valorizó al territorio de la Banda Oriental tardíamente colonizado. La estancia "fue elemento nuclear en el orden social"[5] y similar a un señorío pues, como en la Edad Media, el propietario debía contribuir a poner orden en el medio rural y proteger a sus dependientes. Cada establecimiento era un centro autárquico, polo dinamizador de la riqueza de la Banda Oriental; la autoridad virreinal, representada por el Gobernador de Montevideo, no se ejercía con eficacia en la campaña; el estanciero llenaba ese vacío.

            Uno de los problemas más acuciantes era la fragmentación del territorio. El desarrollo de la Banda Oriental se veía perjudicado porque estaba dividida en tres jurisdicciones administrativas: la de Montevideo, Buenos Aires y Yapeyú-. Esto ocasionaba dificultades y conflictos, postergaba, entre otras cosas, el arreglo de los campos. La geografía y el tipo de explotación económica aglutinaban a la población y definían una identidad particular por encima de las delimitaciones artificiales.

            Montevideo, la ciudad-puerto, era un polo dinamizador de la economía y aspiraciones autonomistas (cap. XIII). Se oponía a Buenos Aires en una  dialéctica generadora de reivindicaciones de los sectores hegemónicos (caps. XIV-XVI).

            En el marco de una campaña y una ciudad con peculiaridades tan especiales, se produjeron a comienzos del siglo XIX una serie hechos que condicionaron el surgimiento de la Revolución (caps. XVII-XVIII)

            La trama de la obra se articula en torno a una línea argumental cuyo propósito es presentar a la Banda Oriental como realidad diferenciada dentro del virreinato del Río de la Plata, cuna de una nacionalidad definida. En esta estrategia discursiva, los acontecimientos de 1808 adquieren enorme importancia.



3.2. LOS ACONTECIMIENTOS DE 1808


            Los sucesos de 1808 son analizados profundamente en el capítulo XVII titulado "La definición autonomista de 1808". Su estudio evidencia una isotopía autonomista, reiteradamente se articulan interpretaciones, sólidamente documentadas, a efectos de justificar el macroparadigma proposicional: la nación estaba prefigurada desde la colonia y los acontecimientos de la primera década del siglo XIX aceleraron un proceso ineludible, casi providencial.

            Elío fue designado Gobernador de Montevideo y Comandante General de la Campaña. Pivel interpreta esto como un paso importante “en el proceso de unificación de nuestro territorio”[6]  (a pesar de subsistir la dependencia administrativa y militar  de las otras jurisdicciones de la Banda Oriental a la autoridad bonaerense).

            La Junta de Gobierno, creada el 21 de setiembre de 1808, surgió a consecuencia de:

·         la crisis monárquica española;  
·         los temores a una posible invasión lusitana;
·         la amenaza francesa;
·         el tradicional enfrentamiento y desconfianza entre Montevideo y Buenos Aires;  y
·         las tensiones entre Elío y Liniers.

            Durante la actuación de la Junta quedaron de manifiesto “los dos sentimientos primordiales que animaban entonces a los habitantes de Montevideo: la indeclinable lealtad a la Corona y el anhelo autonomista respecto de las autoridades residentes en la Capital del Virreinato”[7]. El sentimiento autonomista  adquirió entonces el nivel de  componente arquetípico del inconsciente colectivo montevideano.

            Cuando sobrevinieron las invasiones inglesas, los comerciantes y el pueblo de Montevideo prestaron su concurso humano y material para reconquistar Buenos Aires. El éxito de la empresa permitió a los sectores dirigentes de Montevideo, reiterar en sus informes a la Corona, la necesidad de crear un Consulado y la Intendencia. La ocupación británica de Montevideo provocó varios cambios, entre ellos la implantación del comercio libre. Los artículos introducidos por los ingleses ocasionaron disputas con Buenos Aires pues las autoridades pusieron trabas para su libre circulación. Los orientales tomaron conciencia de sus posibilidades en el plano militar, las ventajas del libre comercio y del desprecio de Buenos Aires por los méritos de la Reconquista.

            La Junta de 1808 se mantuvo fiel a la Corona, pero reivindicó con firmeza las aspiraciones de los vecinos de la ciudad. Elío actuó en consonancia con la Junta y jugó un importante rol. Con sus actitudes contribuyó a romper la unidad del Virreinato, especialmente al autorizar -amparándose en el carácter excepcional de las circunstancias- el comercio con ingleses. 

            Toda la argumentación piveliana para justificar el surgimiento de la Junta y su importancia en la evolución posterior de los acontecimiento, parte de la debilidad del Virreinato que fue incapaz de generar fuerzas cohesivas e integradoras. Además de los  argumentos probatorios propios, apela a la opinión de destacados historiadores, como  Emilio Ravignani, que lo confirman.

            Los cabildos, por su parte, cumplieron un rol dispersivo: expresaron y canalizaron tendencias particularistas, defendieron los intereses de las ciudades que representaban. Particularmente el de Montevideo actuó en contra de las medidas unitarias tomadas por el Virrey y la Audiencia. La Junta procedió de manera similar pero con mayor vigor pues la integró el propio Gobernador y protagonizó un enfrentamiento formal con las autoridades de la capital. Logró reunir en un sentimiento y en una lucha comunes a los sectores socialmente hegemónicos (hacendados y comerciantes).

            Para Pivel, la “lucha de puertos” se generó por los intereses y aspiraciones de hacendados[8] y comerciantes[9]. Estos grupos de presión habían sido favorecidos por  disposiciones reales[10] que estimularon el desarrollo del puerto, dinamizaron la vida económica de Montevideo y contribuyeron al afianzamiento de las tendencias localistas. Las reivindicaciones de estos sectores representan la autoafirmación local frente a una alteridad rechazada y la identificación con el "ser de una región", elementos configuradotes de identidad.

            La Banda Oriental estaba sometida a la capital por lazos artificiales de naturaleza administrativa; era un mero apéndice de la misma. Sus peculiaridades geográficas y su pujanza económica justificaban el reclamo de un trato distinto. En Montevideo el espíritu de puerto fue el "germen de más amplias aspiraciones políticas"[11].

            Elío desempeñó un rol protagónico, “al canalizar en una tan radical decisión los sentimientos de Montevideo, se convirtió en 1808 en el caudillo que interpretaba la voluntad popular”[12]. Pivel sugiere una fuerte simbiosis entre el Gobernador y la ciudad hacia la que mantuvo siempre un especial cariño. Sin pretender analizar el sentido dado por Pivel a la expresión “caudillo” -o a la pertinencia de su aplicación a Elío en el contexto de 1808-, resulta evidente que ve en el personalismo un factor para explicar el  devenir de los acontecimientos. Recordemos que el autor considera fundamental la acción  de los  caudillos durante la Revolución y la posterior etapa independiente. La Junta fue posible porque contó con un dirigente decidido y poderoso que la respaldó y guió.

            Elío consideró legítimos los anhelos de comerciantes y hacendados y éstos lo respaldaron:

            “Con el carácter de disposición transitoria, impuesta por las exigencias que resultaron de su ruptura con la Capital, Elío autorizó el comercio con los ingleses por el puerto de Montevideo como medio de fomentar los ingresos fiscales de su Aduana, con cuya providencia contribuyó, desde luego que sin proponérselo, a debilitar aun más la estructura del régimen monopolista. Mariano Moreno en su `Representación` de los hacendados del Río de la Plata, habría de recordar poco después en defensa de su tesis, la trascendencia de esta medida”[13].

            El capítulo XIX titulado “El comercio con los extranjeros y la crisis del sistema económico tradicional” profundiza el estudio de las medidas liberalizadoras, su influencia y alcance: “Al comentar los efectos de esta medida en 1810, D. José de Salazar, jefe del Apostadero de Montevideo, la consideraría como `el más decidido paso hacia la pérdida de estas provincias`”[14].

            Un estudio desde el punto de vista del análisis del discurso contribuye a clarificar las estrategias narrativas del autor en orden a la justificación de sus proposiciones.

            En Raíces… el discurso informa el relato[15] y predomina sobre éste. Es un discurso que utiliza en  ocasiones claves el pronombre personal "nosotros" y el pronombre posesivo "nuestro" como marcadores retóricos para definir la pertenencia del autor y del lector a una comunidad autocontinentada: Uruguay o la nación oriental. La trama se expone en forma de enunciación narrativa. A través de frecuentes conmutaciones  de tiempos narrativos en discursivos y viceversa aparece el discurso del autor  para justificar y probar sus tesis.

            Cuando Pivel estudia la Junta de Gobierno y su significación predominan los tiempos del relato: expone hechos objetivos, que tienen realidad histórica autónoma y son independientes de la voluntad del narrador. Esta linealidad pretérita se rompe cuando debe explicitar su opinión, y lo hace especialmente en una ocasión para especular sobre la debilidad del Virreinato:

                 /(a)/ "Los virreinatos del siglo XVI surgieron en medios más plásticos, en pleno desarrollo de la colonización; los virreyes representaban entonces a la monarquía en un período de prestigio; el del Río de la Plata se formó  cuando declinaba ya el esplendor de la realeza, cuya autoridad prolongaban aquellos magistrados.

                 /(b)/ "Las instituciones gravitan en la formación de un pueblo por el poder de la autoridad que representan y por su fuerza social. Durante la época colonial, en la Banda Oriental podrá haber  ejercido el Virrey su autoridad política y militar (…) pero es evidente que no se percibe su influencia social.  /(c)/ En más alto grado, por la índole de sus funciones, como señala Matienzo, habría podido ejercer esa influencia social la Real Audiencia, pero establecida en 1783 no tuvo tiempo para ello. Por otra parte, la influencia cohesiva de la Audiencia fue anulada por las fuerzas dispersivas de carácter económico congregadas en torno al puerto de Montevideo situado en la margen opuesta del gran río" [16].

            Puede observarse que las conmutaciones de /(a)/ a /(b)/, y de /(b)/ a /(c)/ son radicales y ágiles. En el primer caso no existe ninguna transición del relato al discurso: la utilización en /(a)/ del indefinido -"surgieron", "formó"- e imperfecto -"representaban", "prolongaban"- da cuenta de los distintos momentos de creación de los virreinatos americanos y en especial la fundación a destiempo del Virreinato del Río de la Plata. En /(b)/ el autor irrumpe en la narración opinando sobre la importancia de las instituciones en la "formación" de un pueblo y esboza, en base a la regularidad invocada, una especie de ley histórica -marcada por los presentes "gravitan" y "representan"-. Su no aplicabilidad al caso rioplatense explicaría la dispersividad oriental. Pivel convalida su opinión refiriendo los hechos como un narrador contemporáneo -"(...) es /presente/ evidente que no se percibe /reflexivo presente/ su influencia social"-. Procura relativizar las fronteras cronológicas haciendo contemporáneo lo expuesto. La intervención subjetiva del autor se apoya en los hechos objetivos sobre los que está escribiendo. 

            La segunda conmutación no implica un rompimiento temporal pues utiliza como tránsito el presente -"señala"- y el potencial -"habría podido"- para poner el ejemplo de otra institución muy fuerte como la Real Audiencia que al igual que el virreinato fue instaurada tarde. En /(c)/  Pivel avala su "ley" apoyándose en Matienzo, culmina volviendo al pasado -pretérito indefinido: "tuvo", "fue"- para avalar que la débil implantación del virreinato fue erosionada por el sentimiento autonomista montevideano.

            El discurso del autor cita implícitamente en este fragmento una cantidad de factores ya estudiados en el libro y que configuran la originalidad oriental. Bajo el elemento institucional aparecen los económicos, sociales y geográficos que en su conjunto operaban de forma dispersiva. Puede leerse entre líneas que el Virreinato fue una ficción jurídico-política, una entidad "contra natura" y creada a destiempo para solucionar los problemas orientales y rioplatenses.

            Factores de orden geográfico, político, económico, social  y cultural de carácter estructural -que pautaban la originalidad de la Banda Oriental dentro del Virreinato  y que paulatinamente se hicieron sentir con mayor fuerza a medida que se eclipsaba el poderío español- hicieron eclosión en 1808. El sentimiento autonomista montevideano, que representaba el sentir de toda la Banda Oriental, encontró expresión jurídica en la Junta de Gobierno.

            Con el nombramiento de Baltasar Hidalgo de Cisneros como nuevo Virrey del Río de la Plata la Junta consideró que había llegado el momento de su disolución (30 de julio de 1809); sus anhelos autonomistas fueron contemplados en los años posteriores[17].

CONCLUSIÓN


            En Raíces... Pivel proyectó el origen de la nacionalidad a la época colonial y reconoció a Artigas como héroe fundacional. Todos los caminos confluían inexorablemente hacia el año 1811. La Revolución se nutrió del sentimiento libertario de la campaña y la tendencia autonomista montevideana. Con este libro contribuyó a imaginar una comunidad nacional y definir sus referentes identitarios.

            Para Pivel, los acontecimientos de 1808 y en particular la acción de la Junta de Gobierno, fueron fundamentales para romper la endeble unidad de Virreinato del Río de la Plata. Su influjo contribuyó a darle visos de institucionalidad al sentimiento autonomista de la Banda Oriental. Todo estaba preparado para el paso siguiente e inevitable: la Revolución.

El discurso de Pivel presenta una fuerte isotopía[18] que deja pocos intersticios para la crítica. La reiteración de ideas, el aprovechamiento de distintos contextos para reforzar argumentos ya planteados, y el uso de las estrategias narrativas, fueron los recursos utilizados para sustentar sus proposiciones. Recurrió a la competencia intertextual de sus lectores. Reiteradamente el yo narrador irrumpe en el texto mostrándose portavoz de sus contemporáneos en cuanto co-propietarios de un pasado colonial común y fundante.






 
Bibliografia y fuentes


Fuentes


PIVEL DEVOTO, Juan, Francisco Bauzá. Historiador y adalid de la nacionalidad uruguaya. Luchador político y social, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1968, 2 volúmenes.


Raíces coloniales de la Revolución Oriental de 1811. Montevideo. Editorial Medina, 1957


Fuentes


PIVEL DEVOTO, Juan, Francisco Bauzá. Historiador y adalid de la nacionalidad uruguaya. Luchador político y social, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1968, 2 volúmenes.



Bibliografía

a) ARTICULOS

BUCHBINDER, Pablo, La historiografía rioplatense y el problema de los orígenes de la nación, en Cuadernos del CLAEH, Montevideo, nro. 69, 1994.

CABANILLA, Sandra - GUTIERREZ, Marcos, Pivel Devoto, el hombre del sombrero gris, en Posdata, Montevideo, 28 de febrero de 1997..

CAETANO, Gerardo, Notas para una revisión histórica sobre la "cuestión nacional" en el Uruguay, en Revista de Historia, Neuquén, Universidad Nacional de Comahue, nro. 3, 1992..

REAL DE AZUA, Carlos, El Uruguay como reflexión (I y II), en Capítulo Oriental, nros. 36-37, Montevideo, Centro Editor de América Latina, 1969.

RODRIGUEZ VILLAMIL, Silvia., El mensaje de los jóvenes, en Enciclopedia Uruguaya, Montevideo, nro. 57, 1969.

VIDAURRETA, Alicia, An interview with Juan Pivel Devoto, en HAHR. American History of the American Historical Association, EEUU, Duke University Press, february 1989, vol. 69, nro. 1, pp. 1-22.

ZUBILLAGA, Carlos, Historia, en Cuadernos del CLAEH, Montevideo, nro. 7, 1978.

Historiografía y cambio social, en Cuadernos del CLAEH, Monteideo, octubre-diciembre 1982, nro. 24, 1982.


b) LIBROS

ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, F.C.E., 1997.

ARES PONS, Roberto, Uruguay ¿Provincia o Nación?, Montevideo, Arca, 1961.

BACZKO, Bronislav, Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Nueva Visión, 1999, 2da. edición.

BARTHES, Roland, El grado cero de la escritura, México, S. XXI, 1996, decimocuarta edición.

El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura, Barcelona, Paidós, 1994, 2da. edición.

CHIARAMONTE, José Carlos, El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana, Buenos Aires, Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, s/d.

DE TORRES WILSON, José, Quiénes escribieron nuestra historia? (1940-1990), Montevideo, Ediciones de La Planta, 1992.

MARTINEZ DIAZ, Nelson, La historiografía uruguaya contemporánea, Madrid, s\e, 1983.

METHOL FERRE, Alberto,  Los orígenes de la nacionalidad uruguaya, Montevideo, Arca, 1991.

REAL DE AZUA, Carlos, Los orígenes de la nacionalidad uruguaya, Montevideo, Arca, 1991.

RIBEIRO, Ana, Historia e historiadores nacionales (1940-1990). Del ensayo sociológico a la historia de las mentalidades, Montevideo, Ed. de la Plaza, 1991.

Historiografía nacional (1880-1940). De la épica al ensayo sociológico, Montevideo, Ediciones de la Plaza, 1994.

RICOEUR, Paul, Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido, México, Siglo XXI, 1995..

SOLER, Leticia, La historiografía uruguaya contemporánea. Aproximación a su estudio, Montevideo, Banda Oriental, 1993.

VERDESIO, Gustavo, La invención del Uruguay. La entrada del territorio y sus habitantes a la cultura occidental, Montevideo, Editorial Graffiti - Editorial Trazas, 1996.

WHITE, Hayden, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós, 1992.

Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México, F.C.E., 1992.

ZUBILLAGA, Carlos, Antología del pensamiento historiológico uruguayo, Montevideo, Universidad de la República, 1989.

La segunda época de la "Revista Histórica" (1941-1982). Su significación en la historiografía nacional, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias, 1987.

            Los desafíos del historiador, Montevideo, Universidad de la República, 1996.

Historia e historiadores en el Uruguay del siglo XX, Montevideo, Librería de la Facultad de Humanidades y  Ciencias de la Educación, 2002.



domingo, 9 de enero de 2011

Historiando | "A Liberdade guiando o Povo", de Eugène Delacroix (1830). Museu do Louvre

Periodo Regencial Blog. Tomado de la web

www.historiacontemporanea.ehu.es/s0021-con/es/contenidos/boletin_revista/00021_revista_hc29/es_revista/adjuntos/29_13.pdf

ELATENEO DE MADRID:
PLATAFORMA IDEOLÓGICA
DEL FRANQUISMO (1939-1963)
Raquel Sánchez Garda
Universidad Complutense de Madrid: Tomado de la Web

PROBLEMAS SOCIALES Y CONSERV www.historiacontemporanea.ehu.es/s0021-con/es/contenidos/boletin_revista/00021_revista_hc29/es_revista/adjuntos/29_03.pdf

PROBLEMAS SOCIALES Y CONSERVADURISMO
POLÍTICO DURANTE EL SIGLO XIX
Fidel Gómez Ochoa
Universidad de Cantabria: Tomado de la web

The Victorian Seven Dials: ‘Where misery clings to misery for a little warmth” « London Historians' Blog

The Victorian Seven Dials: ‘Where misery clings to misery for a little warmth” « London Historians' Blog

martes, 4 de enero de 2011

El Banco de Seguros del Estado, esencia del sistema batllista:Intervención del Estado en la vida económica, pero sin suprimir la libertad.


El Ing. José Serrato, al defender en el Parlamento uruguayo el proyecto de creación del Banco de Seguros del Estado sostuvo:
" Decir que este proyecto es un proyecto netamente socialista es como anunciarles el principio de  la revolución social, con todas sus oscuras, confusas y complejas conclusiones que los hombres de gobierno tampoco pueden aceptar. Suponen que el socialismo aspira, de inmediato, a arrasar con la propiedad privada, convirtiéndola en propiedad común, y a apropiarse de todos los medios de producción. Y como consecuencia natural, suponen que la tendencia o el propósito gubernamental es entrar en las vías del comunismo y colectivismo, transformando la organización económico-social en que reposa actualmente la vida nacional. Pero lo primero que habría que determinar, lo que habría derecho a exigir, es saber que es el socialismo y a que aspira en el momento actual nuestro país(...) Porque si por socialismo se entiende el mejoramiento de las clases obreras y trabajadoras, tendiendo a elevar su cultura, sus medios de existencia y su dignidad humana, si se entiende también el procurar a la sociedad una distribución más racional de la riqueza, si por socialismo se entiende defender y buscar de mejorar ese valor económico que se llama hombre y sin el cual no hay  progreso ni adelanto, en ese caso este proyecto es netamente socialista. Pero si por socialista o aspiración socialista se entiende la desaparición de la propiedad individual, si por socialista se entiende la apropiación de todos los medios de producción, yo digo entonces que este proyecto no ha sido inspirado en las ideas de esa escuela " 
El Proceso que culminó con la creación del Banco de Seguros del Estado se inició en el primer decenio del siglo pasado, cuando los doctores Domingo Arena y Pedro Manini Ríos presentaron un proyecto de ley cuyo punto esencial era la institución de un departamento dedicado a seguros en el Banco de la República. Los fundamentos de su proyecto eran similares a algunos de los que se utilizarían, años después, para decidir la constitución del Banco de Seguros del Estado.
Según los autores del proyecto, la inexistencia en el país de ˜una gran institución de crédito de carácter nacional˜ dedicada a los seguros provocaba que las personas que deseaban asegurar se dirigieran, casi inevitablemente, a las sociedades extranjeras, ya que las compañías nacionales, de reciente fundación, con capitales que se iban formando casi siempre con las propias primas, no ofrecían la solvencia que buscaba el asegurado.
Finalmente, dispuesto con toda firmeza a limitar la salida al exterior de ganancias de las compañías extranjeras, el gobierno uruguayo presentó, el 26 de abril de 1911, un proyecto de ley que proponía la creación de un ˜Banco de Seguros del Estado˜.
Se deseaba , con la importante iniciativa, obtener beneficios que, reintegrados a la comunidad, podrían llegar a atenuar las cargas impositivas a favor del desarrollo nacional y además, difundir el beneficio de la seguridad entre todas las clases sociales, mediante una reducción apreciable de las primas.
Comenzaría de ese modo para nuestro país un nuevo ciclo en la evolución histórica de los seguros, caracterizado por el monopolio de algunos de ellos, a cargo de una institución estatal. El hecho iba a introducir una inmensa y saludable revolución en el régimen de los seguros, llevando la previsión a los hogares más modestos, en razón del abatimiento de las primas y la absoluta garantía de las reservas.
A fines de 1911, actuaban en el campo del seguro muchas empresas privadas. Y, como era lógico prever, influencias de todo tipo se pusieron en juego para hacer fracasar el intento gubernativo. Un sector de la prensa editorializaba sobre las dificultades en que se vería el Estado para encarar con criterio utilitario una ˜industria cuya índole requería especial competencia y que excedía de sus posibilidades˜. Pero esos pronósticos pesimistas, que tenían su origen en intereses creados, no tuvieron éxito. El 27 de diciembre de 1911 se promulgó la ley que creó el Banco de Seguros del Estado.
El Banco ocupó diversas sedes, pero el 10 de junio de 1934, se colocó la piedra fundamental del nuevo edificio a construirse en la entonces avenida Agraciada. La obra fue concebida dentro de los más modernos criterios de la época por los arquitectos Italo Dighiero y Beltrán Arbeleche, y actuó como Consejero Técnico Supervisor de la construcción el General arquitecto don Alfredo R. Campos. La inauguración de la nueva sede marcó una época en la historia de la institución.

Ver: RR.PP. BSE.
     José Batlle y Ordóñez. Jorge Buscio.F. de Siglo 2009.Pp.87SS

Krause en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano / 1892

Krause en el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano / 1892

domingo, 2 de enero de 2011

La Influencia del Gral. Lorenzo Batlle en José Batlle y Ordóñez.


El Gral. Lorenzo Batlle:

Era hijo de comerciantes españoles  empresarios y de fortuna en el Montevideo colonial, originarios de Cataluña, y de Gertrudis Grau i Font. Emigrado político a Rìo de Janeiro cuando el retiro de los españoles de Montevideo, sus propiedades fueron confiscadas por el gobierno artiguista, y solo le fueron devueltas —aunque parcialmente— cuando los portugueses conquistaron el territorio oriental en 1817.
Sin poder recuperar su antiguo esplendor, los Batlle salieron de Montevideo en 1820 rumbo a su tierra natal para afincarse allí. Poco después, Lorenzo Batlle pasó a la ciudad francesa de Sorezé, para completar sus estudios, los que terminaría en Madrid. En 1823 fue testigo presencial de la ejecución del militar español liberal Rafael del Riego, hecho que lo marcó profundamente. Regresará solamente en 1831 a Montevideo, donde se hará cargo de la diezmada herencia familiar, el molino harinero de la zona de la Aguada, donde naciera el mismo.
Ingresado al ejército en 1833, durante la Guerra Grande sirvió a las órdenes del Gobierno "de la Defensa". En 1845, junto a las tropas de  José Garibaldi, se distinguió en la toma de Colonia a las fuerzas del gobierno "del Cerrito". Fue luego Ministro de Guerra y Marina en 1847. ascendiendo a Coronel en 1851.
El gobierno fusionista de Gabiel A. Pereyra lo invitó a formar parte de su equipo como forma de conciliar a las dos facciones, y como tal fue Ministro de Hacienda entre marzo de 1856 y noviembre de 1857, renunciando poco antes de una nueva insurrección conservadora contra aquella administración, la cual sin embargo no apoyó decididamente. Por ello, no se vio implicado en la dura represión que este movimiento tuvo, y que desembocaría en la hecatombe de Quinteros, en febrero de 1858.
Estuvo luego alejado de la actividad política hasta 1865 en que Lorenzo Batlle pasó a ser nuevamente Ministro de Guerra y Marina hasta 1868. Fue electo presidente de la República el 1 de marzo de 1868, para el periodo 1868-1872. Lorenzo no ocuparía cargos posteriores de relevancia salvo cuando en 1877, durante el gobierno del Coronel Latorre, fue convocado a integrar una comisión que debería preparar el retorno a la normalidad institucional con las elecciones parlamentarias del año siguiente.
Nombrado Brigadier General por el gobierno de Santos en 1882, se exilió en Buenos Aires donde colaboró en el movimiento armado contra este en 1886, y que integraría también uno de sus dos hijos, José Batlle y Ordóñez. Tras el alejamiento de Maximo Santos del poder, retornó a Montevideo, falleciendo poco después.
La influencia del Gral. Lorenzo Batlle en su hijo don José Batlle y Ordóñez.


Tomaremos varias versiones históricas:


Según H.D: "El gobierno del Gral. Batlle fue probo y honrado. Al recibirse del poder tenía una regular fortuna, que halló asaz quebrantada cuando dejó la presidencia, detalle mas elocuente, por cierto, que largos panegiricos".


Según Pivel Devoto, transcribiendo un aporte de un viajero francés: "El ministerio de la Guerra y el de las finazas están entre las manos de L. Batlle, espíritu iluminado, recto corazón. Educando en Francia, en la escuela de Sorezé conservó por nuestro país un sincero afecto. Jóven aún, fue llevado al poder sin buscarlo y sin ambicionarlo. Fue investido de dos ministerios por la confianza que inspiraba, y en ese doble destino, no le abandonó la estimación pública. No hay en Montevideo quién no haga justicia a sus generosas cualidades, a sus leales intenciones" y lo define el propio Pivel Devoto de la siguientete manera:" Su labor había sido honesta, bien inspirada y no exenta de energía, a pesar de las influencias ineludibles que pesaron sobre él"


El juicio del Cr. General de la Nación, don Tomás Villalba, en 1874 fue:" El Presidente Lorenzo Batlle había revelado siempre gran honradez, dentro del caos financiero en que se debatía el gobierno"
Gral. Lorenzo Batlle.


José Batlle y Ordóñez.

Por lo tanto, la mayoría de los juicios sobre el padre de Don Pepe destacan la sinceridad, la confianza que irradiaba la persona del Gral. asi como su buena educación. La mejor enseñanza que recibió Don Pepe de su padre fue cuando este lo lleva a conocer al ilustre ciudadano Joaquín Suárez, a esa altura pobre , viejo y muy enfermo, cuyo paralelismo con la figura de Lorenzo era clara. A los 76 años el Gral. Lorenzo Batlle intervino en la Revolución del Quebracho con su hijo. En resumen los valores que le trasmite a su hijo fueron: honestidad, sinceridad, claridad, valoración de la cultura y la educación, un espíritu profundamente liberal y sobretodo el respeto a la libertad por sobretodas las cosas.


Ver: Jorge Buscio.José Batlle y Ordóñez. Uruguay a la vanguardia del mundo. Fin de Siglo octubre de 2009. Pp. 73 a 77.