Datos personales

martes, 18 de diciembre de 2012


El liberalismo político desde las páginas de El Siglo. 1863-1870


La generación liberal del partido colorado tuvo en El Siglo a partir de 1863 su espacio de resonancia. Allí realiza su bautismo político José Pedro Ramírez luego de desarrollar periodismo literario desde el diario El Plata. Ramírez fue uno de lso primeros redactores políticos junto con el Dr. Carlos de Castro, el Dr. Gregoria Pérez Gomar, Adolfo Vaillant y Dermidio de María. Al cenáculo del El Siglo ingresa ya durante la Presidencia de Lorenzo Batlle una camada juvenil que se caracterizaba por ser romántica y batalladora y que llevaría adelante los deseos y anhelos del principismo doctrinario: ingresan Carlos María Ramírez, Julio Herrera y Obes recién llegado de la campaña militar en el Paraguay, José Pedro Varela y muchos más. En torno al diario El Siglo, la juventud del Club Universitario, seguidora fiel de Benjamin Constant y Alexis de Tocqueville, se iniciaba en el  librepensamiento racionalista por las enseñanzas de Plácido Ellauri y las lecturas apasionadas de Francisco de Bilbao con una gran simpatía por la democracia norteamericana le darán forma a una doctrina civilista y liberal que le permitiran desarrollar una recta conducta cívica y moral. Desde este medio de prensa cumplen el aprendizaje político dentro del Partido Colorado una verdadera elite de jóvenes que escribían en las columnas de la prensa.. El Siglo asistió todo el desarrollo intelectual de esta generación a través del análisis de la problemática política forjada en los rígidos moldes  del constitucionalismo liberal y en el ejemplo de la democracia norteamericana. En la atmósfera problemática que siguen al asesinato del General Flores, surge la presidencia de Lorenzo Batlle, que representaba dentro del partido Colorado la mediación ecléctica(J.A.Oddone, 1956) entre el caudillismo y el principismo: "Hombre de principios, soldado de la Defensa de Montevideo, no me apartaré del estricto cumplimiento de la ley. Propenderé a la unión del Partido Colorado gobernando con los hombres más dignos de ese partido, sin esclusión de matices y sin exigir otra cosa para los cargos públicos que el patriotismo, la capacidad, la honradez...(Lorenzo Batlle, Manifiesto, 1868). Su temperamento contemporizador le generó la oposición de los grupos colorados que desde el principismo o el caudillismo, condenaban cualquier intento conciliatorio. La gran crisis económica de 1868:" Estos tres años 1868-1870, fueron infaustos; todo en ellos fue contrario a la prosperidad pública, causa políticas y naturales: el cólera en 1868 interrumpiendo la faena de los saladeros y rediciendo a la mita las exportaciones, conmociones políticas, epidemias rurales, terribles lluvias, liquidación de negocios(...) produjeron la terrible crisis finaciera que todos hemos presenciado..."(Fernando Torres, memoria sobre la Hacienda pública,1871). Simultáneamente Carlos María Ramírez reaccionaba violentamente contra la administración de Lorenzo Batlle, calificando su política como nefasta y a sus colaboradores de adulones, mientras el Ministro de Gobierno de Batlle, José Cándido Bustamante amenazaba al periodismo combativo con el jurado, la cárcel y el destierro. El principismo muestra ante la opinión pública al gobierno como causante de todos los males. Desde El Siglo se definió a la presidencia de Lorenzo Batlle como "la más funesta de las administraciones que nuestro soportara" Esto alentó el levantamiento y a la reacción blanca liderada por Anacleto Medina y Timoteo Aparicio.

Julio Herrera y Obes en la Redacción del Diario El Siglo 1868
" En el año 1868 era "El Siglo" el diario de mayor importancia de este país, no solamente por la autoridad de su palabra, sino por su circulación(...)El director político era José Pedro Ramírez que se hallaba entonces en el cenit de su popularidad y de su prestigio, conquistado con su elocuencia tribunicia, con su pujanza de polemista y su autoridad moral(...) A mi lado, en la redacción, estaba Carlos María Ramírez, casi un niño, pero como Pitt entraba en la vida pública precedido de los fulgores esplendorosos que anuncian desde su Oriente a esos grandes astros del mundo moral(...)

Sin formar parte de la redacción, pero colaborando activamente en la propaganda, estaban el  doctor Pedro Bustamante, crítico sagaz, caracter honrado y austero como Catón, de quién tenía también la aspereza del lenguaje y la altivez cívica(...) Bonifacio Matínez, bohemio de nacimiento, talento intuitivo, adorador de los principios absolutos, los exponía en forma de brillantes apotegmas, pero eslabonados con tal arte que el lector no advertía que aquellas proposiciones sentenciosas carecían de demostración.

José Pedro Varela, escéptico entusiasta y crédulo; ateo místico; partidario sin partido; utilitario y egoísta en teoría, en los hechos generoso y abnegado(...)Su fecundidad era inagotable. En aquellos días que falta tema y el regente pide " material para tres columnas", acudíamos a José Pedro que, de inmediato, se sentaba a escribir y al cabo de dos horas nos daba las tres columnas de prosa fluida, elegante, amena y tan sustanciosa como era posible(...)

Juan Augusto Ramírez era el francotirador de la legión. Su independencia de carácter era refractaria a toda disciplina, y por eso peleaba siempre solo y por su cuenta en las líneas avanzadas(...) Miguel Herrera y Obes, carácter du una pieza, inteligencia clara y vigorosa, pero apática para producir. Sus artículos eran buenos, pero de diez que empezaba concluia uno...Adolfo Cabrjo, que corregía el diario, y de cuando en cuando se acordaba de los malos tiempos de 1857, en que redactaba "El Sol Oriental" a razón de paliza por artículo. Esteban Nin, el traductor de noticias y de artículos sacados con exquisito gusto de diarios y revistas europeas, era una verdadera inteligencia estrilizada por el alcohol que, sin embargo, no le hacía perder el tino ni el " esprit"(...) La Cabrionera bulluciosa, discutidora, activa, era un club jacobino permanente, cuya intemperancia de opiniones y de lenguaje trascendía con frecuencia a las columnas del diario..."


Raíces del sistema político uruguayo. El Pluralismo, examen de la experiencia uruguaya.Por Castellanos-Pérez

Tomado de El Pluralismo en la experiencia Uruguaya. Tomo II, Montevideo 1981. Pp. 241-244.

"El sistema político uruguayo durante todo el periodo de vigencia de la Constitución de 1830, fue esencialmente bipartidista; no alcanza para desvirtuar tal afirmación el surgimiento esporádico de otros pequeños grupos partidarios, de vida efímera y escasa gravitación en la vida pública, como lo fueron el Partido Radical en 1872 y el Partido Constitucional en 1880, ninguno de los cuales alcanzó el siglo XX.
Se ha expresado con demasiada frecuencia la atribución de este bi-partidismo a sus orígenes históricos vinculados a los jefes-caudillos de la "Patria Vieja" Rivera y Oribe, adversarios en la Batalla de Carpintería el 19 de setiembre de 1837 donde se exibieron por primera  vez las tradicionales divisas blancas y coloradas.
Sin dejar de reconocer la influencia que ambos pudieron tener en la formación de nuestros primeros bandos multitudinarios, su carácter de milicias o huestes convocadas y reunidas con fines bélicos, les quitaba todo carácter de partidos políticos propiamente dichos. Acaso el Presidente Oribe(1834-1838) intentó sin éxito la formación de un partido nacional que apoyara la obra de su gobierno,"partido que aspiraba a ser, no solo un sector de opinión, sino un principio de la unificación política, que uniformara a todos los amigos del orden bajo el lema Defensores de las leyes"(Pivel, Historia de los Partidos Políticos, tomo I pág.62)
En la lucha eleccionaria llevada a cabo en el país luego de finalizada la lucha entre 1837 y 1851, fue la perfiló los partidos nacionales, por cuanto bandos o facciones formadas anteriormente en torno a aquellos(Rivera-Oribe). Tuvieron manifiestas alianzas con los partidos argentinos durante el desarrollo de aquella lucha: Oribe con los federales acaudillados por el gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas, y Rivera con los unitarios, enemigos de éste y asilados en Montevideo como Juan Lavalle, Juan Bautista Alberdi, José María Paz, José Rivera Indarte, entre otros.
El sistema electoral establecido por la Constitución de 1830 contribuyó a nuestro bipartidismo tradicional, pues según Duverger es casi una ley sociológica que la votación mayoritaria tiende al dualismo de los partidos.(M.Duverger,Los partidos Políticos, México, 1957. Pág.243)
La lucha por la hegemonía política tal cual lo determina el sistema de mayoría excluyente y minoría excluída del gobierno de la República, hace que la primera se agrupe para defender sus posiciones gubernativas, y la segunda se organice para su conquista en las subsiguientes instancias electorales; en el fondo no son otra cosa que el oficialismo y la oposición sin mayor contenido ideológico ni programático.(...)
El antagonismo se hizo manifiesto a la hora de la revolución; los grandes y pequeños hacendados, en su mayoría hijos del país, se plegaron a ella; los comerciantes montevideanos, en su mayoría españoles, guardaron fidelidad a la Corona; casi dos partidos: el de la campaña, exploliada por los tributos y prestaciones de las autoridades españolas de Montevideo; y el de la ciudad beneficiaria de los cortos auxilios de la Real Hacienda para obras de utilidad pública.
Al dominio español 1724-1814 siguió la dominación directorial bonaerense 1814-1815 y tras un breve gobierno patriota 1815-1816 la dominación luso brasileña 1816-1828: en todas ellas la burguesía mercantil montevideana se plegó, la primera, al dominador, en tanto la campaña resistió hasta 1820.
Entretanto una élite intelectual urbana montevideana se aprestaba a asumir la dirigencia política de aquellas masa, poniéndose al amparo de los caudillos como redactores de sus proclamas y manifiestos públicos; serán los doctores del Gobierno de la Defensa y del Gobierno del Cerrito que a la hora de la fusión renegarán de los caudillos...
Al termino de la lucha que presidieron ambos gobiernos, quedaron igualmente tendidas las líneas antagónicas: la ciudad imbuida de un espíritu liberal nacido del aporte de una numerosa inmigarción extranjera, en su mayoría de orígen europeo, franceses, italianos, ingleses, en tanto la campaña por naturaleza conservadora, reacia a la penetración de gentes e ideas.-
Liberales y Conservadores fueron las denominaciones más corrientes de los partidos políticos de Hispanoamérica, fue el germen de los partidos tradicionales uruguayos respectivamente; el primero con su base principal en la capital incluyendo a la burguesía mercantil, industrial e intelectual. El segundo con su asiento mayoritariamente en la campaña con el patriciado terrateniente, el campesinado y el proletariado rural.
El triunfo de la revolución del General Flores,1863-1865 contra el último gobierno fusionista del presidente Berro, 1860-1864, introdujo una variante fundamental en el bi partidismo uruguayo: la del Partido dominante, categoría política inventada por Duverger en 1951, especie de intermedio entre el pluralismo y el partido único; este partido dominante fue el Partido Colorado desde 1865 hasta 1917.
El gobierno de Partido pregonado por el presidente Lorenzo Batlle, 1868-1872 fue la fórmula del Partido Dominante en nuestra estructura política bi partidista. La política de co participación entronizada a partir de 1872 y la de acuerdos a partir de 1897, no modificó sustancialmente la situación del Partido Colorado como dominante, desde la Presidencia del General Santos, 1882-1886 hasta la del Dr. Feliciano Viera 1915-1918 fue el partido de Gobierno, excepto el periodo dictatorial del Coronel Latorre,1875-1879, quién contó con el apoyo de hombres de ambos partidos tradicionales en distintos planes de su acción gubernativa. Con el establecimiento de la representación proporcional en la Constitución 1918 se inicia el multipartidismo en la historia política uruguaya y su participación el gobierno de la República."
Ver: Cuadernos de Ciencia Política.Los Partidos Uruguayos y su Historia(I). El Siglo XIX Prólogo de G.Caetano-J.Rilla.ICP-FCU Montevideo, abril 1990.Pás46-48

Flores y Berro. El Día de los cuchillos largos" Por Juan E. Pivel Devoto.

Fragmento tomado de Historia de los partidos políticos en el Uruguay(1865-1897), Tomo II. Páginas 17 y siguientes.

Desde el nombramiento de D. Tomás Villalba para la presidencia del Senado, que precedió a la entrada de Flores en Montevideo, el Partido Blanco no había hecho manifestación política externa de carácter alguno. Solo podría volver a la acción por la influencia de sus caudillos emigrados en Entre Ríos, desde que constituían la única fuerza de arrastre popular capaz de oponerse al partido Colorado, restaurado por Flores en el gobierno. Después de la muerte de Oribe. el Partido Blanco carecía de ese elemento de tan grande influencia que era el caudillo. El partido Colorado, abandonada para siempre la política de fusión, habían encontrado un conductor en la hora de su reconstrucción definitiva. Don Bernardo Berro no quiso  ser en 1862 el restaurador del Partido del Cerrito; y Lucas Moreno, Diego Lamas o Bernardino de Olid, no tenían entonces prestigio como para precipitar en torno a de ellos una gran fuerza nacional. El Partido Blanco, que no había encontrado después de malogrado el último intento fusionista quién le diera la unidad perdida en 1857, solo volvería a la acción eficaz por la influencia del caudillismo. Los factores internacionales le eran totalmente adversos. Ni el Brasil ni los Unitarios podían apreciar con simpatía los esfuerzos en tal sentido. López nunca había sido un aliado. La política de neutralidad observada con tal altos fines por el Presidente Berro, había desvinculado al Partido Blanco de Urquiza y de la tradición federal. Sin embargo, la situación interna, configurada por la liquidación del régimen florista, en plena anarquía, favorecía la acción del partido del llano.
La influencia de Flores y su prestigio personal habían decaído, por obra de la propaganda de los liberales que combatieron la dictadura y las consecuencias de la Alianza con Mitre y el Brasil. Los caudillos de la cruzada ya no le eran tan adictos como en 1865. La campaña había vuelto nuevamente a ser dominio de los bandoleros, situación que agravada luego, habría de provocar este comentario del Dr. Francisco A. Vidal el 4 de agosto de 1869: "De 4 o 5 años a esta parte ¿qué justicia hemos visto que se haya  hecho?...todo queda impune".
En enero de 1867 se habían realizado los primeros esfuerzos para reorganizar el Partido Blanco con fines netamente revolucionarios. D. Bernardo Berro buscó la cooperación de Anacleto Median a quién le fue ofrecida la dirección del movimiento en la campaña. Sin la ayuda de Urquiza, Medina consideraba estéril todo esfuerzo en aquellos momentos. Estos primeros trabajos revolucionarios llegaron a ser de dominio público; condenados por tal motivo al fracaso volvieron a actualizarse en agosto de 1867, favorecidos entonces por las luchas entre las fracciones del Partido Colorado que se renovó en una nueva campaña de mutuas acusaciones después del descubrimiento del complot de la mina. Berro aparece nuevamente presidiendo el grupo de los conspiradores cuya posición analiza y justifica en estos términos: "Los blancos, pues, levantándose  hoy para impedir que la obra de la anarquía y del caudillaje triunfe y se asegure, aparecerían como los soldados del derecho y de la libertad de la patria y cumpliendo con el deber sagrado de restituirle su soberanía y sus instituciones y si a esto se agrega la contemplación de la presión que ejercen sobre la República los poderes extraños, arrastrándola a servir intereses que de ningún modo le pertenecen, el movimiento del Partido Blanco se presentaría además como un movimiento emancipador y eminentemente oriental. Bajo este aspecto la posición de los blancos es bellísima. Su interés particular está ligado con el interés nacional, con el interés de los principios, con el interés de la justicia; de manera que obrando, como deben a fuerza de buenos patriotas, en favor de esos intereses, se favorecen también a sí mismos"(Aureliano Berro, Los sucesos de 1868, El País, febrero de 1921)
Pero estos planes de D. Bernardo Berro distaban mucho de reposar sobre la base de un partido unido que lo hubiese reconocido sin discrepancias como jefe. El propio Berro, fiel a sus arraigadas ideas, tampoco se define en estas circunstancias como un hombre del Partido Blanco. Dentro de esta parcialidad política existían dos fracciones, que, en sus líneas generales, respondían a la anterior división suscitada por la lucha entre vicentinos y amapolas. Los amapolas radicales y exaltados lo discutían. Estas discrepancias contribuyeron a malograr por segunda vez los proyectos de revolución en que se halaba empeñado Berro, cuyos trabajos en tal sentido coincidían con lo que se realizaban en aquellos mismos días otros hombres de su partido, animados del propósito de darle una organización a la colectividad política a la que pertenecían. Constituían este grupo formado por civiles y militares, Carlos Juanicó, Jaime Illa y Viamont, Gral Lucas Moreno, Coronel Juan E. Lenguas y Juan P. Caravia, a quién le fueron dados poderes para gestionar ante Berro la adhesión al núcleo del que se suponía jefe, a los trabajos de organización del partido Blanco que se hallaban empeñados. Tales esfuerzos no tenían, al parecer, una finalidad revolucionaria: respondían al propósito de organizar un Directorio, para lo cual se buscaba, antes que nada, unir a las fracciones en que el Partido se hallaba dividido. La actitud de Berro en esta circunstancia es realmente desconcertante. Puesto a hacer reflexiones en materia política perdía contacto con la realidad; contradecía a sus propias actitudes. En un momento decisivo para el Partido Blanco, en que se reclamaba su atención, se nos muestra como siempre, detallista y minucioso, descubriendo matices a las cosas y a los hechos sin medir sus proyecciones y sin pensar en la esencia de los mismos.
Al responder a la invitación formulada por conducto de Juan P. Caravia, expresaba a esta en carta de fecha 13 de noviembre de 1867: "Yo no he pertenecido ni servido nunca a ningún club político. Cuando he entrado en acción ha sido siempre para un objeto determinado y buscando indistintamente aquellos colaboradores que podían ayudar mejor a mi propósito"(...)"Conociendo el carácter y las condiciones de nuestros partidos políticos he huído siempre de ligarme a ellos de una manera absoluta. He querido permanecer libre; y a esa voluntad decidida he debido la independencia en que he vivido y vivo. Por lo que veo se quier ahora buscar la unión de uno de esos partidos, y se pretende darle un directorio o especie de autoridad que lo gobierne, y atienda a sus intereses en general, esta es, se procura que los círculos en disidencia se concilien, y fusiones para eso. Lo natural, pues, lo propio, lo único eficaz sería que entendieses esos círculos por medio de sus jefes, de representantes diputados al efecto. ¿Y cómo es entonces que uno de tales círculos nombra su representante y en vez de dirigirse a quién lo fuese por otro círculo, se dirige a mí, que no tengo poderes ni comisión de ninguno?(...) Me he encontrado en la alternativa o de no asentir a la invitación que se me ha hecho, o de convocar a otro u otros círculos y pedirles que me acepten como suyo y me constituyan su representante para tratar y decidir en su nombre. He preferido lo primero; por que no  competente para lo segundo, ni debo actualmente cargar con la responsabilidad de ese paso"(Luis Melían Lafinur, La acción funesta de los Partidos Tradicionales en la reforma constitucional, pág 102-104, Montevideo 1918)
A pesar del carácter de esta manifestaciones, según las cuales estaría desvinculado del Partido Blanco, Berro prosiguió sus planes revolucionarios. Una vez realizadas las elecciones del 27 de noviembre de 1867, que consolidaron la posición del grupo colorado florista, solo podía pensarse en resistir la instalación de los poderes constituidos que debía tener lugar el 15 de febrero de 1868. La proximidad de esta fecha en la que pondría término a la dictadura, había agitado al florismo, debilitado no solo por la crítica de la oposición conservadora sino por las luchas internas que lo dividían, y mantenidas por los que, con distintos criterios, querían solucionar el problema político que planteaba el fin de la dictadura.
Los partidarios más exaltados de Flores reclamaban de la Asamblea en la que tenían mayoría absoluta, su elección en el carácter de presidente constitucional. Los caudillos más prestigiosos del Partido Colorado, Suárez y Caraballo, resistían esa prorroga del mandato, Flores, al parecer, se hallaba firmemente dispuesto a retirarse de la vida pública, siendo Pedro Varela su candidato para sucederle en el gobierno. Hombre joven y sin mayor volumen político, Pedro Varela se hallaba muy vinculado al caudillo y a la situación iniciada en 1865 para cuyo triunfo había contribuído con el aporte de su fortuna personal, lograda en el trabajo honesto en el que se inició desde joven, llegando a ser en aquellos días gerente del Banco Montevideano.
El 7 de febrero de 1868 el Coronel Fortunato Flores, jefe del batallón de infantería Libertad de la guarnición de la capital en comañía de su hermano Eduardo, se sublevó contra la autoridad de su padre quien se vio obligado a trasladarse a la UNión, no sin antes autorizar el desembarco de la marinería extranjera, para que custodiase los intereses privados y la Aduana. De la Unión marchó Flores a Canelones en búsqueda de tropas para sofocar la revolución de sus hijos dueños momentaneamente de la ciudad en la que habían hecho prisionero al Ministro de Guerra General Lorenzo Batlle. Con la mediación del cuerpo diplomático se puso término al episodio: Los jefes sublevados se sometieron, fueron desterrados y el batallón Libertad quedó disuelto(Miguel Lobo, Breve reseña histórica de Montevideo, Madrid 1872).
Al término de su dictadura Flores se había visto alejado del poder durante tres días pródigos en episodios jocosos por la sublevación de los que él llamaba sus ingratos hijos. Según La Tribuna la sublevación había tenido lugar en la circunstancia de haberse negado Flores al requerimiento de sus hijos en el sentido de dar un manifiesto presentándose como candidato a la presidenciai constitucional de la República. La actitud asumida por Flores revela sus propósitos de abandonar el gobierno, aun cuando se descontaba la elección por parte de la Asamblea. A esa determinación acaso no fuera ajena la indiferencia de algunos de sus caudillos ya sublevados contra su autoridad y que aspiraban a sucederle. El ambiente estaba dominado por la idea de la Revolución. Flores la esperaba tanto de parte de los Blancos como de los Conservadores o de Gregorio Suárez. El 15 de febrero de 1868 tuvo lugar la instalación de la Asamblea bajo la presidencia de Pedro Varela en quién Flores delegó el mando. En la ocasión publicó un manifiesto en el que expresaba: "La dictadura no se ha manchado con una sola gota de sangre, no ha hecho derramar una sola lagrima, no ha perseguido a nadie, ni ha establecido la prepotencia de los unos, en perjuicio del abatmiento de los otros. Para mí todos eran orientales"(La tribuna, Montevideo, 16 de febrero de 1868).
El 15 de febrero debió estallar en la ciudad la revolución acaudillada por Bernardo Berro. Los conspiradores apostados en Plaza Constitución y en el Edificio del Cabildo, debían apoderarse de las armas de las fuerzas de línea que rendían honores a la Asamblea, las que, como era usual en aquellos casos, se suponía quedarían en pabellón. Las fuerza formadas ante el edificio sede de la Representación Nacional y en las calles Rincón y Sarandí conservaron las armas. El golpe audaz a ejecutarse en la ciudad se malogró, como había también fracasado Timoteo Aparicio en su intento de llamar la atención del Gobierno en la campaña, al atacar anticipadamente y sin éxito la ciudad de Salto, el 10 de febrero de 1868.
Todo podía considerarse ya frustrado cuando el 19 de febrero de 1868, estalló finalmente en Montevideo la revolución blanca encabezada por Bernardo Berro y que debía haberse producido el día de la instalación de la Asamblea. Era la primera vez que Berro el principista intransigente, se ponía al frente de un movimiento de este carácter. Los revolucionarios se apoderaron del Fuerte, del que huyó Pedro Varela, mientras que el carruaje que conducía a Venancio  Flores por la calle Rincón era detenido por unos emponchados que apuñalaron al caudillo cuando se dirigía al Cabildo, donde lo condujeron ya cadáver. Fracasado en su intento de dominar la situación desde el Fuerte, Berro se vio obligado a abandonarlo y se dirigía al Cubo del Sur, donde debía esperarlo una lancha que lo conduciría a una fragata española. Faltó a la cita convenida el patrón de la lancha; regresó Berro a la ciudad en cuyo trayecto fue reconocido, aprehendido y llevado al Cabildo, al que entro acompañado por José Cándido Bustamante. Al pasar por la Comisaría de Ordnes, don Pedro Varela que allí se encontraba le dijo:"¿Qué ha hecho don Bernardo? Este que ignoraba aun la muerte de Flores le contestó: "Es cierto que yo me lancé a la revolución para reconquistar los derechos de mi partido; en cuanto a la vida de Flores está tan garantida como la mía" Varela por toda contestación le mostró el cadáver de Flores que se hallaba cubierto por una bandera. Berro levantando los brazos exclamó: "Piedad, señor piedad" Fue conducido luego a un calabozo a través de cuyas rejas se le disparó un tiro de pistola que lo hirió mortalmetne en la cabeza. Mientras los soldados de la cruzada hacían guardia junto al cadaver de Flores, el de Berro era sacado del Cabildo y conducido en un carro por las calles desiertas de Montevideo bajo un sol ardiente de febrero por un fanático que, a gritos decía llevar el cadaver del salvaje Bernardo Berro, el que recibió sepultura en una fosa común del Cementerio Central. Semanas despés, Venancio Flores, en uya vigorosa personalidad de caudillo conductor de multitudes, el oro supera fuera de toda duda al barro humano, era sepultado bajo la bóveda de la capilla del Santísimo, en la Catedral, donde descansa de sus campañas.
Ver. Historia de los Partido Políticos en el Uruguay(1865-1897) Tomo II. Juan E, Pivel Devoto. Montevideo, Claudi García y Cía. Editores. Pp.15 a 23.

Laicismo y anticlericalismo.

El laicismo es una posición por la que alguien guarda neutralidad frente a todos los credos y organizaciones religiosas. Implica equidistancia respecto de todas las religiones y desvinculación respecto de cualquier iglesia. El laicismo así considerado es un aspecto del liberalismo. El anticlericalismo constituye un punto de vista referido a la Iglesia antes que a la religión; rechaza la influencia política del clero en nombre de la soberanía del Estado; rechaza la intervención eclesiastica en la enseñanza en nombre del laicismo; se opone a una gravitación demasiado sensible de los clérigos sobre la vida social, teniendo en cuenta la naturaleza eminentemente civil de la sociedad contemporánea. En defintiva el anticlericalismo trata de evitar que los miembros del cuerpo eclesiástico desborden el ámbito funcional de lo estrictamente religioso.
El anticlericalismo de cepa liberal no persigue al Clero, desde que protege a la libertad de conciencia y la libertad de cultos, sino que rechaza, de aquél, influencias consideradas inconvenientes para la naturaleza del Estado y de la  sociedad. Laicismo y anticlericalismo constituyen, pues, dos concepciones distintas y diferenciables, aunque puedan consustanciarse en grado mayor o menor, según las circunstancias. Solo con referencia a un punto permanecen siempre en contacto; este punto es el de la enseñanza oficial. En efecto, desde que la función del clérigo es, por naturaleza, proselitista, se infiere que el Estado laico no pueda admitir a los miembros del clero en el cuerpo docente de sus instituciones de enseñanza.
El pensamiento laicista en el Uruguay admite, por lo menos dos orígenes. Uno de ellos es la resistencia de intelectuales y dirigentes al pontificado de Pio IX. Consiste otro en las corrientes filosóficas que primaron en los círculos intelectuales a partir de 1880. 
El 8 de diciembre de 1864 el Papa Pío IX publica la Enciclica "qunata Cura", complementada con un documento aclaratorio, el "Syllabus" o catalogo de errores por los cuales Roma fija la posición oficial de la Iglesia Católica ante la gradual y extendida secularización intelectual y política del mundo cristiano. La Santa Sede pone en evidencia, y niega considerándolos errores ora intelectuales, ora políticos, algunos de los principios que forman la base del Estado y de la sociedad. Estos hechos tuvieron su repercusión en nuestro país. En 1884 se constituyó la Liga Liberal, dirigida por Juan Paullier y Manuel Otero que condenó enérgicamente el Syllabus. Entre los años 1852 y 1885 la doctrina oficial de nuestro mundo universitario era el Espiritualismo Ecléctico. Esta doctrina creación del filosofo francés Victor Cousin había surgido en Francia en 1830. Era espiritualista, pues afirmaba la importancia de entidades conceptuales que están más allá de la captación de nuestros sentidos físicos y el razonamiento que en ellos se apoya para estimular el verdadero alcance del conocimiento humano. Era ecléctica, desde que admitía el equilibrio entre la Razón y la Fe, entre filosofía y religión. las dos hermanas inmortales, de acuerdo a la expresión del mismo Cousin.
El espiritualismo ecléctico había primado en la enseñanza universitaria de Francia durante la monarquía de Julio(1830-1848) y a aprtir de 1852, la enseña Plácido Ellauri, profesor de Filosofía de nuestra Universidad. En 1886 ocupa la cátedra el profesor Federico Escalada y, con este cambio, el Positivismo hace su entrada en la enseñanza oficial. Esta dortrina era ya conocida por la juventud culta de la época; sus principios se discutían en el Ateneo de Montevideo y en el Club Católico. El positivismo era de origen francés y había surgido y se había desarrollado paralelamente con el Espiritualismo ecléctico. El positivismo negaba la influencia de la razón abstracta y de la intuición, como instrumentos efectivos y fecundos del conocimiento humano. Ningún hombre puede descubrir la oculta esencia de las cosas, a todo lo que puede aspirar es a saber que leyes rigen el acontecer de las mismas y las relaciones existentes entre esas leyes. El conocimiento deriva de la experiencia u observación organizada del mundo físico, por lo tanto el positivismo es materialista y empirista.
El positivismo aceptado por los universitarios del país era spenceriano, filosofía del pensador inglés Hebert Spencer, quien agregaba una interpretación evolutiva del Universo y del Hombre derivada concepción del naturalista Charles Darwiin.
Los intelectuales uruguayos de confesión católica no podían admitir el punto de vista materialista del positivismo y emprendieron la defensa de la posición espiritualista. Las controversias realizadas en el Ateneo y en el Club Católico en torno de estos temas, constituyen una de las expresiones  más fecundas de la intelectualidad uruguaya.
Desde el año 1875 el diario "El Siglo" inicia campañas de prensa en pro del racionalismlo, el laicismo y el anticlericalismo. En 1878 aparece un diario católico "El Bien", dirigido por Juan Zorrilla de San Martin. En esta época aparece también "La Razón", dirigida por Daniel Muñoz. En 1886 durge "El Día" de José Batlle y Ordóñez orientado en la misma dirección filosófica. El proceso de escisión entre el Estado y la Iglesia se cumple en una triple dirección:
a) Laicización de la enseñanza oficial: tiene lugar en la Escuela Primariai. El decreto-ley de Educación común sancionado el 24 de octubre de 1877 bajo el gobierno del Coronel Latorre se pone a medio camino de una laicización integral.
b) Reasunción por el Estado de funciones públicas que este confiara a la Iglesia Católica: Secularización de los cementerios, 18 de abril de 1861, secularización del Registro del Estado Civil, 11 de febrero de 1879 y sometimiento de las instituciones religiosas al fuero civil de la Nación, con las leyes del 22 de mayo de 1885 que impone el matrimonio civil obligatorio  y previo a la ceremonia religiosa. Además dispone que todas las causas judiciales relativas al matrimonio deben ser resueltas por los tribunales de la Nación. Por ley del 14 de junio de 1885 sujeta a la autorización gubernamental la fundación de nuevas instituciones religiosas, reglametna la organización de las existentes y negaba validez civil a los votos monásticos.
 Ver: Historia del Siglo XX uruguayo, Juan Antonio Arcas, La Casa del Estudiante, Montevideo 1950. Paginas 34-40.