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sábado, 13 de diciembre de 2025

La revolución de las Lanzas y el Partido Colorado. Una visión.

 

El Partido Colorado, el gobierno y el Estado antes y después de la Revolución de las Lanzas






Orden, exclusión y aprendizaje político en el Uruguay del siglo XIX

En la historia política del Uruguay, pocas coyunturas marcaron con tanta fuerza la relación entre partidos, gobierno y Estado como la Revolución de las Lanzas (1870–1872). Vista desde la perspectiva del Partido Colorado, esta guerra civil no fue simplemente una sublevación armada del Partido Nacional, sino un episodio decisivo que obligó al coloradismo a revisar su concepción del poder, del ejercicio del gobierno y del propio sentido del Estado oriental. Antes de 1872, el Partido Colorado se pensaba a sí mismo como partido natural de gobierno, heredero de la defensa de Montevideo durante la Guerra Grande y garante del orden republicano frente a lo que percibía como la persistencia del caudillismo rural. Después de la Revolución de las Lanzas, sin abandonar esa autopercepción, el coloradismo comenzó a aceptar —no sin resistencias— que la estabilidad política exigía algún grado de integración del adversario. Ese tránsito, más pragmático que ideológico, fue uno de los cimientos del Uruguay moderno.

El Partido Colorado y el gobierno antes de 1870

Concepto principal: Gobernar como responsabilidad histórica

Desde la óptica colorada del siglo XIX, el partido no era solo una organización electoral, sino una estructura política estrechamente ligada a la existencia misma del Estado. Como señala José Pedro Barrán, tras la Guerra Grande el Uruguay quedó marcado por una identificación casi automática entre legalidad, gobierno y coloradismo (Barrán, 1998). En esa visión, el Partido Colorado encarnaba: La defensa del orden constitucional. La centralidad de Montevideo como sede del poder. La apertura al comercio internacional y a la modernización económica. Una concepción liberal del Estado, aunque limitada en términos de participación política. El Partido Nacional, en cambio, aparecía en el discurso colorado como un actor estructuralmente disruptivo, asociado al interior rural, al liderazgo personalista y a la resolución armada de los conflictos. No se trataba solo de una rivalidad partidaria, sino de dos modelos de país en tensión: uno urbano, institucional y comercial; otro rural, caudillesco y territorial.

El legado de Venancio Flores y el “gobierno de partido”

La figura de Venancio Flores y la Cruzada Libertadora de 1863 consolidaron una idea central del coloradismo decimonónico: el partido vencedor gobierna y el derrotado acepta el resultado. Esta lógica, común en las repúblicas latinoamericanas del siglo XIX, no concebía la alternancia como un principio democrático, sino como el desenlace de la lucha política, incluso armada (Pivel Devoto & Ranieri, 1966).

Desde esta perspectiva: El ejercicio exclusivo del poder no era visto como autoritario, sino como legítimo. La exclusión del Partido Nacional del gobierno se entendía como una consecuencia natural de su derrota. El uso de la fuerza estatal era considerado un recurso válido para preservar el orden.

En este contexto, el Partido Colorado se asumía como custodio del Estado, y cualquier intento de sublevación era interpretado como un ataque directo a la legalidad republicana.

La Revolución de las Lanzas: una lectura colorada del conflicto

Cuando en 1870 estalló la Revolución de las Lanzas, encabezada por Timoteo Aparicio, la reacción dominante en el coloradismo fue de rechazo frontal. Para el gobierno y gran parte de la dirigencia colorada, la insurrección no era un reclamo político legítimo, sino una nueva expresión del caudillismo armado que impedía la consolidación institucional del país.

En los discursos oficiales, la revolución fue presentada como:

Una amenaza al orden constitucional.

Un obstáculo para la modernización del Estado.

Un retroceso hacia la lógica de las guerras civiles.

Esta interpretación se apoyaba en una concepción rígida de la legalidad: el gobierno era legal porque había triunfado, y cualquier levantamiento contra él era, por definición, ilegítimo (Nahum, 1994). Sin embargo, incluso durante el conflicto comenzaron a emerger voces —minoritarias— que advertían que la reiteración de las guerras civiles revelaba un problema más profundo: la incapacidad del sistema político para integrar a una parte sustancial de la sociedad.

La Paz de Abril de 1872: un quiebre pragmático

La Paz de Abril, firmada en 1872, marcó un punto de inflexión. Aunque el Partido Colorado mantuvo el control del gobierno nacional, aceptó un esquema de coparticipación administrativa que reconocía al Partido Nacional un lugar en la gestión del Estado.

Desde la visión colorada, este acuerdo no fue celebrado como una victoria democrática, sino asumido como una solución necesaria para poner fin a un ciclo de violencia. Como sostiene Carlos Real de Azúa, la coparticipación fue menos un acto de convicción que un reconocimiento de los límites del exclusivismo político (Real de Azúa, 1984).

El cambio fue significativo:

Se reconoció, aunque implícitamente, que la exclusión absoluta generaba inestabilidad.

El adversario dejó de ser visto solo como enemigo para convertirse en un actor a integrar, al menos parcialmente.

El Estado comenzó a diferenciarse —lentamente— del partido gobernante.

Consecuencias ideológicas dentro del coloradismo. Después de 1872, el Partido Colorado no abandonó su autopercepción como fuerza dirigente del país, pero comenzó a redefinir su relación con el poder. El aprendizaje fue gradual y lleno de tensiones internas. Algunos sectores siguieron defendiendo la idea del gobierno fuerte y excluyente, mientras otros comenzaron a aceptar que la estabilidad requería reglas de juego más amplias. Esta tensión atraviesa al coloradismo hasta fines del siglo XIX y se proyecta en los debates que preceden al batllismo. Barrán y Nahum destacan que la pacificación posterior a la Revolución de las Lanzas permitió al Partido Colorado concentrarse en la construcción del Estado moderno: administración, infraestructura, educación y legislación (Barrán & Nahum, 1979). Sin la experiencia traumática de 1870–1872, difícilmente se habría producido ese giro.

De la defensa del orden a la integración política

En perspectiva histórica, la Revolución de las Lanzas obligó al coloradismo a reconocer una verdad incómoda: el orden impuesto sin integración era frágil. La estabilidad no podía sostenerse únicamente en la victoria militar o en la legalidad formal. Este aprendizaje fue clave para: La posterior aceptación de acuerdos interpartidarios. La consolidación del Estado como árbitro, y no solo como instrumento del partido gobernante. La evolución hacia un reformismo estatal más inclusivo, que encontraría su máxima expresión en el batllismo del siglo XX. Como señala Gerardo Caetano, la historia política uruguaya se caracteriza por una temprana comprensión de que la paz civil era un requisito para el desarrollo institucional, incluso antes de la plena democratización (Caetano, 2011).

Conclusión

Desde la visión del Partido Colorado, la Revolución de las Lanzas fue inicialmente un desafío al orden y a la legalidad. Sin embargo, sus consecuencias obligaron al coloradismo a revisar su concepción del poder, aceptar límites al exclusivismo y reconocer que el Estado debía integrar, y no solo dominar. Antes de 1872, el Partido Colorado se concebía como partido-Estado, con un derecho casi natural a gobernar. Después de la revolución, comenzó —lentamente— a transitar hacia una visión en la que el gobierno debía garantizar estabilidad a través del acuerdo, no solo de la imposición. En ese sentido, la Revolución de las Lanzas no solo cerró el ciclo de las guerras civiles del siglo XIX, sino que abrió una etapa decisiva en la maduración política del coloradismo y del Estado uruguayo.

Referencias

Barrán, J. P. (1998). Historia de la sensibilidad en el Uruguay. Montevideo: Banda Oriental.

Barrán, J. P., & Nahum, B. (1979). Historia rural del Uruguay moderno (Tomo I). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

Caetano, G. (2011). El nacimiento del sistema de partidos en el Uruguay. Montevideo: Taurus.

Nahum, B. (1994). Manual de historia del Uruguay. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

Pivel Devoto, J. E., & Ranieri, A. (1966). Historia de la República Oriental del Uruguay. Montevideo: Medina.

Real de Azúa, C. (1984). Uruguay: ¿una sociedad amortiguadora? Montevideo: CIESU.

 

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