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martes, 11 de enero de 2011

V Jornadas Historia y Cultura de América.Área temática I: Los cambios en España y América en la primera década del siglo XIX ¿Independencia o disgregación? La reconfiguración del espacio hispano-americano a partir de 1808 J. Ramiro Podetti, Universidad de Montevideo.

Área temática I: Los cambios en España y América en la primera década del siglo XIX

¿Independencia o disgregación? La reconfiguración del espacio hispano-americano a partir de 1808

J. Ramiro Podetti, Universidad de Montevideo

Resumen: Se analiza el proceso iniciado en 1808 tomando en cuenta los impactos de la revolución industrial en marcha en Inglaterra y Francia. Desde esta perspectiva, el surgimiento de la idea de la “independencia” se produce bajo la gravitación de dos posibilidades contrapuestas: mantener o recrear un espacio común entre todos los nuevos estados (con o sin España) o ligarse, por separado, a las potencias mencionadas, en los términos de una división internacional del trabajo.

La primera pregunta que a mi juicio debería formularse, al encarar el tema del bicentenario de la Emancipación, es cómo aprovechar la oportunidad para actualizar su percepción pública. Porque resultaría inadmisible que las celebraciones 1) no asuman aquellas revisiones ya razonablemente consensuadas, 2) no sean capaces de contemplar aquellos hechos desde la actualidad de los procesos de integración y 3) no encararan todo lo que la celebración debe tener de proyección de futuro. Y como Uruguay tiene el raro privilegio de estar en el comienzo de la conmemoración, podría decirse asimismo que tiene la oportunidad de colocar desde el principio aportes para este objetivo.


1. Independencia, sí, pero en dónde

El DRAE define independencia como “libertad, especialmente la de un Estado que no es tributario ni depende de otro”, y autonomía como “potestad que dentro de un Estado tienen municipios, provincias, regiones u otras entidades, para regirse mediante normas y órganos de gobierno propios”, aunque en segundo lugar admite también “condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie”, es decir, un sinónimo de independencia. La referencia viene a título de que la “independencia”, entendida en términos políticos, es un concepto relativo, y que requiere por lo tanto de que sea establecido su contexto para conocer la medida de este alcance relativo. Llevada al presente, la noción tradicional de independencia de los Estados –cuanto más su ejercicio- es casi un contrasentido, y su culto civil una hipocresía que contribuye a la crisis general de la política. Aunque no es directamente atinente al tema propuesto, porque se trata de reflexionar sobre la independencia tal como fue entendida en las primeras décadas del siglo XIX, no puede omitirse tampoco la referencia, porque las celebraciones están ocurriendo en el presente. 

1.1 Los intentos de reconfigurar el Imperio español como sistema de autonomías
Más allá de sus antecedentes, que para presentarlos exhaustivamente habría que retroceder al siglo XVI, interesa recordar aquí la aparición de la idea de la independencia de las Indias en dos documentos en los que se propicia la creación de monarquías autónomas americanas, de 1781 y 1783. Me refiero a la Representación a Carlos III del Intendente de Venezuela, José de Ábalos, fechada en Caracas el 24 de septiembre de 1781, y al más conocido “Dictamen reservado”, atribuido al Conde de Aranda, y presumiblemente escrito a poco de la firma del Tratado de París del 3 de septiembre de 1783.

Ábalos considera “precisa e indispensable una oportuna y cuerda división en algunas monarquías que respectivamente se gobiernen por sí mismas, porque de otra forma en el orden natural se hace imposible su conservación íntegra”.[1] Luego de reflexionar sobre la rebelión de Túpac Amaru y sugerir su conexión con los comuneros del Socorro, el Intendente de Venezuela atribuye los hechos, más allá de errores cometidos por España, a “la desafección de estos naturales a la España y al vehemente deseo de independencia”, y más tarde habla del “espíritu de independencia que han descubierto”. Finalmente, se definen los alcances económicos de este proyecto de reconfiguración del Imperio Español en los siguientes términos:

Estipulándose precisamente como principios fundamentales de la cesión o desmembración, que se hagan para el objeto unos tratados de amistad y alianza perpetua con los nuevos soberanos y una exclusión, cuando no en el todo en parte, de las demás potencias en el comercio y giro de aquellos reinos. [PI, p. 68]

Una última observación de interés: Ábalos sostiene que la “desmembración” quitaría a los enemigos de España “la esperanza de la independencia de aquellos vasallos”, en donde aparece, como se verá también claramente en el otro documento, la cuestión del marco en el que se desenvolvería la independencia de las Indias si no era concebida y conducida desde España.

Aranda casi repite la argumentación básica de Ábalos, para concluir:

Todas estas circunstancias, si bien se mira, contribuyen a que aquellos naturales no estén contentos y que aspiren a la independencia, siempre que se les presente ocasión favorable. [PI, p. 77]

Su propuesta consistía en establecer tres reinos (México, Perú y Nueva Granada), cuyos respectivos soberanos y sus sucesores reconocerían al de España como “suprema cabeza de la familia”. De modo similar al plan de Ábalos, se estipulaba en lo económico

Que las cuatro naciones se consideren como una en cuanto a comercio recíproco, subsistiendo perpetuamente entre ellas la más estrecha alianza ofensiva y defensiva para su conservación y fomento. [PI, p. 83]

Es importante atender a la idea implicada en la expresión “cuatro naciones” para medir el alcance del concepto federativo implícito. Aranda explica su idea en función del reconocimiento de la independencia de los Estados Unidos, y concluye que

establecidos y unidos estrechamente estos tres reinos, bajo las bases que he indicado, no habrá fuerzas en Europa que puedan contrarrestar su poder en aquellas regiones, ni tampoco el de España y Francia en este continente; que además, se hallarán en disposición de contener el engrandecimiento de las colonias americanas o de cualquier nueva potencia que quiera erigirse en aquella parte del mundo. [PI, p. 83]

1.2 Los intentos de preservar la unidad del sector americano del Imperio
Cuando el proceso de la Independencia llevaba una década de desarrollo, el 7 de octubre de 1820, el Vicepresidente de la Gran Colombia Francisco Antonio Zea presentó al Duque de Frías, embajador español en Londres, un “Plan de Reconciliación entre la España y la América por medio de una íntima confederación que identifique sus intereses y relaciones y conserve la unidad de la Nación y la de su poder y dignidad”. Su parte sustantiva era un “Proyecto de Decreto sobre la emancipación de la América y su confederación con España, formando un gran Imperio federal”,[2] de acuerdo al cual Colombia, las repúblicas de Chile y Buenos Aires, y los virreinatos subsistentes por entonces, integrarían con España una Confederación, cuya “ley fundamental”, parlamento y nombre serían establecidos posteriormente, y con estipulaciones económicas similares a las de los proyectos anteriores.

Traigo esta referencia, análoga a la que los diputados americanos, liderados por Lucas Alamán, presentarán al año siguiente en las Cortes, para mostrar que la idea de la reconfiguración del Imperio español en un sistema amplio de autonomías existió por lo menos a lo largo de casi cuarenta años,[3] y que sus distintas iniciativas partieron tanto de España como de América. Baste el propio testimonio de Alamán, que al recordar la iniciativa de 1821 en las Cortes diría de la misma que

reducíase a ejecutar sin nombre de independencia y bajo la forma representativa, el proyecto del conde de Aranda, de distribuir el continente de América en tres grandes secciones con otros tantos delegados que ejerciesen el poder ejecutivo, pudiéndose confiar este encargo a los infantes de España. Los delegados habrían de ser responsables, no solo a la sección de Cortes de cada una de estas grandes divisiones, sino también al rey y a las Cortes generales... [las secciones] quedaban enteramente independientes para todo lo relativo a su gobierno interior, pero sin facultad de declarar la guerra ni hacer la paz, lo que venía a formar una grande confederación, teniendo al rey de España a su cabeza.[4]

La negativa de Fernando VII a considerar la propuesta de Zea y la airada repulsa de las Cortes a tratar el proyecto de los diputados americanos cerró definitivamente las posibilidades de reconfigurar el Imperio español como sistema amplio de autonomías, de modo de preservarlo como un “gran espacio”. Sin embargo los intentos de mantener la unidad de la parte americana continuaron todavía unos cuantos años. No me refiero solamente a los proyectos de Bolívar, San Martín y Artigas, sino a los esfuerzos diplomáticos por crear el espacio económico que sustentara esa unidad, a los que la historiografía tradicional no ha concedido la importancia que tienen, y que se debieron fundamentalmente a la inspiración de Lucas Alamán y Andrés Bello, y cuyo último instrumento es de 1832.[5]
Cuando finalmente estos intentos también fracasan, la independencia cambia sutilmente de significado: de ser la autonomía dentro de un gran espacio hispanoamericano –con inclusión de España o no- pasó a ser autonomía en soledad, dentro del espacio atlántico reconfigurado tras la derrota de Napoleón.


2. La reconfiguración del espacio atlántico

Si la invasión napoleónica marca el desplome del Imperio español y por tanto el comienzo formal del proceso de reconfiguración hispanoamericana, es la derrota de Napoleón la que señala el comienzo del proceso mayor, dentro del que está inserto el anterior, que es la reconfiguración del espacio euratlántico. Quiero aludir brevemente a esto dando dos referencias, una política y otra económica, pero ambas de carácter revolucionario.

Arturo Ardao ha señalado, a partir de un conjunto de fuentes relevantes de las primeras décadas del siglo XIX –entre ellas, Hegel, los hermanos Humboldt, Alexis de Tocqueville, el saintsimoniano Michel Chevalier- la aparición de un cambio en la manera de concebir la dinámica principal de la historia europea, que desde la caída del Imperio Romano de Occidente había estado marcada por la dicotomía romano-germana.[6] En efecto, la derrota de Napoleón terminó de poner de manifiesto la definitiva irrupción de otros dos polos en la dinámica europea, el anglosajón y el eslavo. El hecho es importante porque el fracaso en el intento de preservar la unidad hispánica coincide con el triunfo del predominio anglosajón en el espacio atlántico. En más de un sentido podría decirse que si 1808 desencadenó el colapso del Imperio español, 1815 disminuyó las posibilidades de mantener la unidad hispanoamericana.

Pero el acontecimiento decisivo de este proceso fue la revolución industrial, desarrollada desde las últimas décadas del siglo XVIII, por las nuevas condiciones económicas que crea: la principal de las cuales, a los efectos de este análisis, es la tendencia a establecer una fuerte división internacional del trabajo, entre sociedades industriales cuyo trabajo genera alto valor agregado y sociedades productoras de materias primas cuyo trabajo genera bajo valor agregado. Desde este punto de vista, el debate central para los nuevos Estados que aspiraban a la autonomía, era con qué rol predominante se insertarían en la economía global, como lo acreditan en Estados Unidos las posiciones contrapuestas de Alexander Hamilton y Thomas Jefferson. En efecto, la imposición de políticas que harían de los Estados Unidos una potencia industrial, que se iniciaron con el Reporte sobre las Manufacturas de Hamilton en 1791, no se lograría sin arduos debates y conflictos, para saldarse definitivamente con el desenlace de la guerra civil en 1865. Desde la exclusiva consideración del debate entre el modelo industrial y el modelo agromineroexportador, la diferencia entre los Estados Unidos y las repúblicas hispanoamericanas fue que los defensores del primer modelo consiguieron imponerse en EEUU y los defensores del segundo modelo consiguieron imponerse en Hispanoamérica.

La cuestión es relevante, porque el triunfo del segundo modelo influyó en que la reconfiguración del espacio hispano-americano a partir de 1808 terminara no solo en la separación de España sino en la segregación hispanoamericana, simétricamente inversa a los Estados Unidos: mientras que allí trece colonias terminarán constituyendo un solo Estado de dimensiones continentales, en el otro caso cuatro virreinatos de dimensiones cuasi continentales terminarán constituyendo 19 estados. Es decir, al proyecto de confederación continental y unión aduanera le sustituirá la asociación por separado de los distintos países con la principal potencia industrial de la época.


3. Conclusión

La evolución comparada de las capacidades de creación de riqueza de las sociedades industriales y las sociedades productoras muestra dos curvas que se alejan proporcionalmente a sus diferentes capacidades de agregación de valor; el espacio creciente entre esas dos curvas es lo que hoy se llama habitualmente la brecha entre países ricos y países pobres. Si las sociedades productoras desplazaron históricamente a las sociedades predadoras cuando la revolución de la agricultura, las sociedades industriales muestran un proceso similar en los dos últimos siglos con relación a las sociedades productoras, cuyo destino es adaptarse a ese cambio o desaparecer paulatinamente.

La reflexión es necesaria para ofrecer una conclusión del asunto expuesto, porque la disgregación hispanoamericana fue en parte un resultado geográfico, en parte un resultado de incapacidad de las élites, pero también resultado de una elección conciente, aunque diluida en numerosas decisiones encadenadas a lo largo de varias décadas: la de asociarse a una potencia industrial como proveedor de materias primas. Para ello no era necesario mantener el propósito confederativo, sino más bien al contrario. Su resultado es conocido: haber creado sociedades que se han dado la espalda durante siglo y medio. Un solo dato bastaría para poner de relieve sus consecuencias: hasta la creación del Mercosur, la proporción del comercio intrasudamericano dentro del comercio total sudamericano no alcanzaba al 13%, a pesar de la excentricidad de Sudamérica en las rutas globales del comercio.

Pero la debilidad económica relativa creciente que supuso la decisión de incorporarse a la economía global como proveedores de materias primas, sumada a la segregación territorial, implicó una gran debilidad política dentro del espacio atlántico reconfigurado a partir de 1815. La paradoja entonces fue que el cambio sutil, ya aludido, del sentido de la independencia, que de pensarse como autonomía dentro de un gran espacio pasó a entenderse como independencia en abstracto, terminó diluyendo su valor real. Como afirmó ya entonces Francisco Antonio Zea, en la primera parte de su plan, “sería una prueba de cortas miras y ningún conocimiento de la marcha de las naciones dividir en pequeñas y débiles Repúblicas, incapaces de seguir el movimiento político del mundo, pueblos que estrechamente unidos formarán un fuerte y opulento Estado, cuya grandeza refluirá sobre todos ellos”.
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Bibliografía
Lucena Giraldo, M.: Premoniciones de la independencia de Iberoamérica. Madrid, Doce Calles-Mapfre, 2003.
Navas Sierra, J.A.: Utopía y atopía de la Hispanidad. El proyecto de Confederación Hispánica de Francisco Antonio Zea. Madrid, Encuentro, 2000.
Alamán, L.: Historia de México, desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la época presente. México, Jus, tomo V, 1990.
Podetti, J. R.: “Lucas Alamán y su proyecto hispanoamericano”, inédito, 2004.



[1] Lucena Giraldo, M.: Premoniciones de la independencia de Iberoamérica. Madrid, Doce Calles-Mapfre, 2003, p. 55. En lo sucesivo PI.
[2] Ver Navas Sierra, J.A.: Utopía y atopía de la Hispanidad. El proyecto de Confederación Hispánica de Francisco Antonio Zea. Madrid, Encuentro, 2000.
[3] Otras referencias: Los “Apuntes para una reforma de España sin trastorno del gobierno monárquico ni de la religión” por el fiscal de la Audiencia de Charcas Victorián de Villaba (Charcas, 1797) introducen la idea de otorgar carácter de gobierno representativo y autónomo, en sus respectivos territorios, a las audiencias; la Constitución de Cundinamarca (Bogotá, 1811) introduce la idea de una monarquía federal basada en que los territorios y reinos que la constituyeran adoptaran el sistema de gobierno representativo; la Constitución del Estado de Quito (1812) sigue la idea de una monarquía federal, al constitucionalizar el antiguo Reino de Quito pero reconociendo como monarca a Fernando VII y reservando la decisión sobre todo lo que tenga que ver con el interés público de América al “Congreso General de los Estados que quieran confederarse”; el Plan de Iguala (México, 1821) preveía la comparecencia de Fernando VII en México para los recíprocos juramentos.
[4] Alamán, L.: Historia de México, desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la época presente. México, Jus, tomo V, 1990, p. 351.
[5] Podetti, J. R.: “Lucas Alamán y su proyecto hispanoamericano”, inédito, 2004. Estos tratados establecían las condiciones para una unión aduanera hispanoamericana o, ante el avance similar de la diplomacia británica en obtener la cláusula de nación más favorecida, salvaguardaban de su cumplimiento a los países hispanoamericanos: Tratado de Liga, Confederación y Unión Perpetua entre Colombia y el Perú (Lima, 1822); Tratado entre Colombia y el Perú, adicional al precedente; Tratado de Unión, Liga y Confederación entre Colombia y Chile (Santiago de Chile, 1822); Tratado de auxilio entre Chile y Perú (Santiago de Chile, 1823); Tratado de Amistad, Unión, Liga y Confederación entre Colombia y Méjico (México, 1823); Tratado de Comercio y Navegación entre México y Colombia (México, 1823); Tratado de Unión, Liga y Confederación entre Colombia y la Federación Centroamericana (1825); Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre México y el Reino Unido (no ratificado por el Reino Unido, México, 1825. Se incluye, pese a ser un tratado con una nación no americana, por incluir una excepción al trato de nación más favorecida para los países hispanoamericanos);  Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre México y Chile (México, 1831); Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre Chile y Estados Unidos (Santiago de Chile, 1832. Inspirado, negociado y firmado por Andrés Bello, se incluye porque introduce la misma salvaguarda que Alamán sobre los países hispanoamericanos en cuanto al alcance de la cláusula de nación más favorecida); Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre México y Perú (México, 1832).
[6] En Romania y América Latina. Montevideo, Biblioteca de Marcha-Udelar, 1991. También ha tratado el tema en España en el origen del nombre América Latina. Montevideo, Biblioteca de Marcha-Udelar, 1992, Genésis de la idea y el nombre de América Latina (Caracas, 1980) y Nuestra América Latina (Montevideo, EBO, 1986). 

Cecilia Klein Leal(FHCE, UDELAR, Uruguay) La Crisis del 90 en las páginas de la prensa inglesa.

La crisis del 90' en las páginas
de la prensa inglesa
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Cecilia Klein Leal  


Al finalizar la década del 1880, varios periódicos de Montevideo enaltecían la situación favorable por la que atravesaba el Uruguay. Era posible distinguir los grandes cambios y el progreso -como lo señalaba el “South American Journal”, órgano oficial de los intereses británicos en América Latina- que había vivido tanto el país como la administración política durante ese período.

Para la década de 1880 el valor de la tierra podía ser considerado otro índice del progreso experimentado por el país, y a partir de 1886 se duplicaron y triplicaron los valores inmobiliarios tanto en Montevideo como en el interior.  El “South American Journal” mencionaba: “Hasta hace poco, el dueño de una gran propiedad era mirado como el más infortunado ciudadano. No podía venderla ni obtener el suficiente beneficio como para disfrutar una existencia decorosa. (...) ¡Cómo ha cambiado todo ahora! Ser dueño de tierras o propietario de alguna casa en Montevideo significa ser un hombre rico y próspero.” (“South  American Journal”, 1889: 1)[1]

Vale analizar los factores que produjeron este cambio según lo señalado por dicho periódico. En primer punto, resaltaba la importancia del alambrado, como freno para las revoluciones y los robos de ganado. En segundo lugar, concedía gran mérito a las vías férreas, con las cuales se había logrado penetrar en el interior, y a la electricidad, que había hecho posible que por medio del telégrafo se uniera toda la República, permitiendo la comunicación de los pequeños pueblos con las grandes ciudades y de éstas con la capital.

En tercer término, se destaca que la introducción de modernos instrumentos de guerra -como por ejemplo las armas “Remingtone”- habían provocado importantes beneficios en el país en cuanto a la autoridad y el orden. Por último, señalaba como principal factor del progreso en el Uruguay, el cambio en el sistema de gobierno. “Nuevos hombres, con nuevas ideas, han tomado posesión del poder. La Cámara de Representantes no está integrada por un partido, sino que todos están representados. (...) aprecian la ventaja de los negocios legítimos y se preocupan por el avance del país.” (“South  American Journal”, 1889: 1)[2]

Todo el progreso que había experimentado Uruguay en general y Montevideo en particular trajo aparejado lo que se llamó crisis de prosperidad. Debido al crecimiento demasiado rápido de Montevideo en relación con sus posibilidades, carecía de suficientes casas, carruajes, sirvientes, mano de obra industrial, comida, materiales de construcción, etc.  Al mismo tiempo, la falta de oferta provocaba inflación en los productos alimenticios, convirtiéndose las papas, la leche, la manteca y las aves en artículos de lujo.

El elevado costo de los alimentos ya era señalado por otro diario de habla inglesa, “The Express”,[3] más de un año antes. En un artículo titulado “Precios altos” resaltaba como sorprendía a los viajeros, ya fueran de Europa o de Estados Unidos, los altos precios fijados a casi todos los géneros y el alto costo de vida, tanto en la Argentina como en Uruguay, y principalmente en las capitales de estas dos naciones. La disconformidad del periódico aumentaba al observar que los altos precios no sólo eran aplicados a las mercaderías importados sino que “se extienden de igual manera, y con menor muestra de razón, a los productos del hogar, como carne, frutas, etc., que teniendo en cuenta su abundancia deberían ser mucho más baratos de lo que son.” (“The Express”, 1888: 1)[4]

Sin duda la inflación vivida en los últimos años de la década de 1880 era producto de la especulación reinante. En julio de 1888, “The Express” criticaba la exagerada atención que se otorgaba en las dos capitales del Río de la Plata a sus respectivas Bolsas o Stock Exchanges. En dicho mes, tanto en Buenos Aires como en Montevideo, la liquidación constituyó una de las más desastrosas conocidas por largo tiempo.

Como consecuencia de la caída de los valores del Banco Nacional en Montevideo y del Banco Constructor en Buenos Aires tuvo lugar un colapso general en el mercado, provocando inmensas perdidas y haciendo que gran número de especuladores no pudieran enfrentar sus compromisos. “The Express” hacía una clara diferenciación de los afectados por el colapso: “De estos desafortunados, algunos han tenido que sacrificar todas sus pertenencias en el honorable empeño para pagar sus deudas; otros, habiendo especulado más allá de sus recursos, tuvieron que declararse en bancarrota; (...) y otros, careciendo del coraje o los medios para afrontar las consecuencias de su malversada especulación han cortado el nudo gordiano a través del ignominio y deshonroso vuelo.” (“The Express”, 1888: 1)[5]

“The Express” consideraba que las fallas de la Bolsa radicaban en el natural pero deshonesto deseo de obtener dinero sin esfuerzo alguno, y describía a los especuladores diciendo que “producen nada, hacen nada, sirven ningún propósito útil... ellos responden exactamente a la descripción de “parásito”, y viven de las pérdidas o ganancias de otros; en una palabra son los vampiros de nuestro sistema social.” (“The Express”, 1888: 1)[6]

Para 1889 la especulación constituía un problema mayor, que permitía anunciar un final terrible para las finanzas del Uruguay y también de Argentina. Según “The Express”, para marzo de 1889 la quiebra era eminente, cuya devastación iba ser nacional;  y agregaba que: “…Negocios -el antiguo monótono método de hacer dinero como ha sido llamado- es una cosa del pasado. Nosotros jugamos con exceso, con trampas. /.../ Millones de pesetas vuelan al regazo de un promotor desconocido quien dice que va hacer fortuna por nosotros en Timbuctoo o en el Polo Norte.”(“The Express”, 1889: 1)[7]

Pocos números después, el mismo periódico hacía un claro llamado de atención a los residentes de habla inglesa en el Uruguay, teniendo en cuenta la riesgosa situación que se estaba viviendo y los efectos catastróficos que se profetizaban. “The Express” los incentivaba a “usar su influencia, que es mayor de lo que ellos piensan, para impedir cualquier catástrofe política, que pueda o no ser eminente, pero que si ocurre seguramente dañará las perspectivas presentes y futuras de sus inversiones o negocios...” (“The Express, 1889: 1)[8]

Una cuestión económica, que incluso dividía a la sociedad, era el enfrentamiento entre el oro y el papel moneda. Para fines de la década de 80’ se estaba produciendo en la Argentina un continuo crecimiento de la remuneración del oro y, simultáneamente la caída del valor del papel moneda, lo cual en términos económicos se conoce como devaluación. Al respecto, “The River Plate Times”,[9] un tercer periódico de habla inglesa, señalaba que, “En la República Argentina el oro parece destinado a llevar al papel al suelo y, esto ciertamente lo hará a menos que algunas medidas efectivas sean rápidamente tomadas para prevenir esto, a través del incremento del valor del papel...” (“The River Plate Times”, 1889: 1)[10]

Esta situación en la vecina orilla llamó la atención de todos aquellos ciudadanos involucrados en la economía uruguaya, aunque -según “The River Plate Times- esto no afectó en ningún momento el espíritu de empresa de Uruguay, producto -para este periódico- de la buena opinión pública de la que gozaba el nuevo gobierno. “El inmenso número de nuevos proyectos, nuevas compañías, nuevas asociaciones que han sido formadas, los estatutos que son publicados día tras día, claramente muestran, cualquiera sea el estado de entorpecimiento de la crisis monetaria que ha reducido a nuestro vecino de la República Argentina, que aquí en Uruguay, aquí en Montevideo, el gran espíritu de empresa que ha despertado con la entrada del presente gobierno en el poder, no está muerto, pero, por el contrario, está más activo que nunca..” (“The River Plate Times”, 1889: 1)[11]

Teniendo en cuenta la situación económica del Uruguay, “The River Plate Times” atacaba muy fuertemente a los llamados “alarmistas”, de gran número en Montevideo con la crisis que estaba viviendo Argentina, de la siguiente manera: “Estos terribles alarmistas han llevado sus advertencias a una tan absurda longitud, que bueno y malo se mezclan en una desesperanzadora confusión y el peligro cercano es visto en todo.” (“The River Plate Times”, 1889: 1)[12]

Dicho diario no consideraba válida la advertencia de los alarmistas, que basaban sus pronósticos en la crisis que estaba viviendo nuestro adelantado vecino -como irónicamente dice este periódico que los alarmistas llamaban a la Argentina-, olvidándose de las diferencias materiales que existían en el sistema político, económico, monetario, comercial e industrial de las dos naciones.

A pesar del optimismo descrito anteriormente por “The River Plate Times”, no podía negar la existencia de “oscuras manchas” en la economía. Estas oscuras manchas consistían en la especulación, señalada por “The Express” varios meses antes, y en la creencia excesiva en la suerte -y no en el trabajo- a la hora de querer triunfar, “dos enfermedades que desafortunadamente afectan a una gran proporción de la comunidad, cuyo patio de recreo es el clásico cercamiento de la Bolsa.” (“The River Plate Times”, 1889: 1)[13]

La Bolsa era considerado el lugar donde el esfuerzo y el trabajo de tantos años anteriores eran lanzados por la borda. En enero de 1890 se produjo una baja de los precios de las acciones de la Bolsa, consecuencia -para “The River Plate Times”-  de la crisis argentina, la cercanía de las elecciones presidenciales en Uruguay y la demora en el permiso del Estado de las garantías a las cédulas hipotecarias. Aunque, según dicho periódico, “la importancia de todas estas causas ha sido exagerada en la más inimaginable extensión” (“The River Plate Times”, 1890: 1),[14] lanzando nuevamente una acusación a los alarmistas que sólo intentaban inspirar miedo a través de la exageración.

Debe aclararse que a pesar de la insistencia de este periódico inglés de que la situación era favorable, para 1890 la mayoría de los entendidos de la economía no podían negar -como señalaba “The Express”- que “el mal estado de circulación de moneda en la República Argentina afecta mucho los intereses en la República del Uruguay.” (“The Express”, 1890: 1)[15]

El 5 de julio de 1890 se producía la suspensión de la conversión de los billetes a oro por el Banco Nacional, lo cual provocó gran alarma en el mercado, y la crisis económica se convirtió en una realidad latente. Sin embargo, “The River Plate Times” mantiene la calma, estado que modifica paulatinamente con el transcurrir de los hechos. En su opinión, “la situación es seria, lo cual sería en vano negarlo; por el momento ha despertado graves inconvenientes. Pero por otro lado no hay dificultad que no pueda ser solucionada con un poco de paciente buen sentido y fe en la decisión de los poderes.” (“The River Plate Times”, 1890: 1)[16] Como el editor aclaraba, ellos prefirieron tomar una esperanzadora visión en ese primer instante de la crisis, cuya base estaba en la confianza, en la sabiduría y la moderación del Presidente y sus Ministros. Esta opinión también cambió con el paso de los meses.

La inconvertibilidad de las notas del Banco Nacional afectó gravemente a gran parte de la población, como señalaba “The River Plate Times”: “el destino financiero, no vamos a decir de la República, pero ciertamente del público en general, está en gran medida dependiendo de este Banco.” (“The River Plate Times”, 1890: 1)[17] Esta situación afectó, sobre todo, a los círculos menores, como los pequeños comerciantes al por menor, pequeños propietarios de negocios en general, los trabajadores, etc. 

En noviembre de 1890, “The River Plate Times” daba la noticia de la suspensión de pago hecha por los agentes financieros Baring Brothers. Dicho periódico establecía como causa del hecho, el amplio vínculo existente entre Baring Brothers y las finanzas del Río de la Plata, cuyo estado de crisis y depresión general de sus valores, sin lugar a dudas, repercutió hondamente en los mencionados agentes financieros.

Desde hacía tiempo atrás, habían existido rumores acerca de la estabilidad de la Casa Baring, los cuales habían ganado gran fuerza en los primeros días de noviembre. Era claro que la suspensión de pagos por Baring Brothers iba a producir serias alteraciones en el estado de los negocios del Río de la Plata pero -según “The River Plate Times”- era “imposible profetizar cuán lejos esto afectará exactamente al Uruguay en el presente.” (“The River Plate Times”, 1890: 1)[18]

Hacia fines de noviembre de 1890, momento en que se produce el cambio de nombre del periódico inglés “The River Plate Times” a “The Montevideo Times”,[19] el optimismo, que hasta entonces había caracterizado a dicho diario, se estaba desmoronando. En el primer número con el nuevo nombre, se señalaba la dificultad para rescatar algún aspecto positivo de la situación por la que atravesaba la República, y agregaba: “La presencia de la crisis y la terrible condición depresiva de todas las finanzas y negocios son demasiado notorias como para requerir más ilustración y uno se cansa de enjaular eternamente observaciones pesimistas en su cabeza...”(“The Montevideo Times”, 1890: 1)[20]

“The Montevideo Times” consideró como factores de la crisis: la especulación, la inflación, el sistema de tasaciones e impuestos uruguayos, el cual era muy pesado, el alto costo del Estado, lo que provocaba déficit fiscal (para este punto, señalaba como solución la adquisición de un préstamo), y en último lugar, los efectos de la crisis argentina. Este medio de prensa se opuso a la opinión realizada por "varios órganos partidarios de influencia" de que esa crisis era principalmente debido al gobierno de turno. Indicaban que “aunque serios pueden ser los pecados de omisión y comisión cometidos por el Gobierno, nosotros haremos justicia absolviéndolo de tal cargo.” (“The Montevideo Times”, 1890: 1)[21] Agregaba que el origen de esta crisis era bastante anterior al ascenso de este gobierno, y ya era visible en 1889 cuando el llamado "boom" económico estaba en el punto más alto.

La crisis de 1890 puede ser dividida -según “The Montevideo Times”- en dos ramas: económica, aplicada al Gobierno, y financiera, aplicada al comercio y a los negocios en general. Así este periódico resolvía la interrogante de sí esta crisis fue económica o sólo financiera.

Desde enero de 1891, “The Montevideo Times” redactaba varios artículos donde defendía la posición del Banco Nacional, en contraste con la oposición que consideraba a este Banco como la causa de la crisis. Si bien la suspensión de pagos en el Banco Nacional fue el hecho que hizo a la crisis visible, para este diario ese suceso fue más un incidente que un factor, y agregaba que, “el Banco Nacional sólo no pudo haber producido esta crisis, e incluso si el Banco no hubiera existido (...), la crisis hubiera venido de igual manera.” (“The River Plate Times”, 1891: 1)[22]

Existía una clara oposición -en dicho periódico- a la liquidación del Banco Nacional que determinados políticos querían llevar a cabo. Pero, al mismo tiempo, recalcaba la absoluta necesidad de que se produjera una reorganización del banco sobre la base de la separación de la interferencia estatal. “Estamos comenzando a reconocer que queremos (...) un Banco Nacional, que sea meramente una institución bancaria genuinamente representativa, y no un arma política, o una tesorería general para llenar los bolsillos oficiales y asistir a aventureros políticos y financieros. Igualmente, estamos comenzando a reconocer que NO queremos un Banco estatal, continuamente sujeto a la interferencia gubernamental...” “The Montevideo Times, 1891; 1)[23]

El 1º de julio se recibió una noticia que despertó las esperanzas de la población uruguaya. El Banco Nacional reanudaba la conversión de sus notas, lo cual estaba suspendido desde julio de 1890. “Es un triunfo, podríamos decir casi el primer triunfo para el presente Gobierno...” (“The Montevideo Times”, 1891: 1),[24] señalaba “The Montevideo Times”. Este retorno a la conversión pudo lograrse enteramente por la adquisición de un préstamo brasileño.

Pero las buenas noticias no duraron mucho, ya que veinte días después, el mismo diario publicaba la noticia acerca de la suspensión de pagos por el Banco Inglés del Río de la Plata, lo cual llegó “como un fresco y formidable desastre para intensificar y prolongar la crisis que el Río de la Plata ha estado sufriendo por algún tiempo.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[25] Lo más preocupante, de esta suspensión, era el golpe que provocaría sobre el crédito general de los bancos ingleses en el Río de la Plata.

Si bien para agosto de 1891 no desapareció el apoyo del periódico inglés al gobierno, cuya oposición era cada vez más fuerte beneficiada por la crisis, le hacía un importante reclamo. “A nosotros nos parece que uno de sus peores defectos, y uno que de ningún modo es difícil de remediar, es la absoluta carencia de un programa definitivo.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[26]

“The Montevideo Times” proponía como medidas para superar la crisis de manera definitiva: recortar todo lo que fuera ornamental e innecesario en el presupuesto; insistir en la moralidad y honestidad en todos los departamentos; apelar al patriotismo de los senadores y diputados y reducir sus salarios en un 30 o 40% (para este periódico “todavía estarían bien pagos”);  mantener el crédito exterior, cubriendo las obligaciones como los servicios de deudas y las garantías de los ferrocarriles; tan pronto como fuera posible abolir los impuestos a las exportaciones; y reducir las tarifas más opresivas sobre la industria; otorgar a los residentes extranjeros en el país derecho político; colocar en las Cámaras hombres de negocios aptos para discutir cuestiones económicas, entre otras medidas.

Este diario realizaba una importante y fuerte crítica contra parte de los políticos uruguayos en cuanto a su posición frente a las obligaciones extranjeras como los servicios de deuda y las garantías de ferrocarriles. Mientras que en todo el mundo las obligaciones extranjeras eran consideradas sagradas, las cuales era deshonroso violar, “The Montevideo Times” daba cuenta de que existían en Uruguay no pocas personas, incluso de alta posición, que consideraban dichas obligaciones como algo tedioso que se podían cumplir o no, de acuerdo con la sinceridad y posición del deudor.  En este sentido, resaltaba como en las Cámaras se sostenía que “el interés de la Deuda debería ser reducido del monto originalmente prometido a otro monto menor, o incluso que los acreedores deberían ser hechos esperar o deberían renunciar enteramente a sus reclamos.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[27]

Según “The Montevideo Times”, estas irresponsables opiniones podían afectar gravemente futuras negociaciones financieras. Indicaba que “si el partido en  poder desea colocar a la República fuera de la esfera de las naciones honestas, pagando lo que ellos desean y cuando ellos desean, de acuerdo a su conveniencia, pero no de acuerdo a los derechos de sus acreedores, permitámosles decirlo abiertamente. Los acreedores por lo menos tendrán la ventaja de saber que esperar y con qué clase de persona deben lidiar.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[28] Se puede observar que la buena opinión de la que gozaba el gobierno por parte de este periódico ya había desaparecido.

En un artículo llamado “Una pertinente interrogante”, se puede observar como realmente se consideraba a las naciones del Río de la Plata parte del imperio informal británico. Este periódico mencionaba que si bien no querían que Inglaterra asumiera el control del país, pretendían que “algún poder superior interfiera para poner la dirección de estos países, que debería ser tan próspera, en manos más competentes y merecedoras, como aquellas de los residentes extranjeros.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[29]

“The Montevideo Times” consideraba que el gobierno de un país puede ser respetado siempre y cuando los intereses ajenos no fueran ofendidos. Señalaba que estos jóvenes países habían demostrado, debido a la corrupción, el desorden y la incompetencia, ser incapaces de autogobernarse. Entonces, este periódico se cuestionaba: “¿Qué tan lejos una nación puede abusar de la confianza de sus acreedores antes que la intervención extranjera pueda ser considerada como justificable?” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[30]

Al mismo tiempo que se producía el debate parlamentario acerca del plan de Conversión, con el cual se pretendía paliar la crisis, “The Montevideo Times”, encabezado por su fundador W. H. Denstone, comenzaba una intensa campaña de investigación y difusión sobre la misión Ellauri. Este periodista desconfiaba del Gobierno y de la escasa información que éste brindaba sobre las negociaciones de suma importancia que se desarrollaban en Londres. Sus contactos en la City así como el acceso a una amplia gama de periódicos de Inglaterra, incluyendo los especializados en el área rioplatense y en temas económicos-financieros, le proporcionaron una visión menos favorable pero más acertada de lo que estaba ocurriendo.

Este diario resaltaba que fue el único periódico local que había discutido el asunto desde el punto de vista de los tenedores de títulos y que había mantenido informada a la población, por lo menos a aquellos capaces de leer en inglés, del verdadero estado de las negociaciones en la capital inglesa, mientras el resto de los medios de prensa se habían dedicado a repetir las falsedades semi-oficialistas sobre el tema en cuestión. “Poco a poco, la historia secreta del actual plan de conversión se ha ido descubriendo, hasta aparecer ahora relativamente clara y abierta”, mencionaba “The Montevideo Times”. (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[31]

Para diciembre de 1891 se tenía conocimiento de que el plan de conversión no había sido propuesto por el Gobierno uruguayo -como oficialmente se había declarado en las Cámaras- ni tampoco por los tenedores de títulos en Europa, como aseguraba la oposición al mismo. Este plan de conversión fue -según decía “The Montevideo Times”- “pergeñado, apadrinado y empujado por algunos pocos financistas o especuladores principalmente interesados en el blanqueo del sospechoso asunto del Ferrocarril Oeste, y quizás también deseosos de ayudar a Baring a descargarse de sus últimos empréstitos especulativos que el público británico no fue tan tonto como para tragarse.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[32]

Más allá de las críticas al plan de conversión en general, era claro que los arreglos financieros estaban permitiendo -aunque levemente- una mejora en todo el mercado, tanto en los valores de la Bolsa como en los negocios, y proporcionó esperanzas serias de una reactivación general desde la terrible crisis. “La liquidación del Banco Nacional, el establecimiento de un Banco Hipotecario independiente y la fundación de un nuevo Banco Nacional con capital fresco y libre de la perniciosa influencia de la interferencia estatal son todas necesidades manifestadas y han sido reclamadas por tanto tiempo que su anuncio es seguro de ser bien recibido.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[33]

Mientras que antes consideraba la situación del Banco Nacional más un incidente de la crisis que una causa, el 19 de diciembre de 1891 indicaba que ese Banco había sido uno de los factores principales de la crisis, “el elemento disturbador en las circulaciones, uno de las principales causas de la carencia prevaleciente de confianza y el principal obstáculo para cualquier proyecto de regeneración. (...) su liquidación tendría que haber sido el primer paso en todos los casos.” (“The Montevideo Times”, 1891: 1)[34]

Para mayo de 1892, la gran resistencia que había existido hacia el Plan de Conversión había culminado. La confiscación había terminado, y “The Montevideo Times” señalaba que “el rencor que acompaño la pelea se ha convertido en doloroso pero duradero resentimiento.” (“The Montevideo Times”, 1892: 1)[35]

Las principales objeciones de “The Montevideo Times” hacia el arreglo financiero eran las siguientes: redujo los intereses permanentemente, siendo que debería solamente ser temporal; ignoró reclamos prioritarios y confiscó garantías solemnes sin ofrecer nada a cambio; y aumentó la ya muy pesada deuda por una "monstruosa" suma de medio millón en bonos como comisión para algún misterioso y desconocido partido en Londres. Resumiendo, agregaba, “ encontramos que el plan de Confiscación fue un negocio infeliz (...) que ha dañado materialmente el crédito de la República...” (“The Montevideo Times”, 1892: 1)[36]

En cuanto a los verdaderos objetivos perseguidos por el Plan de Confiscación, para “The Montevideo Times” fueron dos, expuestos a continuación: asegurar algún tipo de arreglo al "turbio" negocio del Ferrocarril Oeste, en el que ciertos prominentes miembros del Gobierno estaban amplia y personalmente interesados, y asegurar la fundación de un Banco en el que el Gobierno pudiera preservar “esa influencia impropia que benefició a sus amigos pero arruinó a los accionistas en el caso del antiguo Banco Nacional.” (“The Montevideo Times”,1892: 1)[37]

De todos modos, tras la aprobación del proyecto, la situación no había mejorado. En junio de 1892,  “The Montevideo Times” describía la situación del momento como anárquica, llena de contradicciones. “Todo es niebla y arena movediza, nada definitivo, nada confiable, nada sólido.” (“The Montevideo Times”, 1892: 1)[38] Esto se agravaba con un gobierno que continuamente aclamaba por confianza “sin incluso intentar (...) aclarar los escándalos en que fue asociado.” (“The Montevideo Times”, 1892: 1)[39]

La mejora parcial de la situación llegó tres años después con el aumento de los precios internacionales, permitiendo al Uruguay obtener condiciones más favorables en el mercado mundial. Sin embargo, los problemas estructurales no fueron atacados, viviendo el Uruguay diversas crisis a lo largo del siglo XX En cuanto a los intereses británicos, se inicia una nueva etapa del ciclo inversor en 1890, caracterizada por la retracción en un principio y de cautelosas inversiones en un segundo momento. Pero en el siglo XX los capitales ingleses debieron enfrentar algo más que una crisis, debilitándose su supremacía frente a la competencia estadounidense.

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Fuentes

“The Express”, Montevideo, de marzo de 1888 a marzo de 1890.

“The River Plate Times”, Montevideo, de enero de 1889 a noviembre de 1890.

“The Montevideo Times”, Montevideo, de noviembre de 1890 a julio de 1892.

“South American Journal”, Londres, julio de 1889.

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Notas

1. Progreso en el Uruguay en: “South American Journal”, Londres, 13 de julio de 1889, p. 1.

2. Progreso en el Uruguay en: “South American Journal”, Londres, 13 de julio de 1889, p. 1.

3. Aparecía el 7 de marzo de 1888, fundado por Melville Hora. Su director era Charles Gurney. Fue el primer periódico en lengua inglesa que se publicó diariamente en el Uruguay. Tuvo una vida de tres años, desapareciendo el 31 de marzo de 1890.

4. Precios altos en: “The Express”, Montevideo, 4 de abril de 1888, p. 1.

5. La Bolsa apostando en: “The Express”, Montevideo, 3 de julio de 1888, p. 1.

6. La Bolsa apostando en: “The Express”, Montevideo, 3 de julio de 1888, p. 1.

7. Especulación en: “The Express”, Montevideo, vol. III, Nº307, 23 de marzo de 1889, p. 1.

8. Crédito uruguayo en Londres en: “The Express”, Montevideo, vol. III, Nº327,17 de abril de 1889, p. 1.

9. El 1º de Marzo de 1886 empezó a publicarse “The River Plate Times”, fundado por Henry Castle Ayre. Se publicaba una vez por semana, ocupándose fundamentalmente de problemas comerciales y financieros. Su título se justificaba pues prestaba atención no sólo a los asuntos uruguayos sino también a los sucesos que ocurrían en la otra orilla del Río. El periódico apuntaba más a informar a los lectores europeos que a los locales. En 1889 comenzó a aparecer bisemanal. El 12 de julio de 1889 Eduardo Casey compró “The River Plate Times” fusionándolo con el “Montevideo Independent” en un gran diario que conservó el nombre del primero. Su director era Henry Castle Ayre y el subdirector Denstone. Además de su número diario,  “The River Plate Times” publicaba un suplemento semanal. Al desaparecer “The Express”, “The River Plate Times” pasó a ser el único periódico inglés de Uruguay.

10. Oro y papel en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. II, Nº23, 8 de agosto de 1889, p. 1.

11. El espíritu de empresa en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. II, Nº60, 21 de septiembre de 1889, p. 1.

12. Alarmistas en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. II, Nº71, 5 de octubre de 1889, p. 1.

13. Industria versus especulación en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. II, Nº97, 6 de noviembre de 1889, p. 1.

14. La pizarra de la Bolsa en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. III, Nº153, 15 de enero de 1890, p. 1.

15. Finanzas en: “The Express”, Montevideo, vol. V, Nº591, 23 de marzo de 1890, p. 1.

16. La situación en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. III, Nº293, 8 de julio de 1890, p. 1.

17. Un día crítico en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. III, Nº317, 6 de agosto de 1890, p. 1.

18. Las fallas de la Baring Brothers en: “The River Plate Times”, Montevideo, vol. III, Nº402, 18 de noviembre de 1890, p. 1.

19. Tras el abandono por parte de Eduardo Casey de “The River Plate Times”, Denstone adquirió todos los derechos el 1º de octubre de 1890. Poco después, al plantearse un pleito por el nombre del diario, Denstone le cambió el título. Desde el 25 de noviembre de 1890 comenzó a llamarse “The Montevideo Times”. Poco después dejó de publicarse su suplemento semanal.

20. Pasando notas en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. III, Nº412, 29 de noviembre de 1890, p. 1.

21. Factores de la crisis en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. IV, Nº450, 17 de enero de 1891, p. 1.

22. El Banco Nacional y la crisis en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. IV, Nº453, 21 de enero de 1891, p. 1.

23. El Banco Nacional en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. IV, Nº549, 23 de mayo de 1891, p. 1.

24. Conversión en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº580, 2 de julio de 1891, p. 1.

25. Más desastre en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº595, 22 de julio de 1891, p. 1.

26. Buscado! –Un programa en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº611, 19 de septiembre de 1891, p. 1.

27. Extrañas ideas en “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº647, 23 de septiembre de 1891, p. 1.

28. Más ideas extrañas en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V. Nº648, 25 de septiembre de 1891, p. 1.

29. Una pertinente interrogante en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº682, 4 de noviembre de 1891, p. 1.

30. Una pertinente interrogante en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº682, 4 de noviembre de 1891, p. 1.

31. El plan de conversión en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº715, 13 de diciembre de 1891, p. 1.

32. El plan de conversión en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº715, 13 de diciembre de 1891, p. 1.

33. Los arreglos financieros en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº718, 17 de diciembre de 1891, p. 1.

34. Los arreglos financieros en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. V, Nº720, 19 de diciembre de 1891, p. 1.

35. Después de la batalla: La última palabra sobre el plan de Confiscación en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. VI, Nº834, 10 de mayo de 1892, p. 1.

36. Después de la batalla: La última palabra sobre el plan de Confiscación en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. VI, Nº834, 10 de mayo de 1892, p. 1.

37. El embrollo en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. VI, Nº870, 23 de junio de 1892, p. 1.

38. Caos financiero en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. VI, Nº858, 9 de junio de 1892, p. 1.

39. Caos financiero en: “The Montevideo Times”, Montevideo, vol. VI, Nº858, 9 de junio de 1892, p. 1.


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